Y, por supuesto, Fabel había sufrido la ignominia de que un anciano eslavo le pateara el culo. Decir que su atacante sabía qué tenía que hacer era quedarse muy corto: era obvio que se trataba de un profesional con una gran formación. Fabel rodeó con un círculo el nombre de Vitrenko. No tenía ni idea de qué edad tenía. ¿Podía ser que fuera el anciano?
Hans Schreiber, el Erster Bürgermeister de la ciudad libre hanseática de Hamburgo, también era una presencia que llamaba la atención. Conocía a dos de las víctimas; a una, íntimamente. Y era la última persona que había visto a Angelika Blüm con vida, a excepción de su asesino, suponiendo que éste fuera una persona distinta, y parecía bastante claro que así era. El Hijo de Sven estaba detrás de los tres asesinatos y Schreiber tenía coartadas sólidas para dos de ellos. Y simplemente, no encajaba.
Fabel se recostó en la silla, se puso las manos detrás de la cabeza y se quedó mirando la página, como si examinara el paisaje de su investigación desde lo alto. Tenía que hablar con los dos Eitel, padre e hijo. Quería ver si su presentimiento sobre MacSwain era cierto. Fabel no estaba convencido de que MacSwain fuera su hombre, pero había algo en él que le olía mal. Estudió la propuesta de Anna Wolff para la operación de la «cita» del viernes noche. Estaba bien elaborada, pero a Fabel seguía inquietándole colocar a Anna tan cerca de un posible sospechoso; y tendrían que tener mucho cuidado para evitar las acusaciones de incitación al delito.
Fabel se había sumido tanto en la navegación por los canales profundos de sus propios pensamientos que el teléfono lo sobresaltó. Era Holger Brauner, el jefe de la policía científica.
– Bueno, Jan, puedo decirte con total sinceridad que haces que la vida no sea nunca aburrida. Menuda pieza me has traído.
– ¿Es el arma homicida?
– Sí. Y como te digo, es muy inusual e interesante que aparezca una pieza así en Hamburgo.
– ¿Sí?
– Es una FORT 12; eso es lo que significan las letras en cirílico. Es una nueve milímetros. Básicamente, tiene una recámara Makarov de nueve por dieciocho, de doce balas, y es una pistola de doble acción y con retroceso. Y aquí viene lo interesante. Es un arma de los cuerpos policiales y de seguridad ucranianos. -Fabel asimiló el hecho: otra conexión. Brauner continuó-: Los servicios de seguridad soviéticos confiaban en las pistolas PM Makarov; pero tras la disolución del bloque comunista, las fuerzas especiales y los servicios de seguridad ucranianos exigieron algo más fiable, así que compraron maquinaria checa de la fábrica Uhersky Brod y comenzaron a producir las FORT 12.
– ¿Y es un arma exclusivamente no civil?
– Por lo que yo sé, sí. Le pedí a Kapff, nuestro experto en balística y armas de fuego, que recabara la información. Básicamente, es un arma usada por la policía y los servicios secretos más que por el ejército.
– Gracias, Holger. -Fabel colgó y llamó a Werner, que estaba en la sala de interrogatorios. No contestó. Salió a la oficina principal de la Mordkommission. Sólo estaba Maria Klee.
– ¿Has visto a Werner? -Maria le contestó que no-. Me voy a casa. Si lo ves, dile que me dé un toque. Sólo quiero saber cómo le ha ido con Hansi Kraus.
– ¿Sigues queriendo ir a la reunión con ese bicho raro odinista, mañana a las diez?
– Estoy impaciente.
Eran las ocho y media cuando Fabel salió de la Mordkommission. Llamó a Susanne desde el coche. Ya había cenado, pero accedió a quedar con él en un bar de la Milchstrasse. Después de colgar, quitó la capota del coche y puso un álbum de Bap en el reproductor de CD del coche. Fortsetzung Folgt. Subió el volumen y apagó el móvil. Iba a tomarse la noche libre. Feierabend.
