Laurell Hamilton - Delitos Menores

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Puede que me conozcas como Meredith Nic Essus, princesa del reino de las Hadas. O quizás, como Merry Gentry, detective privado de Los Ángeles. Tanto en el Mundo de las Hadas como en el mundo de los mortales, mi vida es objeto de intrigas reales y dramas célebres. Entre los míos, me he enfrentado a enemigos terribles, soportado la traición y maldad de mi familia y cumplido con el deber de engendrar un heredero… todo por el derecho de reclamar el trono. Pero le he dado la espalda a la Corte y a la corona, eligiendo el exilio en el mundo de los humanos… y en brazos de mis amados Frost y Oscuridad.
Puede que haya rechazado la monarquía, pero no puedo abandonar a mi gente. Alguien está matando hadas, lo que tiene desconcertado al Departamento de Policía de Los Ángeles y profundamente trastornados a mis guardias y a mí. Los de mi especie no son fáciles de matar o capturar… al menos, no por mortales. He de llegar al fondo de este espantoso asunto, aunque eso signifique enfrentarme a Gilda, el Hada Madrina, mi rival por la lealtad de las hadas de la ciudad de Los Ángeles.
Pero suceden las cosas más extrañas. Mortales a los que una vez sané usando la magia, de pronto obran milagros, un impactante fenómeno que siembra el caos en las relaciones entre humanos y hadas. Aunque yo soy inocente, soy sospechosa de realizar actividades mágicas ilícitas.
Creía que había dejado atrás la sangre y la política en mi turbulento reino. He soñado con llevar una vida idílica en la soleada ciudad de Los Ángeles al lado de mis amados. Pero ha llegado el momento de despertar y darme cuenta de que el mal no tiene fronteras y de que nadie vive para siempre… ni siquiera si son mágicos.

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Las mujeres intercambiaron otra mirada. Cathbodua dijo…

– Dadnos unos meses más en este nuevo mundo y podremos creer todo lo que decís sobre la princesa.

– Dile a Jeremy que excluya a las guardias femeninas del trabajo encubierto durante un tiempo -comentó Julian.

Pensé en cómo cualquiera de las mujeres se podría haber tomado el pequeño paseo con Julian. ¿Habría parecido forzado, una especie de abuso sexual? Había tantos a los que cuidar, y yo acababa de ofrecer mi ayuda a Julian. Pero no me importaba hacerlo, porque sabía cómo podía llegar a afectarte la falta de atención, hasta el punto de llegar a buscarla en desconocidos, mientras la persona que supuestamente te amaba, en lugar de hacerlo te descuidaba. Los humanos echaban la culpa del final de la relación al que engañaba, pero yo sabía por mi primer novio que hay más formas de acabar con una relación que sólo con irse. Puedes dejar a tu pareja tan privada de atención que es como si no estuviera en absoluto enamorada.

Si podíamos ayudar a Julian a sobrellevar el áspero comportamiento de Adam, entonces lo haríamos. Tenía entendido que uno podía morir un poco cada día por la falta del cariño de la persona correcta. Yo había pasado tres años sin el toque de otro sidhe. No quería ver a alguien más pasar por eso si podía ayudarle. Y Adam no me vería como una amenaza, porque era una mujer.

Sacamos nuestras tarjetas de identidad y esperamos a que alguien al mando nos diera permiso para cruzar ante el personal uniformado. Éramos detectives privados, no detectives del cuerpo de policía, y eso significaba que ningún policía diría simplemente…

– Pueden pasar.

Esperamos bajo la brillante luz del sol mientras Julian sostenía mi mano y yo se lo permitía. Hubiera preferido poder dedicarme a aliviar su necesidad de afecto y no tener que ver más cadáveres, pero no me pagaban por acariciar a mi amigo, hoy me pagaban por examinar muertos. Tal vez más tarde podríamos disfrutar de un agradable caso de divorcio. Eso sonaba bastante bien mientras seguíamos al cortés detective entre los demás policías y el equipo de emergencias. Todos ellos evitaban los ojos de los demás. Había aprendido que eso era una mala señal, un indicio de que lo que nos esperaba era cuanto menos inquietante, incluso para esta gente que estaba acostumbrada a ver tales cosas. Seguí andando, pero ahora coger de la mano a Julian, no era sólo para que él consiguiera un poco de cariño en este día; era porque su contacto hacía que me sintiera un poco más valiente.

CAPÍTULO 30

NO HABÍA NADIE AL MANDO EN EL LUGAR DE LOS HECHOS. Todos éramos civiles autorizados en una investigación policial. Yo era mujer y no totalmente humana, así que tenía que dejar alto el pabellón de mi sexo y mi ascendencia.

