Jodi Compton - Indicio de culpa

Здесь есть возможность читать онлайн «Jodi Compton - Indicio de culpa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Indicio de culpa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Indicio de culpa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sarah Pribek, una detective de Mineápolis especializada en desapariciones, protege la identidad de una amiga suya, Genevieve. Ambas persiguieron, encontraron y mataron a Royce Stewart, violador y asesino de la hija de Genevieve, en una trama en la que se vio involucrado el marido de Sarah, que se encuentra en la carcel. Nadie del departamento de policía entiende el extraño proceder de la detective, que está protegiendo a una criminal, y un inspector llega a la ciudad para investigarla… Una historia donde las cosas no tienen las motivaciones correctas, o al menos las que se presume que deberian ser.

Indicio de culpa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Indicio de culpa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En esta ocasión, Ghislaine llegaba tarde a la cita que tenía conmigo en un pequeño y discreto restaurante. Pedí una infusión y tomé una cucharada de jarabe de eucalipto para la tos. Había empezado a dolerme la garganta cuando tragaba saliva.

– ¡Joder! -exclamó cuando se presentó por fin. Traía al niño en el cochecito-. ¡Pero si no te había reconocido…!

Se sentó frente a mí, al otro lado del reservado, poniendo unos ojos como platos.

– Conque éste es tu aspecto cuando haces un trabajo encubierto… -Cuando habíamos hablado por teléfono, ya la había advertido de que estaba colaborando con la brigada anti vicio.

– Trabajo encubierto son palabras mayores -dije-. Lo que hago es arrestar a hombres que abordan a prostitutas. No es una operación policial complicada.

– ¡Caray! -exclamó, al tiempo que abría el menú.

La camarera, que calzaba zapatos de suelas de crepe, dejó una tetera delante de mí.

– ¿Ya sabes lo que quieres, guapa? -preguntó a Ghislaine.

– Una hamburguesa con queso y patatas onduladas y un batido de fresa -respondió la chica, mientras cerraba la carta y se la devolvía.

– Tenemos sillitas de bebé, si quieres -dijo la camarera.

– No, gracias.

– Es un niño precioso.

– Sí que lo es -convino Ghislaine.

Como si supiera que hablaban de él, Shad soltó un chillido sorprendentemente penetrante. Ghislaine se inclinó hacia él y le puso las manos en las mejillas.

– Vaya, tienes un buen club de admiradoras, ¿eh? -le dijo, risueña.

La camarera se marchó a la cocina. Carraspeé y Ghislaine se incorporó en la silla.

– Bien, ¿de qué se trata? -preguntó, yendo directamente al grano.

– Lo que te he dicho por teléfono -respondí-. Necesito información.

– ¿Ah, sí? -inquirió-. ¿Y por cuánto?

– Veamos primero si puedes ayudarme -señalé-. Nos han llegado rumores de que hay un tipo que ejerce de médico sin tener licencia -expliqué-. En una casa particular, quizá en una de esas viviendas de protección oficial.

– ¡Oh, te refieres a él! -Ghislaine parecía irritada-. Sí, Cisco.

Bingo. Qué fácil, pensé. Sólo había tenido que hablar con dos confidentes.

– Cisco, ¿qué? -inquirí.

– No recuerdo el apellido -respondió la chica.

La camarera volvió y dejó en la mesa la hamburguesa con patatas, un vaso largo en forma de tulipán con el batido de fresa y la jarra de la batidora con el resto. Una patata cayó del plato.

– ¿Algo más? -preguntó.

– No -dije en nombre de las dos. La camarera se marchó.

– ¿Has ido a ver a ese tipo? -le pregunté a Ghislaine-. ¿Por motivos profesionales?

Ghislaine cogió la patata que se había caído y se inclinó para tendérsela a Shadrick.

– ¿Por motivos profesionales? ¿Quieres decir si fui a verlo para que me visitara? Sí, fui porque tenía un dolor que no se me pasaba. En el pecho, como una bronquitis.

– ¿Y por qué no fuiste a un médico? -Me había picado la curiosidad.

– Porque me habían dicho que era bueno -respondió Ghislaine encogiéndose de hombros.

«Porque me han dicho que es bueno.» Eso era lo que decía la gente de un cirujano que le habían recomendado para una operación complicada, no de alguien que trabajaba sin licencia. No obstante, insistí.

– ¿Y te curó la bronquitis?

– No lo sé -contestó la chica-. Desapareció sola, pero ahora no volvería a visitarme con él.

– ¿Por qué? ¿Te pareció incompetente?

Ghislaine negó en silencio.

– ¿Su conducta fue inapropiada?

– No. No lo sé, no me gustó. -Se encogió de hombros sin aclararme nada.

– ¿Por qué?

– Porque no. ¿Vas a detenerlo? -Ghislaine acercó sus carnosos labios a la pajita.

