En la distancia una pareja caminaba hacia ellos, acababan de rodear las rocas, sus huellas eran húmedas en la arena. Cuando divisaron a Jackson y Elle, cambiaron de curso para interceptarlos, aunque siguieron caminando al mismo paso lento y perezoso.
– ¿Qué significa eso?
– Significa que a veces quiero coger un arma y disparar a la gente que creo que no merece vivir. Como Gratsos. Y tal vez si no te tuviera en mi vida, lo haría.
– Jackson el tipo malo -sonrió hacia él-. No eres en absoluto como crees que eres.
Se llevó la mano de ella a la boca, besándole los nudillos.
– Sigue pensando así, cariño. No me importa.
La pareja se aproximaba a ellos mientras caminaban a lo largo de las dunas, con la tierra suave bajo sus pies. Cuando se acercaron, Elle reconoció a Clyde y Marie Darden. Clyde era bien conocido por su hermoso jardín y sus premios en la feria cada año. Estaba ferozmente orgulloso de sus flores híbridas y protegía los secretos de su jardín cuidadosamente. Más de una vez, de niña, Elle se había metido en problemas por aceptar el reto de saltar la valla y caminar por el jardín del señor Darden. Incluso había cogido una de sus flores premiadas una vez. Se había metido en auténticos problemas por eso. Darden había marchado hasta su casa para hablar con su padre, amenazando con arrancarle las orejas a cada paso del camino.
Aferró más fuerte la mano de Jackson cuando la pareja se dirigió directamente hacia ellos, bloqueándoles el paso, obviamente pretendiendo hablar. Jackson se detuvo, arrastrando a Elle bajo la protección de su hombro.
– Clyde. Marie. ¿Qué tal estáis? -añadió Jackson, sorprendiéndola. Nadie llamaba a los Darden de otro modo que no fuera señor y señora Darden. El señor Darden exigía respeto todo el rato.
– Maravillosamente, gracias, Jackson -dijo el señor Darden-. Veo que tienes a nuestra chica en casa al fin. Mantuvimos nuestra cinta en el árbol todo el tiempo que estuviste fuera, Elle.
La señora Darden asintió con la cabeza.
– Teníamos una vela en la ventana también. Y rezamos por ti, por tu retorno a salvo.
– Gracias -dijo Elle-. Todo el mundo ha sido muy amable.
– Si hay algo que podamos hacer por ti, Elle -dijo el señor Darden-. Háznoslo saber. Marie hace una sopa de pollo increíble.
La señora Darden asintió con la cabeza con cara brillante.
– Que maravillosa idea, Clyde. Traeré un poco para ti, Elle, para los dos.
– Nos encantaría -dijo Jackson antes de que Elle pudiera responder-. Tu sopa me salvó el día cuando estaba cogiendo aquel resfriado.
Elle levantó la mirada a su cara, pero él evitaba cuidadosamente su mirada. Ahora sabía quién cuidaba del jardín por él. No le sorprendía que tuviera un patio tan hermoso con el señor Darden al cargo. Ese hombre podía cultivar cualquier cosa en cualquier parte y florecía y prosperaba.
La señora Darden sonrió.
– Qué chico tan dulce eres, Jackson. Gracias por la provisión de madera. Nos ayudó de veras cuando se fue la electricidad.
Jackson frunció el ceño.
– Creía que teníais generador.
Los Darden intercambiaron una larga mirada.
– Deberíamos habértelo dicho -dijo el señor Darden-, pero estábamos tan preocupados por nuestra Elle. Le pasaba algo y se estropeó completamente en esa última tormenta.
La señora Darden palmeó el brazo de Jackson.
– Sabíamos que te preocuparías por nosotros, así que no te lo dijimos. La chimenea nos mantuvo lo bastante calientes.
– ¿Cómo cocinaste?
– Comimos sandwiches, querido -dijo la señora Darden-. La electricidad se fue sólo durante un par de horas.
– Tres días -corrigió Jackson-. Iré más tarde y echaré un vistazo al generador.
– Si insistes -dijo el señor Darden-. Y mientras estás allí, hay que cambiar una tabla de las escaleras. La señora Darden casi se cae a través de ella el otro día.
