– No lo sé, Matt -contestó Elle honestamente, inclinando la cabeza hacia atrás contra la silla de Jackson-, pero no quiero correr ningún riesgo con Kate.
Kate levantó el mentón.
– Sé lo que puedo hacer, Elle.
Antes de que Matt pudiera oponerse, Sarah se inclinó hacia delante y colocó la mano en la rodilla de Kate.
– Por supuesto que puedes, Katie, nadie duda eso. Pero, ¿a qué costó? Pienso que eso es lo que tanto Elle como Matt preguntan y es una pregunta legítima. No podemos arriesgarte, especialmente ahora.
– Podría hacer una curación controlada -ofreció Kate-. Haría una sola capa a la vez. Dependiendo de cuánto daño haya, trabajaría, pero sería con el tiempo, días. Tendría que trabajar contigo cada día, Elle.
– ¿Hay riesgo para ti, Kate? -preguntó Matt directamente.
– Siempre hay un poco de riesgo -admitió Kate-. Nos ves después de que trabajemos. Estamos drenadas. Libby ha tomado mucho en ella misma y puede ser perjudicial. Ella tiene que tener cuidado y adivino que tendré que hacer lo mismo. Pero curar a Elle no sólo vale el riesgo, creo, dado lo que sucede aquí, es uno que todos tenemos que asumir.
El olor de galletas recién horneadas llenó el aire. Jackson giró la cabeza hacia la cocina. Hannah le sonrió desde la puerta. Lo mismo que Kate podía mantener todo pacífico, Hannah parecía agregar un toque de hogar, de consuelo a la atmósfera. Se dio cuenta de que su casa se sentía como la casa Drake. Siempre había ido a esa casa y salido diferente, con una sensación de familia y amor. No estaba seguro de sí era su profunda fe en Dios, su magia o la familia en sí misma, pero ellas vivían del modo en que otros soñaban vivir, del modo en que él estaba decidido a vivir.
Ella se estiró hacia atrás y le cogió la mano.
– Voy a llamar a Dane. -Tenía que hacerlo antes de perder el valor. Allí, con su familia rodeándola y con el olor a galletas y el silbido de la tetera, todo parecía normal. Podría llamar, prometer su informe y acabar con ello. Otra cosa fuera del camino. Estaba dando pasos de bebé, pero estaba surgiendo de ese lugar de terror en el que había estado viviendo durante mucho tiempo.
El cuarto de música de Jackson, su casa llena con su familia, todo la hacía sentirse fuerte otra vez. Ella había convertido a Stavros en un monstruo invencible. No lo subestimaría, pero no iba a quedarse tan atemorizada que se paralizara, con miedo de vivir. Miró a Jackson, sabiendo que él lo desaprobaba.
– Compréndelo por favor. Tengo que hacer esto, Jackson. Lo necesito. Por mí misma. Por todas esas mujeres que no tienen una familia que las pueda rescatar. Después, Kate puede intentar lo suyo y si todo va bien, mis hermanas pueden trabajar en curarme otra vez. -Le mostró los brazos, levantando las mangas-. ¿Ves cómo estoy mejor?
Él tragó saliva.
Un músculo le hizo tictac en la mandíbula y entonces asintió con la cabeza, apenas.
– Este es un número bloqueado, porque no tengo servicio de móvil aquí.
Asintió otra vez, apretando la boca.
Le llevó unos minutos a Elle hacer la llamada internacional al teléfono móvil privado de Dane. Ella era la única con ese número particular. Tamborileó con los dedos en la superficie de la mientras esperaba que Dane contestara al teléfono, evitando con cuidado el ceño de Jackson.
– Hola, Sheena -ronroneó la voz de Stavros-. ¿Estás buscando a tu último y lamentable jefe?
A Elle se le heló la sangre. Todo vestigio de color desapareció de su rostro. Por un momento no pudo respirar, luchando por conseguir aire. Su cuerpo entero se encogió ante el sonido de ese aterciopelado y burlón ronroneo. Instintivamente extendió la mano hacia Jackson, apartando su otra mano mientras sus dedos agarraban el pabellón de su oreja.
– El pobre Dane no podrá aguantar. Está casi muerto ahora mismo. Quizá te gustaría hablar conmigo en lugar de eso.
