– ¿Tú podrías?
Sin contestar a aquello, su compañero se inclinó de nuevo sobre el mapa desplegado sobre el capó del todoterreno y torció el gesto.
– Seis fincas más en nuestra lista. Y dos de ellas en las cercanías o junto a un curso de agua.
Champion, que se había acercado para examinar el mapa, meneó la cabeza.
– Si seguimos dando prioridad a los sitios con agua…
– Así es -le dijo Lucas.
– Entonces no hay modo de inspeccionar esos dos lugares antes de las cinco. Es imposible. No sólo están a unos cuantos kilómetros de distancia, sino que para llegar a éste… -clavó un dedo en el mapa-… no hay ninguna carretera. Tardaremos por lo menos una hora y media desde aquí, y eso suponiendo que las lluvias del verano no hayan barrido las colinas y los barrancos como suele ocurrir. Calculo que estaríamos allí sobre las cuatro y media, con mucha suerte. A las cinco, si la zona está en tan mal estado como me temo. Y eso sin contar el tiempo que tardaremos en inspeccionar los edificios que queden de ese viejo pozo minero.
– ¿Y el otro sitio? -preguntó Jaylene.
Champion se mordisqueó el labio inferior mientras miraba pensativamente el mapa.
– El otro sitio es la cabaña de cazadores de la laguna Simpson. Está muy apartada, pero hay un camino medio decente que llega hasta la mitad del trayecto, por donde antes iban las vías del tren. Desde aquí… menos de una hora, probablemente. Pero está en dirección contraria, así que, aunque tuviéramos toda la suerte del mundo, no podríamos inspeccionar los dos sitios. No antes de las cinco. Ni siquiera antes de las seis, si queréis mi opinión.
– Entonces, sólo podemos registrar uno. -Jaylene estaba observando a su compañero-. Uno de dos sitios sólo ligeramente más probables que los otros cuatro de la lista. ¿Lanzamos una moneda al aire? ¿O tienes algo que nos oriente un poco?
Lucas la miró un momento, muy serio. Después respiró hondo, agachó la cabeza y cerró los ojos.
Champion observó indeciso al agente federal, levantó la mano para tocarse el sombrero como si sintiera instintivamente que debía quitárselo y le susurró a Jaylene:
– ¿Está rezando?
– No exactamente. -Ella había bajado la voz, pero no susurraba-. Se está… concentrando.
– Ah, de acuerdo. -Champion juntó las manos a la espalda en posición de descanso y guardó un respetuoso silencio.
Lucas se desentendió de aquel silencio y de la mirada curiosa y fija que lo acompañaba. Se desentendió de la presencia familiar de su compañera. Dejó de oír los ruidos del bosque que los rodeaba por completo. Y se concentró en un pequeño y brillante punto de luz situado en su propia mente.
Aquella técnica no siempre funcionaba, pero era el ejercicio de meditación más eficaz que había logrado desarrollar en sus años en la Unidad de Crímenes Especiales. En cierto modo, intentaba estrechar sus propias facultades psíquicas, o al menos dirigirlas hacia el menor objetivo posible. Concentrarse en una cosa, sólo en una, y enfocar en ella todas sus energías.
Fijarse en aquel punto de luz pequeño y brillante, despejar su mente de todo los demás e imaginarse luego la cara de la persona desaparecida. Imaginarse a Lindsay.
Era aquélla una situación extraña, porque había pasado algún tiempo con Lindsay antes de su secuestro. Así que conocía de ella algo más que su apariencia física. Conocía el timbre de su voz, sabía cómo se movía, cómo pensaba. Sabía cómo tomaba el café y qué condimentos le gustaban para la pizza, y conocía al hombre al que quería.
Concentró todo aquello en la luz blanca y brillante, sin ver nada más que la luz y a Lindsay.
Lindsay…
El agua le llegaba ya a los tobillos cuando se vio forzada a reconocer que meter un calcetín en el conducto ni siquiera hacía menguar el flujo. La tubería tenía mucha presión: cada vez que lo metía en ella, el calcetín salía disparado, acompañado por un borbotón de agua.
