Pat apretó los labios al acercarse para buscarle el pulso.
– Aja, está vivo. ¿Qué pasa con ella?
– Es la mujer de Jimmy Spinks. ¿Has oído hablar de Jimmy Spinks?
Pat negó con la cabeza.
– ¿Quién es Jimmy Spinks?
Nardo se quedó un momento pensando.
– Olvídalo.
Pat se encogió de hombros, como si olvidar cosas como ésa fuera una parte normal del trabajo.
Nardo inspiró hondamente.
– Necesito que Tommy y tú subáis para garantizar la seguridad de este lugar. Ahora que sabemos que éste es el cabrón que los mató a todos, el equipo forense tendrá que volver y pasar la casa por un cedazo.
Pat y Tommy intercambiaron miradas de inquietud, pero salieron de la estancia sin protestar. Cuando Tommy pasó junto a Gurney, le dijo con la misma naturalidad que si comentara una mancha de caspa:
– Tiene un trozo de cristal clavado en la cabeza.
Nardo esperó a que las pisadas terminaran de subir la escalera y a que la puerta del sótano se cerrara.
– Retroceda. Su voz era un poco nerviosa.
Gurney sabía que en realidad le estaba diciendo que se alejara de las armas el revólver de Dermott en lo poco que quedaba del relleno del ganso, la pistola de tobillo de Nardo en el bolsillo de Dermott y la formidable botella de whisky en la almohada, pero cumplió sin protestar.
– Muy bien -dijo Nardo, tratando de aparentar control de sí mismo-. Le voy a dar una oportunidad de explicarse.
– ¿Le importa que me siente?
– Como si quiere hacer el pino. ¡Hable! ¡Ahora!
Gurney se sentó en la silla, junto a la lámpara rota.
– Estaba a punto de dispararle. Estaba a dos segundos de tener una bala en la garganta, o en la cabeza o en el corazón.Sólo había una forma de detenerlo.
– No le dijo que parara. Le dijo que me disparara-. Nardo tenía los puños tan apretados que Gurney vio puntos blancos en los nudillos.
– Pero no lo hizo, ¿verdad?
– Pero usted le dijo que lo hiciera.
– Porque era la única forma de detenerlo.
– La única forma de detenerlo… ¿Se ha vuelto loco? -Nardo tenía la mirada de un perro asesino al que estaban a punto de soltar.
– El hecho es que está vivo.
– ¿Está diciendo que estoy vivo porque le dijo que me matara? ¿Qué clase de locura es ésta?
– Los asesinos en serie son obsesos del control. Control total. Para Gregory eso significaba controlar no sólo el presente y el futuro, sino también el pasado. La escena que quería que representara era la tragedia que ocurrió en esta casa hace veinticuatro años, con una diferencia fundamental. Entonces el pequeño Gregory no pudo impedir que su padre cortara la garganta de su madre. Ella nunca llegó a recuperarse, y él tampoco. El Gregory adulto quería rebobinar la cinta y empezar otra vez para poder cambiarlo. Quería que usted hiciera todo lo que hizo su padre hasta el momento de levantar la botella. Entonces iba a matarle, para desembarazarse del horrible borracho, para salvar a su madre. Eso es lo que fueron los otros asesinatos, intentos de controlar y matar a Jimmy Spinks, controlando y matando a otros borrachos.
– Gary Sissek no era un borracho.
– Quizá no. Pero Gary Sissek estaba en el cuerpo al mismo tiempo que Jimmy Spinks, y apuesto a que Gregory lo reconoció como amigo de su padre. Quizás incluso como compañero de copas ocasional. Y el hecho de que usted también estuviera en el cuerpo entonces probablemente lo convertía en la mente de Gregory en un perfecto sustituto; la forma perfecta para que él pudiera volver al pasado y cambiar la historia.
– Pero ¡le dijo que me disparara! -El tono de Nardo seguía siendo de discusión; sin embargo, para alivio de Gurney, la convicción estaba debilitándose.
