Jackson volvió la cabeza, mirándola por encima del hombro, sus ojos dos pozos negros y despiadados.
– Cuando te toque, Elle, vas a sentir amor. Estarás preparada algún día y cuando así sea, nos amaremos el uno al otro.
Odiaba en lo que se había transformado, lo que Stavros había hecho de ella. Tenía que darle algo.
– Siempre te he amado, Jackson. Desde la primera vez que tu mente conectó con la mía, te amé.
– Menudo momento para decírmelo, nena -le dijo volviéndose hacia ella e inclinándose, abarcándole la garganta con la mano en una leve caricia-. Pero gracias. No sé cómo demonios soy tan afortunado, pero lo aprovecharé.
– Yo soy la afortunada.
Y lo era. Tenía a Jackson. Tenía a sus hermanas esperándola, listas para ayudarla y darle apoyo. Tenía un pueblo entero de gente que la había visto crecer y deseaba su bien. Muchas otras jóvenes no tenían tanta suerte. No tenían a nadie que las ayudara a superar el trauma de la violación y la agresión.
Jackson le agarró la mano y tiró.
– Ven. Vamos a ver como sale el sol.
Elle se levantó lentamente, dejando caer la sábana, quedando en camisa y piel desnuda.
– ¿Por qué no me preguntas por qué no te dejo lavarme el pelo?
Jackson la soltó y caminó hacia los cajones para sacar un chándal que se ataba a la cintura. Se lo ofreció, mientras su mirada la recorría con una ternura cautivadora que nunca habría asociado con él.
– No estás preparada. Cuando lo estés, me lo dirás.
Ella se tocó el cabello.
– Siempre adoré mi cabello. Mamá decía que era mi mejor rasgo, mi gloriosa corona.
– Tus ojos son tu mejor rasgo. -Ladeó la cabeza para estudiarla-. Quizás tu boca. Tienes una boca matadora. Tu sonrisa puede parar el tráfico. Pero adoro tu pelo. Todo ese rojo encendido me recuerda que en realidad eres un pequeño cartucho de dinamita.
– Ya no tanto.
Se puso el chándal.
– Estás caída, Elle, no acabada.
Él se puso una camisa, cogió una manta y dos jerséis, señalando que lo precediera fuera de la habitación.
Bomber empujó contra la pierna de Elle como guiándola y ella dejó caer la mano sobre su cabeza, sintiéndose más segura con la presencia del perro.
– Tengo dos perros más en camino -anunció Jackson mientras abría la puerta, pasando la mano por encima de la cabeza de ella.
Elle frunció el ceño mientras se agachaba bajo el brazo para salir.
– ¿Dos perros más? ¿Qué quieres decir?
– Perros guardianes. He trabajado un poco con ellos. Una amiga mía los entrena. Los dos que vienen son muy hábiles y he trabajado antes con ellos. Lisset los vende, así que le pedí que cuando estuviera preparada para dejarlos ir, me diera la primera oportunidad.
– ¿Lisset?
Nunca le había oído hablar de otra mujer. Ni una vez. Nunca había oído ni un murmullo sobre que tuviera citas, o le había visto contestando a la llamada de una mujer. Jonas nunca había mencionado a otra mujer.
Le estudió realmente. Los amplios hombros, el abdomen plano y las estrechas caderas. Tenía un trasero muy bonito, en el cual ella había reparado a menudo.
– Para.
Ella alzó la ceja.
– Eres endemoniadamente guapo.
– No, no lo soy. -Le atrapó la mano cuando ella comenzaba a avanzar hacia el sendero que se dirigía a la playa-. No bajaremos allí. Nos sentaremos aquí bajo los árboles y observaremos como sale el sol.
– Creía que íbamos a bajar a la playa.
Había echado de menos pasear por la playa con la arena fresca en los dedos de los pies y el viento proveniente del océano en el rostro.
– No podemos correr el riesgo de que te entre arena en las heridas.
– Sí, podemos. -Inclinó la barbilla hacia él-. No me molesta un poco de arena.
Era la primera vez que realmente actuaba como Elle. Los profundos ojos verdes desafiantes chispeaban con un color esmeralda y Jackson sintió como se le encogía el corazón.
