En algún sitio en la distancia Jack captó el grito de los chimpancés e inmediatamente clasificó los sonidos en la selva hasta que captó el que estaba esperando, el sonido de movimiento a través de la maleza. Biyoya estaba llevando a sus soldados a casa, queriendo esperar hasta que pudieran examinar las pistas de la tierra húmeda. Jack sabía que Biyoya tenía la seguridad de recuperar a su prisionero. Los campamentos rebeldes estaban extendidos por todas partes en la región y pocos aldeanos se arriesgarían a morir y al castigo por esconder a un extranjero. El mayor Biyoya creía en las torturas así como en la limpieza étnica. Su reputación de brutal estaba extendida, y pocos estarían dispuestos a oponérsele.
Jack terminó su última tarea sin prisa, antes de empezar a reptar de vuelta hacia la selva. Anguló su entrada fuera del camino más usado y en el follaje más grueso. El olor de los soldados que regresaban le golpeó fuerte. Sudaban por el calor sofocante del interior. Se forzó a mantener el paso lento, estando seguro de no centrar los ojos de los centinelas en él mientras se deslizaba bajo las vides trepadoras y las plantas de hojas anchas que rodeaban el campamento.
Se tumbó por un momento, su cara en el barro, y tomó aliento antes de empujarse sobre sus pies y correr agachado de vuelta a los árboles más altos. Podía escuchar como la respiración de los soldados salía de sus pulmones mientras se apresuraban hasta su campamento, su líder enfadado reprendiéndoles a cada paso del camino.
Jack se mantuvo por un momento debajo del árbol elegido, respirando a través del dolor, reuniendo su fuerza antes de agacharse y saltar a la rama ancha más cercana. Saltó de rama en rama hasta que estuvo en la más gruesa, sentándose cómodamente, el rifle de su hermano acunado en sus brazos mientras esperaba. La noche era reconfortante, una familiar casa de sombras.
El primer grupo de rebeldes entró en su vista, en una formación floja, los ojos cautelosos mientras trataban de penetrar el velo de oscuridad para cualquier enemigo. Dos jeeps habían salido con el grupo, tomando la embarrada carretera rota que giraba hacia el bosque y entonces giraron unas millas en el interior. Los jeeps venían hacia el campamento, los motores chirriaban y salpicaban barro a su alrededor. El cuerpo principal de soldados venía a través de los árboles, todavía dispersos, las armas listas, nerviosos como el demonio.
Jack instaló la mira en el rifle de su hermano y con calma cargó las balas.
La explosión fue ruidosa en el silencio de la noche, enviando una bola de fuego hacia el cielo. Llovió metal y metralla, mandando escombros que caían de golpe en el campamento e incrustando el metal en los árboles. Los gritos de los hombres muriendo se mezclaron con los gritos de los pájaros y los chimpancés mientras el mundo a su alrededor explotaba en llamas rojo anaranjado. El jeep guía había golpeado el cable justo a la entrada del campamento, tropezando con una mina antipersonal y volando en pedazos todo alrededor. Los soldados chocaron contra el suelo, cubriendo sus cabezas mientras los fragmentos llovían desde el cielo.
Jack mantuvo un ojo en la mira. Biyoya estaba en el segundo jeep, y el conductor giro lejos de la bola de fuego, cerca de tirar a los pasajeros mientras el vehículo escoraba frenéticamente a través de los árboles. Biyoya saltó fuera, sumergiéndose en el follaje, gritándoles a los soldados que se abrieran en abanico y buscaran a Jack.
Usando el caos de las explosiones y los gritos de los hombres mientras se cubrían, Jack apretó el gatillo, matando a uno de los soldados en el borde del bosque. Cambiando los objetivos, rápidamente disparo tres veces más. Cuatro tiros, cuatro muertos. No queriendo que los soldados notasen desde donde estaba disparando, Jack agarró una vid y bajó cabeza abajo, por el lado opuesto del árbol y de los soldados, trepando mano sobre mano, hasta que pudo voltearse hasta el suelo. Aterrizó suavemente sobre los talones, que se decoloraron en los helechos demasiado grandes y se dejó caer sobre el vientre. A través de los arbustos, podría deslizarse a través del rastro animal casi invisible que le llevó detrás del guardia personal de Biyoya.
