– Bésame, Elle.
Elle ocultó la cara contra su pecho.
Jackson le sujetó la barbilla.
– Bésame.
Giró la boca hacia la de él. Esperaba un beso gentil, persuasivo, un beso lleno de ternura y amor. Consiguió algo diferente.
La boca de Jackson bajó hasta la suya, su lengua pasando rápidamente cualquier resistencia con exigencia masculina. Vertió sexo y pecado en su boca, ardiente pasión y pura hambre erótica. Sus brazos la aplastaron, bandas de acero, su cuerpo una roca dura, presionando firmemente contra el de ella hasta que pareció fundirse a su alrededor, carne suave, curvas profundamente presionadas contra pesados músculos.
Cuando Jackson alzó la cabeza, se sentía débil de deseo por él. Le sostuvo la mirada. Tomó aliento porque se sentía como si se estuviera ahogando. Las manos de él le enmarcaron la cara.
– ¿Qué ves cuando me miras, Elle?
Su mirada la quemó. El aliento se le quedó atascado en la garganta. Se humedeció los labios.
– Dime.
No podía apartar la mirada. Quería hacerlo, porque la forma en que la mirada la hacía sentirse avergonzada. No había error en la mirada de esos ojos.
– Dilo. En voz alta. Dilo.
– Amor. Veo amor. -Su voz fue baja, apenas más que un susurro.
– ¿Qué más?
– Hambre. -Eso ni siquiera empezaba a describir la intensidad del deseo que ardía en las profundidades de esos ojos-. Lujuria.
– ¿Por quién? -la animó él.
– Por mí.
– Te amo, Elle. Te amo con cada aliento de mi cuerpo. No hay espacio para otra mujer. Ni pensamiento para ninguna. Tú eres eso para mí, todo. Todo lo demás, el sexo, quienquiera que vaya a por nosotros, el legado, todo eso no importa si tú no sientes lo mismo. Tienes que amarme con cada aliento que tomes. Antes de decidir que estás demasiado rota, tienes que plantarte ahora y decir «estoy dispuesta a luchar por ello». Dilo ahora. A mí, mirándome directamente a los ojos.
Ella parpadeó. Abrió su mente a él. Lo vertió todo en él. Sus miedos. Su vergüenza. Su amor y necesidad de él. Su deseo por él. No se guardó nada atrás y él todavía seguía mirándola. Esperando. Elle tomó aliento y trazó los labios de él con dedos temblorosos.
– Te amo, Jackson. Con cada aliento de mi cuerpo. No voy a huir, ni de Stavros ni de mí misma porque vale la pena luchar por ti. Vale la pena luchar por nosotros.
Una sonrisa lenta iluminó los ojos de Jackson y bajó la cabeza de nuevo, esta vez su beso fue infinitamente tierno.
– ¿De qué iba esto? -preguntó ella cuando pudo hablar.
– Solo quería probar un punto.
Las cejas de ella se alzaron.
– ¿Qué punto?
Una sonrisa satisfecha suavizó el duro filo de la boca de él.
– Que realmente estamos bien.
Ella le tocó los labios, trazando la definición que había allí.
– Me alegro de que tengas tanta fe en mí, Jackson. Recuperaré la mía.
– Sé que lo harás. Entretanto, para eso me tienes a mí, para recordártelo con frecuencia. -La dejó marchar y luego tuvo que estabilizarla cuando se meció hacia atrás sobre los talones. Su sonrisa apareció de nuevo. Masculina. Satisfecha-. Y puedes buscar las velas mientras yo limpio el suelo. Tengo algunas de esas cosas para ambientar el aire que me trajo Inez hace tiempo. Creo que pensó que mi casa se parecía demasiado a la casa de un soltero. Mira bajo el lavabo del baño. O tal vez en el armario. Creo que en una caja en el suelo.
– Buen lugar para ellas. -Elle descubrió una pequeña sonrisa sobrevolando en sus labios mientras se apresuraba al baño-. ¿Quieres dar un paseo después de la ducha? Me gustaría salir fuera un rato.
– ¿Quieres dar un paseo por el pueblo? -Jackson sonó escéptico.
