Iris Johansen - La Huida

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La vida de Grace Archer cambió para siempre ocho años atrás cuando asesinaron a su padre, un agente de la CIA. Ahora lleva una existencia tranquila, en una granja de caballos, junto a su hija Frankie. Pero el pasado siempre vuelve, y Grace deberá confiar en Jake Kilmer, el hombre que ya la traicionó una vez. El acecho de un asesino que la busca a cualquier precio no le dejará opción: deberá pedir ayuda a Jake para salvaguardar la vida de su hija y la suya propia. Juntas, Grace y la niña emprenderán una huida feroz protegidas por un hombre tan peligroso como atractivo. Es que por más que Grace intente negarlo, Jake tiene un lugar especial en su corazón…
El extraño poder de la protagonista para comunicarse con los caballos -razón fundamental por la que la busca su verdugo- será de gran ayuda en este viaje lleno de peligros, que no tardará en convertirse en un camino para reencontrar el verdadero amor.

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– No, ya te dije… -Tuvo que volver a cerrar los ojos-. Esto habrá acabado después de hoy. Me pondré bien.

– Jake no debía haberte dado algo tan fuerte.

– Sí, sí que debía. -Era difícil discutir con ella cuando todo su cuerpo estaba totalmente de acuerdo con Frankie-. Y tú no deberías estar aquí. No me puedes ayudar. Sal y ve a cuidar de los caballos.

– No quiero dejarte.

– Sal de aquí, Frankie. Esto me resulta más difícil si te tengo ahí sentada, preocupándote.

La niña se levantó lentamente.

– ¿Puedo volver pronto?

– Cuatro horas. Lo único que puedes hacer es venir y comprobar que estoy bien. Luego vuelve junto a los caballos.

– No quiero… -Se interrumpió y se dio la vuelta-. No me gusta que estés enferma. Debería haber… Esto no me gusta.

Pero salió de la tienda, y Grace se sintió agradecida por ello. Se sentía demasiado mal para tener además que consolar a Frankie. Aunque la había advertido, sabía que su hija no sería capaz de enfrentarse a su enfermedad con entereza. Era demasiado cariñosa, y la relación entre ambas muy intensa.

¡Ah, Dios!, iba a volver a vomitar.

Lo superaría. Las horas pasarían, y el dolor y las náuseas pararían.

«Pero si esa tormenta de arena no se forma mañana según lo previsto, te voy a matar, Kilmer.»

Para el mediodía, la diarrea y los vómitos de Grace habían remitido, aunque los escalofríos persistían. Hacia las tres, los escalofríos habían ido desapareciendo gradualmente, y se sentía débil y agotada. A las cinco, pudo beber algo de agua.

A las cinco y media, Marvot le hizo otra visita.

– ¿Ya estás bien?

– No diría tanto. Me vendría bien otro día de descanso.

– No lo vas a tener -dijo él en tono cortante-. Me has hecho perder demasiado tiempo. Empiezas a las ocho de la mañana.

– Pero eres tú el que afirma tener mucha paciencia.

– Se me está agotando. Estoy demasiado cerca.

– Muy bien, a las ocho. -Grace hizo una pausa-. Quiero que Frankie me acompañe.

– No.

– Se lleva bien con la yegua. Necesito ayuda.

– Ella nunca la ha montado. Tienes el semental, y puedes guiar a la yegua.

– Tendría más posibilidades si…

– No. -Marvot sonrió forzadamente-. Estoy convencido de que te concentrarás sin reservas en la búsqueda si la niña está bajo mi cariñosa tutela. Porque si no obtengo un hallazgo concreto o una pista al menos de dónde está situado el motor, entonces le pegaré un tiro a ese potro delante de la pequeña. No creo que te gustase eso.

Grace vio en el rostro de Frankie el terror que le había infundido la amenaza.

Bastardo.

– Haré todo lo que esté en mis manos para darte lo que quieres -dijo entre dientes.

– Sé que lo harás -dijo Marvot mientras salía de la tienda-. Sólo tengo que pulsar las teclas adecuadas.

La muerte del potro. Quizá hasta la muerte de Frankie.

– No dejaré que lo haga -dijo la niña con fiereza-. No permitiré que haga daño a Maestro .

– Fue sólo una amenaza, cariño.

– Es capaz de hacerlo. Lo sé. Y no se lo permitiré.

Frankie estaba furiosa y asustada, aunque no más aterrorizada que Grace. Había deseado fervientemente que Marvot permitiera que su hija la acompañara.

Tranquilidad. Kilmer sabría que Frankie se iba a quedar en el campamento, y que ellos tendrían que adaptar cualquier plan a la circunstancia.

Pero habría sido más sencillo si la niña hubiera estado con ella, de manera que Grace pudiera asegurarse de que estaba a salvo.

