Christine Feehan - Juego del Depredador

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Después de ser torturado, el ex SEAL y Caminante Fantasma, Jess Calhoun, regresa a su ciudad natal en Sheridan, Wyoming, donde posee una estación de radio local. Sus intenciones son vivir tranquilamente, escribir canciones y realizar su fisioterapia.
Saber Wynter contesta a un anuncio para la estación de radio… el trabajo perfecto de noche para ella. Es afortunada al alquilarle a Jess, el segundo piso de la estación, en donde también puede trabajar como un ama de casa de medio jornada.
Jess pasa la mayor parte de su tiempo encerrado y aislado en su oficina privada. Pero frente a la fragilidad e inocencia de Saber se despierta en su alma, el poderoso deseo de protegerla, cuidarla y… amarla.

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– Mantenlos cerrados -ordenó y se fue al cuarto de baño.

Saber era observadora; tenía que admitirlo, aunque no le debería de asombrar. Tenía fiebre alta, estaba aterrada de la oscuridad, y debía de estarlo aún más por su inesperado asalto. Sin embargo había advertido ese susurro de movimiento en el rincón más oscuro de la habitación. Y sus movimientos habían sido lo suficientemente tranquilos, calculados, y que podrían haber funcionado en alguien con menos entrenamiento.

Ella surgió, vestida con una camisa larga que le llegaba a la mitad de sus rodillas, pareciéndole más bella que nunca.

– ¿Estás todavía aquí? -Demandó mientras se movía exageradamente por el piso para arrojarse sobre la cama.

– ¿Tomaste una aspirina?

– Sí -le hizo una mueca para mostrarle que no estaba perdonado-. ¿Estás feliz?

Jess suspiró suavemente.

– Todavía estás furiosa conmigo.

Saber se enroscó como una pequeña pelota, alejando la cara de él, de hecho ladeó un hombro.

– ¿Tú qué crees?

Le llevó un poderoso movimiento de sus brazos increíblemente fuertes y Jess se desplazo de su silla a la cama. El delgado cuerpo de Saber se puso rígido mientras se estiraba al lado de ella, pero no protestó.

La movió cerca, acomodándola dentro de su hombro, asombrado de cuan suave era su piel, lo pequeña y frágil que parecía junto a él. Sacó fuera una mano lentamente para apagar la lámpara.

– No lo hagas.

– Es hora de que duermas, cariño -advirtió, sumergiendo la habitación en la oscuridad con un golpecito rápido de sus dedos.

Instantáneamente sintió el estremecimiento atravesando rápidamente su cuerpo.

– Duermo con la luz encendida.

– No esta noche. Esta noche duermes entre mis brazos, sabiendo que te mantendré a salvo -acarició su pelo tiernamente.

– Tengo pesadillas si las luces están apagadas -admitió Saber, demasiado enferma para importarle.

Su barbilla frotó sus rizos sedosos.

– No cuando estoy aquí, Saber, las mantendré a distancia.

– Arrogante rey dragón -murmuró adormilada, alargando los dedos para atarlos con los de él-. Los demonios no se atreverían a cruzarse contigo, ¿verdad?

– ¿Quién pensaste que era, Saber? ¿De quién estás huyendo?

Hubo un silencio tan largo que Jess estaba seguro de que ella no contestaría. Finalmente ella suspiró.

– Te imaginas cosas. No huyo de nadie. Me asustaste, eso es todo -había una pequeña nota de diversión en la sensual y sedosa voz.

Tumbarse a su lado debería de haberle producido el familiar e implacable dolor, pero en lugar de eso sintió una profunda paz, algo que nunca había experimentado, moviéndose sigilosamente en él. Ella tenía mucho calor a pesar de que el aire del dormitorio estaba realmente fresco y él sólo había tirado una sabana sobre ellos.

– Tal vez debería llamar a un doctor -murmuró-. Eric puede estar aquí en un par de horas.

Saber suspiró.

– Deja de preocuparte, Jesse -imploró. Sus dedos se apretaron alrededor de los de él-. Estaré bien.

La sostuvo, sintiendo su cuerpo relajarse en el refugio del de él, la respiración lenta y rítmica. Jess enterró su barbilla en la masa sedosa de tirabuzones negros, disfrutando de la sensación de estar únicamente a su lado, de estar cerca de ella.

Algún tiempo después debió de haberse quedado dormido, con ligeros sueños eróticos, no las habituales fantasías llameantes que Saber despertaba en él. El primer signo de su desasosiego le despertó, un suave y pequeño gemido, su cuerpo moviendose convulsivamente.

