Jeff Lindsay - Dexter por decisión propia

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Dexter por decisión propia: краткое содержание, описание и аннотация

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Psicópata desde la infancia, Dexter Morgan fue instruido por su padre en el arte del camuflaje: el forense diurno de la policía de Miami deja paso, cuando cae la noche, al asesino en serie de aquellos criminales que han escapado a la acción de la justicia. Pero haber conseguido el disfraz perfecto le va a servir de poco.
Al regreso de su luna de miel parisina, Dexter debe investigar la aparición de una serie de cadáveres dispuestos como obscenas obras de arte. Y, cuando su hermana es salvajemente atacada por el asesino, nuestro lunático favorito se verá luchando por salvar aquello que tanto le había complicado la vida: su propia familia.
En el cuarto episodio de su entrañable personaje, Jeff Lindsay vuelve a mostrarse tan sangriento como ingenioso. Y los fans de la serie televisiva disfrutarán aún más, ya que estas aventuras siguen caminos paralelos pero diferentes a los de la pequeña pantalla.

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En cualquier caso, estaba muy claro que debía ofrecer algún comentario, de modo que reprimí la tentación de decir, «Para empezar, no entiendo por qué te quiere», de modo que rebusqué en mi bolsa de tópicos y me salí con, «Pues claro que te quiere. Es que acaba de salir de una situación terrible. Tardará tiempo en recuperarse».

Chutsky me miró durante varios segundos, por si tenía algo más que decir, pero no fue así. Desvió la vista y bebió su café.

—Puede que tengas razón.

—Pues claro que sí. Dale tiempo para recuperarse. Todo saldrá bien.

No me fulminó ningún rayo cuando lo dije, y supuse que tal vez tenía razón.

Terminamos nuestro café en un relativo silencio, mientras él meditaba sobre la posibilidad de que ya no le amaran, y Dexter miraba nervioso el reloj, ahora que se estaba acercando el mediodía, la hora de marchar y tender una emboscada a Weiss, de modo que no me mostré muy amigable cuando vacíe por fin mi taza y me levanté para marchar.

—Volveré más tarde —comenté, pero Chutsky se limitó a asentir y dio otro sorbo pensativo a su café.

—De acuerdo, colega. Hasta luego.

26

La zona de Golden Lakes conspiraba contra el derecho canónico de los bienes raíces de Miami. Pese al hecho de que llevaba la palabra «lagos» en su nombre, había varios lagos en la zona, y uno de ellos terminaba en el lado más alejado del patio de recreo de la escuela. La verdad, a mí no me parecía terriblemente dorado, sino más bien de un verde lechoso, pero no había forma de negar que era un lago, o al menos un estanque grande. Aun así, me daba cuenta de la dificultad de intentar vender una zona llamada «Estanque Verde Lechoso», de modo que tal vez los de las inmobiliarias sabían lo que estaban haciendo, lo cual sería una violación más de la costumbre.

Llegué a Golden Lakes mucho antes de que las clases hubieran terminado y di la vuelta al perímetro un par de veces, en busca de un lugar favorable para Weiss. No había ninguno. La calle de la zona este terminaba en el punto donde el lago casi llegaba a un lado de la valla. Ésta era de tela metálica y rodeaba toda la escuela, incluso por la parte que daba al lago, por si una rana hostil intentaba entrar en los terrenos, estoy seguro. Casi en el punto donde la carretera lateral terminaba en el lago, había una puerta en la valla, al final del campo de juego, pero cerrada con una cadena y un candado grande.

Aparte de eso, la única forma de atravesar la valla era por la parte delantera del colegio, vigilada por un puesto de guardia, con un coche de la policía aparcado al lado. Si intentabas entrar durante las horas de clase, el guardia o el policía te lo impedirían. Si intentabas hacerlo a la hora de entrada o salida, cientos de profesores, mamás y guardias de tráfico te detendrían, o al menos te pondrían las cosas demasiado difíciles y arriesgadas para que te sintieras a gusto.

Por lo tanto, la solución consistía en que Weiss se apostara temprano. Y yo tenía que adivinar dónde. Me puse la Gorra Pensante de los Pensamientos Oscuros y recorrí poco a poco el perímetro una vez más. Si yo quisiera secuestrar a alguien de la escuela, ¿cómo lo haría? En primer lugar, tendría que ser al entrar o al salir, puesto que era demasiado difícil saltarse la seguridad de la escuela en mitad de las clases. Y eso significaba en la puerta principal, por eso toda la seguridad se concentraba allí, desde el policía de guardia hasta el profesor de manualidades.

