– Si Beethoven despreciaba a Bonaparte -continuó diciendo Durán-, ¿no es lógico pensar que Bonaparte despreciara a Beethoven? Sobre todo teniendo en cuenta la «alta estima» que el emperador profesaba por la música.
– Pero es que el cuadro aparece en el palacio de un Bonaparte cuyo tatarabuelo sí era melómano. Hasta el punto de que Jérôme Bonaparte quiso contratar a Beethoven como director musical de su corte de Westfalia.
– El cuadro es muy hermoso -dijo Durán.
– Hermoso y misterioso, porque aún no te he mostrado lo más llamativo. Fíjate en la mano derecha de Beethoven y verás que sostiene una partitura en la que las notas son perfectamente legibles.
– Es cierto. ¿Y cómo suena eso? Daniel fue desgranando una a una las notas del cuadro, pero entonándolas con tanta parsimonia que parecía un ingeniero de Cabo Cañaveral cantando la cuenta atrás de los lanzamientos espaciales. Parecía que al llegar a la última negra iba a ocurrir algo extraordinario.
– Pues vaya cancioncilla más absurda -se quejó Durán-. ¡Para mí esto no es música!
– ¿Cómo has dicho?
– Que no es música.
Esas cuatro palabras de su jefe tuvieron la virtud de hacer que Daniel se diera cuenta del misterio que encerraba la melodía del cuadro. Y dedicó los minutos siguientes a desvelarle a Durán lo que escondían en realidad las once negras de aquel extraño pentagrama.
El inspector Mateos estaba de acuerdo con Aguilar en que el mensaje guardado por Thomas en la carpeta borrador de su teléfono móvil merecía ser investigado, así que acordó una nueva cita con la hija de Thomas en la misma rotonda acristalada del hotel Palace en la que esta había mantenido la charla con Paniagua.
– Señorita Luciani -dijo el inspector después de enseñarle la placa-, la policía científica ha encontrado en la carpeta borrador del teléfono móvil de su padre el siguiente mensaje.
El policía le pasó una tarjeta a la mujer en la que podían leerse las letras
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– ¿Tiene algún significado para usted?
Sophie Luciani dio un vistazo tan rápido y desganado a la tarjeta que parecía una testigo mirando la foto de un sospechoso al que no quiere reconocer.
– Ninguno en absoluto. ¿Por qué?
– ¿Está segura? ¿No quiere tomarse un poco más de tiempo para recordar? Estamos trabajando con la hipótesis de que se trate de un mensaje en clave que a su padre no le dio tiempo a completar. Tal vez porque cayó en manos de sus asesinos antes de poder enviarlo.
Sin decir palabra, Sophie Luciani abrió el bolso y extrajo de él la pequeña rueda de Alberti que ya le había mostrado antes a Daniel Paniagua.
El inspector Mateos jamás había visto nada parecido. Sophie le explicó que había sido un regalo de su padre y que los Bonaparte le habían sugerido ya la idea de que tal vez Thomas intentara transmitirle el código para descifrar el tatuaje.
– ¿Me puede hacer una demostración de cómo funciona? -pidió Mateos.
– Se trata -aclaró Sophie- de un sencillo código de sustitución inventado en el siglo XV por Leon Battista Alberti. El mensaje se redacta sustituyendo las letras de la rueda de arriba por las de la rueda de abajo.
– ¿Le importaría comprobar si, llevando a cabo esa sustitución, el borrador de su padre cobra algún sentido?
Sophie Luciani empezó a hacer girar las ruedas siguiendo el código de la tarjeta que le había mostrado el policía y no tardó ni dos minutos en complacer la petición del inspector Mateos.
– Creo que ya está.
– ¿Qué dice el mensaje?
– Dice: Account Numb.
– O sea, número de cuenta, en inglés -tradujo inmediatamente Mateos-. A su padre no le dio tiempo a terminar de escribir la palabra number en ese momento y guardó el mensaje en la carpeta borrador, seguramente para completarlo más adelante.
– ¿Número de cuenta? Pero ¿qué significa? ¿De qué cuenta estamos hablando?
– Señorita Luciani, es altamente probable que su padre estuviera tratando de comunicarle en clave la caja de seguridad del banco donde ocultó el manuscrito de Beethoven que le costó la vida. La mayoría de esas cajas están asociadas a una cuenta corriente.
Al objeto de hacerle más comprensible a Durán la relación entre las notas musicales y el alfabeto en la partitura del retrato de Beethoven, Daniel había ido escribiendo, debajo de cada negra, las letras que correspondían en cada caso.
– ¿Beba de Casas? -preguntó extrañado el director del Departamento de Musicología-. ¿Y qué diablos quiere decir eso?
– Beba es diminutivo de Beatriz, igual que Bea. De Casas o De las Casas es un apellido bastante frecuente en nuestro país. Beba de Casas es el nombre de una mujer, probablemente otra amante más de Beethoven y casi con toda seguridad, la responsable de que el genio tuviera pintada en el rostro esa misteriosa sonrisa.
– ¿Y se puede saber cuándo has llegado a esta sorprendente conclusión?
– Esas once notas llevaban dando vueltas en mi cabeza desde que vi el cuadro. Como había varias disonancias, en concreto tres intervalos de trítono, al principio pensé que podía tratarse de alguna provocación a la Iglesia por parte de Beethoven, relacionada con los Illuminati. Pero al decir tú ahora que la melodía no era música he pensado: «Tiene razón, no es música, es solo un código de notas para rendir homenaje a la mujer que le estaba sorbiendo el seso en ese momento».
– Beatriz de Casas. ¿Tienes idea de quién puede ser esta señora?
– Ni la más remota. Pero Beethoven tuvo relaciones con italianas (la Guicciardi), con húngaras (la condesa Erdödy), con francesas (Almerie Esterhazy). ¿Por qué no con una española?
– Porque se sabría -respondió Durán-. Las relaciones de Beethoven con sus innumerables amantes se llevan estudiando desde hace siglos.
– ¿Ah sí? ¿Y qué me dices de la identidad de la Amada Inmortal? Todavía se sigue debatiendo sobre quién fue esa mujer.
– ¿Crees tú que Beatriz de Casas puede ser la Amada Inmortal?
– Las conexiones de Beethoven con España son mucho más fuertes de lo que la gente cree. Se rumorea incluso que la propia abuela de Beethoven era española.
– Eso nunca lo había oído.
– David Jacobs, en su ensayo sobre Beethoven del año 1970, asegura que María Josefa Pols, pues así se llamaba la madre del padre del compositor, era de origen catalán, lo que pasa es que ya había adquirido la nacionalidad alemana cuando contrajo matrimonio. Pudo haber emigrado a Alemania con su familia a consecuencia de la derrota del archiduque Carlos, en la Guerra de Sucesión, que llevó al trono a Felipe V, porque la Corona de Aragón apoyaba al otro aspirante.
– ¿Por eso le llamaban el español negro?
– Es muy posible. También se ha confirmado la intensa amistad de Beethoven con una joven española llamada Fanny del Río. Era la hija de Cayetano Anastasio del Río, un preceptor español que había fundado en 1798 en Viena una institución privada de enseñanza. Cuando obtuvo la guarda y custodia de su sobrino Karl, Beethoven decidió enviarle al colegio de Del Río, con el que cruzó multitud de cartas. Y luego está lo de Fidelio, claro.
Daniel acababa de mencionar la única ópera que estrenó Beethoven. Ambientada en Sevilla, tenía como protagonista a una mujer llamada Leonora, que se disfraza de funcionario de prisiones, adoptando el nombre de Fidelio, para rescatar a su marido, Florestán.
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