Anne Perry - Los anarquistas de Long Spoon Lane

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Los anarquistas de Long Spoon Lane: краткое содержание, описание и аннотация

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En el verano de 1893 una explosión hace arder varios edificios. Thomas Pitt participa en la persecución de varios hombres que se refugian en una casa de Long Spoon Lane. Tras un intercambio de disparos la policía entra en el lugar y se encuentra con que uno de los anarquistas tiene un tiro en la cabeza, sus compañeros culpan a la policía y se trata de un miembro de la aristocracia.
Para resolver el caso, Pitt se verá obligado a aliarse con un viejo enemigo y ex miembro del Círculo Interior, Sir Charles Voisey.

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Ya no había escapatoria.

– ¿Lo has hecho?

Sheridan sonrió levemente; las comisuras de sus labios apenas trazaron una curva.

– Te agradezco que no lo niegues. La honestidad es una de tus principales virtudes. No, no lo hice yo. Una y otra vez intenté apartarlo de su camino, pero no quiso atenerse a razones. Estaba apasionadamente convencido de que la corrupción había arraigado tanto que era imposible arrancarla, salvo con violencia. De todos modos, yo no lo maté ni sé quién lo hizo. Espero que el señor Pitt lo descubra.

– ¿Enid? -susurró Vespasia.

– No creo, aunque podría haberle pedido al lacayo que lo hiciera por mí. Enid tiene más… mucha más pasión de la que se le supone… de la que suponen Denoon… y Cordelia. Espero que no sea así. Me parecería terriblemente espantoso que hubiese arrastrado a ese joven a cometer semejante atrocidad.

– Si teme que lo hayas hecho tú, entonces sabe que él no lo mató -precisó.

– Eso es cierto -dijo Sheridan y esbozó una sonrisa lúgubre y atormentada-. Tal vez me asusto hasta de mi propia sombra. Tú nunca has tenido miedo -añadió con absoluta certeza.

– ¡Claro que he tenido miedo! -se defendió Vespasia con repentina franqueza-. Y todavía lo tengo, aunque no quiero averiguar hasta qué punto porque en ese caso me faltaría valor para seguir en pie.

De repente Sheridan se agachó y la besó delicadamente en la boca. A continuación terminó de abrir la puerta, y Vespasia se dirigió hacia el coche que la aguardaba.

A última hora de la tarde, llamaron a la puerta; Charlotte estaba en casa. Gracie abrió y segundos después entró en la cocina, con los ojos como platos, y le comunicó que el señor Victor Narraway quería hablar con ella.

Charlotte se sobresaltó.

– ¿Aquí?

– Lo he hecho pasar al salón -explicó Gracie a modo de disculpa-. ¡Parece muy enfadado!

Charlotte dejó la plancha, se alisó la falda, se llevó automáticamente las manos a la cabeza para cerciorarse de que estaba más o menos peinada y se dirigió al salón.

Narraway se encontraba en el centro de la estancia, de espaldas a la chimenea. Iba de punta en blanco, con el pelo perfectamente peinado y el cuerpo rígido. Su expresión era tensa y, cuando habló, su voz sonó precisa:

– Señora Pitt, esta mañana fue a casa de sir Charles Voisey. No hace falta que se tome la molestia de negarlo.

La arrogancia de Narraway desató la cólera de Charlotte.

– Señor Narraway, ¿por qué diablos iba a negarlo? -preguntó acaloradamente. Solo porque era el superior de Pitt se abstuvo de añadir que lo que ella hiciera no era asunto suyo y que era un maleducado-. No tengo ningún motivo para pensar que debo rendirle cuenta de mis actos.

– ¿Ha olvidado quién es Voisey? -preguntó Narraway y apretó los dientes-. ¿Ya no se acuerda de que es el responsable de la muerte de Mario Corena y del reverendo Rae y de que probablemente también intentó acabar con usted, sus hijos y su doncella?

– Claro que me acuerdo -espetó cáusticamente-. Aunque olvidase mi miedo, por lady Vespasia no podría olvidarme de Mario Corena. -No mencionó al reverendo Rae porque, en ese caso, solo importaba Corena.

– Señora Pitt, ¿para qué fue a su casa? -inquirió tajantemente.

Durante unos segundos estuvo a punto de explicárselo, pero la dominó el temperamento.

– Señor Narraway, supongo que es usted contrario al proyecto de aumentar las competencias policiales para interrogar sin justificación o para interrogar a los criados sin que su señor o su señora lo sepan.

