Sara Paretsky - Punto Muerto

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El jugador de los halcones Negros de Chicago, Boom Boom Warshawski, fue una leyenda del hockey. Más de mil personas asisten a su funeral, consternados al enterarse de que ha resbalado en un muelle y se ha ahogado. La policía se apresura a declarar que ha sido un accidente. Y no les gusta la idea de que V.I. Warshawski, meta su nariz femenina en un caso tan evidente. Pero entre atentados contra su propia vida y tragos de scotch, la intrépida e ingeniosa detective, se abre camino a través de un mundo de silos de cereal y cargueros de mil toneladas. Se introducirá en una senda que le hará descubrir si se está tomando las cosas de un modo demasiado personal o si su adorado Boom Boom fue en realidad asesinado…

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Bledsoe se volvió hacia mí y me agarró el brazo en un gesto de furia espontánea.

– ¡Maldita sea! Si le viste hacerlo, ¿cómo es que no le dijiste nada a nadie? Me he estado rompiendo la cabeza hablando con el FBI y el Cuerpo de Ingenieros durante dos días y tú… tú estabas ahí sentada con toda la información.

Me solté y le dije fríamente:

– Sólo me di cuenta de lo que Mattingly estaba haciendo después. No le reconocí inmediatamente. Cuando nos acercábamos al fondo de la esclusa, levantó lo que parecía un enorme par de prismáticos. Tenían que ser los controles de un detonador. Lo vi todo claro después de que el Lucelia saltase por los aires… Te acordarás de que estabas en estado de shock. No te encontrabas como para escuchar a nadie. Pensé que sería mejor marcharme y ver si podía seguirle.

– ¿Pero después?, ¿por qué no hablaste con la policía después?

– Ah. Eso fue porque, cuando llegué al aeropuerto de Sault Ste. Marie, descubrí que Mattingly había vuelto a Chicago en tu avión, aparentemente por orden tuya. Eso me molestó de verdad. Me hizo sentirme ridicula; pensaba que me había equivocado al juzgarte. Quería hablar antes contigo y luego decírselo a la policía.

El perro se acercó dando saltos a nosotros, salpicando agua de su pelo dorado. Era una perra vieja. Olisqueó a Martin con su hocico blanco. La mujer la llamó y la perra volvió a marcharse saltando.

– ¿Y ahora? -preguntó.

– Y ahora me gustaría saber cómo llegó Clayton Phillips al autodescargador del barco que tú tienes alquilado.

Dio una patada en el suelo a mi lado.

– Dímelo tú, Vic. Tú eres la gran detective. Tú eres la que apareces siempre cuando está a punto de cometerse un crimen en mi flota… A menos que hayas decidido que un hombre con mi pasado es capaz de cualquier cosa… capaz de destruir sus propios sueños, capaz de asesinar.

Ignoré su último comentario.

– Phillips había desaparecido ayer por la mañana. ¿Dónde estabas ayer por la mañana?

Sus ojos eran oscuros puntos de rabia en medio de su rostro.

– ¿Cómo te atreves? -chilló.

– Martin, escúchame. La policía va a preguntártelo y tú tendrás que responder.

Apretó los labios y luchó consigo mismo. Al final decidió dominarse.

– Estuve encerrado con mi representante de la Lloyds en el Soo hasta ayer por la noche. Gordon Firth, el presidente de Ajax, voló con él en el avión de la Ajax, y luego me trajeron a Chicago alrededor de las diez de la noche de ayer.

– ¿Dónde estaba el Gertrude Ruttan?

– Amarrado en el puerto. Entró el sábado por la tarde y tuvo que estar amarrado todo el fin de semana hasta que pudiéramos descargarlo. Alguna maldita norma sindical.

Así que cualquiera podía haberse metido en el puerto, haber hecho el agujero en la cabeza de Phillips y haberlo metido en las bodegas. Había caído en la carga y había aparecido con el resto de ella cuando salía por la cinta transportadora. Muy limpio.

– ¿Quién sabía que el Gertrucle Ruttan iba a estar allí todo el fin de semana?

Se encogió de hombros.

– Cualquiera que sepa algo de las entradas y salidas de los barcos en el puerto.

– Eso elimina a mucha gente -dije sarcásticamente-. Igual que el que manipuló mi coche, el que mató a Boom Boom. Me imaginaba que era Phillips el que lo había hecho, pero ahora también está muerto. Así que sólo quedan las personas que estaban por allí en aquel momento. Grafalk. Bemis. Sheridan. Tú.

