– ¿Puedes apoyarte contra la pared, nena? -le preguntó, moviéndola gentilmente de posición para poder lavarle el resto del cuerpo, bajando por el abdomen donde su hijo debería anidar, más abajo hacia las malvadas marcas que cortaban su montículo femenino. Se obligó a sí mismo a seguir desviando su mente de la venganza, dejando sólo la preocupación por ella en primer plano.
Elle acarició la coronilla de la cabeza inclinada con la palma de la mano.
– Sé que esto es difícil para ti, Jackson. No tienes que ocultarme tu reacción. Yo me enfadaría y luego querría llorar un río de lágrimas. No espero que pases por esto con miedo y no muestres como te sientes.
Él levantó la mirada hacia ella desde donde estaba arrodillado sobre los azulejos, el agua cayendo sobre él mientras le lavaba la sangre seca de los muslos.
– No creo que necesites que te asuste a muerte con mis inventivas formas de torturarle y matarle.
Elle podría haberse reído si no hubiera sido por sus ojos. No había en ellos rastros de humor, sólo esos oscuros y mortíferos pozos donde reinaba el infierno. Se estremeció, sus dedos se tensaron entre el cabello de él.
– Te agradezco que te importe lo suficiente como para querer torturarle y matarle. Me alegro de que no lo hagas.
– Lo haría -dijo él bruscamente-. No te engañes pensando que soy un hombre amable, cariño. Si me dieran oportunidad, no le mataría limpiamente, déjame que te lo diga. Sufriría, y conozco un montón de formas de hacer que un ser humano sufra durante mucho tiempo antes de dar la bienvenida a la muerte.
Él se inclinó hacia delante y presionó un beso a lo largo de la cruda línea, un suave roce de labios contra la piel. Transfirió la mirada de vuelta a los muslos, su toque gentil, las manos le temblaban mientras se preocupaba de no hacer daño a la vez que continuaba lavando, y Elle deseó llorar por los dos.
– Hay algunas cosas que es mejor que no sepas de mí, cariño. Creo que mis pensamientos sobre Gratsos y cómo me gustaría verle agonizar antes de que muera podrían ser una de ellas. -Su voz era neutra, pero no había ningún humor en su mente y ella sabía que no estaba bromeando. Elle tomó aliento, sus dedos se apretaron sobre los hombros de él para poder mantenerse en pie.
– ¿Nos ha destruido a ambos?
La mirada de él saltó a su cara de nuevo.
– Absolutamente no. Ese hijo de puta no tiene poder para destruirnos, Elle. Estamos caídos, pero no acabados. Volveremos a levantarnos más fuertes que nunca. -Su boca se curvó en una sonrisa sin humor, pero que le robó el corazón-. Yo ya estaba en este largo camino antes de que Stavros entrara en nuestras vidas. Solo que nunca te dejé ver mi auténtico yo.
– Me gusta tu auténtico yo -susurró Elle.
Los ojos de él se caldearon. Extendió el brazo hacia arriba y cerró el agua.
– El antiséptico va a picar, cariño. -La envolvió en una toalla suave y la secó con golpecitos, intentando no tocar ninguna de las heridas, pero fue imposible.
– No me haces daño -aseguró ella. Su cuerpo se estremecía bajo el roce de la toalla, pero se aferraba a él y mantenía la barbilla en alto.
– No tienes que protegerme, Elle. Sé que duele, he estado ahí, ¿recuerdas? -Nadie había lavado sus heridas o las había esterilizado. Moscas y mosquitos se habían reunido en las lesiones crudas, filtrándose y dándose un festín. Alejó el pensamiento rápidamente, pero supo por la rápida inhalación de ella que había captado un vistazo. Volvió a luchar con su necesidad de apartar su mente de la de ella, de ocultarle su pasado y el monstruo que había resultado de este.
– No -dijo Elle-. Por favor, no. Te necesito. Necesito esto. Necesito saber que sobreviviste y te convertiste en alguien útil y necesito verte como realmente eres, así tengo alguna esperanza. -Agachó la cabeza, evitando sus ojos mientras confesaba-. No tengo mucha fe en mí misma en este momento. Tú eres ayudante del sheriff, no eres un monstruo. Has escogido ayudar a la gente, no herirla. Te necesito muchísimo ahora mismo, Jackson. No te ocultes de mí.
