– ¿Vas a cambiar de carrera y hacerte agente de la propiedad inmobiliaria, Holger? -le preguntó Fabel.
Brauner se rió.
– El sueldo sería muchísimo mejor, eso seguro. Pero no; lo que pasa es que la luz aclara los muebles. Incluida la madera. En estas zonas un poco más oscuras de la mesa es donde tenía libros, adornos…, objetos que estaban aquí la mayor parte del tiempo.
– Pero que ahora no están.
– Exacto. Y no creo que nuestro asesino los haya cambiado de sitio. -Brauner se acercó al zócalo de piedra que rodeaba la chimenea de gas. Cogió tres libros que estaban apilados uno encima de otro y los colocó sobre la mesa. El borde del libro de abajo coincidía con la zona ligeramente más oscura que había señalado. De una mesa alta que había detrás de Fabel cogió un objeto de cerámica contemporáneo de base circular. También coincidía con la sombra de la mesa-. Nuestro tipo es tan meticuloso que se habría asegurado bien de volver a colocarlo todo donde lo había encontrado. Yo diría que Angelika Blüm recogió la mesa para extender algo encima. Papeles o algo así. Fuera lo que fuera lo que tenía aquí encima, nuestro asesino se lo ha llevado. Y después no ha sabido qué había que colocar de nuevo en la mesa.
– ¿Quieres decir que crees que roba cosas a sus víctimas para llevárselas como trofeo?
– No, Jan. -De repente, la voz de Brauner sonó más tensa-. No creo que este tipo sea un asesino en serie psicopático que mata al azar. La mayoría de asesinos en serie psicopáticos se llevan trofeos, ya sea un objeto personal o un órgano interno. Los trofeos de este tipo de nuestro hombre son todos documentales. ¿Recuerdas que me preguntaste si habíamos encontrado una agenda de citas o un diario en el apartamento de la segunda chica? Lo que no acaba de encajar es por qué ha borrado todos los archivos del ordenador. Apuesto a que si seguimos buscando, aún encontraremos menos. La chica era periodista, ¿verdad?
Fabel asintió con la cabeza.
– Trabajaba por cuenta propia, ¿verdad? ¿Y tenía el despacho en el cuarto de al lado?
– Supongo -dijo Fabel.
– Entonces te sugiero que revises sus archivos. Yo digo que ahí también faltará material.
Fabel miró a Brauner, luego a Maria y luego a Werner, que había entrado en el salón y había oído la parte principal de la teoría de Brauner.
– ¿Estás diciendo que tiene un motivo oculto, objetivo? No hay duda de que este tipo es un psicópata…
Brauner se encogió de hombros.
– Eso tiene que decirlo tu psiquiatra forense, pero sí, estoy de acuerdo en que el asesino es un psicópata. Sin embargo, eso no quiere decir que tenga que encajar en las pautas de un asesino en serie. ¿Has oído hablar de Iván el Terrible?
– Claro.
– Iván el Terrible unió Rusia. Fue el padre de la nación. Había una serie de principados feudales dispersos, y él los convirtió en una nación cohesionada. Ése era su motivo. Pero además de ser monarca y general, Iván encajaba en todos los criterios de asesino psicopático. De hecho, en muchos sentidos, encajaba en el perfil del clásico asesino en serie: un niño tímido, tranquilo y sensible a quien maltrataron desde la infancia. A raíz de esto, cuando era pequeño, torturaba y mataba animalitos. Luego, cuando tenía treinta años, mató a su primer hombre. Después de eso, cometió numerosas violaciones, asesinatos, actos de tortura terribles… entre los que se incluía freír, hervir, empalar a sus víctimas o echarlas a animales salvajes. Estamos hablando de miles de violaciones y cientos de asesinatos que Iván llevo a cabo personalmente. -Brauner movió la cabeza en dirección a la habitación de al lado-. Incluso tenía una afición parecida por los rituales. Tenía un cuerpo de guardaespaldas personales, la oprichnina. Los instruía casi como a una orden sagrada y él era su abad. Violaban, torturaban y mutilaban a sus víctimas parodiando las misas rusas ortodoxas.
– ¿Adónde quieres ir a parar, Holger?
