Arne Dahl - El que siembra sangre

Здесь есть возможность читать онлайн «Arne Dahl - El que siembra sangre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El que siembra sangre: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El que siembra sangre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El que siembra sangre es la nueva novela de Arne Dahl, autor sueco de la novela Misterioso. Nuevamente, el protagonista es el inspector Paul Hjelm. Un año ha transcurrido desde la constitución del Grupo A, la unidad especial para la resolución de crímenes violentos de carácter internacional a la que Paul Hjelm pertenece. Debido a que no hay suficientes casos adecuados a sus objetivos y habilidades, los círculos policiales suecos comienzan a cuestionar la necesidad de la existencia de una unidad tan especializada.
Pero como si de un guiño del destino se tratase, el Grupo A recibe un aviso: un asesino en serie ha matado a un hombre por medio de un macabro ritual en el aeropuerto de Newark, en Nueva York, y viaja con su billete hacia Estocolmo. Se desconocen su nombre y su aspecto. El equipo entero se traslada de prisa al aeropuerto, pero, pese al operativo desplegado, el asesino escapa y empieza a matar en Estocolmo.
No parece que el móvil de sus asesinatos fuera el placer, un deseo retorcido o perverso. Hay un patrón en lo que hace, pero no está claro cuál es. Buscando averiguarlo, Paul viaja a Estados Unidos junto a su colega Kerstin Holm para entrevistarse con el FBI. Durante su ausencia, los asesinatos se suceden en Suecia ante el aprieto de los investigadores, que sólo cuentan como pista el pasado de la víctima de Newark y el método utilizado para asesinarla: una técnica de tortura que parece remitir a un criminal veterano, avispado y enormemente cruel.
Arne Dahl es el seudónimo del escritor sueco Jan Arnald, autor de novela negra conocido por su serie de libros Intercrime. La obra de Dahl contiene un gran trasfondo social y ha sido traducida a más de diez idiomas.

El que siembra sangre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El que siembra sangre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Contraseña?

Hultin miró a Holm y a Norlander. Los dos negaron con la cabeza.

– Vikingo azul -probó Hultin.

– Mierda -soltó Justine antes de colgar.

– Joder -exclamó Hultin.

– ¿Ruido de fondo? -preguntó Kerstin Holm.

Hultin negó con la cabeza. Volvió a marcar el número. No hubo respuesta.

Entró en su oficina y cerró la puerta tras de sí. Eran las cinco menos cuarto. Dentro de poco más de una hora, el carguero Vega se haría al mar desde el puerto de Karlshamn. Lo perderían. Los indicios que conducían a Karlshamn resultaban demasiado vagos: una insinuación de una amiga sobre la visita de Justine a la ciudad vecina de Karlskrona, un restaurante que se llamaba Vikingo Azul, al que quizá deberían poner bajo vigilancia enseguida, lo que le obligaría a implicar a la policía de Blekinge y ¿cómo lo explicaría? No lo tenía claro ni él mismo. ¿Debería dejar zarpar al Vega o llamar a la policía provincial? Se quedó sentado en su despacho, con los hombros caídos como si soportaran un inmenso peso.

Kerstin Holm y Viggo Norlander seguían en el pasillo. Todo se les antojaba confuso. ¿Adónde les llevaban las ideas de Hultin?

Apareció Hjelm. Con un ojo morado.

– No me preguntéis -dijo, y añadió con aire de misterio-. Las mujeres.

– El pueblo de Bro -empezó Kerstin mientras le señalaba con el dedo-. Te quería comentar algo, lo tengo en la punta de la lengua, algo relacionado con Bro.

– Bro, Bro, bollo, menudo embrollo… -canturreó sin sentido y con cara de resignación Norlander, para acto seguido lanzar una amarga mirada a la sala donde se encontraba Fawzi Ulaywi-. Allí está, con el destino del mundo en sus manos, y no va a decir nada.

– ¿Quién es? -preguntó Hjelm.

– ¿No es Bro un nombre bastante común? -comentó Holm.

– El que ayudó a Justine a esfumarse -explicó Norlander-. Iraquí. Uno de los que se ocultan tras la supuesta organización humanitaria Orpheus Life Line. Sin duda, espías del fundamentalismo islamista. Es nuestro único vínculo con las ojivas nucleares.

– Se trata de dispositivos de control -puntualizó Hjelm- para cabezas nucleares.

– ¿Me estáis escuchando? -insistió Holm.

– Deberíamos meterle una de esas ojivas por el culo -dijo Norlander-. ¿No estaría moralmente justificado entrar en esa sala y presionarlo al máximo?

– ¿Igual que Wayne Jennings? -preguntó Kerstin Holm-. ¿Nos ha hecho a su imagen y semejanza? ¿Tan rápido?

– ¿Qué has dicho? -preguntó Paul Hjelm.

– Que somos marionetas del Asesino de Kentucky.

– No. Antes. Sobre Bro.

– Que si no era Bro un nombre bastante común. ¿Te refieres a eso?

– ¿Quieres decir que me he confundido de sitio? ¿Y dónde están los otros pueblos con ese nombre?

– Y yo qué sé. Sólo era una idea.

– Si Herman es un amante y se ven todos los martes, entonces no puede estar muy lejos.