Él se llevó ambas manos de ella a la boca y le besó la punta de los dedos.
– Lo que necesites, princesa, sabes que lo haré. -La condujo a la cama y gesticuló para que se tendiera sobre el estómago para poder aplicar el antiséptico y vendar las peores heridas que todavía sangraban. Tenía el estómago hecho un nudo. Puede que hubiera escogido ser ayudante del sheriff en la superficie y llevar una placa, pero profundamente en su interior donde estaba su alma, era capaz de cosas en las que Elle nunca debería tener que pensar. A su modo, era tan violento y retorcido como Stavros.
El aliento de Elle se atascó en su garganta.
– No lo eres. No pienses eso. No lo eres.
Esperaba con toda su alma que ella tuviera razón.
Jackson se despertó, pistola en mano, su mirada ya buscaba un blanco por la habitación. No se movió, consciente de que Elle estaba acurrucada a su lado, llevando sólo la camisa de él y los vendajes. El ruido había provenido de ella, un sonido tímido y angustiado que resultó desgarrador. Soltó el aliento y deslizó la pistola de vuelta bajo la almohada, girándose con cuidado para así no rozar sus heridas.
Elle se sentó abruptamente, extendiendo las manos a la defensiva, arremetiendo contra un atacante invisible, los pechos subían y bajaban bajo la delgada camisa como si luchara por tomar aire. Giró la cabeza, buscando frenéticamente por la habitación antes de dejar caer una mano en el pecho de él.
Jackson. Él está aquí.
Su voz, tan débil y repleta de terror, junto con el puro pánico en su pálido rostro, le brindó un escalofriante instante. Los tentáculos del miedo se deslizaron por su espina dorsal y el estómago se le anudó en respuesta. Echó un vistazo al pastor alemán tumbado en la entrada. El perro estaba alerta, plenamente consciente de Elle, pero sin dar la alarma. Jackson se relajó.
– Mira a Bomber, cariño. Está muy bien entrenado. Nos alertaría si hubiera un intruso.
– Oí su voz. Susurrándome.
La mano se movió lentamente hacia su garganta, acariciándose con los dedos con inquietud, como si estuviera irritada. Incluso la voz era forzada, como si le doliera al hablar.
– ¿Qué dijo?
Jackson se incorporó y la arrastró a sus brazos para calmarla, teniendo cuidado de evitar frotar su cuerpo contra el de ella, temiendo lastimarla.
Elle frunció el ceño.
– Estaba pensando en ti. En lo segura que me haces sentir y entonces no podía respirar y lo oí susurrando con esa voz… ronroneando con satisfacción como siempre hacía.
Ambas manos revolotearon hacia su garganta. Su voz sonaba distante, débil y muy asustada.
– Fue un sueño. Sólo un mal sueño, Elle. Vas a tener un montón de ellos.
Ella se humedeció los labios.
– No lo creo, Jackson. Sabe cómo encontrarme. Dijo que te mataría delante de mí, y que sería una muerte lenta.
Jackson envolvió ambos brazos alrededor de su trémulo cuerpo.
– Era un sueño. Piensa que eres Sheena MacKenzie. No tiene manera de rastrearte, cariño. Y no muero tan fácilmente, recuerda. Incluso si va tras nosotros, no cuenta conmigo. No tiene manera de saber qué clase de hombre soy, pero tú sí -frotó su coronilla con la barbilla- sabes lo bastardo que soy.
Un único sollozo escapó y él sintió el estremecimiento que le recorrió el cuerpo. Jackson enterró la cara contra su cuello.
– Estás a salvo, Elle. Estás aquí conmigo y estás a salvo. Túmbate e intenta dormir.
Ella negó con la cabeza inflexiblemente.
– Tengo miedo de cerrar los ojos. Cuando lo hago, él está allí. -Su voz era el sonido de la desesperación-. Lo juro, Jackson, estoy teniendo ataques de pánico igual que Hannah. Nunca tuve uno en mi vida, pero no puedo respirar y mi corazón palpita demasiado rápido porque tú estás durmiendo y ya no puedo sentirte en mi cabeza.
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