Karen Rose - No te escondas

Здесь есть возможность читать онлайн «Karen Rose - No te escondas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

No te escondas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «No te escondas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una mujer se suicida una gélida noche en Chicago.
Sin embargo, cuando el detective Aidan Reagan entra en el apartamento de la víctima, todas las evidencias muestran que ha sido un homicidio y apuntan a una sola persona: la psiquiatra Tess Ciccotelli.
Tess no puede evitar que Aidan la juzgue culpable antes siquiera de escucharla. Pero ella no puede facilitarle la información que la exculparía. Alguien ha atrapado a Tess en una red de desconfianza, engaños y traiciones. Y el cerco sobre ella se estrecha cada vez más.

No te escondas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «No te escondas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Aidan señaló la silla que había junto a su mesa.

– ¿Le apetece un café?

– ¿De su cafetera? -La chica esbozó una sonrisa ladeada y Aidan se sintió atraído por ella a la vez que trataba con todas sus fuerzas de evitarlo-. Seguro que quiere envenenarme. No, gracias, detective. -Volvió a ponerse seria y sacó de su maletín un sobre de papel manila-. Me quedé hasta tarde transcribiendo las cinco últimas visitas que hice a Cynthia Adams. He pensado que podrían servir para… arrojar un poco de luz mientras investigan su muerte.

No era eso lo que esperaba que dijera, pero de todos modos tomó el sobre y vació su contenido en la mesa. Había un montón de hojas mecanografiadas y cinco cintas magnetofónicas.

– ¿Graba las visitas?

– No todas, solo las de algunos pacientes, y siempre con su permiso.

– Así que Cynthia Adams le dio permiso para grabarla.

– Al principio, no. Cuando empezó a acudir a la consulta negaba los aspectos más desviados de su conducta. Me contó lo de las citas.

– Lo de los amantes.

– Lo de las relaciones de una sola noche -lo corrigió-. Pero en la siguiente visita lo negó todo. Por eso la convencí de que me permitiera grabar la conversación, para que luego pudiera oír lo que me había contado. -Su expresión se tornó sombría-. Se quedó… destrozada. Pero al menos nos sirvió para tratar el verdadero problema.

Aquella mujer no era para nada tal como esperaba. Supuso que Kristen no se hubiera sorprendido, ni tampoco Murphy, ni Spinnelli.

– Se refiere a la depresión.

– Sí. Tenía que controlarla porque influía en el resto de su conducta.

– Como en el intento de suicidio de hace un año.

– Y en su parafilia… su adicción al sexo -aclaró-. Para Cynthia era una compulsión, posiblemente se tratara de una forma de controlar a los hombres y a su propio cuerpo al mismo tiempo.

– Porque su padre había abusado de ella.

– Sí. Casi nunca invitaba a su casa dos veces al mismo hombre, por mucho que él insistiera.

Aidan tomó el montón de papeles y empezó a hojearlos.

– ¿Quién insistió?

– Unos cuantos. He subrayado los nombres de los que sé que lo hicieron, pero Cynthia no me facilitó los apellidos, y creo que la mitad de las veces se inventaba los nombres.

– Entonces, ¿cómo sabe que el resto era verdad?

Ciccotelli exhaló un suspiro, parecía cansada.

– Uno de los medicamentos que tomaba puede causar hepatotoxicidad, así que tenía que hacerse análisis de sangre con frecuencia. El hígado no estaba afectado, pero le encontraron gonorrea, la había contraído una de esas noches. Quién sabe a cuántos hombres contagió. Por ley, me vi obligada a denunciarlo al Departamento de Sanidad. Hablé con una tal señorita Tuttle, ella se ocupó del caso de Cynthia. Acordamos que le contaría a mi paciente lo de la enfermedad de transmisión sexual y también que había dado parte de ello. -Respiró hondo-. Cynthia se enfadó muchísimo conmigo por haber vulnerado su privacidad. Me aseguró a grito pelado que eso le costaría el puesto de trabajo. Fue la penúltima vez que la vi. Me juró que no volvería.

– Pero la visitó una vez más, o sea que sí que volvió.

– Sí. Se había despertado junto a un hombre y no recordaba haber estado flirteando con él.

– Es decir que no controlaba qué había pasado.

– Exacto. Se asustó tanto que fue a verme. Le cambié la medicación y le dije que volviera a visitarse al cabo de una semana, pero no apareció por la consulta.

– Por eso fue a su casa.

– Sí, pero no estaba, o no me contestó. -Entrecerró un poco los ojos-. Es normal que encontraran mis huellas dactilares en el timbre, es posible que las hubiera incluso en el marco de la puerta de entrada, pero ni siquiera llegué a tocar la manilla esa noche, detective. Le pedí a un colega que me acompañara por si había algún problema.

