"Lo mismo ocurre en Alemania, Francia, y el resto de Europa Central".
Wills asintió. "Así parece. Son los siguientes en la lista, pero no parecen conscientes de que es así. Entierran la cabeza como el avestruz, Rick".
"Es cierto", asintió Bell. "Entonces ¿qué hacemos con tu alumno?"
"¿Ryan? Buena pregunta. No hay duda de que aprende rápido. Es particularmente bueno para hacer conexiones", pensó Wills en voz alta. "Deduce mucho -a veces demasiado- pero, así y todo, no es malo que un analista lo haga".
"¿Cuál es su grado en este momento?"
"B plus, tal vez un A bajo, pero sólo porque es nuevo. No es tan bueno como yo, pero yo me dedico a esto desde antes de que él naciera. Va a hacer carrera, Rick. Llegará lejos".
"¿Tan bueno es?", preguntó Bell. Tony Wills tenía fama de analista cuidadoso y moderado, además de estar entre los mejores que hubiera producido Langley, a pesar de su actitud de empleado rutinario.
Wills asintió. "Así de bueno". También era escrupulosamente veraz. Ese era su carácter natural, y se podía permitir ejercerlo. El Campus pagaba mucho mejor que cualquier agencia del gobiemo. Sus hijos ya eran todos adultos -el menor cursaba el último año de física en la Universidad de Maryland y, una vez que se graduara, Betty y él podían considerar el siguiente gran paso en la vida, aunque a Wills le gustaba su trabajo y no tenía planes para abandonado en lo inmediato. "Pero no le digas que te lo dije".
"¿Es arrogante?"
"No, no sería justo decido. Pero no quiero que empiece a creer ya que sabe todo".
"Ningún tonto piensa como él piensa", dijo Bell.
"Si'. Wills se puso de pie. "Pero para qué correr riesgos?"
Wills se fue, pero Bill aún no sabía qué hacer con el joven Ryan. Bueno, era algo para tratar con el senador.
"Próxima parada, Viena", le informó Dominic a su hermano. "Tenemos otro objetivo".
"¿Nunca te preguntaste cuán regular será este trabajo?", se preguntó Brian en voz alta.
Su hermano rió. "Hermano, hay suficientes delincuentes en los Estados Unidos como para mantenemos ocupados durante el resto de nuestros días".
"Sí, sería un ahorro despedir a todos los jueces y jurados".
"Yo no soy Harry el Sucio; soldadito".
"Ni yo soy Chesty Puller: ¿Cómo llegamos allí? ¿Avión, tren, tal vez auto?"
"Conducir sería divertido", dijo Dominic. "Me pregunto si podríamos alquilar un Porsche…"
"Buena idea", gruñó Brian. "Bueno, desconéctate así puedo descargar el legajo, ¿de acuerdo?"
"Claro. Iré a ver qué puede hacer por nosotros el conserje".
"¿Ésta es toda la confirmación con que contamos?", preguntó Hendley.
"Correcto", asintió Granger. "Pero coincide exactamente con el informe de nuestro equipo".
"Van demasiado rápido. ¿Qué ocurre si el enemigo piensa, ¿dos ataques cardíacos en menos de una semana? ¿Qué ocurriría?"
"Gerry, recuerda que la naturaleza de esta misión es seleccionar por las malas. Queremos que el otro bando se ponga un poco nervioso, pero su arrogancia no tardará en regresar y le adjudicarán lo ocurrido al azar. Si esto fuera la tele o las películas, creerían que la CIA está jugando duro, pero no es una película, y la CIA no juega así. Tal vez el Mossad, pero ya desconfían de los israelíes. Eh -una luz se encendió en su cerebro ¿y si ellos fueron los que eliminaron al tipo del Mossad en Roma?"
"No te pago para que especules, Sam".
"Es una posibilidad", insistió Granger.
"También pudiera ser que la mafia mató al pobre infeliz porque lo confundió con un mañoso que no pagó sus deudas. Pero no apostaría por eso".
"Sí, sefior". Granger regresó a su oficina.
En ese momento, Mohammed Hasan al-Din trabajaba en su computadora mientras bebía café en el hotel Excelsior de Roma. Lo de Atef era una mala noticia. Era -había sido- un buen reclutador, con la mezcla exacta de inteligencia, verosimilitud y compromiso como para persuadir a otros de que se unieran a la causa. El mismo había querido entrar en acción, tomar vidas y ser un Santo Mártir, pero aunque quizá lo hubiera hecho bien, un hombre que sabía reclutar valía más que uno dispuesto a sacrificar su vida. Se trataba de aritmética básica, algo que un ingeniero graduado como Atef debería haber entendido. ¿Qué era lo que le había ocurrido? ¿Un hermano muerto por los israelíes en 1973, no? Era mucho tiempo como para mantener vivo el rencor, aún para un hombre de su organización, pero no un caso único. Pero ahora Atef estaba en el paraíso con su hermano. Eso era bueno para él pero malo para la organización. Estaba escrito, pensó Mohammed para consolarse, y así debía ocurrir, pero la lucha continuaría hasta que muriera el último enemigo.
