Anne Perry - Los anarquistas de Long Spoon Lane

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Los anarquistas de Long Spoon Lane: краткое содержание, описание и аннотация

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En el verano de 1893 una explosión hace arder varios edificios. Thomas Pitt participa en la persecución de varios hombres que se refugian en una casa de Long Spoon Lane. Tras un intercambio de disparos la policía entra en el lugar y se encuentra con que uno de los anarquistas tiene un tiro en la cabeza, sus compañeros culpan a la policía y se trata de un miembro de la aristocracia.
Para resolver el caso, Pitt se verá obligado a aliarse con un viejo enemigo y ex miembro del Círculo Interior, Sir Charles Voisey.

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– Sí… -coincidió Pitt. Oyó que el hervidor empezaba a pitar-. Ya me lo imagino. Tú…

– Es cierto -lo interrumpió Tellman-. Lo he comprobado yo mismo. Pregunté por él, lo esperé en su casa y le dije que la policía sabe lo que hace. Después fue inmediatamente a avisar a su jefe.

La cara de Tellman estaba casi gris y Pitt oyó a sus espaldas el sonido del hervidor, pero no le hizo el menor caso.

– ¿De quién se trata?

– De Simbister.

Pitt notó agudamente el frío y se le revolvió el estómago. No debería sorprenderse. Era lo que Welling y Carmody habían dado a entender. Pero en diversas ocasiones había intentado eludir el tema.

– ¿De Cannon Street? ¿Estás seguro?

– Sí.

– ¿Fue a su casa a avisarle? ¿No te cabe la menor duda?

– Ninguna. ¿Visitarás a Jones?

– No. Si lo hago corro el riesgo de que Wetron se entere. Dudo de que pueda decirme algo útil.

Tellman asintió muy a su pesar.

– Te lo agradezco.

Pitt se puso en pie para retirar el hervidor del fogón antes de que despertase al resto de los habitantes de la casa.

– ¿Qué sabes de Piers Denoon? -preguntó mientras cogía la caja de té.

Tellman se lo explicó tranquilamente.

A primera hora de la mañana Pitt envió un mensaje a Voisey y a mediodía volvió a bajar los escalones que conducían a la cripta de St Paul y recorrió el mismo pasillo con arcadas. En esa ocasión pasó de largo el sepulcro de Nelson y llegó al del gran duque de Wellington, vencedor en la lucha contra la coalición mahratta de laIndia, comandante de la campaña de laguerra contra las tropas napoleónicas en España y Portugal yvencedor en Waterloo.

Voisey se encontraba de pie en el otro extremo y pasaba el peso del cuerpo de un pie al otro. Volvió la cabeza al oír las pisadas de Pitt. Su rostro mostraba una gran irritación.

– ¡Supongo que tiene buenos motivos para celebrar este encuentro! -exclamó en voz baja en cuanto Pitt se detuvo a su lado-. Estaba a punto de reunirme con el ministro del Interior.

– Por supuesto -replicó Pitt con concisión y observó el magnífico monumento. Era solemne e imponente, como corresponde al mayor jefe militar de la historia británica, aunque menos cargado y personal que el de Nelson. Denotaba gloria y admiración, pero no cariño-. ¿Cree que lo mandaría llamar por algo que no fuera importante?

Voisey tuvo dificultades para no ofenderse con las palabras «mandaría llamar» y su expresión lo reflejó.

– Bien, ¿de qué se trata? -preguntó.

Por descontado que Pitt no le contaría la detención de Jones el Bolsillo ni mencionaría el plan de ocupar su lugar. Tal como estaban las cosas, la situación ya era bastante peligrosa y no podía hacer mucho por protegerse. Por esos mismos motivos no hablaría de Tellman.

– Los anarquistas obtienen fondos a través de Piers Denoon, único hijo de Edward Denoon -informó a Voisey-. Es un joven excéntrico y nervioso pero, por lo visto, es muy bueno consiguiendo dinero. -Notó que el rostro de Voisey se iluminaba con un interés demasiado claro para disimularlo. Pitt prosiguió-: Cuando lo asustaron porque le hicieron creer que la policía lo sabía, inmediatamente, casi a la una de la madrugada, se lo comunicó a Simbister, jefe de la comisaría de Cannon Street.

Voisey dejó escapar una maldición y exhaló aire lentamente. En esa ocasión no disimuló sus emociones. Tenía las mejillas arreboladas, por lo que los manchones de las pecas casi habían desaparecido.

