Jodi Compton - 37 horas

Здесь есть возможность читать онлайн «Jodi Compton - 37 horas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

37 horas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «37 horas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La regla básica en la investigación de casos de desaparecidos es recopilar toda la información y los indicios posibles en las primeras 36 horas tras el suceso, cuando la memoria de los testigos no está contaminada y las pistas todavía pueden ser fiables.
Sarah Pribek, una detective de la policía de Minneapolis especializada en este tipo de casos, conoce bien esta circunstancia. Cuando descubre que su marido, Shiloh, lleva desaparecido 48 horas y se pone a investigar, salen a la luz mu chas cosas que no sabía de él.

37 horas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «37 horas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Shiloh permaneció dos días en el hospital mientras evaluaban la gravedad de la herida de la cabeza y decidían que no precisaba seguir recibiendo atención médica. A continuación, lo devolvieron a Minnesota y lo encerraron en la cárcel del condado de Faribault.

Aunque nadie pudo confirmar dónde se hallaba la noche de la muerte de Shorty, el relato de Shiloh y las pruebas tangibles que lo acompañaban -sus heridas- eran demostración suficiente para descartar la posibilidad de que hubiera regresado a Blue Earth a matar a Shorty. En cambio, la denuncia por hurto de vehículo se presentaría.

En la audiencia previa, la abogada pidió que se fijara una fianza, con el argumento de que era su primer delito y de que se trataba de un agente de la ley con una reputación profesional excelente. El juez, sin embargo, señaló que Shiloh ya no era miembro de los Cuerpos de Seguridad, que era altamente improbable que volviese a trabajar en ellos, y que ya se había demostrado capaz de evadirse a la acción de la justicia incluso en difíciles circunstancias. Se denegó la libertad bajo fianza.

Ya no podía hacer nada más en Faribault. Volví a las Ciudades Gemelas para no volverme loca, pero pronto descubrí que un cambio de localidad no era ningún antídoto para la agitación nerviosa que se negaba a calmarse con el ejercicio o a distraerse con la televisión. El mismo día de mi regreso, llamé a Naomi y le dejé un mensaje en el que explicaba que Shiloh había aparecido con vida y en un estado de salud aceptable. Después escribí una nota corta a Sinclair y la eché al correo.

Naomi llamó la tarde siguiente para conocer más detalles e intenté explicarle lo de mi marido y sus andanzas. No fue una conversación corta y, tras la ventana, el cielo perdió su luz y adquirió un color cada vez más oscuro. Cuando colgué, me senté en el sofá y pensé en el futuro sin llegar a ninguna conclusión; no tuve ánimos para encender las lámparas e, igual que fuera, se hizo el crepúsculo en el salón. Empezaba otra noche de soledad.

Diez minutos después, estaba en casa de Genevieve. Quería ver si se sentía a gusto, de nuevo en Saint Paul. Y lo más importante: deseaba saber cuándo estaría preparada para volver al trabajo. En cuanto a mí, estaba impaciente por retomar las distracciones del trabajo. Pero cuando llegué a su casa, no fue Genevieve quien me abrió la puerta.

– Vincent -dije.

– Sarah -respondió el ex marido de Genevieve. Bajo sus gruesos párpados, la mirada de Vincent imponía; noté que me penetraba hasta la médula.

Genevieve apareció en el quicio iluminado de la puerta. Volví a fijarme en cuánto le había crecido el pelo, que antes llevaba tan corto; lo suficiente para que se le meciera un poco cuando movía la cabeza y brillara bajo la luz. En su oreja derecha se veía un pequeño pendiente que despedía sutiles reflejos plateados.

– Entra, Sarah -me invitó-. Prepararé café.

– Estupendo.

La noche era fría, pero aún no había nevado. Unas ráfagas de viento gélido levantaban las pocas hojas caídas que quedaban por las aceras y las calles.

– Descansa y siéntate un rato con nosotras, Vincent -sugirió Genevieve.

– No, gracias, estoy bien. Voy a seguir con lo mío.

Pasé al interior con ellos y Vincent se encaminó a la escalera. Ya en la cocina, le pregunté a Genevieve qué hacía allí.

– Está despejando la habitación de Kamareia -me informó.

La respuesta no me aclaró nada, pero presentí que sólo era un prólogo y esperé a que llegara el resto.

Genevieve sacó un paquete de café molido de la puerta del frigorífico y puso unas cucharadas en el filtro.

