Karen Rose - No te escondas

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Una mujer se suicida una gélida noche en Chicago.
Sin embargo, cuando el detective Aidan Reagan entra en el apartamento de la víctima, todas las evidencias muestran que ha sido un homicidio y apuntan a una sola persona: la psiquiatra Tess Ciccotelli.
Tess no puede evitar que Aidan la juzgue culpable antes siquiera de escucharla. Pero ella no puede facilitarle la información que la exculparía. Alguien ha atrapado a Tess en una red de desconfianza, engaños y traiciones. Y el cerco sobre ella se estrecha cada vez más.

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– Pero él estaba enamorado de mí. -Frunció el entrecejo-. Hace tres meses que se marchó a África. ¿Fue ese el detonante? -Tess observó cierto brillo en los ojos de Aidan y adivinó lo ocurrido-. Está muerto, ¿verdad?

– Lo siento, Tess. Swanson no llegó al hospital de Chad. Encontramos sus cosas en el armario de Amy, y también un cuchillo con sangre seca que se corresponde con la de su grupo. Debió de matarlo en un ataque de ira, y luego te culpó a ti.

– Me ha odiado durante todos estos años. -Su boca se torció en una mueca de amargura-. Menuda psiquiatra. Tenía a una asesina a mi lado y no me he dado cuenta.

– Su madre padecía esquizofrenia, Tess -dijo Murphy-. Tu madre podrá explicarte más cosas, pero parece que Amy lleva años al borde de la locura. Lo que pasa es que era tan lista que nadie se daba cuenta, ni siquiera tú.

– Hace muy poco que empezó a perder el control sobre su enfermedad mental. -Aidan le estrechó la mano-. Ya no podía ocultarla por más tiempo.

– ¿Mi madre lo sabía? -Tess se esforzó por tragar saliva-. ¿Lo sabía?

– Sabía que la madre de Amy estaba enferma, Tess. No tenía ni idea de que Amy también lo estaba.

Tess asintió con gesto rígido.

– No importa. Me envenenó, ya sabéis; con la sopa.

Jack, sentado en el otro lado de la mesa, hizo una mueca.

– ¿Con las setas? Tal como imaginaba Julia.

– Y se acostó con Phillip.

– Es lo que nosotros pensábamos -dijo Murphy.

Tess volvió a asentir mientras su mente reproducía las imágenes de la noche anterior.

– Y también mató a su padre. -Para sorpresa de Tess, nadie pareció extrañarse-. ¿También sabíais eso?

– Vito lo sospechaba. Parece ser que culparon a un chico del barrio.

– A Leon Vanneti. -Tess arrugó la frente-. Es inocente, tal como decía Vito. Pero con mi palabra no hay suficiente y no tenemos pruebas. -Abrió mucho los ojos-. Dijo que Leon la había violado. En aquel momento no se hacían análisis de ADN, pero si aún guardan las pruebas tal vez podamos demostrar que es inocente.

– Haré las llamadas oportunas durante la mañana -prometió Spinnelli-. A ver si al menos arreglamos una cosa.

Tess suspiró.

– También mató a Eleanor.

Ante eso, unas cuantas cejas se arquearon.

– ¿De verdad? -preguntó Murphy-. ¿Cómo lo hizo?

– Le inyectó aire. Y todo porque Eleanor era amable conmigo.

Spinnelli se aclaró la garganta.

– Tenemos una buena noticia para ti, Tess. ¿Rick?

– Anoche encontramos en el piso los archivos originales de las grabaciones de Bacon -anunció Rick-. Y también un CD etiquetado con tu nombre. Lynne Pope reconoció la etiqueta; era la misma que vio el día que Bacon trató de venderle las imágenes. Por lo menos las copias están a buen recaudo.

Tess estuvo a punto de marearse de puro alivio.

– No quería estar tan preocupada, pero no he podido evitarlo.

Spinnelli le dio unas palmaditas en el hombro.

– Pues ya no tienes por qué estarlo.

– ¿Sabéis por qué Amy quería a toda costa los archivos de Bacon?

– Una policía visionó las imágenes cuando encontramos el CD en el trastero de Bacon. Aparece Amy llevándose los botes de medicamentos de tu botiquín.

– Los botes que luego dejó en el piso de Cynthia.

Aidan se encogió de hombros.

– Parece que estuviera preocupada por una nimiedad, pero supongo que tenía miedo de que Bacon la chantajeara igual que quería hacer contigo.

– Eso pone el punto final -dijo Spinnelli-, a menos que tengáis más preguntas.

