Harry rebuscó en un cajón y encontró algunos mapas, que estudió durante un rato.
– Hay montones de mapas de las aguas que rodean una bahía llamada Blacks Harbour, que está situada a la derecha de la frontera entre Estados Unidos y Canadá. Creo que estamos cerca. Deberíamos dirigirnos hacia el lado canadiense.
Poco rato después, añadió:
– Hay una ciudad grande a unos cien kilómetros al norte llamada St. John. Tiene estación de tren. ¿Vamos hacia el norte?
Margaret comprobó la brújula.
– Sí, más o menos.
– No sé nada de navegación, pero creo que no nos perderemos si seguimos la costa. Deberíamos llegar al anochecer. Ella sonrió.
Harry dejó los mapas y se acercó a ella, mirándola con fijeza.
– ¿Qué pasa? -preguntó Margaret.
Harry meneó la cabeza, como incrédulo.
– Eres tan bonita… ¡Y me quieres!
Margaret lanzó una carcajada.
– Cualquiera que te conozca ha de quererte.
Harry deslizó los brazos alrededor de su cintura.
– Es increíble navegar bajo el sol con una chica como tú. Mi madre siempre dice que soy un tío con suerte, y tiene razón, ¿no crees?
– ¿Qué haremos cuando lleguemos a St. John? -preguntó Margaret.
– Dejaremos la lancha en la playa, iremos a la ciudad, alquilaremos una habitación para pasar la noche y cogeremos el primer tren de la mañana.
– No sé cómo nos arreglaremos para conseguir dinero -dijo Margaret, frunciendo el ceño de preocupación.
– Sí, es un problema. Sólo me quedan unas pocas libras, y tendremos que pagar los hoteles, los billetes de tren, ropas nuevas…
– Ojalá me hubiera traído la maleta, como tú.
Harry le dirigió una mirada maliciosa.
– No es mi maleta -dijo-. Es la del señor Luther. Margaret se mostró perpleja.
– ¿Por qué has traído la maleta del señor Luther? -Porque contiene cien mil dólares -contestó Harry, y se echó a reír.
La edad de oro de los hidroaviones duró muy poco.
Sólo se construyeron doce Boeings B-314, seis del primer modelo y seis más de una versión ligeramente modificada llamada B-314A. Nueve fueron cedidos al ejército de Estados Unidos a principios de la guerra. Uno de ellos, el Dixie Clipper , transportó al presidente Roosevelt a la conferencia de Casablanca, en enero de 1943. Otro, el Yankee Clipper , se estrelló en Lisboa en febrero de 1943, con veintinueve víctimas mortales. Fue el único accidente en toda la historia del aparato.
Los tres aviones que la Pan American no entregó a las autoridades militares nortemearicanas fueron vendidos a los ingleses, y también fueron utilizados para transportar a personajes prominentes de uno a otro lado del Atlántico. Churchill voló en dos de ellos, el Bristol y el Berwick.
La ventaja de los hidroaviones consistía en que no necesitaban largas y caras pistas de hormigón. Durante la guerra, no obstante, se construyeron pistas largas en muchas partes del mundo para dar cabida a bombarderos pesados, y dicha ventaja desapareció.
Después de la guerra, el B-314 se consideró antieconómico, y los aparatos fueron desguazados o echados a pique uno tras otro.
Ya no queda ninguno en el mundo.
1 Famoso jugador de béisbol norteamericano.