– Tal vez las velas estén aquí después de todo -dijo él-. Déjame mirar.
Elle fue al baño. La puerta estaba abierta y él tenía una toalla envuelta holgadamente alrededor de las caderas. Su cabello estaba húmedo y el agua todavía formaba gotas sobre su piel. Sintió la urgencia de lamerlas, pero no iba a ir por ahí otra vez, no después del último desastre. Él se agachó, asomándose bajo el lavabo, con un pequeño ceño en la cara.
– Elige a gusto. Creo que hay como cien aquí abajo. Todas de fragancias. -Sonaba un poco disgustado, como si pensara que Inez estaba intentando convertirle en una chica.
Elle apenas podía respirar por como se sentía sólo de mirarle. Cada vez que se movía, los músculos se ondulaban sutilmente bajo la piel. Él giró la cabeza y la miró y ella se ruborizó, sabiendo que no le había ocultado sus pensamientos.
– Vas a meterte en problemas, mujer -dijo-. Estás jugando con fuego.
– No sé que pasa conmigo. No puedo dejar de pensar en ti.
– Compartimos la misma mente, Elle. Es bastante difícil no hacerlo. -Empujó varias velas a sus manos-. Aquí tienes, enciéndelas mientras yo me pongo algo de ropa. Rápido.
– Podría quedarme aquí de pie y observarte.
– Podrías comportarte y dejar de pensar que soy un maldito santo. -Extendió la mano y le tocó la cara, dejando que las yemas de sus dedos resbalaran hacia abajo por la mejilla antes de dejar caer la mano y apartarse para mirarse la mandíbula sombreada en el espejo-. Tengo que afeitarme.
– No. Me gusta. Solo recórtatela.
– ¿Estás segura? Me la dejaba creer cuando estaba ayudando en otro país. Y después no me molesté en afeitarme cuando te buscábamos.
Encubierto, había querido decir.
– Me gusta -reiteró ella, y llevó las velas al salón y la cocina. Toda su vida su familia había usado simplemente sus talentos para encender velas a distancia, hacer té y servirlo. Resultaba extraño efectuar el simple acto de encender una vela y servirse una taza de té. Al principio esto la había hecho sentir enferma, menos que una Drake, apartada de sus talentos, pero mientras servía una taza de té para Jackson y añadía leche, se encontró sintiéndose hogareña.
Jackson entró descalzo, vistiendo sólo sus vaqueros, colocándose tras ella y rodeándole la cintura con un brazo, empujándola contra él mientras enterraba la cara contra su cuello.
– ¿Eso es para mí?
Se apoyó contra él… contra su fuerza, su cuerpo encajaba contra el de él perfectamente.
– Pensé en sobornarte para que terminaras de desenredarme el cabello.
Él le rozó un beso a lo largo del cuello, y después jugueteó con el sensible lóbulo de su oreja con la lengua.
– Soy bastante fácil de sobornar.
Elle dejó que la sensación de bienestar y deseo la bañara. En vez de sentir miedo de ella, simplemente la absorbió porque Jackson no estaba pidiendo nada de ella. Sólo la aceptaba y eso hacía posible el disfrutar de estar con él, disfrutar de tu toque y de la forma en que la anhelaba.
– Eres bastante fácil de amar.
Él le sonrió y tomó la taza de té.
– Voy a recordar eso cuando tengamos siete pequeñas muy traviesas corriendo por la casa y estés intentando meterlas a todas en la cama.
Ella le siguió a la silla de él, donde podían sentarse y cepillar los últimos enredos.
– ¿Y qué vas a estar haciendo tú mientras yo las persigo por la casa?
– Soliviantándolas, por supuesto. -Lanzó otra sonrisa-. Yo seré el papá oso, asustándolas a muerte a todas.
Elle se sentó en el suelo delante de él, captando la imagen en la mente de Jackson, con las manos en alto, los dedos curvados como garras tambaleándose alrededor de la cocina persiguiendo a chiquillas chillonas de cabello rojo y brillante, con ojos risueños mientras ella estaba allí de pie, con las manos en las caderas, intentando parecer severa. Se rió.
– Estás loco. Por supuesto que lo harías y todas se meterían antes en la cama. Y no todas van a tener el cabello rojo.
Las manos de él eran gentiles mientras tiraba de los enredos.