– Escucha, Frankie. Jake vendrá a por ti, y tú no debes permitir que el potro te impida irte con él. Marvot no le disparará, a menos que tenga algo que ganar con ello. Si no estás aquí, no podrá lastimarnos haciendo eso.

– Podría. -Los ojos de Frankie relucieron a causa de las lágrimas-. Y sería culpa mía. No me iré sin Maestro .

Miró a su hija de hito en hito con impotencia.

– Cariño, no sería… De acuerdo, encontraremos la manera de sacar a Maestro de aquí. Estate preparada.

Frankie asintió con la cabeza.

– También le tendré listo a él.

¿Y cómo diablos iban a quitarle a Marvot el desgarbado potrillo?

Ya se vería sobre la marcha. Era todo lo que podían hacer, ya que no podían planear nada con certeza de un minuto para otro.

– Hazlo. -Grace se sentó, cerró los ojos durante un instante e intentó combatir el mareo-. Pero ahora mismo necesito que hagas algo mucho más sencillo. ¿Puedes pedirle al centinela que me traiga un tazón de caldo de carne? Tengo que recuperar las fuerzas antes de mañana por la mañana.

– Por supuesto. -Frankie se levantó de un salto-. ¿Algo más?

Grace negó con la cabeza.

– Intentaré comer algo sólido más tarde. -Arrugó la nariz-. Y luego me asearé y limpiaré esta tienda. Este olor es horrible. Hace que me entren ganas de vomitar.

– ¡Vale! -Frankie salió corriendo de la tienda.

Grace se levantó como pudo, la siguió hasta la puerta de la tienda y, una vez allí, miró al cielo.

Nubes blancas, cielo azul. Ni la más ligera brisa.

Estaban depositando todas sus esperanzas en el siroco que se suponía soplaría al día siguiente, y no había el menor indicio de que fuera a ocurrir tal cosa. Bueno, si no era así, entonces tendría que actuar de forma distinta. Kilmer tendría un plan alternativo. Tenía que tener fe.

Marvot se estaba impacientando. Su amenaza contra Frankie era efectiva de verdad.

Así que tendría que lidiar con él. Encontraría la manera de detenerlo hasta que hubiera otro plan en marcha.

Pero, ¡maldición!, deseaba que hubiera una pequeña ráfaga de viento, un remolino de arena en las dunas que indicara una alteración de la naturaleza.

Nada.

Los remolques de los caballos y dos caravanas salieron del oasis a las ocho y media de la mañana del día siguiente. Llegaron al pueblo de Kartal, en pleno desierto, una hora después.

Cinco minutos más tarde, Blockman se deslizó por la pendiente de la duna hasta donde Kilmer y Adam esperaban.

– Acaban de descargar los remolques. Frankie no está con ella.

– ¡Maldita sea! -Kilmer se volvió a Adam-. Tendremos que dividir al equipo. Sacaremos a Grace, y enviaremos a Donavan a por Frankie.

Adam asintió con la cabeza.

– Tendréis que moveros deprisa. -Se dio la vuelta-. Iré ahora a ver dónde ha establecido Marvot el puesto de vigilancia de tu Grace. Debemos saberlo antes de que se desencadene la tormenta si no queremos darnos de bruces contra él.

– Si es que la tormenta se desencadena.

– Lo hará hoy. Hassan dice que le duelen los dientes. Ese es un signo seguro.

– Fantástico. -Kilmer empezó a subir por la duna arrastrándose por la arena-. Confiemos en que no sea ninguna caries.

– Idos. Todos. -Grace dio un paso hacia Charlie -. Lo estáis poniendo nervioso, Marvot.

– Ya nos vamos. -Marvot volvió a meterse en la caravana-. La verdad es que está sorprendentemente tranquilo. Por lo general, a estas alturas, estaría intentando arrollar a cualquier mozo de cuadra que estuviera a menos de diez metros de distancia. Estoy impresionado.

– Eso no significa que vaya a dirigirse trotando al alijo de Burton -puso la mano en la crin de Charlie . El semental estaba tenso, pero no la rehuyó-, que quizá no exista. Lo más probable es que Burton lo destruyera para que no pudieras ponerle las manos encima.

– Existe. Burton tenía un ego enorme. No renunciaría a la posibilidad de convertirse en un nombre mundialmente famoso. Y el artilugio está en alguna parte de esta zona. Si no nos hubiéramos visto obligados a matar a ese bastardo, nos habría dicho la localización exacta. -La miró fijamente a los ojos-. Sal de inmediato, y nosotros volveremos y estableceremos una base aquí. Vuelve al final del día y te recogeremos. He hecho que mis hombres exploren toda la zona, y Kilmer no está por ninguna parte. Pero habrá alguien observándote todo el tiempo; no intentes huir, o volveré de inmediato al oasis a ver a tu hija.

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