Emma se apartó de un tirón con su rostro rígido por el orgullo.
– Significa vete al diablo. -Le rodeó con paso airado, dio un portazo con la puerta de cuarto de baño y la cerró con el pestillo. Le dejó que encontrara otra ducha. Le odiaba. Le había contado que otra mujer le había hecho una mamada un par de veces y luego él la jodió. Bien, ella se sentía de verdad bien jodida. Él había llamado a aquella mujer guarra y luego deliberadamente había hecho sentirse a Emma como una. Maldito fuera. Maldita fuera ella también por ceder ante sus propias necesidades furiosas. Maldita por amar a Jake tanto que no podía resistir la tentación. Maldito fuera todo.
No había un lugar en su cuerpo, por dentro o por fuera, que no estuviera dolorido. Su corazón le dolía. Su alma lloraba. Le había dado todo y él la había humillado totalmente y tenía el descaro de parecer satisfecho. No le extrañaba que él pensara que las mujeres con las cuales había estado fueran unas guarras. Él las hacía de aquella manera. Con ella había sido de esa manera, preparada para hacer cualquier cosa que él quisiera, cualquier cosa para complacerlo. Había querido desesperadamente complacerlo.
Sollozaba mientras el agua caliente se derramaba sobre ella, grandes sollozos que sacudían todo su cuerpo. Había arruinado su vida. Arruinado las vidas de Andraya y de Kyle. Tenía que marcharse, coger a su pequeña y dejar a Kyle atrás. La adopción aún no era definitiva. Para él, ella no tenía derechos. No podía creer lo estúpida, lo egoísta que había sido, al no pensar en sus niños, dejando que sus hormonas la guiaran. ¿Qué tipo de madre era ella?
Jake estaba tan absolutamente seguro de sí mismo. El poder puro de su personalidad era hipnotizante, fascinante, y ella había sido mucho más susceptible de lo que se había dado cuenta. Se deslizó hacia abajo por la pared de la ducha, haciéndose una pequeña pelota, dejando que el agua caliente chorreara sobre su cuerpo dolorido. Definitivamente se marchaba. No sería humillada de esta manera nunca más. ¿Cómo iba a poder enfrentarse a él ahora? Había visto el desprecio en su cara, lo escuchó de su voz, cuando hablaba por teléfono con las mujeres, las oyó rogar y suplicar por verlo. Ella no se convertiría en otra de sus repudiadas. Y si se quedaba, nunca sería capaz de resistirse a su seducción. Su cuerpo palpitó tan sólo de pensar en él y estaba furiosa con Jake. ¿Qué había hecho? ¡Qué estúpida!
Quería chillarse a sí misma. Siempre había actuado racionalmente. Es más, raramente se sentía atraída por los hombres, y con toda seguridad no con el deseo ardiente y obsesivo que había desarrollado por Jake. ¿Cuándo había comenzado? Él no era su tipo de hombre. Greg Patterson lo era. Andrew. Su querido Andrew, con su sonrisa dulce, y toque gentil, pidiendo permiso hasta para besarla.
¿Cómo se había visto atrapada en la telaraña sexual de Jake? Ella había tenido cuidado con ello. Había sentido su encanto, el tirón profundo del magnetismo, pero se había asegurado desde el principio de verle tal como él era realmente, para no caer bajo su embrujo. Y aquí estaba, tirada en el suelo de la ducha, con su semilla en ella y sobre ella y con su vida derrumbándose a su alrededor.
Emma se permitió llorar hasta que no tuvo lágrimas, sabía que tenía que afrontar lo que había hecho. Se sentó y despacio comenzó a enjabonar su cuerpo, sintiendo la posesión de él con cada movimiento, trató de eliminarla lavándose, de lavar su obsesión por él. Tenía que pensar detenidamente. Jake era diferente a otros hombres. Había visto las cicatrices en su cuerpo, sus muslos, su espalda, incluso en sus brazos y vientre. Él no confiaba en nadie. Tenía una particular aversión por las mujeres que se acercaban a él. Nunca hablaba con sus padres o les permitía acercarse a los niños. La vez que ella había conocido a su madre había sido una experiencia de pesadilla.