Tenía un par de teléfonos donados sobre la cama, teléfonos que podía emplear sin miedo a ser escuchado. ¿Debía llamar al Emir para hablar de lo ocurrido? Valía la pena tomado en cuenta. El de Anas Alí Atef había sido el segundo ataque cardíaco en menos de una semana,y en ambos casos se había tratado de hombres muy jóvenes, lo cual era extraño, muy inusual desde el punto de vista estadístico. Fa'ad había estado junto a Anas cuando ocurrió, de modo que no había sido baleado o envenenado por un oficial de inteligencia israelí -Mohammed pensó que un judío los habría matado a ambos-, y la presencia de un testigo ocular en el lugar del hecho hacía difícil sospechar que se hubiera tratado de un homicidio. En cuanto al otro, bueno, Uda era un putero, y difícilmente fuera el primer hombre en morir por tal debilidad. De modo que a fin de cuentas debía tratarse de una coincidencia poco probable y por lo tanto no se justificaba llamar al Emir. Sin embargo, tomó nota de los dos incidentes en su computadora, encriptó lo escrito y apagó. Sentía deseos de dar un paseo. Era un agradable día en Roma. Cálido para tratarse de Europa, pero eso para él era lo deseable. Calle arriba había un agradable restaurante al aire libre, cuya comida italiana era apenas de calidad promedio, pero el promedio de aquí era superior al de muchos buenos restaurantes del mundo. Era como para pensar que todas las mujeres italianas serían obesas, pero no, algunas de ellas sufrían de la enfermedad femenina occidental de la delgadez, algunas al punto de que parecían niños de Africa occidental. Muchachos más que mujeres maduras y experimentadas. Era triste. Pero en lugar de comer, cruzó la Vía Veneto para extraer mil euros de un cajero automático. El euro había simplificado mucho el viajar por Europa, gracias a Alá. Aún no se equiparaba al dólar norteamericano en términos de estabilidad, pero, con un poco de suerte, ello pronto sería así, lo cual haría que viajar fuera aún más fácil.
Era difícil no amar Roma. Era una ubicación cómoda, de carácter internacional, estaba llena de extranjeros y tenía una hospitalaria población local, que se inclinaba y esforzaba a cambio de dinero, como buenos campesinos que eran. Buena ciudad para las mujeres, con la posibilidad de hacer compras que en Riad no eran siquiera imaginables. Su madre inglesa había amado Roma, y el porqué era obvio. Buena comida, buen vino, y un maravilloso ambiente histórico anterior al mismísmo Profeta, que la paz y las bendiciones fueran con él. Muchos habían muerto aquí a manos de los césares,masacrados para diversión pública en el anfiteatro Flavio, o matados porque habían desagradado al emperador de una u otra forma.Durante la época imperial posiblemente las calles hubieran sido muy pacíficas. Qué mejor manera de garantizar eso que aplicando la ley implacablemente? Aun los débiles podían reconocer el precio de comportarse mal. Así era también en su tierra natal, y esperaba que así siguiera siendo cuando se libraran de la familia real matándola o forzándola a exiliarse en Inglaterra o Suiza, donde la gente con dinero y nobleza era tratada lo suficientemente bien como para que pasara su vida en la indolencia y la comodidad. Cualquiera de estas alternativas era aceptable para Mohammed y sus colegas. Mientras ya no gobernaran, llenos de corrupción, inclinándose ante los infieles y cambiándoles petróleo por dinero, gobernando al pueblo como si fuesen hijos del propio Mahoma. Eso se terminaría. Su odio hacia los Estados Unidos era menor que el que sentía por los gobernantes de su propio país… Pero los Estados Unidos eran su principal objetivo debido al poder que éstos empleaban para sí o a través de otros para alcanzar sus objetivos imperiales. Los Estados Unidos amenazaban todo lo que él amaba. Eran un país descreído, patrocinador y protector de los judíos. Habían invadido su país y tenían tropas y armas allí, con el indudable objetivo de sojuzgar todo el Islam, rigiendo las vidas de mil millones de fieles en nombre de sus propios y estrechos intereses: Castigar a los Estados Unidos se había convertido en su obsesión. Ni siquiera los israelíes eran blancos igualmente atractivos. Aunque los judíos eran crueles, no eran más que los ejecutores de los designios de los estadounidenses, vasallos que obedecían las órdenes de sus amos a cambio de dinero y armas sin siquiera darse cuenta de cuán cínicamente estaban siendo usados. Los chiítas iraníes tenían razón. Los Estados Unidos eran el Gran Satán, Iblis mismo, tan poderoso que era difícil asestarle un golpe definitivo, pero así y todo vulnerable, como lo es el mal ante las virtuosas fuerzas de Alá y los creyentes.
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