¿Por qué esa idea la hacía sentir que tenía mil años encima?
Porque era tonta y egoísta y hasta tal vez envidiosa.
Joe.
Extendió la mano hacia el teléfono otra vez, pero se detuvo.
Logan sabía que ella había estado en el cementerio.
No le gustaba la idea de ese centro de actividad de vigilancia en la casa para carruajes.
Basta, qué paranoico de su parte. Las cámaras de vídeo no eran necesariamente equivalentes a teléfonos intervenidos.
Pero podrían serlo ¿o no? Desde que había llegado aquí había tenido la sensación de que estaba atrapada en una red.
Sí, era decididamente paranoica.
Se puso de pie, extrajo el teléfono digital de su bolso y marcó el número de Joe.
– Te estaba por llamar. ¿Cómo van las cosas?
– Nada bien. Estoy en ascuas. Me quiere involucrar más de lo que me gusta. Necesito saber en qué estoy metida. ¿Averiguaste algo?
– Puede ser. Pero es bastante extraño.
– ¿Qué no es extraño de todo esto?
– Parece que últimamente se ha obsesionado respecto de John F. Kennedy.
– Kennedy -repitió Eve, perpleja.
– Así es. Y Logan es republicano, lo que ya en sí es extraño. Visitó la Biblioteca Kennedy. Pidió copias del Informe de la Comisión Warren sobre el asesinato de Kennedy. Fue al depósito de libros de Dallas y luego a Bethesda. -Joe hizo una pausa. -Hasta habló con Oliver Stone sobre la investigación que realizó para su película JFK. Todo lo hizo sigilosamente y en silencio. Sin apuro. Ni siquiera te darías cuenta de que hay una conexión entre sus acciones a menos que estuvieras prestando atención al patrón de comportamiento, como en mi caso.
– Kennedy. -Qué locura. -Eso no puede tener nada que ver con el motivo por el que estoy aquí. ¿Algo más?
– Hasta el momento, no. Me pediste cosas fuera de lo común.
– Y vaya si cumpliste.
– Seguiré investigando. -Joe cambió de tema. -Hoy vi al nuevo novio de tu mamá. Ron es buen tipo.
– Ella parece opinar lo mismo. Gracias por pasar a ver si estaba bien.
– No creo tener que volver a hacerlo. Ron parecía muy dedicado a la tarea de protegerla.
– Todavía no lo conocí. Mamá tiene miedo de que lo ahuyente.
– Podrías hacerlo.
– ¿Qué estás diciendo? Si sabes que quiero lo mejor para mamá.
– Sí, y armarás un escándalo terrible hasta que se lo consigas.
– ¿Tan mala soy?
La voz de Joe se suavizó.
– No, tan buena eres. Oye, me tengo que ir. Diane quiere ir al cine de las nueve. Te llamaré cuando sepa algo más.
– Gracias, Joe.
– Por favor. No creo haberte ayudado demasiado.
No, probablemente, no, pensó Eve mientras cortaba. El interés de Logan por JFK podía ser una casualidad. ¿Qué conexión posible podía haber entre el ex presidente y su situación actual?
¿Coincidencia? Dudaba de que Logan hiciera algo por casualidad. Era demasiado astuto, tenía todo siempre bajo control. La búsqueda de información sobre Kennedy era demasiado reciente como para no resultar sospechosa y si había tratado de mantener oculto su interés en Kennedy, algún motivo tendría.
¿Pero cuál? No sería que…
Se puso rígida ante la idea.
– ¡Oh, Dios mío!
No había nadie en la biblioteca cuando Eve entró unos minutos más tarde. Cerró la puerta con violencia, encendió la luz y avanzó hacia el escritorio. Abrió el cajón de la derecha. Papeles y agendas telefónicas. Lo cerró con fuerza y abrió el de la izquierda.
Libros. Los sacó y los colocó sobre el escritorio.
Arriba de todos estaba el Informe de la Comisión Warren. Debajo, el libro de Crenshaw sobre la autopsia de Kennedy y luego un libro gastado titulado La Conspiración contra Kennedy: Preguntas y Respuestas.
– ¿Te puedo ayudar en algo? -Logan estaba en la puerta.
– ¿Está loco, Logan? -Eve lo fulminó con la mirada. -¿Kennedy? Tiene que haber perdido la cabeza.
Logan atravesó la habitación y se sentó frente al escritorio.
– Se te ve un poco alterada.
– ¿Por qué tendría que alterarme? Solamente porque me trajo aquí para la búsqueda más alocada concebida por el hombre. ¿Kennedy? -repitió-. ¿Qué clase de demente es usted?