Elle asomó la cabeza por la puerta para verle enjuagando una fregona.
– No, tonto. No hay nada de niebla. Pensaba en pasear por la playa. Prácticamente vives en ella. No es que podamos evitarla. Y Bomber puede avisarnos si hay algo espeluznante alrededor.
Jackson no respondió así que siguió buscando las velas. Abrió el armario vestidor y la sorprendió encontrarlo muy pulcro. Tenía varios uniformes de ayudante y un montón de vaqueros suaves y descoloridos, un traje y una camisa de vestir. La pared de atrás del ropero tenía un pequeño teclado de seguridad. Elle frunció el ceño y pasó la mano sobre él.
– ¿Jackson, qué tienes encerrado aquí?
Hubo un pequeño silencio. Giró la cabeza para encontrarle apoyado perezosamente con una cadera contra la jamba de la puerta.
– Armas. Montones de armas.
Ella sacudió la cabeza.
– Estás loco.
– Te espero en la ducha. Las velas deberían estar en una de esas cajas.
Se paseó hasta ella y extendió la mano a su lado para agarrar un par de pantalones limpios. Elle inhaló su fragancia. No creía que necesitaran velas, le gustaba como olía él, pero tal vez tenía algunos prejuicios.
Él se rió y le besó la punta de la nariz.
– Los tienes, pero me gusta.
– Deja de leerme la mente.
– No puedo evitarlo ya que estoy tanto en ella.
– No te halagues a ti mismo.
Él rió de nuevo y la dejó. Se quedó esperando el sonido de la ducha, comprendiendo que tenía una sonrisa en la cara cuando honestamente no había creído que nunca volvería a sonreír de nuevo. ¿Cómo podía Jackson coger una situación muy mala y hacerla no sólo soportable, sino buena? ¿Por qué no le había visto como realmente era antes de marchar a su misión encubierta? ¿Habría aceptado entonces un trabajo tan peligroso?
Elle suspiró. Sí. Lo habría aceptado porque alguien tenía que detener a los monstruos del mundo. Elle había creído en sí misma, en sus habilidades, en sus talentos psíquicos y su entrenamiento. Habría ido aunque Jackson le hubiera pedido que no lo hiciera. Se habría dispuesto a probar que no le necesitaba… que ningún legado iba a dictar su vida. Y había querido que él la siguiera, que fuera tras ella, que la amara lo bastante como para eso. Lo que no había comprendido es que él lo había hecho. La había amado lo bastante como para permitirle escoger su propio camino.
Ella había visto propiedad. Deseaba compañerismo y Jackson podía ser un hombre que se plantara delante de ella cuando lo considerara necesario, pero siempre sería su compañero porque respetaría su derecho a escoger. Cerró los ojos un momento y le envolvió con amor desde la distancia… porque podía. Porque necesitaba hacerlo.
La calidez y la emoción le fueron devueltas multiplicadas diez veces. Lo sintió en su mente, moviéndose a través de su cuerpo hasta que fluyó por sus venas.
– Jackson -jadeó su nombre en voz alta porque le estaba prohibido usar telepatía y solo la idea de eso la hizo sonreír. Había pensando en él como en un dictador porque no entendía la diferencia entre preocupación responsable y obligar a alguien a aceptar la voluntad de otro.
Sacó una caja y revisó su contenido. Evidentemente Inez había traído a Jackson unos cuantos artículos a los que probablemente él daba poco uso. Pequeños jabones aromáticos, lociones fragantes, flores secas, ante lo cual se tuvo que reír, seguro que él no tenía ni idea de qué era eso, y crema para las cutículas. La segunda caja contenía linternas y todo tipo posible de pilas, todo pulcramente empaquetado. Cerró la tapa y sacó la última caja. Retiró la tapa, y se quedó inmóvil. Medallas. Montones de medallas. Incluyendo un Corazón Púrpura. ¿Cómo conseguía una persona tantas medallas? ¿Por qué clase de cosas había tenido que pasar para ser tan reconocido?
El agua en el baño se cerró. Elle devolvió la tapa a su sitio y dejó la caja cuidadosamente.
– No encontré ninguna vela, Jackson.
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