Eve sabía que ésas eran sus intenciones, pero no pensaba comprometerse más por el momento. Necesitaba tiempo para digerir todo lo que acababa de oír y decidir si podía ser cierto.
– Ya me lo imaginaba.
– No tienes demasiadas opciones.
– No me venga con pavadas.
– Bueno, opciones decentes, quiero decir.
– Ni me nombre la palabra decencia.
– Creo que es hora de encender la radio -murmuró Logan-. ¿Por qué no tratas de dormir un rato? Te despertaré cuando lleguemos a Carolina del Norte.
Encendió la radio y acordes de la Peer Gynt Suite de Grieg, inundaron el automóvil.
– Ay, por Dios -se quejó Gil, mientras se acurrucaba en un rincón-. Eve, dile que la apague y sálvame. Creo que estoy teniendo una recaída.
– Sálvate por tu cuenta. -La música le tranquilizaba los nervios. -No noté que te mostraras especialmente solícito conmigo, menos si mis necesidades son obstáculos para Logan.
– ¡Ay! -Gil hizo una mueca. -Olvida lo que te pedí. Creo que puedo acostumbrarme a la música clásica. Es más, para cuando lleguemos a la casa en la playa, me gustará más el viejo Grieg que Reba McIntyre.
– ¿Estás seguro de que lo hicieron, James? -preguntó Lisa Chadbourne a Timwick-. ¿Por qué tardaron tanto? No puedo permitir más errores.
– Barrett House está ardiendo en este mismo instante. El retraso fue solamente porque llevó un buen rato asegurarse de que pareciera que fue por un cortocircuito.
– ¿Y enviaste un equipo hacia allá para recuperar el cuerpo? No quiero que los paramédicos del departamento de bomberos sean los primeros en llegar.
– No soy tonto, Lisa. Lo sacarán de allí y lo llevarán a Bethesda.
Se lo oía fastidiado. Era evidente que ella se había mostrado demasiado autoritaria. Todos los demás le resultaban fáciles de manejar, pero era difícil encontrar el punto de equilibrio con Timwick. En público era respetuoso y sumiso, pero en privado no le permitía olvidar que eran socios. Suavizó la voz.
– Perdóname, sé que estás haciendo todo lo que puedes. Me siento algo asustada e impotente.
– Sí, tan impotente como una cobra real.
Lisa se estremeció. Era la primera vez que Timwick la trataba con sarcasmo, lo que no era una buena señal. Ella había notado lo nervioso y tenso que había estado últimamente y ahora parecía que se estuviera descargando con ella.
– ¿Me merezco eso, James? Los dos decidimos que era necesario y en todo momento he sido franca contigo. -Silencio. -No esperaba que sucediera esto. Me dijiste que todo saldría bien.
No tenía que enojarse. Tenía que pensar en el resultado final, no en los detalles. Necesitaba a Timwick. Él tenía su trabajo, ella el suyo. Se cuidó de que el fastidio que sentía no se le notara en la voz.
– Estoy haciendo las cosas de la mejor manera posible. Fuiste tú el que no esperó el tiempo suficiente en la funeraria -le recordó con suavidad-. No hubiéramos tenido problemas si te hubieras asegurado de que Donnelli terminara el trabajo.
– Me quedé ahí sentado viendo cómo lo quemaba. Después de un tiempo pensé que podía irme. ¿Cómo iba a saber que llevaba tanto tiempo quemar un cadáver?
Ella lo hubiera sabido. Hubiera leído todo acerca del tema hasta averiguar todo lo necesario. Había sido una tonta al creer que Timwick haría lo mismo.
– Lo sé. No es tu culpa. Pero ahora tenemos que lidiar con eso… Y con Logan. ¿No encontraron rastros del cráneo?
– Era evidente que Duncan había estado trabajando, pero no estaba el cráneo. Si es tan buena como dicen, tenemos que suponer que terminó el trabajo.
Lisa sintió que se le anudaban los músculos del estómago.
– Todo saldrá bien. El trabajo de ella solamente no es prueba de nada. Tenemos que asegurarnos de que queden desacreditados ante los medios antes de que consigan más pruebas. Hoy dimos el primer paso en esa dirección. Ahora tienes que encontrarlos y cerciorarte de que no causen más problemas.
