Gregg Hurwitz - Comisión ejecutora

Здесь есть возможность читать онлайн «Gregg Hurwitz - Comisión ejecutora» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Comisión ejecutora: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Comisión ejecutora»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tim Rackley, un agente federal norteamericano, ve que su vida queda destrozada cuando asesinan a su hija. La polícia cuenta con numerosas pruebas contra el asesino, un hombre con problemas mentales y antecedentes penales llamado Kindell. Sin embargo, éste acaba librándose de la condena por un tecnicismo legal y queda en libertad. Rackley está convencido de que Kindell no actuó en solitario y en su desespero por encauzar su dolor, por entrar en la Comisión.

Comisión ejecutora — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Comisión ejecutora», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No -coincidió Tim-. No la tienen. -Sacó una silla y se dejó caer en ella con la sensación de que llevaba meses de pie-. Han estado torturándome toda esta temporada. Eran los cómplices y me han estado restregando el caso por la cara. Lo sabían desde el principio. El que Kindell secuestrara a Ginny formaba parte de una… ecuación psicológica que Rayner desarrolló para conseguir que me uniera a la Comisión. Y le dio buen resultado.

– Ya los encontrarás -dijo Dray-. Y les harás pagar por ello.

– Sí -asintió Tim-. Sí.

Ella señaló en dirección a su cara y el bulto de los vendajes debajo de la camiseta.

– ¿Estás bien?

Se llevó la mano al hombro como para restarle importancia.

– Sí, no ha sido nada.

Dray apartó la mirada, pero Tim alcanzó a ver una expresión de alivio en su rostro.

– Pues yo no diría lo mismo de tu cara.

– No tenía previsto ganarme la vida gracias a mi atractivo físico.

Dray combó los labios sin llegar a la sonrisa.

– Al menos eres realista.

– Quiero que vayas armada en todo momento. Incluso en casa.

Ella se levantó la sudadera para enseñarle la Beretta metida en la cintura del pantalón.

– Me muero de ganas de que vengan a por mí. Pero no creo que vayan a ponérmelo tan fácil.

– Probablemente no.

Dray se recogió el cabello detrás de la oreja y luego se levantó y señaló las persianas.

– No deberías haber venido. Eres demasiado listo para hacer algo así.

– Gracias a Dios, ellos son de la misma opinión.

– Llevan ahí desde ayer por la mañana, fingiendo hacer algo de provecho. Les dije que ya no nos hablamos, pero creo que se dieron cuenta de que mentía.

– ¿Por qué?

Dray se encogió de hombros:

– Pues porque no todos los hombres carecen de percepción.

Tim le devolvió la cinta.

– No está nada mal como medida de presión. Con un poco de edición creativa, Rayner podría haber metido en un buen lío a todos sus cómplices.

– O al menos mantenerlos a raya. -Ella cogió la cinta y la dejó de inmediato en la mesa, como si no quisiera tocarla.

– Más vale que no me quede mucho rato. No quiero ponerte en peligro. No tenía ningún otro sitio adonde ir. Esto… Dray, me hace falta ese dinero.

– Claro. He sacado dos mil esta mañana. Están en el armero.

– Gracias.

Permanecieron sentados en silencio, sin saber muy bien qué era necesario decir, vacilantes porque lo más probable era que las siguientes palabras dieran pie a la partida de Tim.

– Veo que tienes una mesita de centro nueva. La caja está… en la habitación de Ginny.

– No puedo respetar esa habitación como si fuera suelo sagrado eternamente. Igual es que, al vivir aquí, el tiempo pasa de un modo distinto. Al menos en ciertos aspectos. -Apartó la mirada enseguida, y Tim vio cómo se reafirmaba su expresión, airada y terca como la de una niña. Recordó que no echaba de menos absolutamente todos los detalles de su personalidad-. ¿Cómo ibas a saberlo tú?

Él dejó que el comentario pasara sin mayor trascendencia.

– ¿Cómo va la vigilancia de Dobbins?

– Es imposible que lleguen hasta él. Su habitación en el hospital parece Fort Knox. ¿Dónde está Bowrick?

El período de estancia confidencial de Bowrick en la clínica, que acababa a medianoche, era otra preocupación que añadir a su lista.

– No lo encontrarán.

Dray tomó un sorbo de café y arrugó la cara ante el calor.

– ¿Por qué habrían de quedarse los Masterson donde los busca todo el mundo?

– Odian Los Angeles porque su hermana fue asesinada aquí, odian a los polis de esta ciudad porque no llevaron bien el caso de su hermana y odian el sistema porque los tribunales de esta jurisdicción pusieron a su asesino en libertad.

