Tuvo que tragar un bulto repentino en la garganta mientras, primero Andraya y luego Kyle, se subían a la cama y envolvían sus brazos alrededor de su cuello y le cubrían la cara de besos. Él quería besarlos, pero no podía hacerlo con Susan mirando, así que sólo los abrazó fuerte, acariciando con la nariz sus pequeños y suaves cuellos y haciéndoles pedorretas mientras ellos chillaban.
– ¿Qué planes tienes para hoy? -dijo mirando a Emma.
– Llevaremos a Susan a montar a caballo y le enseñaremos nuestros lugares favoritos, ¿verdad? -preguntó Emma a los niños. Kyle asintió solemnemente y Andraya parecía muy importante mientras se bajaba de la cama y cogía de la mano a Susan otra vez-. Siempre que todo esté bien. -Ella estaba indagando sobre el felino que supuestamente él había avistado.
– Drake y Joshua dijeron que no encontraron ni siquiera huellas. Debe haber sido mi imaginación. -Su leopardo había estado tan cerca anoche-. Todo está bien.
– Bien. Iremos a montar a caballo después del desayuno, entonces. Nos encontraremos contigo abajo, Susan -dijo Emma, luchando por controlar su rubor.
Susan no había dicho ni una palabra, pero sin duda había visto las señales por debajo de la garganta de Emma, que desaparecían bajo las mantas. La muchacha inclinó la cabeza y sacando a ambos niños del cuarto, cerró la puerta.
Emma se cubrió la cara con las manos.
– Nunca voy a ser capaz de explicar esto. Asisto a una cita con un hombre y me despierto contigo en mi cama.
Él rodó encima de ella empujando con la rodilla para separarle las piernas.
– La puerta no está cerrada con llave, podrían volver -protestó Emma, pero era demasiado tarde, la mano de él ya estaba entre sus piernas para encontrar su bienvenida caliente.
Jake se sumergió en ella, empujando las rodillas de Emma hacia arriba y así poder sepultarse profundamente. Él cerró los ojos, saboreando la sensación de su apretado coño rodeándole. Se tragó el jadeo de ella y se mantuvo muy quieto, esperando a que el cuerpo femenino se adaptarse a su tamaño. Ella era todo calor encendido, un puño de seda asombroso, que le agarraba apretadamente. La besó una y otra vez, largo tiempo, con besos narcotizantes, viendo como sus ojos se volvían soñolientos y sexys. Una abrasadora necesidad lamió su polla como un fuego hambriento.
– Asegúrate de acordarte de cerrarla con llave esta noche porque mañana por la mañana voy a despertarte adecuadamente. -Le lamió la comisura de la boca-. Deseo ardientemente el sabor de ti. Toda esa dulce miel que va a echarse a perder esta mañana cuando yo podría darme un festín.
Él adoraba el rubor que despacio le cubría la piel, y su cuerpo comenzó un ritmo lento y pausado dentro de ella. Era la primera vez en su vida que él se entregaba al lujo de la sensación del cuerpo de una mujer. Nunca se había despertado en la cama con una, y Emma era suave y caliente y ¡ah! tan tentadora. No se había percatado del placer del simple acto de irse a dormir y despertarse con una mujer acurrucada contra su cuerpo. Había yacido allí junto a ella, se había curvado a su alrededor, su piel envolviendo la suya, sus brazos abrazándola y su cara sepultada en su pelo glorioso.
La profundidad de sus sentimientos por ella lo aterrorizaba, y a pesar de eso no podía plantearse el dejarla. La tomaba para él. Su única debilidad. Su único fallo. Su absoluta vulnerabilidad. Nadie en la tierra había tenido poder sobre él; hasta Emma. Se había asegurado de esto. Tenía el dinero y el cerebro para destruir a cualquiera que lo atacara, pero de alguna manera su experimento con Emma había salido mal del todo. Se suponía que ella le amaría y adoraría, que le ansiaría día y noche. Él atendería todas sus necesidades y cuidaría de ella, pero nunca había considerado que se vería implicado emocionalmente. Ni siquiera sabía cómo había pasado. Ni siquiera se había creído capaz de ello.
