Donald Westlake - La Luna De Los Asesinos

Здесь есть возможность читать онлайн «Donald Westlake - La Luna De Los Asesinos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Luna De Los Asesinos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Luna De Los Asesinos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Parker, el personaje más emblemático creado por Donald E. Westlake (Brooklyn, Nueva York, 1933), es un ladrón profesional y, eventualmente, un asesino. Un hombre frío y calculador, reservado hasta la exasperación y dueño de una inteligencia más que destacable. Dos años atrás, Parker se vio obligado a abandonar en la pequeña y apacible ciudad de Tyler, en el estado de Mississippi, los setenta y tres mil dólares de botín de un robo a un coche blindado. Ahora ha llegado el momento de recuperar lo que es suyo, y para ello se va a ver involucrado en una guerra entre las mafias que controlan la ciudad. Parker, acompañado por Grofield, su cómplice, tendrá que demostrar su profesionalidad y agudizar el ingenio para lograr su objetivo, tarea nada fácil dado el poder de sus adversarios…
Escrita en 1974, La luna de los asesinos es, sin lugar a dudas, una de las mejores novelas de este gran escritor norteamericano que revolucionó el género policíaco al ofrecer una nueva concepción que se aleja de los lugares comunes y los viejos clichés que siempre lo habían acompañado. El estilo ágil y directo, sin florituras ni descripciones innecesarias, acompañado de un elegante sentido del humor, acentúa la tensión de la novela, que no deja de crecer desde la primera página, hasta resolverse en un final brutal e inolvidable que revela la precisión narrativa de uno de los principales escritores norteamericanos de novela policíaca del siglo XX.

La Luna De Los Asesinos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Luna De Los Asesinos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Los tres coches omitieron la avenida circular. Se dispersaron por el césped, pasaron junto al reloj de sol y se detuvieron a menos de diez metros de la casa, en una hilera separada, todos dirigidos en línea recta a la puerta principal. En medio de la negrura que la rodeaba, la fachada de la casa de Buenadella parecía un bajorrelieve pintado.

Los tres conductores salieron de sus coches y se ocultaron rápidamente tras ellos. Tenían pistolas en las manos, y usaron los coches como escudos cuando apuntaron a las ventanas del frente de la casa. Cualquiera que intentase disparar hacia los faros, tendría que hacerse visible en una ventana, y ellos tres abrirían fuego. Los faros seguirían allí.

En la parte trasera, Handy McKay, Dan Wycza y Fred Ducasse habían esperado la oscuridad, ocultos en los arbustos en el extremo del jardín. En las ventanas iluminadas de la casa podían ver hombres que iban y venían, hablando o mirando, y cada uno de ellos escogió un blanco. Parker, apoyado en una rodilla y con la pistola en la mano, vio la figura que miraba por los ventanales del estudio de Buenadella. Era Calesian, y estaba preparado para matarlo. Los roles se habían invertido.

Cuando las luces se apagaron, Parker disparó dos veces. Oyó que los tres que lo rodeaban también dispararon. Después llegó una furiosa respuesta desde la casa.

– Esperad -dijo hablando en la oscuridad.

La voz de Dan Wycza sonó a su izquierda:

– Creo que fallé en el mío.

Eso fue todo lo que dijeron hasta que vieron el repentino fulgor de los faros de los coches en el otro lado de la casa. Apareció la silueta negra del edificio; era como un eclipse de luna.

Parker se puso de pie.

– Está bien -dijo, y él y los otros tres se dirigieron hacia la casa.

L

Nada más apagarse las luces, Buenadella supo que era hombre muerto. Un leve susurro asomó a sus labios sin que él se diera cuenta. Sus ojos se abrieron al máximo, tratando de descubrir en la oscuridad a la persona que venía a asesinarlo.

Oyó los disparos. Y el ruido de los cristales rotos, y oyó que alguien decía:

– Uhhh. ¿Quién ha sido? ¿Calesian?

Ernie Dulare maldecía, tranquilo, metódico, con una furia fría, como un hombre que contara hasta diez. Quittner, en voz baja pero hablando rápido, dijo:

– Tírense al suelo. Están disparando.

– ¡Oh, Dios! -Buenadella se sentía atrapado. No podía seguir dentro, tenía que salir. La oscuridad aproximaba hasta él las paredes y el techo, los apretaba contra su cuerpo. Con familiaridad inconsciente caminó a través del cuarto hacia los ventanales, ignorando lo que había dicho Quittner sobre la gente que disparaba desde afuera.

Detrás de él pudo oír a Dulare, que intentaba en vano establecer comunicación telefónica.

– Hola, hola -decía Dulare, colérico; luego soltó el auricular-. Cortaron la línea.

Por supuesto, Buenadella ya lo sabía. Se acercó a los ventanales y alguien lo agarró del brazo. Alguien que respiraba profundamente por la boca, como si tuviera un grave problema de nariz.

Buenadella ya no podía estar más asustado. Aceptó con la calma de la parálisis y preguntó:

– ¿Sí? ¿Sí?

– Dutch. -Era Calesian, con la voz ahogada-. Dutch. Es… -La mano le apretaba el brazo; Calesian quería que se acercara más, aparentemente quería susurrarle algo.

Buenadella se inclinó hacia adelante, sin idea de lo que hacía. Sintió el cálido aliento de Calesian en su mejilla y volvió la cabeza. De la boca de Calesian brotó un chorro de sangre. La sangre olía mal; Buenadella se apartó, con la cabeza llena de imágenes confusas de vómitos y mataderos, y su movimiento brusco destruyó el equilibrio de Calesian. Calesian cayó contra el costado de Buenadella y casi lo hizo caer. Buenadella lo abrazó, buscando con un brazo el apoyo del escritorio, o de algo sólido, y Calesian se deslizó a lo largo de su cuerpo y cayó al suelo.