Era lo mismo que había dicho el día anterior durante el interrogatorio.

– ¿Suele hacerlo? Lo de pedirle a alguien que la acompañe.

– Sí, siempre. O voy acompañada o no voy. -Cerró los ojos-. El sábado pasado fue una excepción, ninguna de las personas a quienes suelo avisar estaba disponible.

Aidan sacó su cuaderno.

– ¿A quién avisó el sábado, doctora?

Ella abrió los ojos.

– Primero llamé a Harrison Ernst, mi compañero de trabajo, pero no lo encontré en casa. Luego probé con Jonathan Carter, pero tampoco estaba. Es cirujano, trabaja en el County. No querrá hablar con ustedes. Es un buen amigo y está bastante molesto por todo lo ocurrido.

Aidan anotó el nombre y trató de no pensar en los celos que lo atenazaban. Así que había estado liada con Murphy y ahora salía con el tal Carter. Bueno, daba igual.

– Cuénteme lo de la llamada que recibió el sábado.

– Llegué a casa a las doce y seis minutos. Anoche miré los números de teléfono grabados en el contestador, pero la llamada aparecía con identidad oculta. Puede comprobarlo si quiere. Por el sonido, parecía hecha desde un móvil, se oía ruido de fondo. La voz era de mujer, joven.

– ¿De qué edad?

– No era una adolescente pero tampoco de mediana edad, al menos no me lo pareció. No me dijo cómo se llamaba, solo dijo que era vecina de Cynthia Adams y me aconsejó que fuera a su casa porque la chica estaba de pie en la barandilla del balcón y amenazaba con arrojarse al vacío.

Aidan arrugó la frente mientras lo anotaba.

– ¿Dijo que Adams amenazaba con arrojarse al vacío?

– Sí, creo que esas fueron sus palabras exactas. ¿Por qué?

– Porque hay testigos que dicen que no habló con nadie. Se limitó a acercarse a la barandilla, volverse de espaldas y dejarse caer.

El rostro de Ciccotelli se tensó de forma apenas perceptible. Si Aidan no hubiera estado pendiente de su gesto, no lo habría notado. El sábado no le había prestado suficiente atención. Estaba demasiado enfadado por varios motivos y dio por hecho que su fría expresión traslucía sus sentimientos. No tendría que haberse dejado engañar por las apariencias; normalmente no lo hacía, mierda. Pero existían pruebas.

– ¿Cómo cree que fueron a parar sus huellas dactilares a casa de Adams, doctora?

Ella sacudió la cabeza, despacio.

– No lo sé. Me he estrujado los sesos tratando de encontrar una explicación. -Miró su reloj-. Tengo que marcharme, detective. Aquí tiene mi tarjeta, he anotado el móvil detrás, pero no lo llevo nunca encima mientras paso consulta. Si necesita hablar conmigo, mi secretaria sabrá cómo localizarme. -Se puso en pie y se arregló la bufanda. Vaciló un instante y luego volvió a fijar la mirada en él-. No tenía intención de husmear en su mesa, detective, pero he visto el informe forense que estaba leyendo cuando he entrado, el del niño.

Aidan entrecerró los ojos. Notó afluir la sangre a sus mejillas.

– No era asunto suyo, doctora. Y sigue sin serlo.

– Ya lo sé. Solo quiero decirle que… lo siento. En su trabajo le toca ver de todo, y supongo que a veces se pone de mal humor aunque no quiera.

Lo estaba absolviendo. Qué ironía.

– A usted también le toca ver de todo.

La sonrisa de ella denotaba tristeza y menosprecio por sí misma.

– No es lo mismo, yo no trato a niños pequeños. Cuando empecé a ejercer intenté trabajar con niños maltratados y no fui capaz. -Ladeó la cabeza sin apartar la mirada-. Le sorprende.

A Aidan no le hacía ninguna gracia ser tan transparente.

– Un poco, sí.

– No confía en los psiquiatras.

– Usted hace su trabajo, doctora, y yo el mío.

Los labios de ella se curvaron.

– Que me ocupe de los pacientes y le deje en paz, vaya. Tiene razón, detective. -Se puso el abrigo mientras él la observaba; se moría de ganas de ayudarla, pero su cerebro le ordenaba que se estuviera quieto-. Si recuerdo algo más, me pondré en contacto con usted. ¿Me avisará si encuentran mis huellas dactilares en alguna otra parte?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «No te escondas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «No te escondas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «No te escondas»

Обсуждение, отзывы о книге «No te escondas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x