– Si el tipo anda haciendo lo que la gente dice que hace, sí, tendré que arrestarlo -contesté-. ¿Dónde vive?

– Sabes dónde están las torres, ¿verdad?

Mencionó una avenida del sur de Mineápolis. Allí había unos bloques de viviendas de protección oficial que eran las torres a las que se refería.

– Sí, sé dónde están -asentí-. ¿En qué número de apartamento vive?

– No me acuerdo -respondió Ghislaine-. Pero vive en el último piso. Cuando sales del ascensor, es la segunda puerta de ese lado del pasillo.

– El último piso, ¿de qué edificio?

– Del que está más cerca de la calle -respondió.

– ¿Estás segura?

Ghislaine asintió.

– ¿Y no tengo que pedir hora?

– No, está siempre en casa -aseguró, sacudiendo la cabeza. Bebió un poco más de batido-. El tipo debe de ser agorafóbico o algo por el estilo. Nunca sale a la calle.

– Gracias -le dije. Dejé varios billetes en la mesa-. Con esto bastará para pagar la cuenta… y tu ayuda.

Capítulo 4

Si bien es cierto que la lujuria nunca duerme, la noche del domingo suele ser tan floja en el comercio del sexo que no merece la pena que una detective se dedique a hacer de señuelo para arrestar a los puteros, porque apenas los hay. Gracias a ello, pude concentrarme en la búsqueda de «Cisco». Tenía incluso una excusa para ir a verlo: mi catarro estaba en su punto álgido. Tosía sin cesar, tenía la nariz congestionada y me lloraban los ojos.

Pero el problema era éste: si Cisco no veía en mí a una poli de paisano, vería a una mujer de clase media que no necesitaba ir a ver a un médico a altas horas de la noche en un edificio de viviendas sociales. Su clientela debía de ser gente con problemas económicos y sin seguros médicos: pobres y marginados, inmigrantes ilegales y, quizá, delincuentes.

Además de las prostitutas, tal vez.

Así fue cómo terminé, un domingo por la noche, vistiéndome una vez más para hacer la calle. En esta ocasión me puse un top sin mangas rosa brillante y unos ajustados pantalones negros hasta la pantorrilla. Después de aplicarme el maquillaje habitual, me miré al espejo, vi mi palidez artificial y un escalofrío de ansiedad me recorrió la espalda.

Durante mis estudios en la Academia de Policía, un veterano de Operaciones Especiales nos enseñó a controlar los nervios en el trabajo. Cuando tengas miedo, intenta determinar su origen, nos aconsejaba. A veces no procede de donde creéis y, si sabéis comprenderlo, seréis capaces de desactivarlo.

¿Tenía yo miedo de Cisco porque, supuestamente, era médico?

Mi fobia a los médicos era muy concreta. Los enfermeros no me aterrorizaban y donaba sangre cada vez que el banco de sangre instalaba su carpa en el centro de la ciudad, en un entorno que, para mi tranquilidad, no se parecía en nada a un hospital. En cambio no soportaba ir al médico y sentir la impotencia que te asalta mientras esperas en la consulta, con la puerta cerrada y la luz del techo reflejándose en el instrumental y en los tétricos carteles de anatomía que cuelgan de las paredes. Y para mí, el peor momento es cuando el pomo de la puerta empieza a girar.

Sin embargo, el apartamento de Cisco, que aún no conocía, no debía de parecerse a una consulta. Según Prewitt, Cisco ni tan siquiera era médico. Para nosotros, sólo se trataba de un sospechoso.

¿A eso se debía mi ansiedad? Iba a ser un trabajo encubierto y esas misiones siempre pueden resultar peligrosas.

Asentí, como si tuviera alguien con quien compartir mi descubrimiento. Había localizado el origen de mis nervios: me asustaba Cisco porque era un desconocido y me daba miedo quedarme a solas con él en su apartamento. Tal vez debería pedir refuerzos.

Recordé que Prewitt sólo me había pedido que hiciese unas cuantas comprobaciones. No sería preciso que me identificara. Me limitaría a presentarme en su casa y ver qué ocurría. ¿Para eso necesitaba ayuda?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Indicio de culpa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Indicio de culpa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Ivy Compton-Burnett - The Last and the First
Ivy Compton-Burnett
Ivy Compton-Burnett - Elders and Betters
Ivy Compton-Burnett
Ivy Compton-Burnett - A God and His Gifts
Ivy Compton-Burnett
Ivy Compton-Burnett - A Family and a Fortune
Ivy Compton-Burnett
Jodi Compton - Hailey's War
Jodi Compton
Jodi Compton - 37 horas
Jodi Compton
Jodi Compton - The 37th Hour
Jodi Compton
Jodi Thomas - Indigo Lake
Jodi Thomas
Отзывы о книге «Indicio de culpa»

Обсуждение, отзывы о книге «Indicio de culpa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x