Se volvió y por primera se dirigió al profesor Brandt, tocándole la manga.
– Está bien que hayas venido, podremos verlos desde aquí -le dijo, volviendo la espalda al grupo para mirar por la ventana.
– Tú quédate a mirar, yo me despido. Por lo visto, también de ti -dijo el hombre, mirando a Emil.
Levantó la mano antes de que ella pudiera decir nada, luego se inclinó y la besó con delicadeza en la frente. Se quedó mirándola un segundo, asintió con la cabeza y se despidió sin palabras, de vuelta al vestíbulo.
Shaeffer había comprobado que sus nombres estuvieran en la lista y estaba esperando a Emil, que seguía paralizado, con la mirada fija en Lena.
– Vamos, Emil -dijo Shaeffer, impaciente, luego se volvió hacia Breimer-. Nos veremos en Francfort. Gracias por todo.
– ¿Muerto en la guerra? -le preguntó Emil a Lena-. ¿Así es como nos vamos a dejar?
Ella se volvió y lo miró enfadada.
– No, te dejo con Peter. Ahora vete.
– ¿Con Peter? ¿Qué significa eso? ¿Qué quieres decir con eso? -lo preguntó impaciente, en voz más alta.
Jake miró a Lena, que seguía seria, y, durante un instante, pensó que ella sería capaz de hacerlo, con la misma facilidad de la camarera de Gunther exigiendo que le pagaran la cuenta. Después, Lena miró a Emil y agachó la cabeza.
– Nada. Como todo lo demás. No significa nada. Vete.
Se alejó en dirección al mirador que daba a las pistas sin volver la vista atrás.
– Venga, Emil -dijo Shaeffer, acompañándolo por la escalera.
– Vaya una cosa que decirle -le comentó Breimer a Jake-. Tendría que hablar con ella. ¡Menuda reacción! ¿Quién coño se cree que es?
– Una palabra más y lo machaco. No esperaría ni a las próximas elecciones para conseguir destituirlo.
Breimer lo miró, asombrado.
– Bueno, no se altere. No quería sonar irrespetuoso. Supongo que en ciertas circunstancias… De todas formas, no son formas. Después de todo lo que ha pasado él. Joder, después de todo lo que usted ha pasado. Joe me ha contado lo que hizo por nosotros. Ya sé, se cree muy listo, y lo es -dijo y levantó la vista-. No se hace usted querer precisamente. Lo sabe, ¿verdad? Pero cuando estuvimos en apuros nos sacó usted del lío. Me quito el sombrero por eso. -Se calló; sus palabras le sonaron huecas incluso a él mismo-. En cualquier caso, tenemos a Brandt, eso es lo importante. Estas personas, no obstante… -Miró a Lena-. Jamás los entenderé, ni aunque viviera un millón de años. Hace uno todo lo que puede por ellos…
– ¿Qué estamos haciendo por ellos? -preguntó Jake en voz baja-. Me gustaría saberlo.
– Bueno, los estamos ayudando, a eso me refiero -dijo Breimer de forma relajada-. Tenemos que hacerlo. ¿Quién iba a hacerlo si no? ¿Los rusos? Mire este lugar. Se ve por lo que han pasado.
Jake miró la pista. Se oía el traqueteo leve de las hélices. Emil y Shaeffer pasaron a toda prisa junto a la tripulación de tierra del avión. A lo lejos ya se habían encendido luces, blanquecinas y polvorientas, que se extendían por kilómetros de casas en ruinas.
– ¿Tiene idea de lo que ha ocurrido aquí? -preguntó Jake, hablando también para sí-. ¿De verdad sabe algo?
– Supongo que va a contármelo. Bueno, ya lo sé todo sobre eso, así que le diré una cosa. Me gusta mirar al futuro. Lo pasado, pasado está. Lo que quiere hacer toda esta gente es olvidar, y no puede reprochárselo.
– Así que es eso lo que vamos a hacer -dijo Jake, que de repente se sintió cansado; empezaba a dolerle otra vez el hombro-. Ayudarlos a olvidar.
– Si es así como quiere expresarlo, sí, supongo que sí. Al menos a los buenos alemanes.
– Como Brandt -dijo Jake mientras lo miraba embarcar.
– Sí, desde luego, como Brandt. ¿Quién si no?
– Uno de los buenos -dijo Jake, alejándose del mirador y dirigiéndose hacia Lena. Se volvió hacia Breimer-. ¿Es eso lo que piensa?
Breimer lo miró fijamente.
– Debe de serlo, ¿no cree? -comentó con suavidad-. Es uno de los nuestros.
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