Jack se levantó, un fantasma silencioso, el cuchillo en la mano, entró rápido y duro, cuidoso para asegurarse de que el guardia no pudiera delatar su presencia con un solo sonido, Jack se deslizó de nuevo en el follaje, su piel y su ropa mezclándose con el entorno.
Biyoya se giró para decirle algo al guardia y gritó sobresaltado, saltó lejos del hombre muerto y se agachó detrás del jeep. Gritó a sus soldados y rociaron la jungla de balas, encendiendo la noche con las bocas destellantes. Las hojas y las ramas cayeron como granizo, lloviendo desde arriba, y varios soldados cayeron, cogidos en el fuego cruzado. Biyoya tuvo que gritar varias veces para establecer el control de nuevo. Ordenó otro barrido por el bosque circundante.
Los soldados se miraron unos a otros, obviamente no felices con el comandante, pero obedecieron con reluctancia, otra vez hombro con hombro, caminaron a través de los árboles. Jack ya estaba de vuelta en su árbol, inclinando su cuerpo cansado contra el grueso tronco.
Se desplomó, pero mantuvo un ojo en la mira en espera de tener un disparo claro de Biyoya. Trató de mantener cualquier pensamiento del hogar y de su hermano fuera de su mente pero fue imposible. El cuerpo de Ken, tan sangriento, tan crudo. No había un lugar en el que no estuviera sangrando. ¿Había llegado Jack demasiado tarde? De ninguna manera. Habría sabido si su hermano estuviera muerto, y si era posible, Ken vendría por él. Incluso ahora, podría estar cerca. Racionalmente Jack lo sabía bien, sabía que las heridas de Ken eran muy severas y estaba a salvo en un hospital a miles de millas lejos, pero no pudo detenerse. Jack se estiró a través de su camino telepático, la forma que no había usado desde que eran soldados, y llamó a su hermano. Ken, estoy en un jodido lío, ¿Estas ahí, hermano?
El silencio saludó a su llamada. Por un terrible momento, su resolución vaciló. Su tripa se revolvió y el miedo le inundó. Miedo por su propia situación y algo muy cercano al terror por su hermano. Extendió la mano, la vio temblar y sacudió la cabeza, forzando su mente lejos de los pensamientos destructivos. Ese camino supondría su propia destrucción. Este trabajo era para escapar, para sobrevivir, para llegar hasta Kinshasa.
Los soldados andaban por el bosque, usando las bayonetas para empujar en los arbustos espesos y los helechos. Apuñalaron la vegetación en el suelo y caminaron a lo largo de los bancos de las corrientes que alimentaban el río, las hojas golpearon los terraplenes húmedos. El jeep lentamente empezó a moverse, solo el conductor y los soldados alrededor eran vulnerables mientras caminaban por delante de los restos del primer vehículo en el campamento.
Jack bajó el rifle. Iba a ser una noche larga para los soldados. Mientras tanto, tenía que planificar su camino hacia la libertad. Estaba al oeste de Kinshasa. Una vez en la ciudad, podría encontrar a Jebediah y esconderse hasta que encontrase la forma de llamar para la extracción. Sonaba lo suficientemente simple, pero tenía que trabajar su camino a través de los campamentos rebeldes entre Kinshasa y su presente situación. No iba a engañarse, estaba en mala forma. Con o sin las heridas abiertas, la infección era más bien una certeza que una posibilidad.
El cansancio cayó sobre él. La soledad. Había escogido esta vida hacia muchos años, la única opción que tenía entonces. La mayor parte del tiempo no lo lamentaba. Pero a veces, cuando se sentaba a 30 pies del suelo en un árbol con un rifle en sus manos y la muerte alrededor, se preguntaba lo que sería tener una casa y una familia. Una mujer. Risas. No podía recordar la risa, ni incluso con Ken, y Ken podía ser divertido en las ocasiones más inoportunas.
Читать дальше