– ¡Lo sabía! -exclamó con los dientes apretados-. ¡La corrupción afecta a todos los niveles! ¿Quién le habló de Piers Denoon? ¿Fue Wetron?

– Indirectamente…

A propósito, Voisey miró el sepulcro de Wellington.

– Fue un gran táctico -declaró. En su expresión se mezclaban ironía, diversión y fastidio-. ¿Sabe en qué consiste su «política de tierra quemada»? Es una táctica que consiste en arrasar todo lo que facilita el avance del enemigo. Supongo que usted no estaría de acuerdo con ella.

La inflexión de su voz apuntaba a que en realidad quería decir otra cosa: que en el caso de Pitt, el desacuerdo se basaba en una debilidad, en la incapacidad de ser valiente.

Volvió a mirar ese enorme e impresionante sepulcro.

Pitt se encontraba en desventaja, lo que sin duda se correspondía con las intenciones de Voisey.

– Supongo que la política de tierra quemada tiene algo que ver con Wetron o con Denoon porque, de lo contrario, no se tomaría la molestia de mencionarla en este contexto.

– Claro que tiene que ver, pero Wellington no es un héroe muy querido, ¿correcto? -Ese comentario era como una acusación-. Supongo que prefiere a Nelson. Todos lo adoraban. Por añadidura, tuvo el buen gusto de morir en cubierta en el momento de su mayor victoria. Por tanto, ¿a quién se le ocurriría ponerlo en duda? Parecería una blasfemia. Por su parte, Wellington, pobrecillo, cometió la insensatez de regresar sano y salvo y de convertirse en primer ministro. ¡Imperdonable! -Voisey esbozó una fugaz sonrisa. Su disfrute era tan sincero que costaba enfadarse-. Al principio de la guerra contra la ocupación francesa ganó en Vimeiro, y al año siguiente persiguió al ejército galo hasta Madrid. En 1810, cuando lo obligaron a replegarse, en su retroceso arrasó la tierra que acababa de pisar. Horrible… pero muy eficaz.

– ¿Le parece admirable? -preguntó Pitt, que enseguida se dio cuenta de que había mostrado el asco que esa situación le producía.

Se arrepintió de ello. Tendría que haber sido más sensato y haberse reunido con Voisey en cualquier esquina en la que no pudiesen discutir de héroes, batallas o tácticas.

¿Por qué temía que Voisey lo conociese tal como era? ¿Acaso sus convicciones y su admiración o falta de consideración por las figuras históricas eran debilidades que debía esconder? ¿O se trataba de sentimientos contrapuestos: horror por algunas cosas, gloria por otras y en algunos casos compasión? Ojalá se juzgase a los hombres por los valores y las convicciones de su época y sus circunstancias personales, la gran mayoría de las cuales jamás llegan a conocerse.

¿O simplemente respondía a que Voisey sabía muchísimo más que él y tenía necesidad de exhibirlo? ¿No era eso otra debilidad?

Voisey seguía sonriente, saboreaba el momento.

– ¿Prefiere separar al hombre de la campaña? -preguntó y elevó ligeramente el tono de voz-. Es posible que, sin Wellington, Napoleón hubiera ganado. Mejor dicho, es casi seguro. Fue un genio. ¿No comparte mi opinión?

Su tono contenía un claro desafío. Sospechaba que Pitt era un patriota de miras estrechas, un «pequeño inglés». Lo sondeaba, intentaba descubrir sus creencias para luego echarlas abajo.

– Desde luego que lo fue -coincidió Pitt-. ¡Aunque fue algo imprudente al atacar Moscú! Alguien más sensato habría aprendido de la política de tierra quemada practicada en España. Tal vez no se dio cuenta de que quemada y helada son básicamente las dos caras de la misma moneda cuando se trata de alimentar a un ejército.

Voisey abrió desmesuradamente los ojos con una llamarada de humor.

– Pitt, ¿sabe una cosa? ¡Podría llegar a olvidarme de lo que pienso de usted y cogerle simpatía! En el momento en el que considero que es totalmente previsible me sorprende.

– Es muy arrogante creer que es posible prever lo que otro hará -comentó Pitt-. Y quien dice arrogancia dice estupidez… en ocasiones con consecuencias fatales. No podemos permitírnoslo.

– ¡En un momento es prosaico, luego agudamente perspicaz y por último complaciente hasta la idiotez! -Voisey continuó como si Pitt no hubiese tomado la palabra, si bien el ángulo agudo que formó su cuerpo reveló la tensión a duras penas contenida-. Tal vez tiene que ver con ser en parte guarda de caza y en parte aspirante a caballero.

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