Con una mano temblorosa, Nikolai suavizo los pinchazos oscuros ya cerrados de un lado de la hermosa garganta de Renata. “Estas segura?” él le pregunto, su voz apenas reconocible para el mismo, estaba tan seca y desesperada. “Renata… Quiero que estés segura.”
“Si,” ella se arqueo hasta confírmalo con su empuje, su constante mirada suplicante. “Si.”
Con un gruñido salvaje enroscándose en su garganta, Nikolai desnudo sus colmillos y descendió sobre ella.
El dulce sabor de la sangre de Renata surgiendo en su boca lo nielo totalmente como patada rotunda en el estomago. Ah, Cristo, ahora lo sabía. Cuantas veces habia especulado el trasero de otros guerreros acerca de estar emparejados y encontrar a una hembra que los haría deslumbrar a cualquier otro? Fácilmente cientos de veces. Miles, probablemente.
Que mierda de desorientado habia estado.
Ahora lo sabía. Renata lo tenía, incluso antes de que el mismo se hubiera dado con su mordedura. Estaba de rodillas ante esta mujer, y con gusto se quedaría allí por el resto de su vida.
Niko bebió aun más, ahogándose en el placer del vínculo que habia forjado a través de la unión de sangre y el ritmo desorbitado de sus cuerpos unidos. Sus dientes que todavía la mantenían debajo de él mientras tomaba su último trago de ella, Nikolai se corrió de nuevo, esta vez mas fuerte, una descarga asombrosa que lo golpeo como un tren de carga. Se aferro a ella, estremeciéndose con intensa satisfacción. Aunque pudiera haber bebido a sorbos de su vena durante toda la noche, Nikolai se obligo alejarse, sellando sus heridas con una tierna barrida de su lengua.
El se quedo mirándola, su iluminada mirada en su piel. “Te amo,” jadeo e, necesitando que lo escuchara y le lo creyera. Quería que ella lo recordara después de esta noche, después de que lograran ubicar a Fabien al norte y Nikolai la explicara por qué habia sentido la necesidad de mentirle hoy. Beso su mentón, su mejilla, su frente. “Te amo. Renata.”
Ella le sonrió soñolientamente. “Mmmm… me gusta realmente como suena eso.”
“Entonces tendré que asegurarme de que lo oigas mucho.”
“De acuerdo.” Murmuro ella, sus dedos jugando con su cabello – empapado de sudor sobre su nuca. “Eso fue increíble, por cierto. Siempre va hacer así de bueno?”
El gimió. “Tengo la sensación de que solo podría mejorar.”
Ella rio, y la vibración hizo despertar de nuevo su sexo. “Si continuas así, voy a tener que volver a entrar y tomar otra ducha.”
Él le dio un movimiento sexi y poderoso a su pelvis, encaminando su erección aun más profunda.
“Oh, puedo continuar. No te preocupes, eso nunca va hacer un problema cundo estés cerca.”
“Mejor deberías tener cuidado, o yo podría obligarte a eso.”
Niko rio entre dientes a pesar de su pesado humor. “Corazón, me puedes obligar de cualquier manera que quieras.”
La beso de nuevo, y gruño de placer cuando ella envolvió sus piernas alrededor de él y lo hizo rodar en su espalda para comenzar una lenta, y tortuosa embestida.
Traducido por Sheilita Belikov
Hubo una época en que Andreas Reichen con casi trescientos años de andar en esta Tierra cuando la muerte había llovido sobre él como un diluvio. En otro tiempo, cuando una disparatada, ola brutal de masacre había visitado de otra manera su dominio pacifico.
En aquel entonces, en el verano húmedo de 1809, había sido una manada de vampiros Renegados que habían forzado su entrada a este mismo Darkhaven violando y matando a varios de sus familiares. El ataque había sido una cosa al azar, la mansión y sus residentes sólo tuvieron la mala suerte de estar en el camino de una pandilla de Renegados adictos a la sangre. Habían maltratado su entrada mas allá de las puertas sin protección y ventanas, alimentándose y matando a demasiados inocentes… a pesar de todo hubo sobrevivientes. Los Renegados habían dado rienda suelta a su horror y pasado como la peste que eran, finalmente fueron cazados y destruidos por un miembro de la Orden que había venido a ayudar a Reichen.
