Anne Perry - Los anarquistas de Long Spoon Lane

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Los anarquistas de Long Spoon Lane: краткое содержание, описание и аннотация

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En el verano de 1893 una explosión hace arder varios edificios. Thomas Pitt participa en la persecución de varios hombres que se refugian en una casa de Long Spoon Lane. Tras un intercambio de disparos la policía entra en el lugar y se encuentra con que uno de los anarquistas tiene un tiro en la cabeza, sus compañeros culpan a la policía y se trata de un miembro de la aristocracia.
Para resolver el caso, Pitt se verá obligado a aliarse con un viejo enemigo y ex miembro del Círculo Interior, Sir Charles Voisey.

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– A media tarde el periódico de Denoon no hablará más que de Wetron el héroe -dijo Narraway, asqueado-. No tardarán en nombrarlo comisario de policía.

– Debemos suponer que es lo que siempre quiso -coincidió Vespasia-. Debo reconocer que hay pocas cosas que me encolericen tanto. Es un hombre ruin y provocará daños irreparables a este país.

– Sigue siendo el jefe del Círculo Interior -intervino Pitt-. Y ahora ni siquiera está Voisey para vigilarlo. Me temo que, en mucho tiempo, nadie se atreverá a desafiarlo.

Gracie frunció el ceño.

– Es como todos nosotros, tiene que haber cometido algún fallo.

– Al parecer, ha pensado en todo -respondió Narraway, tras la sorpresa de que la criada interviniera libremente-. Las pruebas pueden atribuirse a Wetron con la misma facilidad con la que se han achacado a Voisey. Simbister ha quedado totalmente desacreditado y supongo que, dado que es inteligente, Wetron se ha asegurado de que esté lo bastante asustado para que Simbister no lo acuse. Tampoco es probable que haya pruebas. Sé que Voisey dijo que tenía una prueba, pero nadie la ha visto y, en el caso de que exista, Wetron ya la habrá destruido.

– La confesión de Piers Denoon no sirve. Solo involucra a Simbister que, de todas maneras, ya está liquidado -argumentó Pitt-. Podemos detener a Piers, pero eso no implica a Wetron.

– ¿Qué ha confesado Piers Denoon? -preguntó Gracie, desconcertada.

– Violó a una joven. Simbister le arrancó la confesión y la utilizó para chantajearlo a fin de que apoyase a los anarquistas y liquidara a Magnus Landsborough -sintetizó Pitt-. Wetron la tenía, pero no podemos demostrarlo. -Gracie frunció la nariz con disgusto-. Nosotros… nosotros la cogimos de la caja fuerte de Wetron pero no podemos reconocerlo.

– Eso da igual. Tiene que haber algo que le dé miedo o le haga daño -insistió Gracie-. En el caso del señor Voisey era su hermana. ¿El señor Wetron no tiene a nadie? -La irritación la llevó a soltar una exclamación-. ¡No podemos permitir que siga libre! ¡No es justo!

– Es indudable que ha acumulado mucho poder -comentó Vespasia con voz tranquila, y miró la figura menuda y tiesa de Gracie al otro lado de la mesa de la cocina-. Y la mayor parte de ese poder es secreto.

– ¡Tiene que haber alguien a quien su poder le dé igual! -insistió Gracie-. Si es tan perverso, tiene que haber alguien a quien le haya hecho mucho daño. Solo debemos encontrarlo.

En la mente de Pitt comenzó a formarse una idea, pero no le gustó. Serviría de muy poco y podría llevar mucho tiempo.

Charlotte no quitaba ojo a su marido.

– ¿En qué piensas? -quiso saber-. ¿Qué se te ha ocurrido?

Pitt se pasó la mano por la frente. De pronto se sintió muy cansado. Tenía la sensación de que hacía semanas que no dormía por la noche. Todo aquello en lo que creía se desplomaba a su alrededor y la decencia no existía. Wetron personificaba ese hundimiento de los hombres buenos y la traición de los que confiaban en ellos.

– Creo que iré a decirle a los Landsborough que sabemos quién asesinó a su hijo -afirmó y se puso lentamente de pie-. Tienen derecho a saberlo. No puedo detener al culpable hasta que sepa dónde está.

– Si lo dices, es posible que lord Landsborough avise a Enid Denoon -reconoció Vespasia a regañadientes y con la expresión demudada por una intensa piedad-. ¿O es eso lo que te propones?

Charlotte miró a su marido y a Vespasia.

