Gregg Hurwitz - Comisión ejecutora

Здесь есть возможность читать онлайн «Gregg Hurwitz - Comisión ejecutora» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Comisión ejecutora: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Comisión ejecutora»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tim Rackley, un agente federal norteamericano, ve que su vida queda destrozada cuando asesinan a su hija. La polícia cuenta con numerosas pruebas contra el asesino, un hombre con problemas mentales y antecedentes penales llamado Kindell. Sin embargo, éste acaba librándose de la condena por un tecnicismo legal y queda en libertad. Rackley está convencido de que Kindell no actuó en solitario y en su desespero por encauzar su dolor, por entrar en la Comisión.

Comisión ejecutora — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Comisión ejecutora», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

«-¿Dígame? -Era la voz de Rayner.

»-¿Es una línea segura? -Una respiración frenética. Pánico. Robert.

»-Claro.»Tim se imaginó la pulcra grabadora junto al teléfono en la mesilla de noche de Rayner; otra póliza de seguro que podía dejar bajo llave en la caja de seguridad de un banco.

«La ha matado. La ha matado, joder. -Un gemido sofocado-. La ha cortado en pedazos, el puto subnormal.» La agitación de Robert casaba con la descripción del comunicante anónimo que había informado sobre el paradero del cadáver de Ginny.

Rayner empezó a respirar más rápido y se las arregló para pronunciar una sola palabra entre dientes:

«-No.

»-Todo el asunto se ha ido a la mierda. Hostias, yo no me metí en esto para que una cría acabara… Joder, Dios bendito. Sólo tenía que retenerla y esperar. No debía ponerle ni un dedo encima.

»-Cálmate. ¿Está Mitchell contigo?»Oyeron que el auricular cambiaba de manos, y Tim reconoció la voz de Mitchell, perfectamente tranquila: «-¿Sí?

»-¿Habéis dejado alguna prueba?

»-No. Ni siquiera nos hemos acercado a la casucha. Estamos carretera arriba, en la cima del cañón, en nuestro punto de observación. Al llegar aquí, lo hemos visto por los prismáticos en el interior del garaje. Ya se había puesto manos a la obra con el cadáver.»Dray emitió un diminuto quejido desde lo más hondo del pecho.

Robert, en segundo plano:

«-No tenía que haberle hecho nada.

»-No grites -siseaba Mitchell, y luego, a Rayner-: He supuesto que nuestro bonito plan de rescate y ejecución se había ido al carajo, de modo que la misión ha quedado abortada. -Susurros^. Espera, espera. Aquí viene. Está saliendo. Cigüeña, no lo pierdas de vista.»Se oía en la cinta el chasquido de una cámara de alta velocidad. Tim volvió la mirada hacia la fotografía de Kindell con los relucientes muslos ensangrentados y se le hizo un nudo en la garganta. La foto llevaba la fecha del tres de febrero. Era la primera de una serie de al menos veinte. Tuvo la sensación de que el corazón se le había hecho añicos y cualquier movimiento que hiciera le clavaría las astillas aún más en las entrañas.

De nuevo, en la cinta la voz de Robert al fondo:

«-Dios, ay, Dios. Vaya hijoputa retorcido.

»-Escúchame -decía Rayner-. El plan queda anulado. Marchaos de ahí ahora mismo.»Se oyó la voz de Mitchell, fría y traicionera como el filo de un cuchillo:

«Aún podemos sacarle partido. Con el candidato.»Ése soy yo, pensó Tim. El candidato.

«¿De qué hablas?», preguntaba Rayner.

Mitchell, que ya estaba elucubrando, mantenía una serenidad espeluznante:

«Piénsalo. "Una motivación fuerte y personal." ¿No era eso lo que dijiste que nos hacía falta para tenerlo de nuestra parte? Pues bien, William, yo diría que se nos han adelantado.»La tensa respiración de Rayner a través del auricular.

«-Tenemos que decírselo a Dumone -exclamaba Robert a voz en cuello.

»-No -replicaba Mitchell-. Se pondría como una fiera con sólo imaginar que se nos haya ocurrido algo así. Además, conviene que no sepa nada a la hora de entablar contacto con el candidato. Tal como han salido las cosas, no hay por qué contarle a Dumone nada en absoluto.»«Tal como han salido las cosas -pensó Tim-. Tal como han salido las cosas.»«-Que nadie diga ni una palabra a Dumone. Nos tendría cogidos por las pelotas. Ni a Ananberg. -Rayner, con un tono de voz bien modulado y autoritario, volvía a estar al mando-. No es lo que planeamos; sin embargo, Mitchell tiene razón. Es una tragedia, pero más vale que la utilicemos a nuestro favor. Marchaos de ahí ahora mismo; por la mañana nos reagruparemos y estableceremos una nueva estrategia.

»-Corto -se despedía Mitchell.»La cinta siguió girando; los altavoces continuaron emitiendo el siseo peculiar de una mala grabación.

