Christine Feehan - Juego Mortal

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Comenzó como una misión para encontrar a un político muy conocido cuyo avión se estrelló en el Congo. Pero la riesgosa operación tomó un giro inesperado cuando Mari, un miembro físicamente mejorado del equipo de rescate, fue tomada como rehén por las fuerzas rebeldes.
Ahora, encarcelada en un recinto aislado, Mari tiene sólo una oportunidad para sobrevivir: escapar. Pero ella no contaba con Ken Norton, un experto asesino y un guerrero Fantasmas, que lucha para dejar atrás las paredes de la prisión en una misión por sí mismo… una que involucra al propio pasado de Mari y al destino misterioso de su hermana gemela… y que unirá a Ken y a Mari en una pasión embriagadora que subirá las apuestas en el juego más mortal de supervivencia que ellos hayan jugado alguna vez.

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Un disparo pasó silbando al lado de su oreja y alcanzó a un técnico que tenía cerca, llevando al hombre contra la pared. La sangre salpicó y el técnico gritó, colocándose una mano con fuerza en el hombro. Inmediatamente todo el mundo corrió, chocándose unos contra otros, empujando y dando empellones al correr hacia las escaleras.

Ken perdió a Mari de vista al agacharse, dejando que la multitud lo ocultara, mientras buscaba al enemigo. Una descarga de balas barrió la masa que corría, derribando la gente, de modo que algunos se quedaron tirados en el suelo, y otros los pisotearon. La sangre corría por el pasillo. Ken se deslizó en la sombra de una de las entradas y disparó con rapidez a las luces, sumiendo el pasillo en sombras. Instantáneamente subió por la pared, trepando como una araña hasta que llegó a las vigas que recorrían el soporte del techo.

¡Ken! Mari sonaba ligeramente aterrorizada.

Estoy vivo. Sal de una condenada vez. Jack te cubrirá. Puedes confiar en Neil y Logan. Te llevarán al helicóptero.

No me marcharé sin ti.

Más balas recorrieron la zona donde habían estado, el enemigo sistemáticamente barriendo las zonas bajas y luego las altas, derribando despiadadamente a cualquiera que se metiera en la zona de los disparos. Ken le disparó a la luz, concentrándose en un objetivo de cuatro puntos donde debía estar el corazón.

Mari, te lo juro, te golpearé ese terco y pequeño trasero si no haces lo que te digo. ¡Vete!

Se dejó caer al suelo y se tumbó, esperando una respuesta, pero sólo hubo el sonido de los muertos al caer y los temerosos gritos de los técnicos que querían salir, pero que no eran capaces de reunir el coraje para volver a moverse. Echó un cuidadoso vistazo a su alrededor, usando su realzada visión nocturna. Un hombre estaba muerto a varios pies a su izquierda, con la pistola todavía en la mano, un charco de sangre extendiéndose bajo él. Ken se levantó de un salto y corrió a toda velocidad hacia las escaleras, saltando sobre los hombres caídos, ignorando sus gritos pidiendo ayuda.

Saltó la mitad de las escaleras, subió corriendo el resto, y salió repentinamente al pasillo del primer nivel.

¡Abajo! ¡Abajo!

El grito frenético de Mari hizo que se lanzara al suelo, rodando lo más cerca posible de una entrada, mientras su arma estaba fuera rastreando. Una descarga de balas lo mantuvo rodando, el sonido ensordecedor en los estrechos confines del corredor. Consiguió arrastrarse hasta una puerta abierta y trepar por el lateral de una pared para colocar su cuerpo directamente sobre la puerta. La chaqueta se rasgó cuando sus músculos sobresalieron, agarrando su peso extendido por encima de la entrada. Pudo ver dónde una bala había perforado el material, dejando un hueco en la tela.

Están entrando. Equipo estándar de dos hombres. Ten cuidado. Había miedo en su voz.

¿Estás bien, cariño? Él sonaba calmado, tranquilizador. Esto era por lo que vivía. Más le valía a ella saberlo. Había nacido siendo un guerrero, y cualquiera lo suficientemente estúpido como para ir tras él simplemente tenía el deseo de morir.

Tengo un cuchillo. El idiota no hizo una búsqueda rigurosa. Señala cuando estés fuera de peligro.

Él ignoró la ansiedad en la voz de Mari, manteniendo su tono con la misma nota calmada. Lo sabrás. ¿Cuántos guardias tienes centrados en ti?

Dos. Puedo encargarme de ellos; simplemente asegúrate de ocuparte de los dos tuyos. El tono de Mari igualaba el suyo, tranquilo y seguro, lleno de confianza.

