Fabel miró a Maria como si examinarla fuera a ayudarle a procesar mejor la información que acababa de proporcionarle. Luego dijo:
– Es curioso la de veces que ha surgido una conexión ucraniana en este caso.
– Como ya he dicho, esta vez lo más probable es que sea una coincidencia -dijo Maria.
Fabel se encogió de hombros.
– Supongo. -Hizo una pausa-. ¿Qué hay del hijo, Norbert?
– Es un editor de tabloides con ambiciones políticas. Estudió en Hamburgo y en Heidelberg y creó Schau Mal! con el apoyo de su padre, que incluía ayuda económica. A través de diversas adquisiciones y de su propio crecimiento, el Grupo Eitel participa en todas las formas de medios de comunicación, incluido internet…
– Por eso necesitan a alguien como MacSwain -le interrumpió Werner.
Maria continuó.
– El Grupo también publica tabloides en Holanda, Polonia y la República Checa. Además de medios de comunicación, tiene un negocio inmobiliario y una constructora pequeña. A todo esto hay que añadir el negocio de importación-exportación que Norbert le compró a su padre. Políticamente, es de centro-derecha. Más de derechas que de centro. Pero se presenta como independiente. Es obvio que es consciente que ser candidato del BDD sería un hándicap. Insiste en que no es neonazi ni pertenece a la extrema derecha. Pero su plataforma se posiciona principalmente contra la inmigración y a favor de la ley y el orden. Está casado con una aristócrata, Martha von Berg.
– ¿Tiene algo que ver con Jürgen von Berg, el senador? -preguntó Fabel.
– No lo sé, jefe. Lo que sí sé es que ha mantenido su nombre de soltera y que durante un tiempo él se hacía llamar Norbert von Berg Eitel. Pero ahora ya no. Al incluir el apellido aristocrático de su mujer, la gente creyó que adoptaba la costumbre moderna de alemanes más liberales de combinar su apellido con el de la esposa. Eso no encajaba con la imagen tradicionalista de Eitel. También tenía fama de mujeriego, y se ha esforzado mucho por quitarle importancia al asunto.
Fabel se frotó la barbilla.
– Buena gente. -Miró la hora-. Creo que ha llegado el momento de hacerles una visita.
Viernes, 20 de junio. 14:30 h
Neustadt (Hamburgo)
El Grupo de comunicación Eitel tenía sus oficinas en un monolito comercial de acero bruñido y cristal situado en el corazón del distrito financiero de Neustadt. A Fabel le interesaba la buena arquitectura; razón por la cual aquel edificio no despertó su interés. Era una caja corporativa sin alma acabada con accesorios caros, pero tenía la personalidad de un vestíbulo de hotel. El conserje de uniforme, que atendía el mostrador de recepción de la planta baja, condujo a Fabel y a su séquito hasta los ascensores.
Los dos primeros pisos del edificio estaban ocupados por las oficinas editoriales de Schau Mal!; el tercero, por TVEspresso, una guía semanal de la programación televisiva publicada por el Grupo Eitel. La cuarta planta se denominaba Departamento de Comunicación. El piso de arriba estaba dedicado a las oficinas corporativas y administrativas del Grupo. Era allí donde Norbert Eitel tenía su despacho.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron a una gran oficina, vieron a una mujer de mediana edad con expresión imperturbable que los estaba esperando. Fabel supuso que era la persona con quien se las había tenido por teléfono. Su semblante revelaba que no estaba acostumbrada a que burlaran su autoridad.
– ¿Vienen a ver a Herr Eitel?
Fabel mostró su placa oval de la Kriminalpolizei.
– Soy el Hauptkommissar Fabel.
Examinó a los demás con un desdén estudiado y presuntuoso, que Werner reventó al momento con una carcajada.
– Síganme -dijo la mujer de mala gana.
Condujo a Fabel, Werner y Maria a una triste área de recepción situada en el otro extremo de la oficina, una orilla donde iba a romper el murmullo de voces procedentes de un mar de mesas. Al cabo de diez minutos, la secretaria imperturbable los llevó a una sala de reuniones con una pared de cristal.