Sintió las manos de ella en su pelo, el tirón de sus dedos en su cuero cabelludo. Adoraba sus pequeños gemidos entrecortados y el modo en que su cuerpo se elevaba para encontrare con el suyo. Era dadivosa, receptiva, como si le deseara desesperadamente, como si le quisiera complacer. Y nadie había hecho nunca esto por él tampoco. Era un leopardo y olía las mentiras. Conocía el desengaño. No había ninguno de ellos en Emma. Sólo su dulzura, entregando el cuerpo abrazado en torno al suyo, abierta para él, deseosa de que la utilizara de cualquier modo que él eligiera. Un regalo sin precio, únicamente eso había. Y ella no se daba cuenta de cuánto estaba pidiendo, de cuánto deseaba él pagar y lo difícil que esto le resultaba.
La agarró del tobillo y le subió la rodilla contra el pecho, adecuando así su ángulo, atento para escuchar la pequeña protesta en la voz de ella, la que le decía que él estaba enviando una dulce agonía por todo su cuerpo. Cada vez que se movía en ella, Jake se sentía como si estuviera en otra dimensión, otro plano de existencia. Aunque no quisiera examinar el sentimiento demasiado a fondo, se sentía casi espiritual mientras empujaba más profundo, queriendo el lloriqueo de ella, queriendo el placer de Emma por encima de todo lo demás.
Jake sabía que se estaba perdiendo en su cuerpo, pero justamente en aquel momento nada importaba, salvo el placer trascendental que rugía por él, el gemido suave de la rendición completa de ella, el sonido de su grito quebrado mientras ella susurraba su nombre, su ronroneo de satisfacción y la intensidad de la emoción que manaba de él, derramándose como una ola tan fuerte como el placer que le abrasaba el alma. Se quedó asombrado de que ya no pudiera separar los dos.
Amor . Había detestado aquella palabra, que se usaba para todo y no significaba nada. Se había convertido en una palabra frívola. Y no significaba nada en absoluto. Nada . Pero aquí tumbado con su corazón palpitando, rodeado por su cuerpo de seda y su calor, supo que ahí había más que sexo. Mucho más que sexo. Ya no podía imaginar su vida sin ella. Le aterraba pensar que ella podría enterarse de cómo se sentía él por dentro.
Le besó la comisura de la boca y se deslizó fuera de ella, sin mirarla, con miedo de que ella le viera, que viera demasiado.
Emma sirvió a Jake una segunda taza de café mientras éste terminaba su desayuno. Susan había permanecido muy silenciosa a lo largo de la comida. Emma no estaba segura de si es que se sentía tan intimidada por Jake que no podía hablar, o si es que estaba a reventar de preguntas y tenía miedo de lo que se le podría escapar antes de poder detenerse.
Emma miró con ceño a Jake e hizo un movimiento con la cabeza hacia Susan. Él hizo una mueca, tomó un trago fortalecedor de café e hizo un intento:
– ¿Cuánto te vas a quedar con nosotros, Susan?
Ella dejó caer su tenedor y se puso roja como un tomate.
– No muchísimo más.
Jake dio un suspiro largo y torturado.
– Yo no estaba dando a entender que quisiera que te marcharas, intentaba simplemente ser agradable.
Emma le dio un puntapié por debajo de la mesa, fuerte.
– ¡Ay! -Él apartó de un tirón su espinilla herida poniéndola fuera de alcance y miró hacia abajo, a su camisa inmaculada. Había conseguido mantener su brazo estable y no se había derramado nada de café. Dejó que Emma viera en sus ojos la promesa de un contragolpe posterior. Bien, tal vez su tono había sido un poco condescendiente, pero le había hablado a la chica, ¿no?
Emma se inclinó hacia adelante.
– Olvidé decírtelo, Jake. El padre de Susan va a enviar a su profesor particular de cálculo, Harold Givens, aquí esta mañana. ¿Le añadirías a la lista en la puerta para los hombres de Jerico?
– ¿Cuánto tiempo estará aquí? -Había una mordacidad en su voz que no podía esconder completamente. No le gustaban los extraños en su casa en absoluto.
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