– Todavía no.
Leo aventuró un último comentario.
– Creía que habías dicho que no tenías que seguir a Sam -dijo.
– Pero no he dicho que no fuera a vigilarla.
– Tenía miedo.
Sin levantar la mirada del informe de la autopsia que estaba leyendo, Lucas dijo con voz firme:
– Claro que tenía miedo.
– Dices que lo sentiste.
Lucas guardó silencio.
– Y bien, ¿no es así?
– Déjalo ya, Wyatt.
El sheriff se removió, inquieto, en su silla.
– Necesito… necesito saberlo. Saber por lo que pasó.
– No, no lo necesitas.
– Tengo que saberlo, ¿es que no lo entiendes?
– Ni siquiera deberías estar aquí hoy. Vete a casa. Date tiempo para llorarla.
– No puedo irme a casa. ¿Qué iba a hacer allí? ¿Mirar las paredes? ¿Acabarme la bolsa de palomitas que ella se dejó a medio comer hace casi una semana? ¿Meterme en la cama para olerla en las sábanas?
Las emociones en carne viva de Metcalf no sorprendieron a Lucas, ni le extrañó que el sheriff se desahogara allí, tras la puerta cerrada de la sala de reuniones y ante una persona relativamente extraña. La pena encontraba su cauce de un modo u otro, y muchos hombres contaban a extraños lo que no podían contar a sus más allegados. Lucas lo había visto otras veces.
Pero ello no hacía que le resultara más fácil oír todo aquello.
– Anoche dormí en el sofá, o lo intenté -prosiguió Metcalf con aspereza-. Como cada noche desde que la encontramos. La cama… Podría lavar las sábanas, pero no quiero. No quiero… perder eso. Nadie sabía lo nuestro, a Lindsay no le parecía buena idea, así que todo lo que tengo de ella es así, como las sábanas, íntimo. -Sacudió la cabeza, parpadeó y miró a Lucas como si lo viera por primera vez-. Pero tú lo sabías, ¿no? ¿Que éramos amantes?
– Sí, lo sabía.
– Porque eres vidente.
Lucas sonrió con ironía.
– No. Porque eres un pésimo actor, Wyatt. Si quieres que te diga la verdad, creo que lo sabía casi todo el mundo.
– ¿Crees que lo sabe Caitlin?
– Puede que no, porque no vive aquí.
El sheriff hizo una mueca.
– Lo sabrá en cuanto vacíe el apartamento de Lindsay -dijo-. Dejé cosas mías allí.
– Dudo que diga nada.
– Eso me da igual. Pero no quiero que piense que lo nuestro era… que era algo sin importancia. Porque no lo era.
Lucas vaciló. Después se recostó en su silla y dijo:
– Si te ayuda decírselo, díselo. Pero yo dejaría pasar un tiempo, Wyatt. Espera a que primero se pase un poco el aturdimiento.
– ¿El mío o el suyo?
– El de los dos. Deja pasar un tiempo.
– Por lo que dijo hoy, me dio la impresión de que Caitlin no pensaba quedarse mucho por aquí.
– Era el aturdimiento el que hablaba por ella. En cuanto empiece a disiparse, lo más probable es que quiera averiguar quién mató a su hermana. Algunos se quedan y esperan; otros intentan involucrarse en la investigación. Pero casi todos quieren que haya un punto final. Lo necesitan. Antes de seguir adelante.
Wyatt frunció el ceño un momento.
– Olvidaba que has visto estas cosas muchas veces, ¿no? La muerte. La pena.
– Sí.
– ¿Cómo lo soportas? ¿Cómo puedes seguir dedicándote a esto?
Lucas, que había oído antes aquellas preguntas, le respondió como había respondido a otras personas.
– Lo soporto concentrándome en lo que puedo hacer, en lo que puedo controlar. En encontrar a alguien que se ha perdido o ha sido secuestrado, si es que es posible. Si no lo es, si llego demasiado tarde, entonces intento encontrar lo que queda, el cuerpo. Y, si puedo, también intento encontrar al asesino. Meterlo entre rejas, en una jaula, en el lugar que le corresponde. Eso es lo que puedo hacer. Es lo único que puedo hacer: ayudar a los vivos y a los muertos.
La cara del sheriff pareció temblar un instante.
