– Mierda, no me lo puedo creer… ¿Es una de los nuestros?
– Sí. O al menos en parte. Pertenece… -Maria se corrigió a sí misma-. Pertenecía a la policía de Niedersachsen, con base en Hanover. Era Kommissarin de la Schutzpolizei. Según los datos que tengo, era de Hamburgo y, atentos a esto, fue trasladada al Bundeskriminalamt; concretamente al BAO, aquí en Hamburgo. -Maria examinó un informe de la carpeta-. Y no es una cagada administrativa con las huellas. En 1995, servía en un Sonder Einsatz Kommando de armas especial de la policía de Niedersachsen con base en Hanover. Hubo un atraco a un furgón de seguridad y se produjo un tiroteo entre los atracadores y la unidad. Recibió un disparo en la pierna. En el muslo derecho. Es nuestra chica, no hay duda.
– ¿La trasladaron al BAO? -Fabel se volvió hacia Van Heiden. Su voz era seria y fría.
– Ni se te ocurra, Fabel. -Van Heiden hizo una mueca y un gesto con las manos como queriendo apartar de sí la acusación-. ¡Yo no sabía nada de esto! La Besondere Aufbau Organisation tiene una estructura bastante autónoma…, pero te juro que voy a descubrir quién lo autorizó sin saberlo o aprobarlo.
– Sólo para que me quede claro -intervino Susanne-. ¿El BAO es la unidad especial encargada de la lucha contra el terrorismo internacional?
– Sí -respondió Maria-. Es una colaboración entre nosotros, el Bundeskriminalamt, el servicio secreto del BND y el FBI estadounidense. Su objetivo principal es recabar información de inteligencia.
– Y seguramente llevan a cabo operaciones encubiertas -añadió Fabel. Se volvió hacia Maria-. ¿Seguía en el BAO?
– Sí. Y el traslado comenzó hace poco más de un año.
Van Heiden y Fabel se miraron. Pero fue Werner quien expresó lo que todos estaban pensando.
– Justo antes de que Klugmann fuera expulsado del cuerpo. Esta víctima… -Miró a Maria.
– Tina Kramer.
– Esta víctima, Tina Kramer -continuó Werner-, es agente del BAO, una unidad de inteligencia de lucha contra el crimen y el terrorismo altamente secreta, y también es ex agente del SEK. Y Klugmann es ex miembro del Mobiles Einsatz Kommando.
Maria Klee volvió a ocupar su asiento en la mesa, se recostó en la silla y se pasó los dedos por el pelo rubio y corto.
– A lo que hay que añadir el hecho de que desaparecieran de la escena del crimen una cámara de vídeo y lo que hubiera grabado en ella. Y todo esto cuando asesinan a uno de los principales padrinos del crimen organizado. -Se inclinó hacia delante, entrelazó los dedos y apoyó su peso sobre los codos-. ¿Recordáis que me parecía tener visto a Klugmann?
– Sí… Dios mío, es cierto -dijo Fabel-. Pero no sabías de qué.
– Le he estado dando vueltas. No sabía de qué me sonaba. Pero cuando descubrí quién era Tina Kramer, se me ocurrió mirar el historial de Klugmann en el Bundeskriminalamt. Y ¿sabéis qué? El historial que consta en los registros federales y su hoja de servicios de la policía de Hamburgo no coinciden. Hay un baile de fechas. En concreto, el año en que se licenció en el ejército. Salió seis meses antes de lo que dice su historial y aparece en un lugar muy interesante.
– ¿Dónde?
– En Weingarten.
Una sonrisa amarga de complicidad irrumpió en el rostro de Fabel.
– Claro. Tendría que haberlo sabido. ¿La escuela de reconocimiento a distancia de la OTAN?
– Exacto.
– ¿Fabel? -dijo Van Heiden, e hizo un gesto de impaciente confusión.
– Están todos en el ajo, joder. Si lleva iniciales, está implicado. -Se dejó caer en la silla y tiró el lápiz sobre la mesa-. La escuela de reconocimiento a distancia en Weingarten es donde se entrena el GSG9. Una unidad antiterrorista de élite que oficialmente está integrada por policías y que forma parte de la policía fronteriza de Alemania. Pero, sin embargo, nuestros primos británicos enviaron al SAS para que entrenara al GSG9.