– Estoy seguro que a ti no te molesta, cariño, y tan pronto como tu hermana Libby mueva el culo hasta aquí, y te cure esas heridas abiertas, podrás revolcarte en la arena si quieres. Mientras tanto, nos sentaremos bajo los árboles y miraremos el mar desde aquí arriba.
La boca de ella se frunció.
– Jackson, no es para tanto.
Él alargó la mano con engañosa naturalidad, le cerró los dedos alrededor de la nuca y avanzó hacia ella, un lento paso cada vez.
– Si hubieras sido una chica lista, te habrías quedado con tus hermanas. Entonces cuando quisieras pasear por la playa con las heridas abiertas, ellas habrían discutido contigo y al final te lo habrían concedido porque ahora mismo quieren darte cualquier cosa. Yo también quiero dártelo, Elle, pero no a riesgo de una infección. Elegiste quedarte conmigo, y tienes que sufrir las consecuencias. No he cambiado y no voy a cambiar. Haremos lo mejor para tu salud. Si quieres enfadarte conmigo, y ambos sabemos que necesitas enfadarte con alguien, entonces de acuerdo, puedo vivir con eso. Y ya te he dado más explicaciones de las que nunca he dado a nadie en mi vida.
– ¿Es así como se supone que ganas puntos?
Otra vez esa sonrisa débil y fantasmal que llegó de la nada y sus blancos dientes centellearon brevemente.
– Tal vez. No me preocupan mucho los puntos. Y tampoco me importa levantarte en brazos y cargar contigo hasta los árboles. Así que, decide.
– Menudo caballero blanco estás hecho.
Lo empujó para pasar y se encaminó por el desgastado camino hacia los cipreses mecidos por el viento que daban al océano.
– Supongo que eso puede haber sido un sarcasmo.
Puso la manta sobre el suelo en la cima de la pequeña cuesta de cara a las dunas que lo separaban del mar.
Elle se dejó caer sobre la manta, suspirando pesadamente para demostrarle que no estaba tan contenta como habría estado paseando por la playa.
– Supones bien.
Jackson le pasó un jersey sobre la cabeza, sus manos fueron tiernas cuando le pasó los brazos por las mangas. Se había rendido con demasiada facilidad. Elle Drake lo habría hecho marchitarse al momento por atreverse a darle órdenes, aunque fuera por su salud, pero al menos había protestado, ganara o no.
– Libby puede venir mañana, quizás con Sarah o Hannah si no te sientes abrumada.
El aliento de Elle se le atascó en la garganta mientras la alarma la apuñalaba.
– No -negó con la cabeza-. Rotundamente no. No quiero que lo sepan.
– Nena -dijo en voz baja, cogiéndole la mano, trazando perezosos círculos con el pulgar en el interior de su palma-. Ya lo saben.
Ella le atrapó los dedos y los sujetó con fuerza.
– No, no lo saben. Saben algo en plan, oh, pobre Jackson, fue torturado. Qué terrible. Y por supuesto se sienten terriblemente mal por ti. Tienen una tremenda compasión, pero no saben lo que es ser despojada de toda dignidad, toda humanidad, sentirse menos que un animal, gateando desnuda y ciega por el suelo, un cuerpo para ser usado de cualquier forma que alguien crea conveniente. Sabiendo que puedes ser violada, tratada brutalmente, sodomizada, golpeada, obligada a pasar hambre y a cometer cualquier acto depravado solamente para el entretenimiento de alguien. A menos que hayas pasado por eso, no puedes sentirlo . No está estampado en tu alma tan profundo que estás marcado de por vida.
Jackson se pasó la mano por el pelo y se removió, los nudos en sus entrañas se endurecían. Sabía lo que quería decir. El conocimiento, la amargura, la rabia. Podía saborearlos en su boca y oírlos en sus propios gritos. El sudor le perló la piel y apartó la mirada de ella.
– No lo hagas -siseó Elle entre los dientes apretados. Su mano le atrapó la cara y le obligó a girar la cabeza, a mirarla-. Si sabes todos los detalles de lo que ese hombre me hizo, entonces no te apartes de mí porque sé lo que te hicieron a ti. Si puedes mirarme y aceptar mi degradación y dolor, entonces no te alejes de mí cuando comparto los tuyos.
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