Jackson la rodeó con el brazo sin pronunciar una palabra y pulsó el botón del teléfono con su dedo, cortando la comunicación. Elle dejó caer el receptor y enterró la cara en su regazo. Él puso ambas manos sobre la cabeza de ella protectoramente. Él había estado en su mente. Sabía lo que esas frías palabras le habían hecho, habían destruido cada brizna de confianza que había comenzado a reconstruir en su interior.
Él acarició su pelo, ofreciéndole consuelo en su mente, no en voz alta, sabiendo que ella no quería que nadie la viera en su momento más débil. Bomber empujó hacia ella, acercándose a su lado como para escudarla.
Hannah atravesó la habitación, rompiendo el silencio la primera.
– Bebe un poco de té, Elle. Él está lejos y no puede tocarte aquí. Quiere que tú pienses que puede, pero aquí estás a salvo.
Elle tragó saliva, aún sin fuerzas para controlar los pequeños temblores en su cuerpo.
– ¿Cómo lo sabes, Hannah?
– Porque lo sé. Ponte derecha y bébete el té. Él te quiere asustada porque te puede controlar mejor de ese modo. Pero estás en casa, aquí con nosotros, y vamos a sanarte y hacerte fuerte otra vez. Él no puede ganar. Cree en su poder porque nunca se ha cruzado nada ni nadie en su camino. -Se puso en cuclillas al lado de su hermana menor, apartándole cariñosamente el pelo de su cara-. Mírame, cariño. -Esperó hasta que Elle levantó su cabeza y sus miradas se cruzaron-. Tú no estás sola. Nos tienes a todas nosotras. Tienes a nuestros hombres. Tienes a Jackson. Tienes a este pueblo. Pero sobre todo, tienes tu talento, tus fuerzas. Él no va a ganar.
Elle inspiró profundamente, se volvió y recostó su cabeza de nuevo contra las piernas de Jackson mientras cogía la taza de té de manos de su hermana. Miró alrededor del cuarto a las personas que la amaban, las personas que lucharían por ella, que pelearían con ella.
– Mató a Dane. Mi adiestrador. Dane era el único que conocía mi identidad. Estaba destinada fuera y él tenía miedo de que alguien en su agencia trabajase para Stavros. Afirmaba que Stavros tenía a la policía en su nómina por toda Europa y posiblemente aquí también. Él no quería correr ningún riesgo. Construimos la cobertura de Sheena MacKenzie muy cuidadosamente durante mucho tiempo para meterla en el mundo de Stavros.
– Lo siento, cariño -susurró Jackson con suavidad. Sus dedos encontraron la nuca de ella y empezaron un masaje lento para aliviar la tensión.
– Dane era un buen hombre. No merecía morir por mi culpa.
– No fue culpa tuya, Elle -corrigió Sarah-. Él estaba tratando de detener una red de trata de blancas. Tú y yo sabemos lo peligrosas que son. Se está volviendo el negocio lucrativo número uno, superando al tráfico de drogas y de armas en el mundo entero. Cada rama de las fuerzas del orden en todas partes está implicada, y todos conocen los riesgos, igual que cuando tratan de desmontar una red de tráfico de drogas.
Elle se mordió el labio inferior, no quería pensar en Dane. Él provenía de una larga estirpe de agentes de la ley y su familia había pasado generaciones trabajando para su país tratando de detener el crimen. Dane había pedido la ayuda de los Estados Unidos y la había aceptado. Ella no le había servido de mucho. Stavros había llegado hasta él, lo que quería decir que Dane tenía razón, alguien en su oficina estaba en la nómina de Stavros. Ahora era sólo cuestión de tiempo. Incluso si Dane había protegido su identidad, Stavros sabía que Sheena MacKenzie era un agente secreto. Nunca se detendría hasta que la encontrara.
Jackson no dijo nada, sabiendo cómo trabajaba la familia Drake. Había estado cerca de ellos lo suficiente. Sabía que era un hombre inteligente, pero algunos en esa habitación eran mejores pensadores que él. Él era el callado, un tipo de acción, encontrando pocos motivos para la charla y muchas razones para la acción.
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