Dulare decía algo. Buenadella sabía que debía estar escuchando, pero toda su atención estaba centrada en el hecho de que alguna parte blanda del cuerpo de Calesian seguía apretada contra su pie.

Una mano -otra vez- sobre su brazo; ésta era más ruda, más urgente, lo sacudía. La voz furiosa de Dulare:

– ¿Dutch? Maldito seas, hombre, ¿eres tú?

– ¿Qué? ¿Qué?

– Escúchame, por Dios.

– Calesian -dijo Buenadella. Con su mano libre buscaba a Dulare-. Le dieron. No, no lo pises, está ahí…

– ¡A la mierda Calesian! ¿Hay un generador de emergencia en la casa o no?

– ¿Generador?

– Generador eléctrico, ¡maldita sea!

Quittner había ido a la puerta, la había abierto; el sonido de los disparos era más fuerte en aquella dirección.

– Algo pasa en la parte delantera -dijo Quittner con la suavidad de siempre.

Buenadella trataba de concentrarse en la pregunta.

– Generador. No, nunca fue necesario.

– Ahora sí lo es -contestó Dulare-. ¿Tienes una linterna a mano?

– Eh… no. En la cocina hay una, en un cajón.

– Bueno, si no podemos ver -dijo Dulare-, ellos tampoco.

– Hay luz en la parte delantera -dijo Quittner.

– ¿Sí? -contestó Dulare-. Ven, Dutch.

– Calesian -dijo implorante Buenadella-. Está tendido sobre mi pie.

– Oh, por… -Hubo sonidos de patadas y la presión abandonó el pie de Buenadella. La mano de Dulare lo buscó, lo tocó, lo agarró por el hombro-. ¡Vamos! -ordenó.

Buenadella fue con él. En la sala había una luz débil que permitía ver la puerta que daba al comedor.

– ¿Qué diablos es eso? -preguntó Dulare.

– Habrá que ir a ver -contestó Quittner.

Los tres hombres se movieron cautelosamente hacia el comedor y chocaron con un hombre que venía en dirección opuesta: Rigno, uno de los hombres de Dulare.

– Señor Dulare -dijo-. ¿Es usted? -Parecía tenso, sin aliento.

– ¿Qué pasa allí?

– Trajeron coches -contestó Rigno-. Los estacionaron en el jardín en dirección a la casa, con las luces encendidas. Si sacamos un brazo por alguna ventana, dispararán.

– ¿Para qué diablos han hecho eso? -exclamó Dulare.

– Porque van a entrar por atrás -aseguró Quittner.

– ¿Quieres decir que tratan de entretenernos? -preguntó Dulare, al parecer no muy convencido.

– No -contestó Quittner-. La única fuente de luz está en la parte delantera. Ellos vienen por detrás. Quedaremos entre ellos y la luz, de manera que podrán vernos, y nosotros a ellos no.

– ¡Hijo de puta! -exclamó Dulare-. Hay que apagar esos malditos focos.

– Señor Dulare -dijo Rigno, sin aliento-, es imposible asomar un pelo por la ventana sin que le acierten.

– Vamos -indicó Dulare. Él, Quittner y Rigno fueron deprisa hacia la parte frontal de la casa.

Buenadella había ido hasta allí sólo porque Dulare lo había arrastrado. Ahora Dulare se había distraído con un problema más urgente, y Buenadella quedó solo a su libre albedrío. Durante medio minuto se quedó donde estaba, mirando la oscuridad, escuchando los sonidos que lo rodeaban: disparos esporádicos, hombres que corrían, llamadas.

Gradualmente fue dándose cuenta de lo que sucedía. Ésta era su casa, la casa de un hombre tic negocios. Estaba llena de hombres armados que disparaban y de muertos. Sentía la sangre de Calesian en la camisa y en el cuello, ya medio seca, molesta, con su mal olor. Su familia se había ido, él pronto estaría muerto.

Por dos hombres: Parker y Green. Parker, y Green.

Miró hacia el techo, hacia donde estaba Green ahora. Deberían haberlo matado ayer por la tarde. Ya debería estar muerto.

Buenadella se volvió y se dirigió a tientas hacia la escalera. Lo rodeaba el silencio interrumpido por accesos de ruido, disparos o voces. Luego otra vez el silencio. Lo ignoró todo, subió al piso de arriba y caminó por el pasillo hacia el cuarto de huéspedes, donde yacía Green. Su cuerpo grande siempre había dado la impresión de fuerza controlada, pero ahora sus movimientos eran vagos y torpes, como si su cerebro ya no estuviese en pleno contacto con el cuerpo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Luna De Los Asesinos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Luna De Los Asesinos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Donald Westlake - Two Much!
Donald Westlake
Donald Westlake - Kahawa
Donald Westlake
Donald Westlake - Un Diamante Al Rojo Vivo
Donald Westlake
Donald Westlake - Bank Shot
Donald Westlake
Donald Westlake - Get Real
Donald Westlake
Donald Westlake - Thieves' Dozen
Donald Westlake
Donald Westlake - Bad News
Donald Westlake
Donald Westlake - What's So Funny?
Donald Westlake
Donald Westlake - Why Me?
Donald Westlake
Donald Westlake - Cops and Robbers
Donald Westlake
Отзывы о книге «La Luna De Los Asesinos»

Обсуждение, отзывы о книге «La Luna De Los Asesinos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x