– Tía Vespasia, no puedo permitir que siga suelto -reconoció. La sola idea le producía un profundo dolor-. Piers Denoon violó a una muchacha, ha proporcionado fondos a los anarquistas que colocaron una bomba en Myrdle Street, probablemente también colaboró con el atentado en Scarborough Street y, por encima de todo, asesinó a Magnus. Si lo detengo por esa muerte su padre sabrá cómo lo utilizó Wetron; es la única forma que tengo de atraparlo por fin.

– Comprendo -coincidió Vespasia-. A mí tampoco se me ocurre otra salida.

Pitt sintió una abrumadora tristeza que casi le impidió hablar.

– A menudo los primeros errores no son tan graves ni irreparables, siempre y cuando los pagues en su momento. Piers siguió equivocándose en su intento de librarse de pagar el primer error, hasta que se volvieron tan graves que fue imposible asumirlos. Lo siento.

Charlotte se inclinó y cogió de la mano a Vespasia. Fue un gesto íntimo totalmente espontáneo. De haberlo pensado, tal vez no se habría atrevido.

– Tienes razón. -Vespasia asintió casi imperceptiblemente-. He hecho ese comentario sin saber lo que decía. Puesto que, según Voisey, pensaba escapar del país por mar, ¿cómo te propones detenerlo?

– No hay pruebas de que esa afirmación sea cierta -puntualizó Pitt y se sintió incómodo al recordar lo fácilmente que la había creído-. Espero que el comportamiento de Denoon me diga si su hijo se ha ido o no. No lo sé con certeza, pero sospecho que Edward Denoon puso parte del dinero que Piers entregó a los verdaderos anarquistas, dinero que provino de sus propias fuentes o de las de Wetron. Es probable que Wetron permitiese que Grover se quedara con suficiente dinero de las extorsiones para financiar el atentado de Scarborough Street.

– Comprendo. ¿Te gustaría que Denoon estuviera en casa de lord Landsborough cuando le comuniques la noticia? -Vespasia lo planteó como un ofrecimiento.

Pitt notó que se le hacía un nudo en la garganta.

– Sí… por favor.

– He visto que el teléfono está en la entrada. Será mejor que lo use. -Pitt le ofreció la mano. Vespasia se incorporó sin ayuda y le dirigió una mirada fría, aunque en parte divertida-. ¡Thomas, estoy muy afectada, pero no me he quedado inválida!

Pitt se volvió hacia Gracie y dijo sinceramente:

– No sabes cuánto te lo agradezco. Es posible que, después de todo, Wetron tenga un punto vulnerable, por muy débil que sea.

Gracie se ruborizó encantada.

Pitt miró a Charlotte. No dijo nada ni dio explicaciones. Sus miradas se cruzaron durante un instante. Después siguió a Vespasia hasta la entrada.

El coche de Vespasia condujo a Pitt a casa de los Landsborough antes de llevarla a ella a la suya. Durante el corto trayecto no hablaron del tema y compartieron un agradable silencio. Pitt seguía pensando en Voisey tendido en el suelo del despacho, ya sin la ira y la codicia, el ingenio y el ansia que lo habían llenado de vida. No sabía en qué pensaba su tía, aunque supuso que en Sheridan Landsborough y en el sufrimiento que debía de padecer, así como en Enid y el dolor que no tardaría en experimentar.

No se le ocurrió pedirle a Vespasia que no les avisara. Semejante idea era impensable y solo mencionarlo sería tan insultante que quizá podría perdonar, pero jamás olvidar.

– Gracias, tía Vespasia -murmuró cuando el coche se detuvo.

Aunque no respondió, la mujer sonrió ligeramente y con expresión de profunda compasión.

A Pitt le habría gustado decir o hacer algo, aunque solo fuera un gesto, pero no supo cómo actuar, por lo que se limitó a despedirse, bajó y cerró la portezuela del coche.

El criado lo recibió sin sorprenderse y ni siquiera le preguntó el nombre. Sheridan y Cordelia lo esperaban en el gabinete y Edward y Enid Denoon se encontraban a su lado. Los cuatro estaban pálidos y tensos y, en cuanto oyeron sus pisadas en el vestíbulo, volvieron las caras hacia la puerta.

– Buenas tardes, señor Pitt. Me alegro de que acuda personalmente a informarnos.

– Supuse que querrían saberlo -respondió Pitt-. Tenemos pruebas suficientes para detener al hombre que mató a su hijo.

Landsborough se volvió hacia Cordelia, que dejó escapar un jadeo al tiempo que su expresión se llenaba de alivio.

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