Viernes, 20 de junio. 10:00 h
Schanzenviertel (Hamburgo)
El Schanzenviertel es una de las zonas de Hamburgo que sigue teniendo una reputación casi sórdida y, sin embargo, está muy de moda. El barrio tiene una amplia gama de restaurantes, bares y cafés que reflejan el perfil multicultural de su población, y hay una gran variedad de tiendas especializadas. Sin embargo, al lado de la modernidad está la pobreza, con viviendas inhabitables para familias inmigrantes. El gran Sternschanzen Park con su monumental Wasserturm atrae a las familias de día y a los camellos de noche, y ha sido el escenario elegido por las fuerzas del aburguesamiento para sus protestas antidrogas.
La empresa de Bjorn Janssen estaba entre un café y un bar de sushi en una calle que desembocaba en la Stresemannstrasse. Era un local estrecho, lleno de cosas, en el que vendía libros, artículos diversos y obras de arte, que parecían de segunda mano y vagamente New Age.
Bjorn Janssen no era exactamente lo que Fabel tenía en mente cuando visualizaba a un vikingo. Es cierto que tenía el pelo rubio, pero era un tono o dos más oscuro que el cabello del propio Fabel, y lo llevaba peinado con cuidado para ocultar, sin lograrlo, el brillo rosado de una calvicie incipiente. Janssen era un hombre bajito y bastante regordete que hablaba alemán a la perfección, pero con la musicalidad de un claro acento danés. La imagen de Janssen con casco de acero, saltando de un barco vikingo y blandiendo un hacha de guerra, estaba más allá de lo cómico y lo físicamente posible.
Janssen estaba detrás de un mostrador atestado de cosas y extendió la mano por entre el desorden cuando los dos agentes de policía se acercaron. Janssen tenía una actitud solapada, y Fabel vio que los ojos azules acuosos se le iban furtivamente a las piernas y los pechos de Maria. Ella lo pilló y le lanzó una mirada que llevaba escrita con mucha elocuencia la palabra «asqueroso».
– Herr Janssen -dijo Fabel, sonriendo educadamente-. Mi compañera Frau Klee me ha dicho que pertenece usted a un culto odinista y que puede ofrecernos su ayuda en un caso en el que estamos trabajando.
Janssen le devolvió la sonrisa y negó con la cabeza. Su expresión era de cansada indulgencia.
– No, no, no, Herr Fabel. Yo no participo en ningún culto. Soy el Gothi, el Sumo Sacerdote, del Blot de Asatru. Soy practicante del sistema de fe original del norte de Europa.
– Lo que sea. Me gustaría que nos contara algo sobre el sistema de creencias que tiene. Estamos investigando unos asesinatos que tienen un componente ritual. Creemos que este componente quizá esté influido por antiguos rituales escandinavos.
– Puedo asegurarle, Herr Fabel, que Asatru es una fe de paz y armonía.
– Dos valores por los que los vikingos eran especialmente célebres -dijo Maria, aplicando a su tono de voz cierta sorna. Janssen le sonrió y continuó.
– Asatru era la fe de todos los pueblos germánicos del norte y del oeste: los svear, que se convirtieron en los suecos; los daner, que se convirtieron en los daneses; los anglos, que se convirtieron en los ingleses, y las diversas tribus que se convirtieron en los alemanes. Hombres y mujeres, granjeros y guerreros, personas libres y esclavos. Era tanto la religión de los asaltantes como el cristianismo lo era de los nazis. El caso es que la etimología de la palabra «vikingo» no está clara. Algunos dicen que viene de Vik, que significa «aldea»; que los vikingos tan sólo eran aldeanos que emprendían viajes comerciales y llevaban a cabo asaltos cuando las cosechas no cubrían las necesidades de una población cada vez mayor. Sus creencias se fundaban más en la naturaleza que en la guerra.
– Pero realizaban sacrificios de sangre -dijo Fabel.
– Sí. Y seguimos haciéndolos. El hlautbowl es el cuenco de la Blot. Hoy en día lo llenamos con aguamiel y nos la bebemos antes de ofrecer a los dioses su parte correspondiente. Blot es la antigua palabra escandinava para «sangre». Antaño, el hlautbowl se llenaba con la sangre de un animal sacrificado. Es un error creer que era un acto bárbaro o excepcional. La gente mataba al animal para extraerle la Blot de un modo bastante similar a como lo harían para compartir un festín con un visitante. Asatru tiene una relación más inmediata con sus dioses, y se los trataba como elementos reales, vivos y participativos de la vida cotidiana normal.
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