– En realidad, estamos recogiendo toda la casa. Acabo de presentar mi dimisión definitiva.

– ¿Eso has hecho? -dije en un tono más agudo del habitual.

– Cuando Vincent regrese a París, me mudaré con él.

Con un tímido encogimiento de hombros, vertió el agua en la cafetera.

– Estás de broma.

– No. -Se volvió para mirarme a los ojos.

– ¿Por qué?

Genevieve movió la cabeza.

– No puedo seguir viviendo aquí -declaró-. Ni en esta casa, ni en Saint Paul. Puedo aprender a vivir sin Kamareia, pero aquí me resultará imposible.

Mi única compañera en el trabajo de detective. Compañera durante dos años y amiga durante muchos más. Tantas mañanas frías fantaseando con largarnos a algún paraíso lejano, como San Francisco o Nueva Orleans. Ahora, Genevieve iba a hacerlo realidad. Iba a marcharse más lejos de lo que habíamos llegado a imaginar. Para siempre. Sin mí.

«No puedes marcharte», pensé, como una cría.

– ¿Quieres una copa de esto? Vincent los ha traído del vuelo.

Levantó un botellín de Bailey's; en el estante había otro idéntico, junto a una botellita de ginebra del mismo tamaño.

La primera vez que había estado en casa de Genevieve fue una tarde de invierno, después del trabajo, y ella había hecho exactamente lo mismo: preparar un café. En aquella ocasión había dicho: «Ya que no estás de servicio, ¿quieres que te prepare un especial?», y había echado en los cafés sendos chorritos de un caro licor de chocolate blanco. Recordé cuánto había apreciado su generosidad, lo desarmante que había sido estar en casa de alguien que tenía una cocina grande y un mueble bar en lugar de un apartamento diminuto y una cerveza en el frigorífico.

Dudaba de que Gen supiera cuánto había significado para mí, incluso entonces.

– Esto de Vincent… -dije-, ¿no va demasiado deprisa?

– Deprisa… y con mucho retraso. Si nunca me he vuelto a casar, ni siquiera a salir con otro hombre, ha sido por una buena razón. -Se la notaba feliz, una estocada fatal para nuestra relación. Bajó dos gruesas jarras de cristal de la alacena y vertió el café. Añadió el contenido del primer botellín a una de ellas y me la acercó-. Vincent tenía unos asuntos en Chicago y pasó por aquí cuando los terminó, y los dos nos dimos cuenta de que… ya sabes.

Me alegré de su felicidad recién reencontrada, pero su conducta me pareció un tanto imprudente. Tal vez estaba dando reposo, por fin, a la memoria de Kamareia, pero la muerte de Royce Stewart volvía a ser una gran carga. Aquel recuerdo seguía vivo y sangrante, y Genevieve intentaba enterrarlo en una tumba apresurada, sin marcas, que nunca visitaría en su mente. Estaba, simplemente, volviendo la espalda a sus actos, y tal vez era la mejor manera de tomárselo. Acaso había tenido razón desde el principio. Quizás el hecho de concluir las cosas se sobrestimaba.

– ¡Oh! Dios mío, lo siento. -Genevieve me miró fijamente y se acercó a mí-. Ni siquiera te he preguntado por Shiloh. ¿Cómo está?

Había interpretado mal mis pensamientos, que no había llegado a articular.

– Cuesta de decir -le expliqué-. Quiere declararse culpable y cumplir sentencia. Su abogada intenta convencerlo de que no lo haga. Opina que, durante el procedimiento, puede sacar partido de cómo se obtuvo la confesión, dar importancia a la herida de la cabeza y al efecto que pudo haberle producido; suficiente partido como para que se desestime el caso.

– ¿Crees que Shiloh accederá?

Me volví y le dediqué una mirada que probablemente resultó desalentada.

– No. No querrá. Lo que pretende es una… -busqué la palabra precisa-…una expiación por lo que hizo.

Qué término más suave, expiación. Para expresarlo más llanamente, Shiloh quería castigarse por diversas causas: por haber cedido a sus impulsos homicidas y, en cambio, no haber sido capaz de vengar a Kamareia; por haber echado a perder su carrera profesional, y por hacerme pasar tantos días de angustia y de incertidumbre.

– Tal vez el juez sea benévolo -apuntó Genevieve-. ¿Habéis hablado del futuro?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «37 horas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «37 horas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «37 horas»

Обсуждение, отзывы о книге «37 horas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x