Joseph Kanon - El Buen Alemán

Здесь есть возможность читать онлайн «Joseph Kanon - El Buen Alemán» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Buen Alemán: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Buen Alemán»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El fin de la guerra en Europa culmina con la entrada de los ejércitos aliados en un Berlín que ha aceptado una rendición sin condiciones y cerca del cual celebran la Conferencia de Potsdam Churchill, Stalin y Truman. Pero haber acabado definitivamente con el Reich no pone fin a todos los problemas. En una zona controlada por los rusos acaba de aparecer el cadáver de un soldado del ejército estadounidense con los bolsillos repletos de dinero. Jake Geismar, periodista estadounidense que ya había estado en la capital alemana antes de la guerra, vuelve allí para cubrir el triunfo aliado y culminar su campaña particular, pero también para encontrar a Lena, una mujer de su pasado. El asesinato del soldado norteamericano se cruza en el camino de Geismar, quien irá descubriendo que hay muchas cosas en juego. Más de las que imaginaba.

El Buen Alemán — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Buen Alemán», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Lo siento, caballeros -dijo éste en la sala callada mientras apilaba las carpetas sobre la mesa.

Tenía una nariz afilada de terrier, desprendía una energía nerviosa y su rostro estaba cubierto por una oscura sombra de barba vespertina que no había tenido tiempo de afeitarse. En su presencia, incluso el aire parecía ir con retraso. También la corbata aflojada alrededor del cuello de la camisa parecía deberse a ese trajín.

– Congresista, su cita de mañana a las tres en punto -dijo Ron con ironía-. El capitán Teitel, de la División de Seguridad Pública. Bernie, el congresista Breimer.

– Encantado de conocerlo -dijo Teitel con presteza al tiempo que extendía la mano y casi volvía a chocar con un plato de estofado que traía el anciano.

Jake, divertido, miró cómo el hombre dudaba detrás de Teitel a la espera de un momento seguro para acercarse.

– Seguridad Pública -repitió Breimer-. ¿Eso es la policía?

– Entre otras cosas. Soy de desnazificación… e! tipo que desperdicia nuestro tiempo buscando debajo de las camas -dijo Teitel.

– Ah -repuso Breimer, sin saber por dónde seguir. Después se puso en pie.

– No, no se levante.

Breimer sonrió y señaló al soldado alto que aguardaba en la puerta.

– Mi chófer.

Sin embargo, Bernie no estaba dispuesto a dejarlo marchar así como así.

– Francfort me ha dicho que tiene usted un problema con el programa -dijo, agachando la cabeza como si se dispusiera a embestir.

Breimer bajó la vista para mirarlo, preparándose para lidiar con otro inoportuno espontáneo, pero Tommy lo había agotado.

– No tengo ningún problema -dijo con ánimo conciliador-. Sólo unas cuantas preguntas. Estoy seguro de que todos ustedes hacen una espléndida labor.

– Lo haríamos aún mejor si tuviéramos más personal.

Breimer sonrió.

– Esa parece ser una queja generalizada por aquí. Todo el mundo que conozco quiere otra secretaria.

– No me refiero a más secretarias, sino a investigadores cualificados.

El anciano dejó un plato en la mesa entre ambos y se retiró, como si sintiera que se estaban cuadrando.

– Bueno, ya hablaremos mañana de eso -dijo Breimer, disponiéndose a marcharse-. He venido aquí a aprender. Aunque me temo que no puedo hacer nada respecto al personal. Eso depende del GM.

– Pensaba que redactaba usted una especie de informe.

Breimer levantó un dedo hacia su chófer para indicarle que aguardara un segundo.

– No. Sólo me aseguro de que se cumplan nuestras prioridades.

– Esto es una prioridad.

Breimer volvió a sonreír, de nuevo en terreno conocido.

– Bueno, eso dicen todos los departamentos, pero, verá, no podemos hacerlo todo. -Señaló al organigrama-. A veces creo que nos dejamos llevar por nuestras buenas intenciones. -Le puso una mano en el hombro a Bernie, como un tío que da un consejo-. No podemos procesar a todo un país.

– No, sólo a los culpables -repuso Bernie mirándolo con firmeza.

Breimer bajó la mano, había perdido la salida fácil.

– Es cierto, sólo a los culpables. -Volvió a mirar a Bernie-. No queremos montar una inquisición. El pueblo norteamericano no quiere eso.

– ¿De verdad? ¿Y qué queremos? -preguntó Bernie, utilizando la primera persona del plural como pulla.

Breimer retrocedió un paso.