– ¿En la escalera de atrás? -Jackson sonó severo-. Os dije que esas escaleras tenían que ser reemplazadas y me dijisteis que Lance iba a hacerlo.
– Lance no ha pasado por aquí -dijo la señora Darden-. Se lo pedimos justo después de que hablaras con nosotros, pero sigue retrasando la fecha cada vez más. Creo que puede estar enfermo.
Elle sabía que ese era el código para decir que Lance había recaído. Era un bebedor empedernido y pasaba meses sin beber, pero luego permanecía borracho durante varias semanas.
– Me ocuparé de ello -dijo Jackson-. La próxima vez llamadme inmediatamente. No os arriesguéis con las caídas.
El señor Darden asintió con la cabeza.
– En los viejos tiempos, lo habría hecho yo mismo.
– Oh, sí, querido -estuvo de acuerdo la señora Darden, mirando a su marido con ojos brillantes-. Siempre hacías las reparaciones de casa. Incluso el tejado -explicó orgullosamente.
– Bueno, no hay necesidad de eso -dijo Jackson-. Marie siempre me proporciona sopa y se ocupa de mí cuando estoy enfermo. Puedo hacer algo a cambio. Así no me siento mal porque tenga que venir y alimentarme.
– Vamos, Jackson -regañó la señora Darden como si él no fuera más que un muchachito-. Casi nunca enfermas y a mí no me importa en absoluto.
De repente Bomber soltó un ladrido corto, su cuerpo se quedó inmóvil, de cara al mar. A Elle se le puso la carne de gallina en los brazos cuando vio las orejas del perro inclinarse hacia adelante y sus ojos concentrados más allá de las olas. Lentamente, temiendo mirar, giró la cabeza. Jackson ya se había movido, deslizando su cuerpo con facilidad entre ella y el mar. Cogió el codo de la señora Darden y empezó a urgirla a caminar hacia las dunas. El viento cambió y sopló hacia ellos. Mar adentro, la niebla comenzó a concentrarse, una masa gris oscura que se espesaba mientras ella observaba.
– Jackson.
– Lo veo, nena. Que no te entre el pánico.
– ¿Qué pasa, Jackson? -preguntó el señor Darden, sorprendiendo de nuevo a Elle. El señor Darden miró al perro, a la cara pálida de Elle y luego al mar-. No me gusta el aspecto de esa niebla.
No parecía molesto, sino protector, dando un paso al otro costado de ella, como si también él la protegiera del mar. Las gaviotas en lo algo gritaban. En medio de las olas, los dos delfines saltaron en el aire y cayeron con una pirueta, golpeando el agua con fuerza para atraer la atención. Ambos se alzaron sobre sus colas, corriendo hacia atrás y silbando con agitación antes de volver a hundirse bajo el agua.
– ¿Dónde está tu coche, Clyde? -preguntó Jackson.
El señor Darden miró hacia la carretera.
– Como a cuatrocientos metros más atrás. Era un día tan encantador que pensamos en caminar hasta tu casa y saludar a Elle y después volver paseando.
– Te traíamos una tarjeta, querida -añadió la señora Darden.
– Gracias -dijo Elle, intentando no sonar nerviosa-. Qué considerado por su parte.
– Tal vez deberíamos irnos todos a casa -dijo Jackson, sonando como el ayudante del sheriff autoritario-. La niebla puede ponerse bastante mal y preferiría que estuvierais a salvo. Ya sabéis lo espesa que puede ponerse y no querría que condujerais en medio de ella.
– ¿Crees que se va a poner tan mal? -preguntó la señora Darden, mirando mar adentro, obviamente molesta porque el tiempo pudiera arruinar su visita-. Miré la previsión meteorológica y no decía nada de niebla.
– Elle necesita descansar de todos modos. La llevaré conmigo cuando vaya a mirar el generador -añadió él.
La pareja sonrió y se mostró de acuerdo rápidamente. Jackson los observó hasta que rodearon a salvo el recodo y se perdieron de vista antes de urgir a Bomber y Elle hacia la casa.
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