– Pero tal vez Herman no sea un amante. Arto la estaba presionando; la sorprendió con su truco de la agenda, así que tuvo que inventarse algo en ese mismo momento, rápido. Quizá Herman era un nombre auténtico que le salió sin querer, y luego pretendió despistar con la mentira de que era su amante.

Entraron corriendo en el despacho de Kerstin y consiguieron dar con un mapa de carreteras. Bro en Uppland, Bro en Värmland, Bro en Bohuslän… y Bro en Gotland.

– A unos pocos kilómetros de Visby -constató Kerstin-. Un pequeño pueblo costero.

Norlander se puso delante del ordenador y entró en el registro telefónico. Había dos Herman en el pequeño pueblo de Bro, al noreste de Visby.

Hjelm sacó el móvil, pero Kerstin se lo quitó y marcó el primero de los dos números.

– Bengtsson -contestó alguien con un sonoro acento de la isla de Gotland.

– Herman -dijo Kerstin-. Soy Justine.

Se hizo el silencio. Cuanto más duraba el silencio, más aumentaba la esperanza.

– ¿Por qué me vuelves a llamar? -preguntó Herman Bengtsson al final-. ¿Ha pasado algo?

– No, era sólo para asegurarme -se le ocurrió a Kerstin.

– Estoy de camino.

Ella colgó, cerró el puño en un breve gesto de victoria y acto seguido todos salieron disparados en busca de Hultin.

El helicóptero despegó cinco minutos más tarde desde el helipuerto del edificio de la policía. «Como tiempo de reacción no está mal», pensó Hultin, que iba sentado al lado de Norlander leyendo sus papeles.

– El buque de carga Lagavulin sale del puerto de Visby a las 20.30 horas. Ahora son las cinco y cuarto. Debería darnos tiempo de sobra.

– ¿No es Lagavulin un whisky de malta? -preguntó Hjelm.

– El mejor -apostilló Chávez-. Intensamente ahumado y con un potente aroma a turba quemada.

Debajo de ellos se divisaban las últimas islas del archipiélago, ahogadas en la intensa lluvia. Hjelm identificó Utö. Después ya era mar abierto, un mar muy castigado por el viento, casi más blanco que negro. El helicóptero daba bandazos sacudido por la insistente tormenta otoñal. Hjelm echó un vistazo al piloto; no le gustó nada la expresión de su cara. Tampoco inspiraba mucha confianza el semblante de Norlander, que, de pronto, cogió un casco que colgaba de la pared del helicóptero para devolver en él.

También otros se vieron afectados por los mismos males. El piloto sacó bolsas de plástico para proteger los cascos restantes. La piel blanca de Arto Söderstedt se volvió verde menta, y Hjelm advirtió que sus propios vómitos más o menos coincidían con ese color. Sólo Hultin y Holm lograron conservar sus respectivos contenidos estomacales. Un grupo muy mediocre de policías salió en tropel al discreto helipuerto, situado al este de Visby, donde dos coches alquilados los estaban esperando. Permanecieron un rato al aire libre dejándose regar por la lluvia. Resultaba extrañamente purificador. El color volvió a sus rostros. Resucitaron. Ahora la cuestión era qué sorpresa les tendría preparada Justine Lindberger en el puerto.

Atravesaron Visby y bajaron al mar bordeando el atracadero de los ferries. Superaron los grandes transbordadores que hacían la ruta entre el continente y la isla de Gotland y se fueron acercando al Lagavulin. El barco estaba atracado al final del muelle junto al dique norte, embistiendo una y otra vez contra una fila de neumáticos.

El Lagavulin no era un auténtico carguero. Por su tamaño más bien se parecía a un gran barco de pesca. Se hallaba completamente solo, allí al fondo del muelle. No se vislumbraba ninguna señal de vida. Una bandada de gaviotas volaba en círculos alrededor del barco, como buitres en torno a un cadáver en el desierto. Más allá, en el mar Báltico, avanzaba un enorme petrolero, como un inmenso monstruo marino, frío e inaccesible; las luces de situación brillaban débilmente a través de la cortina de lluvia. El cielo parecía inusualmente bajo, como si las espesas nubes hubieran bajado a lamer la superficie terrestre, como si se hallaran en el corazón del Diluvio Universal. ¿Seguiría existiendo, al otro lado, la gran claridad, pura y soleada? ¿O era una utopía? ¿Había ya siquiera espacio en este mundo para la claridad?

Se reunieron en torno a los coches, que habían aparcado a una distancia prudencial, junto a la universidad. Se iban acercando al muelle, casi invisibles en la oscuridad, y agachados echaron a correr hacia el fondo del mismo. El leve aroma a ozono de la tormenta quedaba ahogado por el olor a mar.

Estaban cerca. No había ni rastro de vigilancia. Se agruparon al pie de la pasarela, empapados.

Chávez y Norlander subieron a bordo primero, sigilosos, con las armas en alto. Luego Hjelm y Holm. Los últimos Söderstedt y Hultin. Todos le habían quitado el seguro a sus armas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El que siembra sangre»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El que siembra sangre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El que siembra sangre»

Обсуждение, отзывы о книге «El que siembra sangre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x