Por supuesto, si antes podías atravesar la valla y atacar mientras toda la seguridad estaba concentrada en la puerta principal, eso facilitaría mucho más las cosas. Pero para ello, tendrías que atravesar la valla o saltarla en un punto donde no te vieran, o en un punto donde pudieras entrar en la escuela con suficiente rapidez para que te diera igual que te vieran.

Pero por lo que yo veía, dicho lugar no existía. Recorrí en coche el perímetro una vez más: nada. La valla estaba bastante apartada de los edificios por todas partes, salvo por delante. El punto más débil, en apariencia, era el estanque. Había un bosquecillo de pinos y matorrales entre éste y la valla, pero todo se encontraba demasiado lejos de los edificios del colegio. Era imposible saltar la valla y atravesar el terreno sin que te vieran.

Y no podía recorrer en coche el perímetro una vez más sin despertar sospechas. Me desvié por una calle lateral que daba al lado sur de la escuela, aparqué y medité. Todos mis aplicados razonamientos me conducían a creer que Weiss intentaría secuestrar a los niños allí, esta tarde, y esta implacable lógica acerada iba secundada por un ardoroso e indiscutible arrebato del Pasajero. Pero ¿cómo? Desde donde estaba sentado divisaba la escuela, y tenía el presentimiento de que Weiss estaba cerca, haciendo lo mismo que yo. Pero él no se limitaría a atravesar la valla como una exhalación y confiar en que hubiera suerte. Había estado vigilando, tomando nota de los detalles, y habría forjado un plan. Y a mí me quedaba una media hora para adivinar cuál era ese plan y encontrar una forma de frustrarlo.

Miré en diagonal hacia el bosquecillo que se alzaba junto al lago. Era el único lugar donde había alguna especie de protección. Pero ¿y qué, si la protección desaparecía en la valla? Entonces, algo llamó mi atención a la izquierda, y me volví a mirar.

Una furgoneta blanca había parado y aparcado junto a la puerta cerrada con candado, y una figura bajó, con una camisa verde lima, una gorra a juego y una caja de herramientas, muy visible incluso desde lejos. La figura se encaminó hacia la puerta, dejó en el suelo la caja y se arrodilló ante la cadena.

Por supuesto. La mejor forma de ser invisible consiste en ser completamente visible. Integrarse en el paisaje. He venido a arreglar la valla, y no existe la menor necesidad de mirarme, ja ja.

Puse en marcha el coche. Rodeé el perímetro poco a poco, con el ojo pegado a la mancha verde brillante, y sentí que mis alas frías se desplegaban. Le tenía, justo donde había supuesto. Pero no podía aparcar y abalanzarme sobre él, claro está. Tendría que acercarme con cautela, dando por sentado que conocía el aspecto de mi coche, dando por sentado que tendría los ojos abiertos de par en par, al acecho de la posibilidad de que apareciera Dexter.

De modo que para el carro y piénsalo bien. No cuentes sólo con las alas oscuras para que te ayuden a superar todos los obstáculos. Mira con cuidado y observa cosas. Por ejemplo, Weiss estaba dando la espalda a su furgoneta, y la furgoneta estaba aparcada de lado, con el morro hacia la valla, y ocultaba la vista del estanque. Porque, por lógica, nada podía atacarle desde aquel lado.

Lo cual significaba, por supuesto, que Dexter sí lo haría.

Conduje con mucha lentitud, procurando no llamar la atención, di la vuelta y regresé al lado sur de los terrenos de la escuela. Seguí la valla hasta el final, donde terminaba la carretera y empezaba el estanque. Aparqué en ese punto de la carretera, delante de la barricada metálica, invisible para Weiss, parado ante la puerta cerrada con candado, y bajé. Avancé con celeridad hacia el estrecho sendero que corría entre el lago y la valla.

Sonó el timbre en el lejano edificio de la escuela. Habían terminado las clases y Weiss tendría que actuar ahora. Le veía, todavía arrodillado ante el candado. No vi sobresalir los largos brazos de unos alicates, y tardaría unos minutos en abrir el candado o cortarlo. Pero una vez en el interior podría seguir el perímetro de la valla sin prisas, fingiendo que inspeccionaba la tela metálica. Llegué al borde del bosquecillo y lo atravesé a toda prisa. Pasé con cuidado por encima de pequeños montones de basura (latas de cerveza, botellas de gaseosa de plástico, huesos de pollo y otros objetos menos agradables) y llegué al extremo, deteniéndome sólo un momento ante el último árbol para comprobar que Weiss seguía en el mismo sitio, forcejeando con el candado. La furgoneta se interponía y no podía verle, pero me pareció que la puerta continuaba cerrada. Respiré hondo, absorbí la oscuridad y dejé que fluyera a través de mi cuerpo, y después salí al sol brillante.

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