Narraway se sorprendió porqué lo había cogido momentáneamente desprevenido.

– Claro que me opongo.

– Me alegro. -Charlotte lo miró a los ojos-. Sir Charles también está en contra.

– ¡Señora Pitt, no es motivo para que vaya a verlo! Se trata de un hombre extremadamente peligroso… -Su tono de voz fue en aumento y se volvió más agudo y colérico-. Ni se le ocurra volver a acercarse a él. ¿Me ha entendido?

– Señor Narraway, todo eso ya lo sé -respondió gélidamente y pasó por alto el hecho de que estaba en lo cierto. La oposición de Voisey al proyecto no era motivo suficiente para visitarlo-. Por lo visto, ha olvidado que mi marido trabaja para usted. Yo todavía lo recuerdo. ¿Me está amenazando con que lo castigará si no hago lo que usted quiere?

Narraway se sobresaltó.

– ¡Claro que no! -Su rostro estaba rígido y sus ojos echaban chispas-. De todas maneras, no permitiré que descuide su trabajo porque esté preocupado por culpa de que la irresponsable de su esposa corre el peligro de meterse donde no la llaman. Supongo que se preocupa por su seguridad y ha aprendido a ser leal, aunque no obediente.

Estaba tan furiosa que le habría gustado devolverle el golpe, incluso físicamente, pero no se atrevió por el bien de Pitt.

– Señor Narraway -espetó y estuvo a punto de atragantarse-, me gustaría decirle que se meta en sus asuntos y preguntarle cómo se atreve a presentarse en mi casa y hacerme preguntas impertinentes, pero todos sabemos que es el jefe de mi marido y si hago semejante cosa podría poner en peligro su trabajo, así que me callaré.

Narraway palideció y le brillaron los ojos.

– ¡Por Dios, estoy preocupado por su seguridad! Si su marido no es capaz de controlarla, alguien tendrá que hacerlo.

Estuvo a punto de contarle el verdadero motivo por el que había ido a casa de Voisey, pero si lo hacía tal vez Narraway también sabría que, aunque le pasara algo a Pitt, ella no podría utilizar la prueba contra la señora Cavendish. Debía conservarla para defenderse a sí misma y a sus hijos. Ella tenía más familiares a los que proteger que Voisey. Tendría que haberse dado cuenta mucho antes. Si Voisey agredía al resto de su familia, la amenaza surtiría efecto en Pitt, pero no en ella. No estaba dispuesta a que Narraway lo supiera y la viese vencida. Lo observó con ira contenida.

– Señor Narraway, sus palabras resultan ofensivas. Le agradeceré que se vaya.

Intentaba expresarse con gran dignidad, pero de repente se dio cuenta de que Narraway había dicho exactamente lo que quería decir: temía por ella. Su expresión estaba cargada de emoción, por lo que resultaba curiosamente vulnerable. Estaba muy rígido porque temía por la seguridad de Charlotte y no estaba acostumbrado a preocuparse por esas cuestiones. Se sentía desnudo.

La mujer reparó en el ardor de sus mejillas y miró hacia otro lado.

– Le garantizo que no tengo la menor intención de volver a ver a sir Charles -dijo con seriedad-. No deseo entorpecer sus investigaciones ni hacer que Thomas se angustie por mi seguridad, pero creo que el proyecto presentado en el Parlamento es peligroso y seguiré haciendo lo que esté en mis manos para ayudar a los que se oponen a él. Buenas tardes, señor Narraway.

– Buenas tardes, señora Pitt -se despidió en voz baja y se dejó acompañar hasta la puerta.

Charlotte no volvió a mirarlo a los ojos porque le daba miedo lo que podría ver y no quería sentirse obligada a reconocerlo. En ese caso Narraway sabría que ella se había dado cuenta, y lo mejor era que eso nunca ocurriese.

Charlotte cerró la puerta en cuanto el jefe de la BrigadaEspecial la franqueó, permaneció inmóvilunos segundos y respiró con dificultad.

10

Esa tarde, cuando Pitt informó del incidente en el Josephine , Narraway declaró secamente:

– Supongo que debo considerarme afortunado de que haya escapado con vida.

Pitt había dedicado el tiempo transcurrido a rastrear tanto como había podido la conexión entre Simbister y el Josephine . Había encontrado pruebas documentales definitivas y estaba muy contento.

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