El agua le llegaba a las rodillas cuando hizo un último intento de romper el cristal a patadas, consciente de que, a medida que el tanque fuera llenándose de líquido, menos capaz sería ella de servirse de todo su peso para abalanzarse contra el cristal.
Lo único que consiguió fue resbalar y caer, empapándose la ropa.
Intentó mantenerse furiosa y al principio no le costó hacerlo. Gritaba y maldecía a pleno pulmón, y cubría de insultos al animal que le había hecho aquello. Chilló hasta que se hizo daño en la garganta, sólo por si acaso aquel sujeto había hecho lo más normal, tratándose de un criminal, y la había cagado de alguna forma, había elegido un lugar equivocado o atraído la curiosidad de alguna persona hasta el punto de inducirla a inspeccionar aquel sitio.
Fuera lo que fuese y estuviera donde estuviese aquel lugar.
Al principio, no le fue difícil intentar con denuedo, una y otra vez, alterar o postergar su destino manteniéndose concentrada en hacer algo.
No era una doncella indefensa a la que alguien tuviera que rescatar del dragón. Había derrotado a unos cuantos dragones a lo largo de su vida y pensaba vivir lo suficiente para derrotar a unos cuantos más.
Tenía cosas que hacer, y no sólo enfrentarse a dragones. Quería ver el Gran Cañón, Hawai y la Gran Pirámide. Quería aprender a esquiar. Quería ser madre. No se había dado cuenta de ello hasta ahora, pero de pronto estaba absolutamente segura de que quería tener hijos. Tal vez con Wyatt, si podía meter un poco de sentido común en aquella cabezota. O tal vez con un príncipe al que no había conocido aún.
Un príncipe. «Sí, ya.»
Aun así, no dudaba de que estuvieran buscándola. Un montón de excelentes agentes de policía y un par de eficaces agentes del FBI. Estaban buscándola, y Luke y Jaylene formaban parte de aquella unidad de élite supuestamente tan buena en aquel tipo de asuntos, de modo que al menos las probabilidades de que la encontraran estaban igualadas.
Quizás incluso estaban a su favor.
Y quizá mejoraran aún más si contaban con la ayuda de algún vidente. Al menos, la tendrían si Samantha era una vidente auténtica, tan auténtica como parecía creer Luke. Era extraño, sin embargo, que Samantha hubiera acertado acerca de que habría otro secuestro y se hubiera equivocado respecto a la víctima.
Eso suponiendo que les hubiera dicho la verdad, desde luego.
Pasó diez minutos largos pensando en aquello y finalmente llegó a la conclusión de que Sam no tenía motivo alguno para odiarla hasta el punto de mentir sobre si la había visto a ella en aquella visión. Así que debía de haberse equivocado por algún motivo. Pero Luke y Jaylene eran especialistas en aquella clase de cosas. Sabían lo que hacían.
«Claro. Y llevan un año y medio siguiendo a ese tipo sin atraparlo.»
– No sabían que estaba jugando una partida. -Se oyó mascullar, a la defensiva, y la reconfortó oír su propia voz por encima del rumor precipitado del agua que iba inundando el tanque.
«Pero, si son tan buenos en esto, ¿no deberían haberlo sabido?»
– Sitios distintos, siempre en movimiento… No podían seguirle el paso. Pero ahora pueden. Ahora está aquí. Y ellos también.
«Y habían hecho grandes progresos antes de que te secuestrara a ti, ¿no es eso?»
Aquella idea sardónica le hizo fruncir el ceño, pero también la alivió. Porque la mantuvo enfadada.
¿Qué habían estado haciendo todo ese tiempo, todas esas horas? ¿Cruzarse de brazos? ¿Eran incapaces de encontrar el rastro de un individuo que se construye una puta pecera lo bastante grande como para contener a una persona? ¿Cómo había conseguido aquel tipo los materiales que necesitaba sin que nadie se diera cuenta?
¿Cómo era posible? Por el amor de dios, no era frecuente que alguien necesitara grandes planchas de cristal irrompible y bandas de acero templado para construirse un pequeño acuario en el jardín de atrás.
Читать дальше