»¿Y cómo lo supo Godwin? Lo supo por el hecho de que aquella criatura conocía los rezos de Godwin y le habló directamente de su dolor profundo y de sus ocultos propósitos destructivos.
»“A tu alrededor -dijo el ángel o la criatura o lo que quiera que fuese-, sólo ves corrupción. Ves lo fácil que es destacar en la Iglesia, lo sencillo que resulta estudiar palabras sólo por las palabras y codiciar sólo por codicia. Tienes ya una querida, y estás pensando en buscarte otra. Escribes cartas a la amante a la que renunciaste sin miramientos por cómo pueden afectarla a ella y a su padre, que la ama. Maldices tu destino a cuenta de tu amor por Fluria y de tu decepción, y buscas mantenerla todavía ligada a ti, sea ello bueno o malo para ella. ¿Vivirás una vida vacía y colmada de amargura, una vida egoísta y profana, porque te ha sido negado algo precioso? ¿Desperdiciarás todas las oportunidades de adquirir honores y de ser feliz en este mundo, sólo porque han frustrado tus esperanzas?”
»En ese momento, Godwin se dio cuenta de su locura. Estaba edificando su vida sobre la rabia y el odio. Y asombrado de que aquel ser le hablara de esa manera, le preguntó: “¿Qué puedo hacer?”
»“Entrégate a Dios -dijo el extraño-. Entrégale todo tu corazón, toda tu alma, toda tu vida. Colócate por encima de todos los demás, de tus compañeros egoístas que aman tu oro tanto por lo menos como a ti, y del padre furibundo que te ha enviado aquí para que seas un hombre corrompido e infeliz. Colócate por encima del mundo que quiere hacer de ti una persona corriente, cuando tú puedes ser excepcional. Sé un buensacerdote, sé un buenobispo, y antes de llegar a serlo, despréndete de todo lo que posees, hasta el último de tus muchos anillos de oro, y conviértete en un humilde fraile.”
»Godwin se sintió todavía más asombrado.
»“Conviértete en un fraile, y te resultará mucho más fácil ser bueno -dijo el extraño-. Esfuérzate en ser santo. ¿Qué mayor cosa puedes conseguir? Y la decisión te pertenece a ti. Nadie puede arrebatártela. Como sólo en tu mano está también el renunciar a ese camino y seguir para siempre en tu libertinaje y tu miseria, saliendo del lecho de tus amantes para escribir a la pura y santa Fluria, de modo que esas cartas sean lo único bueno de tu vida.”
»Y entonces, tan silenciosamente como había venido, el extraño desapareció en la semioscuridad de la pequeña iglesia.
»Estaba allí, y en el instante siguiente ya no estaba.
»Godwin se quedó solo en el frío rincón de piedra de la iglesia, mirando las lejanas velas del altar.
»Me escribió que en ese momento la luz de las velas le pareció la luz del sol poniente o del sol naciente, algo precioso y eterno y un milagro de Dios, realizado en ese momento y sólo para sus ojos, para que comprendiese la magnitud de todo lo que Dios había hecho al crearle a él y crear todo el mundo que le rodeaba.
»“Procuraré ser santo -se juró allí y entonces-. Buen Dios, te entrego mi vida. Te entrego todo lo que soy y lo que puedo llegar a ser, y todo lo que puedo hacer. Renuncio a todo instrumento del mal.”
»Eso es lo que escribió. Y ya veis que he leído la carta tantas veces que me la sé de memoria.
»La carta seguía diciendo que el mismo día se había dirigido a la orden de los dominicos y había pedido que lo admitieran entre ellos.
»Lo recibieron con los brazos abiertos.
»Les complació que fuera un hombre instruido, que conociera la lengua hebrea antigua, y todavía les gustó más que les entregara una fortuna en joyas y telas preciosas para que las vendieran y repartieran el producto entre los pobres.
»A imitación de Francisco, se despojó de las ropas lujosas que vestía, y les entregó también su bastón de oro y sus botas con incrustaciones de oro fino. Y recibió de ellos un hábito negro gastado y remendado.