Norbert Eitel entró en la sala un minuto después. No llevaba chaqueta, se había subido las mangas de la camisa por encima de las muñecas y aflojado la corbata. Les ofreció una sonrisa educada, pero su lenguaje corporal expresaba que era un hombre que tenía cosas más importantes que hacer. Sujetó la puerta a un hombre mayor, alto y enjuto, de aspecto aristocrático y pelo abundante color marfil que se negaba a desaparecer del lugar que había ocupado durante sesenta años. Fabel reconoció en aquel hombre mayor al oficial de las SS de la fotografía, sólo que ahora había alcanzado por completo la madurez autoritaria que tanto se había esforzado por proyectar cuando era un joven arrogante. A Eitel lo seguía un hombre de estatura media y unos treinta y cinco años.
– Buenos días, Herr Hauptkommissar Fabel -dijo Norbert Eitel-. Le presento a mi padre, Wolfgang Eitel… -Eitel padre extendió la mano e hizo un saludo brusco con la cabeza. Fabel casi esperó oír cómo chocaba los talones-. Y a Wilfried Waalkes, nuestro jefe de asuntos legales.
Fabel y Maria se miraron. El abogado. Fabel presentó a Werner y a Maria. Examinó un momento al abogado. Waalkes era un nombre frisio, pero el letrado dijo « Guten Tag » en un Hochdeutsch que no permitía un rastreo geográfico.
– ¿En qué puedo ayudarle? -dijo Norbert Eitel, y con un gesto de la mano les indicó que deberían ocupar un asiento en torno a la mesa de reuniones oval. Antes de que Fabel pudiera responder, añadió-: ¿Les apetece algo…, un café, un té?
– Nada, gracias. -Fabel contestó por todos. El abogado y Eitel padre ocuparon sus asientos-. Nos gustaría hacerle unas preguntas sobre Angelika Blüm. ¿Podría decirme qué tipo de relación tenía con ella, a nivel personal y profesional?
– Personalmente, no tenía demasiada relación con ella; y profesionalmente, no tenía ninguna. Para serle sincero, Angelika despreciaba nuestras publicaciones. Consideraba que ella jugaba en una liga distinta.
– ¿Y usted no está de acuerdo con su opinión?
Norbert Eitel se rió.
– Tenía un gran concepto de las aptitudes de Angelika. Pero también considero que nuestros títulos son un producto de calidad. El principal contacto que tuve con Angelika fue a través de eventos de negocios y amigos comunes. Éramos conocidos.
– Y usted, Herr Eitel -Maria se dirigió a Eitel padre-, ¿qué trato tenía con Frau Blüm?
Wolfgang Eitel echó la cabeza hacia atrás y miró a Maria con aires de superioridad.
– Ninguno. Bueno, sólo nos vimos una vez, en el Altona Krone…, hará un par de semanas.
– Pero me atrevería a decir que no gozaba de mucha popularidad entre ustedes dos precisamente… -Maria dejó la idea en el aire.
– No entiendo… -Norbert Eitel utilizó la jovialidad de sus facciones para esbozar una sonrisa confusa mientras su padre permanecía impertérrito.
– Frau Blüm estaba a punto de publicar un artículo en el que afirmaba que estaban ustedes involucrados en temas de especulación inmobiliaria con participación de intereses extranjeros. -Maria habló con un tono de voz uniforme y autoritario. Fabel miró fijamente a Norbert Eitel, quien estaba resuelto a no demostrar sorpresa alguna por el farol que se había marcado Maria. La sonrisa de Eitel no dio muestras de cambiar, y al mantenerla durante tanto rato, se volvió falsa. Maria había dado en el clavo. Pero fue el padre de Norbert quien habló.
– Herr Hauptkommissar Fabel, desconocíamos que Frau Blüm tuviera intención de publicar un artículo sobre mi hijo o sobre mí. Es cierto que tenemos intereses inmobiliarios. Es cierto que hacemos negocios con otros países. Mi propia carrera profesional estaba basada en las importaciones y las exportaciones. Si Frau Blüm iba a publicar un artículo sobre nosotros, no sólo lo desconocíamos por completo, sino que puedo asegurarle que no tenemos ni idea de cuáles serían los motivos del artículo en cuestión.
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