Básicamente, le interesaba todo sobre él, pero decidió que no iba a preguntar. Era mejor no hacerlo. Jake la excitaba mucho, pero debía hacer todo lo posible por mantener su relación dentro de un marco estrictamente profesional, aunque sabía que no sería fácil. El hombre, aquel apartamento, la química que había entre ellos… Todo ello pertenecía al mundo de las fantasías. Sin embargo, las fantasías no se hacían realidad. Aquello era algo que sabía de primera mano.
Había querido tener unos padres cariñosos y preocupados por sus hijos y había conseguido unos viajeros incansables, más interesados en peligrosas aventuras que en sus hijos. Había querido tener seguridad y la oportunidad de llevar una vida normal y, en vez de todo eso, se había encontrado con la responsabilidad de un hermano al que adoraba y del que debía ocuparse emocional y financieramente.
Por eso, sabía que las fantasías eran necesarias para aliviar las responsabilidades de la vida, pero que nunca se hacían realidad.
El deseo que sentía por Jake se mantendría en el reino de los sueños imposibles. No había lugar posible para ellos en la vida real. Cuanto menos supiera de Jake Lowell, mejor. Ya era bastante peligroso aceptar aquel trabajo. No tenía ni idea de cómo podría vivir con él todo el verano.
La fisioterapia era un tratamiento que ponía en un contacto muy íntimo a paciente y profesional. Masajear aquellos músculos, estar cerca de un hombre que excitaba de tal modo sus sentidos… Brianne no sabía por qué la afectaba de ese modo, pero sabía que no auguraba buenas consecuencias para su intención de permanecer libre, de ser la profesional que anhelaba ser.
– Estoy listo.
De repente, aquella voz la sacó de sus pensamientos. Tal vez él estuviera listo, pero ella no. Brianne se volvió para mirarlo. Si hubiera ido vestido de otro modo, tal vez hubiera podido soportarlo, pero llevaba puesta una camisa rasgada, como siempre, de un color azul marino que resaltaba sus ojos, y unos pantalones cortos que no cubrían más de lo que había tapado la toalla antes.
Al verlo, el corazón de Brianne empezó a latir rítmicamente. Entonces suspiró y decidió que había llegado el momento de aclararlo todo entre ellos.
– Estás listo… ¡Qué interesante! Rina me hizo creer que serías un paciente difícil. De hecho, dijo que me costaría mucho hacerte trabajar, que te resistirías a la terapia.
– Y tenía razón. A lo que me refería es a que estoy listo para hablar -replicó, mientras se acomodaba en el sofá de terciopelo. Con aquella ropa tan informal y barba de un día, parecía estar completamente fuera de lugar en aquel salón-. Ven a sentarte también.
Brianne obedeció, aunque no se sentó tan cerca como él le había sugerido. No obstante, a pesar de la distancia, sentía la poderosa presencia de Jake. Se recordó que debía actuar como una profesional y trató de no mirar la atractiva piel que se adivinaba bajo los bordes de la camisa.
– Dime una cosa, Jake.
– Dilo otra vez.
– ¿El qué?
– Mi nombre… -susurró él, inclinándose sobre ella hasta que estuvo demasiado cerca-. Jake… Dilo otra vez.
Brianne sintió que no hubiera podido apartarse de él aunque hubiera querido y, que Dios la ayudara, tampoco quería hacerlo. Entendía perfectamente lo que él sentía porque ella experimentaba exactamente lo mismo cada vez que Jake decía su nombre.
– Jake… -murmuró.
Los ojos de Jake se turbaron un poco más a medida que se acercaba a ella, bebiéndose la distancia. El excitante aroma a menta la rodeó, tentándola, turbándola.
– Llevo mucho tiempo sintiendo curiosidad…
– Yo también -admitió ella.