– Sí, lo tendrán. Y también nuestro pobre hijo.
– ¡So! Para el carro. ¿Un hijo?
– Bueno, no querrás que tenga que vivir en una casa toda llena de mujeres, ¿verdad?
– Sí. -Giró la cabeza rápido y chilló. Le fulminó con la mirada, pero él se encogió de hombros y le volvió a girar la cabeza, pero no antes de que ella captara su sonrisa burlona-. Eso son ocho hijos, Jackson. Son un montón de hijos.
– Bueno, míralo así. Ilya y Joley probablemente tendrán ocho chicos. Y Jonas no mantendrá las manos lejos de Hannah y es muy competitivo, así que quién sabe cuantos tendrán ellos. No podemos quedarnos atrás.
Se ahogó. Jackson se puso rígido y la obligó a mirarle. Elle estalló en carcajadas.
– Lo siento. No pretendía asustarte. Es sólo que eres tan malo. No vamos a competir con Jonas para ver quién tiene más hijos. Después de la primera, estoy segura de que vas a estar temblando en tus botas. Empezarás a pensar en las citas y me volverás loca.
– Tengo armas, cariño. Montones y montones de armas. Y sé como usar cada una de ellas. No me importa asustar a muerte a chicos adolescentes.
Elle se quedó en silencio por un momento, reproduciendo la imagen de Jackson persiguiendo a sus hijas en su mente. Frunció el ceño.
– Cuando pensabas en tener siete hijas corriendo por la casa, era la cocina Drake, no ésta. -De hecho, la casa había estado muy detallada en su mente, como si ya conociera la distribución entera.
Él suspiró.
– Es simplemente mi personalidad, Elle. Tengo ojo para los detalles.
Por seguridad, quería decir. Reparaba en la gente al igual que en las cosas. Podía reproducir la casa Drake con exactitud desde el mobiliario a las paredes. Tenía ese tipo de memoria.
– ¿Por qué la casa Drake?
– Les ofrecerá más protección de la que nosotros dos solos podamos darles. No me importaría empezar ahora mismo, contigo. Y como la menor de las hijas, es tu herencia. Te la mereces al igual que nuestras hijas.
Ella miró a su alrededor. La casa de Jackson la hacía sentir a salvo.
– Me gusta tu casa, Jackson.
– Eso está bien porque nos retiraremos aquí cuando pasemos el legado a nuestra última hija. Creo que tus ancestros se están mudando. ¿Has notado todos esos arbustos? No estaban ahí hace un par de días.
Ella giró la cabeza otra vez, ganándose otro agudo tirón en el cuero cabelludo.
– ¿Estás seguro?
– Lo sabría si hubiera plantado enredaderas y flores, Elle. En realidad no soy yo quien se ocupa del jardín.
Elle se recostó hacia atrás.
– Si no eres tú, ¿quién? Tienes una de las propiedades más bonitas de por aquí.
Él trabajó en un enredo particularmente difícil hasta que lo alisó.
– Creo que ya está. Puedes darte otra ducha y ponerte acondicionador en el cabello.
Elle rompió a reír. Una auténtica risa genuina.
– Jackson el peluquero. Te lo juro, guardas más sorpresas que ningún hombre que conozca. Apuesto a que Jonas no sabe lo que es un acondicionador.
– Tal vez no antes de casarse con Hannah, pero seguro que ahora lo sabe. Ella fabrica todas esas cosas. Lo sé, porque Jonas me lo trae por cajas.
– ¿Tienes algún acondicionador de Hannah bajo el lavabo? ¡Deberías habérmelo dicho antes! -Ansiosamente, Elle se levantó de un salto y se apresuró al baño.
Jackson recogió su té, tomó un sorbo, y lo encontró demasiado frío para beberlo. Sonriendo, sacudió la cabeza. Realmente se había preguntado como sería vivir con Elle. Había estado solo toda su vida. Su madre y él habían sido felices durante breves períodos juntos en el bayou, cuando ella no penaba por su padre. Y había habido algunas veces en las que podía recordar haber disfrutado de la compañía de su padre, pero habían sido pocas y muy esporádicas. Principalmente había estado solo, largos días y noches, corriendo por el bayou y evitando a los asistentes sociales tanto como era posible.
Читать дальше