– Le dije que le disparara porque la única forma de detener a un asesino obsesionado por el control, cuando tu única arma son las palabras, es decir algo que le haga dudar de que de verdad tiene el control. Parte de la fantasía de este tipo de psicópata es que está tomando todas las decisiones, que es todopoderoso y que nadie tiene el poder de superarlo. Has de hacerle pensar en la posibilidad de que esté obrando exactamente como tú quieres que actúe. Si te opones directamente a él, te matará. Si ruegas por tu vida, te matará. En cambio, decirle que haga exactamente lo que está a punto de hacer le funde el circuito.
Nardo parecía estar intentando descubrir un fallo en la historia.
– Sonaba muy… auténtico. Había odio en su voz, como si de verdad me quisiera muerto.
– Si no hubiera sido convincente, no estaríamos teniendo esta conversación.
Nardo cambió de plano.
– ¿Y lo del tiroteo en la autoridad portuaria?
– ¿Qué?
– ¿Disparó a un tipo porque le recordaba a su padre borracho?
Gurney sonrió.
– ¿Qué es lo que tiene gracia?
– Dos cosas. Primero: nunca he trabajado cerca de la autoridad portuaria. Segundo: en veinticinco años en el departamento, nunca disparé el arma. Ni una sola vez.
– ¿Era todo mentira?
– Mi padre bebía demasiado. Eso era… complicado. Aun cuando estaba allí, no estaba allí. Pero disparar a un extraño no habría ayudado mucho.
– Entonces, ¿cuál era el motivo de contar toda esa mierda?
– ¿El motivo? Hacer que ocurriera lo que ha sucedido.
– ¿Qué coño quiere decir?
– Por el amor de Dios, teniente, estaba tratando de atraer la atención de Dermott el tiempo suficiente para darle una oportunidad de hacer algo con esa botella de casi un kilo que tenía en la mano.
Nardo lo miró sin comprender, como si la información no encajara del todo con los espacios en blanco en su cerebro.
– Esa historia del niño al que atropello el coche… ¿Eso también era mentira?
– No, eso era verdad. Se llamaba Danny-. La voz de Gurney se hizo áspera.
– ¿Nunca pillaron al conductor?
Gurney negó con la cabeza.
– ¿No había pistas?
– Un testigo dijo que el coche que atropello a mi hijo, un BMW rojo, había estado aparcado toda la tarde delante de un bar de esa misma calle y que el tipo que salió del bar y se metió en el coche estaba obviamente borracho.
Nardo pareció reflexionar sobre aquello.
– ¿Nadie en el bar pudo identificarlo?
– Aseguraron que nunca lo habían visto antes.
– ¿Cuánto tiempo hace que pasó?
– Catorce años y ocho meses.
Se quedaron un rato en silencio; entonces Gurney volvió a hablar en voz baja y vacilante.
– Estaba llevándolo a los juegos del parque. Una paloma caminaba por la acera y Danny la estaba siguiendo. Yo sólo estaba allí a medias. Tenía la cabeza en un caso de homicidio. La paloma bajó de la acera a la calzada y Danny la siguió. Cuando me di cuenta de lo que estaba ocurriendo ya era demasiado tarde. Había terminado.
– ¿Tiene otros hijos?
Gurney vaciló.
– No con la madre de Danny.
Entonces cerró los ojos y ninguno de los hombres dijo nada durante un buen rato. Finalmente, Nardo rompió el silencio.
– ¿Así que no queda duda de que Dermott es el hombre que mató a su amigo?
– No hay duda -dijo Gurney. Le sorprendió el agotamiento en ambas voces.
– ¿Y a los otros también?
– Eso parece.
– ¿Por qué ahora?
– ¿Eh?
– ¿Por qué esperar tanto?
– Oportunidad. Inspiración. Casualidad. Mi hipótesis es que se encontró diseñando un sistema de seguridad para una gran base de datos de seguros médicos. Tal vez se dio cuenta de que podía escribir un programa para extraer todos los nombres de hombres que habían sido tratados por alcoholismo. Ése sería el punto de partida. Sospecho que se obsesionó con las posibilidades. Al final se le ocurrió su ingeniosa idea para encontrar en las listas a hombres lo bastante asustados y vulnerables para enviar esos cheques. Hombres a los que podía torturar con sus pequeños poemas. En algún momento del proceso, sacó a su madre de la residencia donde la había internado el estado después de quedar discapacitada.
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