La matanza en ese entonces había sido insoportable, pero no había sidocompleta.
Lo que enfrento Reichen a su regreso a casa esta noche había sido un ataque calculado. No una entrada de fuerza bruta, sino traición. Un enemigo bienvenido dentro como un amigo. Y la masacre que había ocurrido aquíen esta ocasión-probablemente en las primeras horas de la mañana, justo antes de la salida del sol-había sido una aniquilación total.
Nadie se había salvado.
Ni siquiera el alma más joven en la residencia.
Con un terrible silencio que impregnaba el aire como una enfermedad, Reichen caminó a través de la sangre y la destrucción como uno de los mismos muertos. Sus pasos siguieron la pista de manchas pegajosas escarlatas en el mármol del vestíbulo y la sala, más allá de su joven sobrino, que había estado tan contento de nombrar a Reichen padrino de su hijo recién nacido hace apenas unas semanas. El nuevo padre pelirrojo tendido en la puerta había sido el primero en morir, Reichen adivinó, incapaz de mirar la cara sin vida que miraba sin ver la escalera llena de balas que conduce a los dormitorios de los Darkhaven en los pisos superiores.
Más muerte esperaba en el pasillo fuera de la biblioteca, donde otrosmachos habían sido cortados a medio paso. Aún más vidas extinguidas cerca de la escalera a la bodega, uno de los primos de Reichen y su Compañera de Raza, ambos muertos mientras trataban de escapar de los disparos.
No vio el cuerpo del niño hasta que casi tropezó con él-un niño vampiro de cabello revoltoso que evidentemente había intentado esconderse en uno de los gabinetes del aparador en el comedor. Sus asaltantes lo sacaron y lo mataron como a un perro en la antigua alfombra persa.
"Buen Cristo" Reichen sofocado, cayó en sus rodillas y levanto lamano blanda del niño a su boca para acallar su gutural grito. "Por el amor deDios… ¿por qué? ¡Por qué ellos y no yo!”
"Él dijo que sabrías por qué."
Reichen cerró los ojos ante el sonido rígido de la voz de Helene. Ellahablaba muy despacio, las sílabas demasiado planas… carente de matices.
Despiadada.
Él no tenía necesidad de darse la vuelta para hacerle frente para saber que sus ojos parecerían extrañamente muertos para él ahora. Muertos porque toda su calidez-toda su humanidad-había sido recientemente purgada fuera de ella.
Ya no era su amante, ni su amiga. Ella era un Subordinado.
"¿Quién te convirtió?" él preguntó, dejando ir la mano del niño muerto."¿A quién perteneces ahora?"
"Tú debes saberlo, Andreas. Tú me enviaste a él, después de todo."
Hijo de puta.
Reichen apretó su mandíbula, los molares casi agrietándose por la presión."Wilhelm Roth. Te envió aquí para hacerme esto. Él te utilizó para destruirme."
Que Helene no dijera nada solo hizo la comprensión del golpe más profunda. Tan desgarrador como sería mirar los ojos de su ex amante y ver una apariencia sin alma de la mujer que él había cuidado, Reichen tenía que verlopor sí mismo.
Se levantó y se volvió lentamente. "Oh, Cristo. Helene…"
Sangre seca salpicada en su cara y ropa-casi cada pulgada cuadrada de ella, cubierta en la sangre de sus más apreciados amigos y familiares. Ella debe haber estado allí en el centro de toda la masacre, un insensible, testigo no afectado en todo esto.
Ella no dijo nada cuando lo miró fijamente, con la cabeza inclinada un poco hacia un lado. Sus ojos una vez brillantes y astutos ahora como vacíos y fríos como un tiburón. Abajo a su lado, ella sostenía un gran cuchillo de carnicero de la cocina en su mano. La hoja ancha brillaba a la luz de la lámpara araña de cristal del comedor.
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