– En cuanto vi eso, todo encajó -dijo Maria-. Conocí a Klugmann en un seminario en Weingarten, cuando yo estaba en el Mobiles Einsatz Kommando. Sólo intercambié unas palabras con él, y no sabía cómo se llamaba. Llevaba el pelo rapado y estaba mucho más delgado. Pero me apuesto el sueldo de un mes a que era Klugmann. -Apretó los labios, y su boca formó una línea recta desalentadora-. Se trata de una operación secreta. Klugmann es el agente secreto infiltrado, y utiliza tanto como puede su historial real para ganarse credibilidad. Tina Kramer es su control. Tiene una identidad falsa, pero no está infiltrada.
Fabel respiró hondo.
– ¡Eso es! Joder. Ahí es exactamente donde nos llevaba este maldito caso. Nuestro supuesto asesino en serie ha eliminado a una agente federal secreta. Es una coincidencia enorme. Tenemos que volver sobre el primer asesinato, la abogada, y ver si hay alguna conexión entre ella y esta policía. Y tenemos que comprobar qué relación tienen con Angelika Blüm. -Se volvió hacia Van Heiden-. Tendremos que echarle la bronca a alguien, Herr Kriminaldirektor. Estamos hasta el cuello de mujeres despedazadas, y estos idiotas andan jugando a los espías. Tendrían que habernos informado de la identidad de esta chica en cuanto apareció muerta.
– Ya sabemos a qué venía esa llamada telefónica de doce minutos a un número inexistente -le interrumpió Werner.
Fabel dio una palmada sobre la mesa.
– ¡Dios santo…, tienes razón! Klugmann debió de llamar para recibir instrucciones. El pobre estaba de verdad en estado de choque aquella noche. Se encuentra a su contacto como recién salida del matadero y llama a su control para saber qué tiene que hacer. Le dicen que llame a la policía, pero que siga adelante con la operación y siga infiltrado. ¡Cabrones! -Se volvió de nuevo hacia Van Heiden-. Esto es obstrucción y ocultación de pruebas. Quiero que alguien acabe en la cárcel por esto. ¿Cuento con su apoyo?
Fabel esperaba que a Van Heiden le molestaría que le hiciera esa pregunta delante de todo el equipo. Sin embargo, el rostro de Van Heiden transmitió firmeza, seriedad y determinación.
– Me aseguraré de que consigas lo que necesites, Herr Kriminalhauptkommissar.
Fabel asintió con la cabeza para darle las gracias. Van Heiden sería muchas cosas, pero también era un policía serio y honrado. Fabel se volvió hacia sus dos tenientes.
– Buen trabajo, María, buen trabajo. Igualmente, Werner, por establecer la relación con la llamada telefónica.
– Hablando de eso… -dijo Van Heiden, y descolgó el teléfono de la sala de reuniones y pulsó el botón de su secretaria-. Póngame con el Hauptkommissar Wallenstein del BAO.
Con urgencia, Fabel indicó a su jefe que se detuviera. Van Heiden canceló la llamada y colgó el auricular.
– ¿Qué tienes en mente, Fabel?
Fabel sacó el móvil de Klugmann de la bolsa de pruebas. Miró de manera inquisidora a Van Heiden, quien asintió con la cabeza de forma breve y seria. Fabel encendió el teléfono y pulsó la tecla de rellamada del último número marcado. Al otro lado de la línea, el teléfono sonó tres veces. De nuevo, nadie habló cuando descolgaron.
– Soy el Kriminalhauptkommissar Fabel de la Mordkommission de la policía de Hamburgo. Quiero que me escuche con mucha atención y transmita esta información a quien esté al mando. Su operación está en peligro. Lo sabemos todo acerca de Tina Kramer y su otro agente. -Fabel tuvo mucho cuidado en no mencionar el nombre de Klugmann: aún seguía en su papel de infiltrado, y si el presentimiento que había tenido Fabel sobre quién escuchaba al otro lado no era correcto, el error que cometería podría ser letal-. Estoy con el Kriminaldirektor Van Heiden de la policía de Hamburgo y pasaremos un informe completo de la situación al Erste Bürgermeister y al Bundeskriminalamt. -Fabel hizo otra pausa. Tampoco obtuvo respuesta, pero no le colgaron. Ahora la voz de Fabel adoptó un tono más duro, más intenso-. Su agente está en peligro, y su tapadera ha quedado al descubierto. Fuera lo que fuera lo que esperaban alcanzar, ya no es alcanzable. Lo único que están haciendo es obstruir una importante investigación de asesinato. Si no colaboran con nuestra investigación con transparencia total, le prometo que me aseguraré de que se presenten cargos contra aquellas personas que estén detrás de esta operación.
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