Amaba a Jake, pero no del mismo modo en que había amado a Andrew. Para ser sincera consigo misma, Andrew había sido su primer amor, un amor infantil, dulce, puro y perfecto. Jake nunca había sido niño. Él no sabía lo que era el amor o la confianza. Se había ido enamorando de Jake a lo largo de los últimos dos años, observándolo esforzarse por aprender a ser un padre. Viéndole asegurarse del bienestar de las almas rotas a su alrededor. Sus sentimientos hacia él no eran del todo puramente sexuales, y eso hacía aún más difícil aceptar su carencia de emoción hacia ella, pero sabía cómo era él. Tenía problemas con las emociones más suaves. Se permitió encariñarse porque él la trataba de manera diferente a como lo hicieron otros, pero nunca le había dado poder sobre ella. El control de él sobre ella siempre había sido una ilusión, al menos así lo había pensado Emma. Tal vez había sido ella la única en percibir la ilusión desde el primer momento.
Supo que le dejaba hacerse cargo de su vida al hacer la mudanza a Texas e instalarse en su casa. Incluso sabía que él contaba con ella para amar a Kyle. Jake les parecía duro como una roca a todo el mundo a su alrededor, pero para ella él era vulnerable. Necesitado. Y Emma respondió a su necesidad. De algún modo, ella le había defraudado tanto como había defraudado a los niños y a sí misma permitiendo que sus hormonas gobernaran su cabeza.
Necesitaba tiempo. Sabía que si se iba a su cuarto, Jake iría y querría hablar. Y no tenía respuestas, la personalidad de él, su dolor eclipsaba todo el sentido común. Necesitaba un tiempo a solas. Él podría encargarse de los niños por una vez. Pensaba dar un largo paseo, conseguiría tal vez una habitación en un hotel en algún sitio. Le dejaría una nota avisándole que estaría de vuelta antes de la tarde. No iba a alterar sus vidas completamente sin antes pensarlo mucho y concienzudamente.
Jake posó la palma de su mano en la puerta del cuarto de baño, valorando el momento crítico de Emma, lleno de temor. Había permitido que el leopardo le controlase y la había empujado demasiado. Ella muy bien podría haber sido una virgen por la experiencia que tenía, y la clase de sexo que él había puesto en práctica con ella había sido demasiado intenso, demasiado rudo, demasiado animal. Maldición. La última cosa que él quería hacer era destruir la confianza que tan cuidadosamente había construido en ella. A veces incluso creía que había cambiado lo bastante como para merecerla. Pero profundamente en su interior, la bestia siempre estaba al acecho, siempre gruñía y exigía.
Estampó el puño en la puerta y se alejó airado, dirigiéndose hacia el cuarto de baño en su suite. Conocía a Emma, y tenía que ser más listo que ella, tenía que entender su siguiente movimiento y estar un paso por delante. Ella estaría pensando en marcharse. Él vio la humillación y el auto desprecio en sus ojos. No iba dirigido a él; ella ya le había perdonado por su comportamiento. Se sentía la responsable de lo ocurrido. Y no querría enfrentarse a él. Querría huir.
Él abrió el grifo y puso el agua tan caliente como pudo y se quedó de pie bajo el fuerte calor, deseando que esto derritiera su piel y abrasara al leopardo, le dejaría sentir lo que era herir a alguien, esto lo pilló desprevenido. Él no sabía amar. El amor ni siquiera era real. Era una palabra que la gente usaba para atraparse los unos a los otros. Emma pensaba que el amor era importante, pero él lo sabía bien. Lealtad, eso era lo que contaba. Sentía cariño por Emma a su manera. Su cuerpo deseaba el de ella, incluso lo necesitaba. El sexo era crudo y elemental; el sexo era real. Era una emoción. Él podía darle su lealtad y podía mantener su cuerpo saciado y feliz. Tenía que encontrar una manera de convencerla de que él podría darle mejor que otros hombres las cosas que realmente importaban, cosas como la protección y la lealtad.
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