– ¿Por qué no te sientas y respiras hondo? -Sonrió. -Me asustas cuando te veo así de pie con aire amenazador.
– Déjese de pavadas. Esto no es gracioso, Logan.
La sonrisa de él desapareció.
– No, no es gracioso. Esperaba que no tuviera que llegar a esto. Traté de ser cuidadoso. Supongo que no decidiste revisar mi oficina por pura curiosidad. ¿Fue Joe Quinn?
– Sí.
– Tenía entendido que era muy astuto. -Sacudió la cabeza.
– Pero fuiste tú la que me echó encima el sabueso. ¿Por qué no dejaste las cosas como estaban?
– ¿Pretendía que siguiera dando vueltas a ciegas?
El se mantuvo en silencio un instante.
– No, creo que no. Pero tenía esperanzas de que lo hicieras. Quería que entraras en esto sin prejuicios.
– Por más sospechas que tuviera, no trabajaría sobre la base de prejuicios. No se puede hacer de esa forma con esta clase de trabajo. Pero no puedo creer que quiera que lo ayude a desenterrar a Kennedy.
– No se requiere ningún trabajo manual de tu parte. Sólo quiero que verifiques…
– Sí, y que me maten de un tiro mientras verifico. ¡Por el amor de Dios, Kennedy está enterrado en el cementerio de Arlington!
– ¿Eso crees?
Eve quedó paralizada.
– ¿Qué diablos está diciendo?
– Siéntate.
– No me quiero sentar. Quiero que me lo cuente todo.
– De acuerdo. -Logan hizo una pausa. -¿Y si no fuera Kennedy el que está enterrado en Arlington?
– Ay, cielos ¿otra teoría de conspiración?
– ¿Conspiración? Sí, podría decirse que sí. Pero con una vuelta, más de tuerca. ¿Y si fuera uno de los dobles de Kennedy el que fue asesinado en Dallas? ¿Y si Kennedy hubiera muerto antes del viaje a Dallas?
Eve lo miró con incredulidad.
– ¿Dobles de Kennedy?
– La mayoría de las figuras públicas tienen dobles para proteger sus vidas y su intimidad. Se dice que Saddam Hussein tiene por lo menos seis.
– Es el dictador de un país del Tercer Mundo. Nadie podría hacer una cosa así aquí.
– Sin ayuda no, por cierto.
– ¿Ayuda de quién? -quiso saber Eve en tono sarcástico-. ¿Del pequeño John-John? ¿Tal vez de su hermano Bobby? -Apretó los puños contra los costados. -Usted está loco. Es lo más vergonzoso que he oído en mi vida. ¿A quién demonios acusa?
– No acuso a nadie. Simplemente tomo en cuenta las posibilidades. No tengo idea de cómo murió realmente. Tenía todo tipo de problemas de salud que no eran de conocimiento público. Podría haber muerto por causas naturales.
– ¿Podría? Santo Cielo, ¿acaso sugiere que la causa puede no haber sido natural?
– No me estás escuchando. ¡Diablos, no lo sé! Lo único que sé es que en un engaño de esa importancia tiene que haber habido más de una persona involucrada.
– Una conspiración de la Casa Blanca. Una pantalla. -Eve sonrió con aire burlón. -¿Y qué conveniente le resulta que Kennedy haya sido demócrata, no es cierto? Puede pintar a la oposición como una manga de tramposos e inescrupulosos que no merecen ganar la elección este año. Qué casualidad que una mancha gigantesca como ésta pueda traducirse en una victoria para su partido.
– Puede ser.
– Qué cretino. No me gustan las campañas de desprestigio. Y tampoco me gusta que me usen, Logan.
– Es comprensible. Ahora bien, si ya has terminado de dar rienda suelta a tu fastidio ¿quieres escucharme un instante? -Se inclinó hacia delante en la silla. -Hace ocho meses recibí un llamado de un hombre llamado Bernard Donnelli, el dueño de una casa funeraria en las afueras de Baltimore. Me pidió que fuera a encontrarme con él. Me dijo poco, pero suficiente como para dejarme intrigado, de manera que volé a Baltimore al día siguiente. Estaba asustado y se encontró conmigo en una playa de estacionamiento cerrada a las cinco de la mañana. -Se encogió de hombros. -Muy poca imaginación. Debe de haber creído que era Garganta Profunda o algo así. En fin, la codicia pudo más que el miedo y quiso venderme la información. -Hizo una pausa. -Más un objeto que pensó que yo podría encontrar valioso. Un cráneo.
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