La primera víctima yacía acurrucada delante de la chimenea. No era una chimenea real, sino uno de esos aparatos eléctricos. El asesino, o los asesinos, habían colocado el cuerpo delante para recrear la ilustración que Lucy nos había mostrado etiquetada y precintada en una bolsa para pruebas. Ella, porque era una mujer, había sido vestida de la misma forma harapienta que en la ilustración. Era un cuento que recordaba haber leído siendo una niña. A mí siempre me habían gustado las historias que trataban de brownies gracias a Gran, mi abuela. Según el cuento, la brownie se quedó dormida frente al fuego y fue literalmente cogida “in fraganti” echándose una siesta por los niños de la casa. La abuelita había dicho… “La brownie debería haber sabido que se quedaría dormida en el trabajo”. El resto de la historia iba de los niños yendo con la brownie al mundo de las hadas y yo sabía que ésta había sido alterada porque había estado allí siendo niña y esto no se parecía en nada al libro.

– Bien, otro recuerdo de infancia arruinado -dije suavemente.

– ¿Qué has dicho? -preguntó Lucy.

Negué con la cabeza.

– Lo siento, pero mi abuela me leyó este cuento cuando era una niña. Estaba pensando en leérselo a mis propios hijos, pero tal vez ahora no lo haga. -Me quedé mirando fijamente a la mujer muerta y me obligué a examinar lo que le habían hecho en la cara. Había una brownie en la historia, así que la habían convertido en brownie quitándole la nariz y los labios, para que se pareciera a lo que ellos necesitaban para la foto.

Rhys se acercó a mí y me dijo…

– No le mires la cara.

– Puedo hacer mi trabajo -contesté, sin tener la intención de sonar a la defensiva.

– Quiero decir que la mires por entero, en su conjunto, no sólo la cara.

Fruncí el ceño, pero hice lo que él me pedía, y en el momento en que pude fijarme en sus piernas y brazos desnudos sin distraerme por el horror de la cara comprendí lo que quería decir.

– Es una brownie.

– Exactamente -dijo.

– Han hecho una carnicería con ella para que se parezca a una brownie -dijo Lucy.

– No, Rhys se refiere a sus brazos y piernas. Son más largos, conformados de forma algo diferente. Apostaría a que ella se ha sometido a algún tipo de depilación para eliminar su más que humana cantidad de vello del cuerpo.

– Pero su rostro era humano. Limpiaron la sangre pero le cortaron la boca para que quedara así -dijo Lucy.

Asentí con la cabeza.

– Sé de al menos dos brownies que se han hecho cirugía plástica para tener nariz y labios, una cara humana, pero no hay forma de arreglar del todo los brazos y las piernas, que siguen siendo un poco delgados, un poco diferentes.

– Robert levanta pesas -dijo Rhys-. Da más tono muscular y ayuda a moldear las extremidades.

– Los brownies pueden levantar cinco veces su propio peso. Normalmente no necesitan hacer pesas para ser más fuertes.

– Él lo hace simplemente porque así se ve más humano -dijo Rhys.

Toqué su brazo.

– Gracias. No podía ver nada excepto su cara. Limpiaron la sangre pero esas heridas son, obviamente, recientes.

– ¿Estás diciendo que ella en realidad era una brownie? -preguntó Lucy.

Ambos asentimos con la cabeza.

– No hay nada en su historial que diga que es cualquier otra cosa excepto un humano nacido en Los Ángeles.

– ¿Podría ser en parte brownie y en parte humana? -dijo Galen, que se había acercado a nosotros.

– ¿Quieres decir como Gran? -Pregunté.

– Sí.

Pensé en ello, y miré el cuerpo, intentando ser objetiva.

– Tal vez, pero aún así tiene que haber tenido un padre que no era humano. Eso aparecería en registros censales y en todo tipo de documentos. Tiene que haber algún registro de sus antecedentes.

– A la primera ojeada da la impresión de ser humana y nacida en la ciudad -dijo Lucy.

– Profundiza un poco más -dijo Rhys-. Una genética así de pura no está muy lejos de tener un ancestro hada.

Lucy asintió con la cabeza y parando a uno de los otros detectives, habló en voz baja con él, marchándose después éste a paso rápido. A todo el mundo le gusta tener algo que hacer en una escena de homicidio; da la impresión de que la muerte no es tan mala, si tienes algo que hacer.

– El calentador eléctrico parece completamente nuevo -dijo Galen.

– Sí -asentí.

– ¿La primera escena fue como ésta? -preguntó Rhys.

– ¿A qué te refieres?

– Escenificada con atrezzo traído para parecer un trabajo de ilustración.

– Sí -dije-, sólo que de un libro diferente. Una historia diferente, pero sí, se trajo utilería para hacer que la escenificación fuera tan perfecta como les fue posible.

– La segunda víctima no es tan perfecta como ésta -dijo Galen.

Ambos estábamos de acuerdo en que no lo era. Asumíamos que las víctimas eran Clara y Mark Bidwell, quienes vivían en esta dirección. La altura era similar y la descripción general también encajaba, pero honestamente, a menos que pudiéramos identificarles por sus patrones dentales o sus huellas digitales no podíamos estar seguros. Sus rostros no eran los mismos que nos sonreían desde las fotos colgadas en la pared. Asumíamos que eran la pareja que vivía aquí, pero era eso, una suposición. La policía suponía lo mismo, así que me quedé algo más tranquila, pero sabía que rompía una de las primeras reglas que Jeremy me había enseñado: nunca supongas nada sobre un caso. Pruébalo, no lo asumas.

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