Efectivamente, la curiosidad era la única razón por la que permitiría aquel beso inevitable. Jake la tocó debajo de la barbilla, ligeramente, para colocarle la cabeza al tiempo que su boca se posaba sobre la de ella. Fuerte y seguro, aunque dulce a la vez, aquel beso fue todo lo que ella había soñado. Cuando Jake le trazó la línea de los labios con la lengua, humedeciéndolos antes de deslizarse entre ellos, Brianne sintió que todo el cuerpo le temblaba de placer. El pulso le latía con fuerza en el pecho, entre las piernas, dando forma al deseo que había surgido entre ellos a través de un café lleno de gente.
El aliento de Jake era cálido y fresco, su boca ardiente y apasionada, igual que la de ella. Un suspiro de placer se le escapó a Brianne de la garganta, lo que él tomó como una señal de permiso para profundizar el beso.
Sin embargo, en ella provocó una reacción opuesta. A Brianne la hizo salir de las brumas del deseo y regresar a la realidad. Se recordó que eran una fisioterapeuta y su cliente y se obligó a empujarlo de los hombros para que se apartara.
Desgraciadamente, el movimiento se prolongó un poco más de lo que había planeado cuando notó la firmeza de los músculos que había bajo la tela de algodón. Brianne tardó un dulce minuto en romper el contacto.
– No podemos hacer esto.
– ¿El qué? ¿Conocernos?
– Eso ha sido mucho más que conocernos… ¿Estás diciendo que has cambiado de opinión sobre tu rehabilitación? -le preguntó, al comprender el significado de sus palabras.
– Me gusta tu estrategia. Me besas y me bajas las defensas -dijo él, con una ligera sonrisa en los labios-. ¿Estás tratando de aprovecharte de mí?
– Tú me has besado primero -le recordó Brianne.
– Tú no me has detenido.
– Bueno, digamos que nos hemos desfogado y que ahora podemos seguir hacia delante.
– ¿Para que tú te puedas mudar aquí? -replicó Jake-. Me acaba de llamar Rina y me ha explicado dónde vas a pasar el verano.
– Ya veo que tampoco sabías esa parte…
– No.
– Creo que esto se llama manipulación.
– Descaradamente, pero Rina es así. Mi hermana siempre lo hace todo con las mejores intenciones, pero no siempre piensa bien las cosas. Es una romántica…
– Resulta agradable ver que hay personas que siguen siéndolo.
– Mis padres son un ejemplo. Están jubilados, viven en Florida y se vuelven locos mutuamente. Rina es otro. Ella es la secretaria que se casó con su acaudalado jefe. A sus ojos, todo es posible.
– ¿Y se extiende el romanticismo de tu hermana a conseguir que tú aceptes hacer fisioterapia haciéndome que me mude aquí?
– Supongo que sí -admitió él, con una encantadora sonrisa.
Brianne bajó los ojos y vio que, de nuevo, Norton estaba tumbado a sus pies, mirándola con adoración. Dos atractivos machos en un apartamento. ¿Cómo iba a sobrevivir?
– Muy bien, Jake. Dime exactamente qué terreno pisamos en el asunto de la terapia física. Evidentemente, te resistes y has hecho sufrir mucho a tu hermana al respecto…
– Claro que sí. ¿Tienes hermanos o hermanas?
– Sí, un hermano.
– Entonces, ya sabes que los hermanos se hacen sufrir mucho mutuamente.
No, Brianne no lo sabía. En realidad, ella había sido para Marc más una madre que una hermana y, por lo tanto, nunca había experimentado la clásica rivalidad fraternal. Había estado demasiado ocupada trabajando.
– Marc es mucho más joven que yo. Nuestra relación era… es diferente. Sin embargo, no he venido para hablar de mi hermano. Rina me contrató para una razón y quiero saber si tú vas a dejarme realizar mi trabajo o no. Quiero saber lo que puedo esperar de ti.
Jake forzó una sonrisa. Ni siquiera él mismo tenía idea de lo que esperar. Aquel beso lo había sorprendido. Nunca había planeado ser tan descarado y, mucho menos, había esperado que ella le devolviera el beso. Ni que supiera mucho mejor de lo que nunca había imaginado.
– Si Rina te contrató, no te puedo echar a la calle.
– ¡Vaya, gracias! Pero la cuestión es saber si vas a cooperar.
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