– Es evidente que Iván era un psicópata. Un sociópata, de hecho, que no sentía ninguna empatía por sus víctimas. Pero también era un hombre extremadamente inteligente y sus peores crímenes los llevaba a cabo dentro de un contexto estructurado. Utilizaba su psicopatía como herramienta para infundir terror y consolidar su control sobre el Estado y el pueblo. Lo que quiero decir es que el comportamiento sociópata de Iván no era un fin en sí mismo; era su medio para conseguir un fin. Canalizaba esa psicopatía para favorecer sus estrategias y lograr sus objetivos.
– ¿Y crees que con este tipo pasa lo mismo, sólo que a una escala menor? -preguntó Fabel. Todo lo que decía Brauner encajaba con lo que él mismo había empezado a creer después del segundo asesinato.
– Sí, pero aparte, creo que tu asesino está haciendo alarde de su psicopatía. Quiere que creáis que mata al azar para esconder lo que sea que tenga entre manos.
– ¿Y qué tiene entre manos? -Maria miraba la mesa de café con el ceño fruncido como si quisiera ver lo que ya no estaba allí-. Mata a una periodista, y creemos que roba algunos de sus papeles.
– Papeles relacionados con un artículo en el que estaba trabajando, ya que los tenía esparcidos por la mesa para estudiarlos -añadió Werner.
– ¿Mata a la periodista para matar la historia? -Maria alzó la vista y miró a Fabel.
– Podría ser. Pero no encaja con los otros asesinatos. Una prostituta y una abogada.
– Quizá sí encaje, sólo que aún no hemos visto la conexión -dijo Werner-. Después de todo, casi no tenemos nada sobre la prostituta muerta. Quizá tuviera algo que ver con el artículo que preparaba Angelika Blüm. ¿Un escándalo sexual, quizá?
– Angelika Blüm no era una periodista de tabloides; pero si fuera un escándalo sexual con tintes políticos o algo así, quizá. -Fabel se frotó la barbilla frustrado, como si aquel gesto fuera a estimular su actividad cerebral-. Tenemos que descubrir quién era Monique. Y tenemos que volver sobre el caso Kastner. Tenemos que estudiar más detenidamente sus documentos personales. Y no investigamos su vida profesional porque creímos que se trataba de una víctima elegida al azar. Tenemos que examinarlo todo de nuevo. Maria…, ¿podrías encargarte tú? Ya sé que estás investigando la identidad de la segunda víctima, pero me gustaría que también llevaras esto.
– Claro, jefe -respondió Maria sin demasiado entusiasmo. Fabel esperaba que Werner se sentiría aliviado por no tener que hacerse cargo de aquel trabajo. No fue así. Sabía que a Werner le molestaba que diera tanta responsabilidad a Maria, pero ahora mismo Fabel no tenía tiempo de sentarse a hablarlo con él.
– Werner, necesito que hagas un seguimiento de los contactos profesionales de Angelika Blüm, a ver si puedes descubrir en qué estaba trabajando. Mientras tanto, averigüemos si alguien más llegó a ver a nuestro visitante misterioso.
Brauner habló de nuevo:
– Por cierto, Jan, hemos encontrado un segundo grupo de huellas.
– ¿Sí? -Fabel levantó las cejas.
– No te emociones demasiado. Están por todas partes, algunas son recientes, otras bastante antiguas y difíciles de tomar, pero creo que pertenecen a la misma persona. Alguien que, bueno, conoció íntimamente el piso de Frau Blüm durante cierto tiempo. No es muy probable que se trate de nuestro hombre.
Fabel se desanimó y entristeció de repente, como si hubiera tenido una bajada de adrenalina y un cansancio lento le reclamara el cuerpo y la mente. Regresó al despacho de Blüm.
Fabel bajó la mirada al cuerpo destrozado que en su día había sido Angelika Blüm. Los técnicos patólogos habían desplegado una bolsa para cadáveres y estaban preparándose para mover el cuerpo y colocarlo encima. Se quedó mirando cómo cerraban con cremallera los restos de una mujer que había intentado ponerse en contacto con él varias veces, a través de unas llamadas que no había considerado importante devolver porque tenía que dirigir una investigación de asesinato primordial. Ahora ella formaba parte de esa investigación. Le habló a una mujer que ahora ya no podía escucharle.
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