Tim levantó los ojos hacia los de Dray y se sostuvieron la mirada como si el mundo de pronto se hubiera detenido. Sólo estaba su flequillo, pegado a la frente por el sudor, su cara arrebolada, el dolor -no, la agonía- en la mirada, fiel reflejo de la de Tim. Ella entreabrió los labios agrietados pero tardó un momento en hablar. Cuando lo hizo, les dio la impresión de que las palabras quebraban el hechizo hipnótico de la cinta susurrante.

– Le preguntaste a Dumone qué ganaban con la muerte de Ginny -dijo Dray-. La respuesta es muy sencilla: a ti.

Se abrió la puerta que daba al garaje. Dray detuvo de inmediato la cinta en el radiocasete y cerró la carpeta para ocultar la fotografía de Kindell. Entró Mac con una llave inglesa colgada del cinturón de trabajo y la camiseta bien ceñida al pecho. Tenía una pulcra mancha de sudor en forma de estalactita en la pechera, como si un estilista de vestuario se la hubiera pintado encima. Levantó la mirada y se quedó de una pieza.

Tim asintió a modo de saludo.

– Rack, no puedes estar aquí, tío. Hay gente… Te están buscando.

– Ya me voy.

– Estás poniendo a Dray en peligro. -Volvió la mirada hacia ella-. Y tú ¿en qué estás pensando?

Ella levantó la cabeza en un gesto de advertencia:

– Mac…

– Eres una agente en activo.

– Mac, no te pases de la raya -le advirtió Dray-. Déjanos a solas.

– No, no pienso dejaros a solas. Es un fugitivo…

– Te pido que nos concedas un minuto.

– Esto es una idiotez, Dray. No puedes dar cobijo a un sospechoso en tu casa.

Los ojos de Dray se contrajeron en puntitos brillantes.

– Mira, Mac, te agradezco que me hayas ayudado, pero ahora mismo estoy hablando con mi marido y me parece que ya es hora de que te marches.

A Mac se le demudó el gesto y se le quedó la boca ligeramente entreabierta, como si le acabaran de abofetear. En medio de su indignación, sus rasgos habían mudado la expresión con cierta elegancia, tanto era así que permitían intuir un remanente de dignidad en su interior.

Asintió una sola vez, lentamente, y luego abandonó la habitación con ademanes ingrávidos, liviano y al mismo tiempo decidido sobre sus pies. Poco después su coche dio media vuelta en el sendero de entrada; el gemido del motor arreció y luego fue perdiéndose.

Dray lanzó un suspiro al tiempo que se llevaba el dorso de la mano a la frente.

– Bueno, si de algo estoy segura con respecto a Mac, es de que no va a delatarte. Es leal hasta decir basta.

– No tiene ninguna razón para serme leal.

Dray lo miró de hito en hito.

– A mí sí, Timothy.

Tim sacó la cinta del radiocasete y le dio unos golpecitos contra la palma de la mano. La breve intrusión de Mac les había obligado a recuperar la compostura; a él le atemorizaba volver a abrir la carpeta y ver la fotografía de la sangre de su hija que embadurnaba aquellos muslos pálidos. Se encontró pensando en la furiosa carga de Robert escaleras abajo en el sótano de Debuffier. Las palabras agitadas del gemelo una vez de regreso en casa de Rayner: «A veces la gente la caga.

Da igual lo que pase, una operación se te puede ir de las manos. Nos ha ocurrido a todos.»-Era una misión que se les fue a la mierda -dijo Tim-. Tenían pensado entrar a saco, matar a Kindell y presentarse ante mí como unos grandes héroes. Ya me imagino el discursito de venta: «Este tipo que iba a violar y asesinar a tu hija se había librado de tres acusaciones gracias a una serie de vacíos legales. El tipo era tu vecino, en una zona escolar, sin nadie que lo vigilara. Salvo nosotros. Salvamos la vida de tu hija, evitamos que la violaran. No fue la ley. Ven a ver de qué va el asunto. Tenemos un plan que va a abrirte los ojos.»-Esos animales -dijo Dray en voz queda-. Aunque les hubiera salido bien, ¿te imaginas lo que habría supuesto para Ginny? ¿Ser secuestrada? ¿Estar retenida? ¿Ver cómo mataban a un hombre delante de ella? -De la taza de café de Dray salían jirones de humo que ella iba deshaciendo con la mano-. Qué falta de decencia. Unos hombres capaces de correr semejante riesgo con la vida de una niña, sencillamente no tienen ni puta pizca de decencia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Comisión ejecutora»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Comisión ejecutora» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Gregg Hurwitz - The Rains
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Survivor
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - We Know
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Tower
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Crime Writer
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Minutes to Burn
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Do No Harm
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Troubleshooter
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Program
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Kill Clause
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Prodigal Son
Gregg Hurwitz
Отзывы о книге «Comisión ejecutora»

Обсуждение, отзывы о книге «Comisión ejecutora» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x