– Sé lo que tengo que hacer. Tú ocúpate de mantener en línea a Detwil. En la última conferencia de prensa estuvo demasiado animado.
Estaba manejando a Kevin perfectamente bien. Timwick lo había dicho adrede para vengarse de ella por criticar la forma en que había manejado a Donnelli.
– ¿Te parece? Lo vigilaré, James. Sabes que tu opinión es muy importante para mí. -Hizo una pausa. -¿Qué me dices de esta tal Duncan? Hasta ahora apuntamos todos nuestros cañones contra Logan. Ella puede resultar igualmente difícil.
– La tengo vigilada, pero Logan es el jugador principal. Es el que da las órdenes.
– Como te parezca. ¿Pero puedes darme un informe más detallado sobre Duncan?
– El informe es completo. ¿Qué más quieres saber?
– Quiero más detalles sobre sus antecedentes profesionales. Seguramente intentarán una prueba de identificación por ADN y ella debe de tener contactos.
– Mañana ya sabrán lo peligroso que es salir a la superficie. Con suerte los atraparemos antes de que puedan hacer algo más.
– Sería tonto confiar en la suerte ¿no te parece?
– ¿Caray, cuánto ADN crees que puede quedar después de que estuvo en el fuego unas horas?
– No tengo idea, pero no podemos correr riesgos.
– Además, como te dije, será Logan el que decida qué jugada hacer. No pueden presentarse en un laboratorio de ADN con el cráneo. Sabemos Adónde irán en busca de ayuda. Ya estoy haciendo vigilar a Ralph Crawford, de la Universidad Duke. Si no los atrapamos de inmediato, igual se meterán en nuestra…
– James, por favor -pidió Lisa con suavidad.
– De acuerdo. -Ella oyó la impaciencia en su voz. -Lo conseguiré.
– Bien. Y avísame en cuanto llegue el cuerpo a Bethesda. -Cortó la comunicación, se puso de pie y se dirigió al dormitorio.
Es Logan el que decide las jugadas.
No estaba tan segura de eso. El expediente que tenía sobre Eve Duncan mostraba a una mujer fuerte e inteligente que no caminaría detrás de ningún hombre. ¿Quién mejor que Lisa para saber cómo una mujer fuerte podía moldear las situaciones según su conveniencia? Timwick, como siempre, subestimaba a la oposición. Iba a tener que ser ella la que vigilara a Eve Duncan.
– ¿Lisa?
Kevin estaba de pie en la puerta del baño, con la bata roja con arabescos de Ben. Era una de las pocas prendas de Ben que le gustaba a Kevin. Lisa había tenido que frenar su gusto por los colores fuertes. Ben raramente usaba otra cosa que no fuera azul marino o negro.
– ¿Pasa algo? -preguntó él, con el entrecejo fruncido.
Lisa se obligó a sonreír.
– Un problemita con Timwick.
– ¿Puedo ayudar en algo?
– No, esta vez no. Deja que me ocupe yo.
Fue hacia él y le pasó los brazos alrededor del cuello. Olía a la colonia con aroma a lima que Ben se había hecho preparar especialmente. Las fragancias eran importantes. Aun cuando uno no pensaba en ello, era una forma de recordar con sutileza quién era una persona. A veces, cuando despertaba en medio de la noche, Lisa todavía creía que tenía a Ben durmiendo a su lado.
– Estuviste magistral hoy en la reunión de la AARP. Los tenías a todos embobados -le susurró al oído.
– ¿Te parece? -preguntó él, ansioso-. Me pareció que me desempeñé muy bien.
– Estuviste brillante. Mejor de lo que lo podría haber hecho Ben. -Lo besó con suavidad. -Estás haciendo un trabajo magnífico. Podríamos estar en medio de una guerra, ahora, si tú no te hubieras hecho cargo.
– ¿De veras era tan inestable?
Ella le había hablado de la supuesta inestabilidad de Ben quinientas veces, pero Kevin siempre quería que se lo repitiera. ¿Se sentía culpable? No, sencillamente le gustaba la idea de que estaba salvando el mundo. A pesar de ser un hombre inteligente, en ocasiones Kevin se mostraba increíblemente vanidoso e ingenuo. -¿Crees que estaría haciendo esto si no hubiera tenido miedo de lo que él podía hacer?
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