Los dos soldados vaciaron sus pistolas en la puerta y las paredes de la habitación antes de colocar con un golpe nuevos cargadores y abrir de una patada lo que quedaba de puerta. Se hizo astillas y se desencajó de las bisagras, y los dos entraron en el cuarto, espalda con espalda, esparciendo balas en un semicírculo para cubrir cada pulgada de habitación.

Ahora, Mari.

Ken saltó del techo, apretando su pistola y disparándole al soldado más cercano mientras caía. Aterrizó en cuclillas y le disparó al otro. Le sacó de un tirón la bata de técnico, aunque no le gustaba el color blanco para salir en la oscuridad. ¿Estás fuera de peligro, nena? Espió por la esquina.

Un guardia yacía a los pies de Mari, obviamente muerto. El otro guardia estaba luchando con ella por el cuchillo. Ken vio que el hombre giraba el hombro y golpeaba dos veces a Mari, yendo a por la garganta. Ella consiguió girar el cuerpo lo suficiente para que él fallara su objetivo, pero los golpes la habían sacudido. Ken se acercó al guardia por detrás y usó su propio cuchillo, enterrando la hoja hasta la empuñadura en el riñón del hombre. Golpeó la cabeza del guardia con el dorso de la mano, echándolo a un lado y contra el suelo, y estiró la mano para tirar de Mari hacia sí.

Hizo una rápida evaluación, asegurándose de que no sangraba mientras giraban para correr por el pasillo.

– Van a golpearnos con todo lo que tengan -dijo-. Él no va a querer que te escapes.

– No me matará -dijo Mari con absoluta confianza-. Cree que controlé a Sean y planté la sugestión de que tuvimos sexo.

Ken le lanzó una mirada incluso mientras seguía vigilando el pasillo. Es demasiado fácil, Jack. Está tramando algo.

– ¿Descubrió eso?

– Whitney no deja pasar demasiado. Tampoco dejó que los guardias mataran a Sean. Les dijo que no lo hicieran, y eso significa que enviará a Sean tras de mí.

– Cuento con ello -dijo Ken, manteniendo sus escudos firmemente en su sitio. Lo último que ella necesitaba era sentir la cruda violencia arremolinándose en su cerebro. Quería destrozar a Sean pieza a pieza, y tenía toda la intención de hacerlo.

– Pero hará todo lo que pueda por matarte -dijo Mari-. Quiero cubrirte. Ve tú delante y yo me quedaré detrás.

Ken apuntó hacia delante.

– Lo haremos de la manera en que yo siempre lo he hecho. Tenemos ayuda esperando. Simplemente dirígete al helicóptero. Te sacaremos de aquí. -Mientras le pasaba más cargadores, le tocó la mente, no queriendo insubordinación en el medio de lo que sabía sería un infernal tiroteo.

Mari planeaba entregarse si llegaba a darse la situación de estar entre la vida de él o su libertad… y quería libertad ahora que tenía una muestra de ella. Pero estaba decidida a que él no fuera capturado y atormentado por Peter Whitney. La mujer podría desgarrarle el corazón si fuera lo suficientemente estúpido como para dejarla. Ken hizo una pausa, manteniéndose a la izquierda de la puerta, sujetando a Mari contra sí mismo. Sus labios le rozaron la parte de atrás de la cabeza.

Sin importar lo que pase, Jack, júramelo, le dirás al equipo que tenemos que sacarla. No me importa si la tienes que golpear en la cabeza y llevarla inconsciente. No va a hacerse la heroína y salvar mi trasero a costa del suyo.

La diversión de Jack era un bálsamo tranquilizante en una dolorosa herida.

Oh, lo tienes mal, hermano. Esa mujer te tiene todo pillado. Salid de una condenada vez y vayámonos. No vamos a dejar a nadie atrás.

Ken creía en pocas cosas, pero creía en su hermano. Le dio a Mari la localización del helicóptero.

– Corre. Deja que el equipo te proporcione fuego de cobertura. Sigue avanzando, y te seguiré pegado a tus talones.

Vamos a salir , le advirtió a su equipo.

Tenéis enemigos esparcidos en un semicírculo disperso, le advirtió Jack. Mitch está intentando tirarse un farol, pero no lo va a conseguir. Hubo un momento de silencio y luego un rifle se disparó. Oh, mierda, retrocedió y no se mueve.

Mari salió, corriendo con la velocidad borrosa de un soldado realzado. Ken mantuvo el paso justo tras ella. Ella no corrió en línea recta, sino que zigzagueó, intentando encontrar cobertura, en un lugar donde se podía encontrar poca. Estallaron disparos a su alrededor, pero continuaron corriendo. Ken confiaba en que Jack y los otros mantuvieran el enemigo sujeto.

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