– Dime una cosa -dijo-. ¿Por qué Lindsay? ¿Por qué se la llevó ese cabrón?
– Tú sabes por qué. Para convertir esto en una cuestión personal. Para dar a la víctima una cara muy conocida. Fue una provocación, un desafío. Se la llevó prácticamente delante de nuestras narices, mientras estábamos vigilando a otra persona.
– Alguien a quien tu Madame Zarina nos dijo que vigiláramos.
Lucas sacudió la cabeza.
– No sigas por ahí, Wyatt. Sé que quieres echarle la culpa a alguien, pero no se la eches a Sam. Puede que tenga sus defectos, pero en lo que respecta a sus visiones es la persona más honesta que he conocido nunca. Estoy absolutamente seguro de que vio lo que nos dijo que vio.
– Y hasta los videntes natos cometen errores, ¿eh?
– Sí, así es. -Lucas torció el gesto y dijo casi para sí mismo-: Aunque las visiones de Sam siempre han sido muy fiables. Así que puede que la pregunta sea ¿por qué vio a otra víctima?
– Puede que Carrie Vaughn sea la siguiente en la lista de éxitos de ese cabrón -contestó Wyatt de mala gana-. Puede que Zarina sólo se saltara una víctima.
– Vio el periódico del jueves, dijo que era exactamente el mismo que el de la fotografía que recibiste.
– Entonces mintió.
– No. Nunca mentiría sobre algo así.
– ¿Estás seguro? ¿Cómo puedes estarlo?
– Wyatt…
– ¿Eres un poli y no hueles un montaje? Esa mujer viene aquí y se ofrece voluntariamente a que la interroguen. Nos advierte de que va a haber otro secuestro y dice que va a quedarse en comisaría para probar su inocencia. Pero la presunta víctima a la que nos esforzamos en proteger está sana y salva mientras que uno de los nuestros es secuestrado, y todo porque esa señorita tan inocente cometió un error.
– Ella no secuestró ni mató a Lindsay, Wyatt. Tú lo sabes.
– Puede que no con sus propias manos, pero ¿quién dice que sólo nos enfrentamos a un secuestrador? Si tu supuesto perfil fuera más preciso, ya le habrías encontrado. Así que… ¿y si os habéis equivocado del todo? Supón sólo por un momento que Samantha Burke tuviera ayuda, Luke. Un cómplice. O, en todo caso, un amigo que la encubre. Supón que uno de sus compañeros de la feria esté detrás de todo esto.
– Eso ya lo comprobaste -le recordó él.
– Sí, claro, busqué sus antecedentes penales. Pero los dos sabemos que hay criminales a los que nunca se atrapa. Y sería un buen tinglado, ¿no crees? Una feria ambulante que nunca pasa mucho tiempo en un mismo sitio. Secuestran a un vecino y ganan unos cuantos pavos, y luego se van al pueblo siguiente.
Lucas movió la cabeza de un lado a otro.
– No. Llevamos un año y medio siguiéndole la pista a ese cabrón, y la feria nunca ha estado en los pueblos en los que desaparecieron las víctimas. Yo me habría enterado.
Wyatt se levantó y se inclinó sobre la mesa, apoyado en las manos, mirando fijamente a Lucas.
– Tú estabas en esta habitación y la oíste decir que habían oído hablar de los secuestros por todo el camino.
– Los secuestros son noticia. ¿Y qué?
– Que quizá la feria estaba mucho más cerca de los secuestrados de lo que crees. No en los mismos pueblos, pero tal vez cerca. A una distancia que pudiera recorrerse en coche. Cerca de su ruta habitual, un itinerario que conocen muy bien. Quizá tan bien como para localizar a sus víctimas por el camino. Víctimas cuyas costumbres y obsesiones tenían tiempo más que suficiente para observar.
Lucas sostuvo la mirada al sheriff y se limitó a decir:
– Te equivocas.
– ¿Sí? -Wyatt se irguió-. Vamos a verlo. Voy a poner a mis hombres a investigar la ruta anual de esa feria. Quiero conocer cada pueblo que visitan, cada recinto ferial y cada aparcamiento en el que se hayan instalado. Quiero saber dónde estaban en relación con cada secuestro que hayas investigado. Voy a averiguar exactamente dónde han estado cada día de los últimos dieciocho meses.
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