– ¿Dónde está ahora?

– Le pegaron un tiro.

– Qué coincidencia.

– Desde luego. -Tim hizo crujir los nudillos-. Tienen un plan para la ciudad. Cuentan con buenos contactos y saben por dónde se mueven. Además, todos los expedientes que robaron tienen que ver con la ciudad de Los Ángeles.

– Ahora está mucho más claro su móvil para matar a Rayner -dijo Dray-. Atar cabos sueltos. Eliminar a los testigos. -Hinchó el pecho y lanzó un suspiro hondo e intenso, como si expulsara algo de su cuerpo.

– Sí. Saben que no hay pruebas de peso, porque, en caso contrario, ya se habrían presentado cargos. Se dedican a hacer limpieza.

Dray echó la cabeza atrás igual que si hubiera recibido un golpe. La exasperación y la intensidad daban color a sus tersas mejillas. Habló lentamente, como si aún tuviera que ponerse a la altura de sus pensamientos:

– Hay otro cabo suelto que tendrán que atar.

Tim notó que se le quedaba la boca seca al instante y le pareció oír una suerte de oleaje oceánico. Caer en la cuenta de improviso lo alarmó y le provocó un estrés inmediato.

Se puso en pie y fue pasillo adelante.

Sacaba munición del armero para meterla en una mochila cuando reparó en la presencia de Dray en el umbral. Se había metido el fajo de billetes en el bolsillo de atrás de los vaqueros. Dray observó sus manos, la munición.

– Coge el chaleco antibalas -le aconsejó.

– Sería un estorbo.

– Así mueras y te reencarnes en una mujer afgana.

Tim se dio media vuelta, se colgó la mochila al hombro y fue hacia la salida, pero ella se le cruzó en el umbral. Tenía los brazos extendidos y las manos cogidas a las jambas; la repentina proximidad de su rostro, su pecho, le trajo a la cabeza el momento previo a un abrazo. Alcanzó a oler su perfume de jazmín y notó el calor que emanaba su rostro arrebolado. Si hubiera vuelto la cabeza, sus labios habrían rozado los de ella.

– Vas a llevarte el puto chaleco -insistió Dray-. No es un consejo.

Capítulo 42

Cuando Tim salió de Grimes Canyon Road para seguir el sinuoso trayecto hasta la casa quemada, notó una suerte de rasgueo en el vacío donde debería haber tenido el estómago. Fue aminorando la velocidad hasta detenerse entre los cimientos cubiertos de malas hierbas sobre los que se había erigido la casa; unos matojos crujieron bajo las ruedas.

Un poco más adelante, el garaje aislado se alzaba a los pies de un bosquecillo de eucaliptos. De noche, transmitía una sensación de grandeza dilapidada, como una mansión sureña deshabitada, pero a la luz impávida del día, adquiría un aspecto patético que no resultaba en absoluto amenazador. Tim se puso los guantes y el chaleco antibalas y luego se acercó.

Las ventanas cubiertas de mugre se habían vuelto casi opacas. La puerta del garaje chirrió sobre las bisagras oxidadas. Lo primero que le llamó la atención fue el hedor, sucio y húmedo, el olor a agua estancada y posteriormente drenada. La cañería rota había depositado esquirlas de sedimento en el suelo de hormigón.

El mismo sofá raído. El mismo agujero en la pared opuesta, aunque ya no lo tapaban las braguitas de Ginny. La misma penumbra que lo envolvía todo.

Pero ni rastro de Kindell.

La mesita auxiliar estaba en el suelo; el tablero de contrachapado barato se había roto por la mitad y enseñaba infinidad de astillas. Uno de los cojines del sofá estaba en vertical, la tela rasgada en la parte anterior como una costura reventada. El relleno rugoso y amarillento asomaba por la abertura. Aunque la lámpara estaba hecha añicos en el suelo, la bombilla seguía milagrosamente intacta.

Los indicios de un breve forcejeo.

Posó las yemas de los dedos enguantados en una mancha oscura que hacía el sofá y luego untó la humedad del cuero sobre el enlucido blanco de la pared del fondo para distinguir su auténtico color, que era rojo sangre.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Comisión ejecutora»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Comisión ejecutora» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Gregg Hurwitz - The Rains
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Survivor
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - We Know
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Tower
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Crime Writer
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Minutes to Burn
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Do No Harm
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Troubleshooter
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Program
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Kill Clause
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Prodigal Son
Gregg Hurwitz
Отзывы о книге «Comisión ejecutora»

Обсуждение, отзывы о книге «Comisión ejecutora» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x