– Yo estuve ayer en el Soo durante todo el día.

– Sí, pero podías haber contratado a alguien.

– Igual que Niels -señaló-. No estarás trabajando para él, ¿no, Vic? ¿Te contrató para que acabaras conmigo?

Negué con la cabeza.

– ¿Para quién trabajas entonces, Warshawski?

– Para mi primo.

– ¿Boom Boom? Está muerto.

– Ya lo sé. Por eso trabajo para él. Boom Boom y yo teníamos un pacto. Cuidábamos el uno del otro. Alguien le empujó debajo del Bertha Krupnik. Me dejó pruebas de la razón por la que pudieron haberlo hecho, y las encontré anoche. Parte de esas pruebas te implican a ti, Martin. Quiero saber por qué dejas a Grafalk tantos de tus contratos con la Eudora.

Sacudió la cabeza.

– Ya vi esos contratos. No hay nada raro en ellos.

– No había nada malo en ellos, excepto que tú dejabas que Grafalk se llevara muchas de las órdenes cuando tú eras el más barato. Ahora vas a decirme por qué o tendré que ir a la Pole Star e interrogar a tu personal, revisar tus libros y repetir todo el aburrido proceso.

Suspiró.

– Yo no maté a tu primo, Warshawski. Si alguien lo hizo, ése fue Grafalk. ¿Por qué no te concentras en él y descubres por qué voló mi barco y te olvidas de esos contratos?

– Martin, tú no eres tonto. Piénsalo. Parece como si tú y Grafalk estuvieseis compinchados en esas órdenes de embarco. Mattingly vuelve a Chicago en tu avión y el cuerpo de Phillips aparece en tu barco. Si yo fuera poli, no iría a buscar más lejos. Si es que tuviera toda esa información.

Hizo un gesto de dolor con el brazo derecho. Frustración.

– Muy bien. Es verdad -gritó-. Dejé que Niels se llevara alguna de mis órdenes. ¿Vas a mandarme a la cárcel por eso?

Yo no dije nada.

Después de una breve pausa siguió, más calmado:

– Estaba intentando conseguir financiación para el Lucelia. Niels necesitaba órdenes desesperadamente. La caída del acero afectaba a todo el mundo, pero a Grafalk más, a causa de esos barcos tan pequeños que tiene. Me dijo que contaría la historia de mi dichoso pasado por toda la comunidad financiera si no le proporcionaba alguna de mis órdenes.

– ¿Podría eso haberte hecho daño?

Sonrió irónicamente.

– No quise averiguarlo. Intentaba hacer frente a cincuenta millones de dólares. No veía al Fort Dearborn Trust dándome un céntimo más si se enteraba de que había cumplido dos años por estafa.

– Ya veo. ¿Y entonces?

– Oh, tan pronto como el Lucelia fue botado, le dije a Niels que lo hiciera público y se fuese al infierno. Mientras esté ganando mi propio dinero, a nadie le van a importar un bledo mis hazañas. Cuando necesitas dinero, te hacen firmar una garantía antes de dártelo. Cuando lo consigues, ya no les importa de dónde lo sacas. Pero Niels estaba furioso.

– Pero es un gran salto el pasar de forzarte a darle unas cuantas órdenes a volarte el barco, de todos modos.

Insistió con cabezonería que a ningún otro podría importarle. Hablamos de ello durante otra media hora aún, pero él no cedió. Le dije finalmente que investigaría también a Niels.

El sabueso de pelo dorado ya se había marchado con su gente cuando nos pusimos de pie y trepamos de nuevo por las dunas arenosas hasta el aparcamiento. Unos cuantos niños nos miraron sin curiosidad, esperando que los mayores se marcharan antes de lanzarse a realizar sus imprudentes hazañas.

Llevé a Bledsoe de vuelta a la fábrica de acero, atestada ahora de policías de Chicago e Indiana. El turno de las cuatro estaba llegando y le dejé junto a las verjas. Los polis podrían querer hablar conmigo más tarde como testigo presencial, pero tendrían que encontrarme antes. Tenía otras cosas que hacer.

21

Excursión de pesca

Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para una investigadora privada en vaqueros ver al presidente de una de las grandes compañías de los Estados Unidos. Llegué al cuartel general de Seguros Ajax, en la parte sur del Loop, un poco después de las cinco. Había mucho tráfico hacia el centro de la ciudad. Pensaba que llegaría lo bastante tarde como para evitar la avalancha de secretarias que impiden la entrada a una oficina de ese tipo, pero había olvidado el sistema de seguridad de la Ajax.

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