Tess miró el periódico de nuevo y apartó la vista de la foto donde aparecía ella misma colgando del alféizar.

– Me gustaría saber cómo se las arregló Carmichael para descubrir todo eso.

Aidan le tendió la mano.

– Vamos a hacerle una visita. Luego te llevaré a ver a tu padre.

Aidan le abrochó el cinturón de seguridad. Tess estaba sentada en silencio, con las manos entrelazadas sobre su regazo y el pálido rostro con la apariencia frágil y vulnerable de una niña traumatizada. Él no dijo nada hasta que se hubieron alejado bastante de la comisaría.

– Tendrías que estar en casa, metida en la cama.

– No podía dormir, Aidan.

Él ya lo sabía. Se había pasado la noche tendida a su lado con el cuerpo rígido y helado y las lágrimas resbalándole de los ojos, hasta que él había dado rienda suelta a lo que ambos necesitaban. Y ella había respondido con tal intensidad que aún notaba el estremecimiento en la piel, de pies a cabeza. Deseaba con todas sus fuerzas volver a repetirlo. En ese mismo momento. Pero en vez de eso, le habló con voz suave.

– Podrías haberte tomado el somnífero que te recetó Jon.

– Después de lo de ayer creo que no voy a volver a tomarme un tranquilizante en mi vida. -Esbozó una sonrisa tensa-. Gracias de todos modos. No te preocupes, Aidan, solo necesito un poco de tiempo.

– Pues yo no tengo prisa, Tess.

La seria mirada de ella fue como una jarra de agua fría para su mente febril.

– Muy bien.

– Tengo otra buena noticia. ¿Te acuerdas del amigo del padre de Danny Morris?

– ¿El que arrestaste cuando te heriste en la mano?

– Sí. Esta mañana, de camino al trabajo, he pasado por su casa. Adivina quién estaba durmiendo la mona en el sofá.

Ella entrecerró los ojos con satisfacción.

– Has arrestado al padre.

– Intentaba escapar pero estaba demasiado desorientado para hacer cualquier cosa excepto tambalearse. Lo acusarán de asesinato.

Ella hizo un grave gesto de asentimiento.

– Muy bien.

Luego apartó la mirada, y Aidan comprendió cómo se había sentido cuando él se resistía a abrirse con ella.

– Tess, habla. Cuéntame qué es lo que te preocupa.

Aparcó el coche en una plaza vacía y le volvió la cabeza sujetándole la barbilla con el dedo. Ella tragó saliva tratando de contener las lágrimas pero no pudo evitar que al fin rodaran por sus mejillas.

– Habla, por favor.

– He estado a punto de matarla, Aidan. Era como una hermana para mí y he estado a punto de matarla.

Él entrecerró los ojos.

– Merecía morir, Tess. Ha matado a mucha gente.

– Estaba enferma. -Tragó saliva-. Y no la ayudé.

Aidan suspiró. Después de todo, él era policía y ella, psiquiatra.

– ¿Sabes de qué me di cuenta ayer por la tarde, cuando estaba en su piso? De que una de las cosas que más me asustaba era que penetraras en mi mente y destruyeras todas las barreras. Luego caí en la cuenta de que tú no puedes hacer eso con las personas que te importan de veras. Por eso estabas desarmada ante Amy, y ante Phillip. Pero eso te pone a mi mismo nivel.

Ella lo miró perpleja.

– Así que no puedo utilizar mis conocimientos con las personas a las que quiero… Como debe ser.

Él se pasó la lengua por los dientes.

– Básicamente es eso, sí.

Los labios de Tess se curvaron.

– Pues qué bien. -Se enjugó los ojos-. Soy un desastre.

– Lo que eres es muy guapa. Tess, anteanoche te pregunté qué querías. Dijiste que lo que siempre habías querido era contar con alguien que te amara.

Ella alzó la barbilla.

– Y tú respondiste que eso no te asustaba.

– No, no me asustaba. Y sigue sin asustarme. Pero no me preguntaste qué quería yo.

Ella se mordió el labio inferior.

– ¿Y qué quieres, Aidan?

Él vaciló, cohibido.

– Siempre he querido tener una mujer como mi madre.

Ella sonrió.

– ¿Alguien que te haga la comida?

– En parte sí, pero se trata más bien de alguien que represente lo que ella ha representado para mi padre durante todos estos años. Él llegaba a casa, agotado y preocupado por algo ocurrido durante la jornada, y ella siempre… estaba allí. Y lo quiere tal como es.

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