Ella se volvió repentinamente, levantando la mano hacia él, con un cuchillo deslizándose rápidamente a su yugular con mortal precisión. El movimiento fue suave y practicó. Atrapó su brazo, lo arrojó violentamente hasta el colchón, retorciéndolo hasta casi el extremo de romperle la muñeca, su pulgar encontró un punto de presión para forzar la liberación. Ella nunca hizo un sonido. No gritó de dolor, aun cuando le clavó los dedos lo suficientemente fuerte como para magullarla.

Jess era enormemente fuerte, realzado genéticamente, y trabajaba a diario para levantar su propio peso corporal, todo el tiempo, pero le fue difícil someterla.

– ¡Despierta, Saber! -siseó, dándole una pequeña sacudida.

El cuchillo cayó de su mano y se deslizó fuera de la cama, pero ella comenzó a girar, golpeando fuertemente el codo contra su mandíbula. Recibió el golpe con el hombro y la atrapó por la garganta, lanzándola violentamente contra el colchón.

Saber peleó, con ojos salvajes, obsesionados, su nombre en los labios.

– ¡Jesse! -Le llamó otra vez, el sonido tan lleno de dolor, tan crudo por el terror, que él sintió lágrimas escociendo en los ojos de ella.

– ¡Por el amor de Dios, Saber! ¡Despiértate! Estoy aquí. Estoy aquí -inmovilizó sus muñecas, manteniéndola sujeta para que no pudiera continuar atacando-. Tienes una pesadilla. Eso es todo lo que es, sólo una pesadilla.

Supo el momento exacto en que ella se dio cuenta. Su cuerpo se calmó, endurecido. Su mirada saltó a su cara, examinando cada pulgada de sus rasgos, investigando su expresión para asegurarse. Lentamente la soltó y se recostó a su lado, girando el cuerpo con el fin de que se curvara protectoramente alrededor del de ella.

– Alguien está en la casa, Jesse, oí un ruido -se estremeció y apoyó su frente muy caliente contra la frescura de la suya.

– Era una pesadilla, cariño, nada más.

– No, alguien está en la casa. En el primer piso -se aferró a sus hombros-. Cierra mi puerta. ¿Está cerrada la puerta?

Le alisó el pelo hacia atrás con dedos suaves.

– Nadie puede entrar, estás a salvo conmigo.

– Enciende la luz, tenemos que encenderla. Nadie entrará si hay luz, -insistió Saber desesperadamente.

– Shh -la arrastró dentro de sus brazos, enterrando su pequeña y delicada cara contra su pecho. Estaba temblando, quemaba ardientemente contra su piel. Tiernamente la meció-. Nada está mal, Saber. Jamás permitiría que nada te ocurriera.

Su corazón golpeaba fuertemente contra de su pecho, su pulso corría tan frenéticamente, que Jess apretó su sujeción.

– No era un sueño. Sé que oí un ruido, sé que lo oí -una mano se cerró en un puño, golpeando un tatuaje en contra de su hombro. La otra acarició la línea protuberante de sus bíceps con inquietud.

Había algo intensamente íntimo sobre la sensación de sus dedos trazando sus músculos, a pesar de las circunstancias. Su cuerpo se agitó en respuesta, apretándose dolorosamente, urgentemente exigente. Lo ignoró, imponiendo la estricta disciplina que le había mantenido vivo durante años. Simplemente la sostuvo meciéndola suavemente, acariciando el pelo en tono tranquilizador, no respondiendo a sus salvajes imaginaciones.

Trascurrió algo de tiempo antes de que su cuerpo dejara de temblar y yaciera tranquilamente entre sus brazos.

Jess posó un beso ligero como una pluma sobre sus sedosos rizos.

– ¿Te sientes mejor?

– Creo que estoy haciendo el tonto -contestó con voz tímida.

– Nunca serás eso, cariño -murmuró con tierna diversión-. Tuviste una pesadilla. Es probable que sea esa pésima música que escuchas.

Ella acarició con la nariz su pecho, le gustaba el ritmo constante de su corazón bajo su oreja.

– La música country es buena música.

– Después de la otra noche decidí que podría agradarme. ¿A qué demonios estabas jugando, de todos modos?

– ¿No te gusta el rap? -Su risa estaba amortiguada-. ¿Cómo iba a saber que no te gustaría ese grupo en particular?

Él tiró de un rizo un poco más fuerte como castigo, luego frotó el punto con dulzura cuando ella gritó agudamente.

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