»Llegó a decir que olvidaría su educación y rezaría de rodillas el resto de su vida, si era eso lo que querían de él. Bañaría leprosos. Atendería a los agonizantes. Haría todo lo que el prior le ordenara hacer.
»El prior se echó a reír. “Tu educación es un tesoro para nosotros. Son demasiados los que quieren estudiar teología sin tener ningún conocimiento de las artes y las ciencias, pero tú lo posees todo, y podemos enviarte ya a la Universidad de París, a estudiar con nuestro gran maestro Alberto, que enseña allí. Nada nos hará más felices que tenerte en nuestra comunidad de París y enfrascado en las obras de Aristóteles y en las de tus colegas de estudios, para aguzar tu elocuencia a la luz de los espíritus más refinados.”
»No fue eso todo lo que me contó Godwin.
»Se adentró en un autoexamen despiadado como nunca había leído antes en sus cartas.
»“Sabes perfectamente bien, mi amada Fluria -escribió-, que ésta ha sido la venganza más cruel contra mi padre que nunca habría podido imaginar: convertirme en fraile mendicante. De hecho, mi padre escribió inmediatamente a mis conocidos de aquí para que me secuestraran y me enviaran mujeres hasta que recuperase mi buen sentido y renunciara al capricho de convertirme en un mendigo y un predicador de pueblo, vestido de harapos. Puedes estar segura, bendita mía, de que no ha ocurrido nada así de sencillo. Voy camino de París. Mi padre me ha desheredado. Mi bolsa está tan vacía como lo estaría de habernos casado tú y yo. Pero he asumido mi Santa Pobreza, para decirlo con las palabras de Francisco, que es tan estimado entre nosotros como nuestro fundador Domingo, y únicamente serviré al rey mi señor en la medida en que el prior me ordene hacerlo.”
»Y la carta seguía así: “He pedido a mis superiores tan sólo dos cosas: una, que me permitan conservar el nombre de Godwin, o mejor dicho, recibirlo como mi nuevo nombre porque el Señor nos impone un nombre nuevo cuando ingresamos en esta vida; y la otra, que me permitan escribirte. He de confesar que, para obtener esta última indulgencia, he mostrado algunas cartas tuyas a mis superiores y han quedado tan maravillados como yo mismo de la elevación y hermosura de tus sentimientos. Me han concedido los dos permisos, pero en adelante seré para ti el hermano Godwin, mi bendita hermana, y te amo como a una de las criaturas de Dios más tiernas y queridas, y sólo con los pensamientos más puros.”
»Pues bien, la carta me dejó atónita. Y pronto me enteré de que Godwin había dejado igual de asombradas a otras personas. Por suerte, me escribió, sus primos lo habían dejado por imposible; lo veían como a un santo o un imbécil, y como ninguna de las dos condiciones les parecía de la menor utilidad, informaron a su padre de que ningún razonamiento conseguiría que Godwin abandonara la vida de fraile menor que él mismo había escogido.
»Recibí un flujo continuo de cartas de Godwin, como antes. Las de ahora se convirtieron en la crónica de su vida espiritual. Y en su fe renovada, tenía más en común con mi pueblo que en ningún momento anterior. El joven amante de los goces de la vida que me había seducido era ahora un grave estudioso parecido a mi propio padre, y ambos tenían en común algo inmenso y enteramente indescriptible que los aproximaba mucho en mi modo de pensar.
»Godwin me escribió sobre las muchas lecturas a las que se abocaba, pero también a menudo sobre su vida de oración: cómo había llegado a imitar los comportamientos de santo Domingo, el fundador de los monjes negros, y cómo había experimentado el sentimiento del amor a Dios de una forma plena y maravillosa. Todo juicio negativo había desaparecido de las cartas de Godwin. El joven que había ido a Roma tiempo atrás sólo tenía palabras duras para sí mismo y para todos los que lo rodeaban. Ahora el nuevo Godwin, que seguía siendo mi Godwin, me contaba las maravillas que descubría en cualquier lugar en el que se posaba su mirada.
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