– Creo que todos queremos lo mismo -dijo Breimer con ecuanimidad-. Que este país vuelva a funcionar. Eso es lo importante ahora, y no se logrará encerrando a todo el mundo. Los peores casos, sí. Estoy de acuerdo en atrapar a los peces más gordos y llevarlos a juicio, pero después tenemos que seguir adelante, no perseguir a todos los de poca monta. -Se detuvo, otra vez con ese aire de tío aleccionador-. No queremos que la gente crea que una minoría está utilizando este programa para vengarse. -Sacudió la cabeza-. No queremos eso.

Era una voz instructiva, anodina y segura de sí misma. En el incómodo silencio que siguió, Jake sintió que Tommy cambiaba de postura en su asiento y se inclinaba hacia delante en espera de la respuesta de Bernie.

– Somos una minoría aún más pequeña -dijo Bernie con calma-. La mayoría estamos muertos.

– No me refería a usted personalmente, desde luego.

– Claro, sólo a todos los demás judíos del programa. Sin embargo, algunos de nosotros hablamos alemán, una de esas pequeñas ironías que tiene la vida, así que dependen ustedes de nosotros. Nací aquí. Si mis padres no se hubieran marchado en el treinta y tres, también yo estaría muerto. Personalmente. Así que me parece que es una prioridad. -Tocó el montón de documentos que había dejado en la mesa-. Siento que esto interfiera con la recuperación económica. Por lo que a mí respecta, lo puede archivar en la M de «Mala suerte». En Estados Unidos soy fiscal de distrito, por eso me han designado para este trabajo. Los fiscales de distrito no se cobran venganza. La mayoría de las veces tenemos suerte si conseguimos que se haga un poco de justicia.

Breimer, que se había puesto colorado, farfulló:

– No me refería a…

– Ahórreselo. Ya sé a qué se refería. De todas formas no quiero entrar en su club de campo. Limítese a enviarme más personal y estaremos en paz. -Acercó la silla que tenía detrás, se sentó e inclinó la cabeza hacia la puerta-. Me parece que su chófer lo espera.

Breimer se quedó inmóvil un momento, furioso. Después recobró el dominio de sí mismo e hizo un gesto con la cabeza en dirección a la silenciosa mesa.

– Caballeros. -Miró a Bernie-. Hablaremos mañana, capitán. Espero hacerme comprender mejor.

Toda la mesa lo vio marchar. Jake miró en derredor esperando a que alguien hablara. Sintió que la temperatura de la sala iba subiendo, como si el silencio dejase entrar el bochornoso aire nocturno. Al final, Muller, mirando su copa, dijo con sequedad:

– Ha venido aquí a aprender.

Tommy le sonrió y encendió un cigarrillo.

– Me pregunto qué habrá venido a hacer en realidad. Ese tío no echa una meada a menos que Tinturas de Estados Unidos le diga que vaya al baño.

– Eh, Tommy -dijo Ron-, hazme un favor. Déjalo correr. El que recibe las quejas soy yo.

– ¿Y qué harás tú por mí?

Sin embargo, la atmósfera de antes había quedado sustituida por una sensación de incomodidad, ni siquiera Ron quería jugar ya.

– Muy bien -le dijo a Bernie-. Tenemos que vivir con ese tipo, ¿sabes?

Bernie levantó la mirada de su estofado.

– Lo siento -dijo, aún arisco.

Ron bebió de su copa, mirando a Tommy.

– Parece sacar lo mejor de todo el mundo.

– Los de poca monta -repitió Bernie, imitando la voz de Breimer-. ¿Quiénes serán ésos?

– Todos menos Goering -dijo Tommy.

– De poca monta -repitió Bernie-. Aquí tengo a uno. -Alargó la mano hasta el montón de expedientes y sacó unas cuantas hojas de color crema-. Otto Klopfer. Quiere trabajar de chófer para nosotros. Con experiencia. Dice que condujo un camión durante la guerra, sólo que no explica de qué clase. Resulta que era una unidad móvil. El tubo de escape desembocaba directamente en la parte de atrás. Cargaban a unas cincuenta o sesenta personas allí dentro y el viejo Otto sólo tenía que mantener el motor en marcha hasta que morían. Lo hemos descubierto porque le escribió una carta a su comandante. -Sostuvo una hoja en alto-. Los gases del tubo de escape tardaban mucho. Recomendaba que sellaran el tubo para que fuera más rápido. La gente intentaba escapar, presa del pánico. Otto tenía miedo de que destrozaran el camión.

Otro silencio, esta vez tan sepulcral que hasta el aire parecía haberse detenido alrededor de Bernie. Miró el plato y lo apartó.

– Joder -soltó, avergonzado.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Buen Alemán»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Buen Alemán» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Buen Alemán»

Обсуждение, отзывы о книге «El Buen Alemán» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x