Qiu Xiaolong - Seda Roja

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Un asesino en serie acecha a las jóvenes de Shanghai. Sus crímenes han creado gran expectación y alarma en la prensa y entre los ciudadanos, sobre todo porque suele abandonar a los cadáveres enfundados en un vestido muy llamativo, rojo y de estilo mandarín. Cuando el caso comienza a complicarse, el inspector jefe Chen Cao está de permiso: acaba de matricularse en un máster sobre literatura clásica china en la Universidad de Shanghai. Pero en el momento en que el asesino ataca directamente al equipo de investigadores del Departamento, a Chen no le queda más remedio que volver al trabajo y ponerse al frente de la investigación. Mientras intenta dar con el asesino antes de que se cobre nuevas víctimas, irá descubriendo que la raíz de estos asesinatos se remonta al trágico y tumultuoso pasado reciente del país.

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– Por favor, no me quites la vida, ¡oh esposa mía!

– El príncipe me mató de una paliza por tu culpa y me enterraron en el jardín trasero -respondió Xiuxiu-. ¡Cómo odio al soldado Guo por irse de la lengua! Finalmente me he vengado: el príncipe le ha dado cincuenta bastonazos en la espalda. Ahora que todos saben que soy un fantasma, ya no puedo quedarme aquí.

Tras pronunciar estas palabras, Xiuxiu se levantó de un salto y agarró a Cui Ning con las dos manos. El gritó y cayó al suelo.

Casualmente, algo cayó también al suelo de la cafetería mientras Chen leía la última frase. El inspector jefe se dio la vuelta y vio a una muchacha resbalándose del taburete en el que estaba sentada, después de estirarse cuan larga era para besar a un chico que estaba al otro lado de la barra. La muchacha bajó un pie hasta el suelo para tratar de mantener el equilibrio y su sandalia de tacón alto salió volando hacia un rincón.

La cafetería no estaba tan vacía como Chen había esperado. No dejaban de entrar clientes, casi todos ellos jóvenes, modernos y animados. Una muchacha trajo un ordenador portátil y se entretuvo con algún juego. El repiqueteo de sus dedos sobre el teclado le recordó a una bandada de ruidosos gorriones en una mañana de primavera. Varios jóvenes sostenían móviles en la mano, y hablaban como si no hubiera nadie más en el mundo. Chen pidió otra taza de café.

¿Cómo pudo soportar Xiuxiu el quitarle la vida a Cui? Chen volvió unas páginas atrás, hasta la parte en la que Cui y Xiuxiu corrían uno hacia el otro la noche del incendio.

– ¿Recuerdas la noche en que disfrutábamos contemplando la luna desde la terraza? -le preguntó Xiuxiu a Cui Ning-. Estábamos prometidos y tú no dejabas de darle las gracias al príncipe. ¿Lo recuerdas o no?

Cui Ning juntó las manos y sólo pudo responder:

– Sí.

– Aquella noche, todo el mundo te felicitaba diciendo: «¡Qué pareja tan maravillosa!», i Cómo puede ser que lo hayas olvidado todo?

Una vez más, Cui Ning sólo pudo responder:

– Sí.

– En lugar de seguir esperando, ¿por qué no nos convertimos esta noche en marido y mujer? ¿Qué te parece?

– ¿Cómo iba a atreverme?

– ¿No te atreves? ¿Y qué pasaría si empiezo a gritar y destruyo tu reputación? Nunca podrás explicar por qué me trajiste a tu casa. Te denunciaré al príncipe mañana.

Chen empezaba a ver ahora a Xiuxiu «seduciendo» a Cui. Astuta y calculadora, lo cierto es que obligó a Cui a colmar sus deseos.

Aún quedaban preguntas sin responder en la historia, pero Chen creía haber encontrado un nexo común entre todos los reíalos. Por fin podría acabar su trabajo de literatura, aunque no fuera un proyecto tan ambicioso como había esperado.

Mientras apuraba el café abrió la tapa de su móvil. Había recibido muchos mensajes, incluido uno de Nube Blanca. Primero la llamó a ella. Le informó como una policía de que había obtenido resultados en su búsqueda por Internet, pero hacia el final de la conversación le hizo una sugerencia digna de una «pequeña secretaria».

– Date un respiro, jefe. Vete a un club nocturno. Allí podrás conocer de primera mano el ambiente en el que se movían las víctimas, y además conseguirás relajarte un poco. Y siempre puedo hacerte compañía, ya lo sabes. Tienes demasiadas cosas en las que pensar, y estoy preocupada. Tus nervios no van a aguantar tanta tensión.

Chen no sabía si tomarse el comentario como una indirecta. Aunque, por su pasado de chica de karaoke, Nube Blanca conocía el negocio y podía contribuir a la investigación.

– Gracias, Nube Blanca. Podría ser una buena idea, cuando acabe mi trabajo de literatura en un par de días.

A continuación Chen llamó al profesor Bian, el cual se encontraba en su casa y contestó al oír el primer timbrazo.

– ¿Cómo va su trabajo, inspector jefe Chen?

– He estado analizando otra historia -respondió Chen-. ¿Le parece que el análisis de tres historias bastará para el trabajo?

– Sí, con tres debería ser suficiente.

– Comparten un enfoque común: cada una de ellas contiene algún elemento que contradice el tema amoroso. La heroína se convierte inesperadamente en un demonio o provoca algún desastre. Los cambios se perciben a través de detalles insignificantes: un término médico, un poema ambiguo o una frase incluida al azar. Una vez analizados estos cambios, el tema romántico se ve desde una perspectiva radicalmente distinta.

– Ha escogido un enfoque original. Pero creo que tiene que demostrar qué hay detrás.

– ¿Qué hay detrás? -preguntó Chen, repitiendo el comentario de Bian. No existían las coincidencias, como en las investigaciones policiales. O como en el psicoanálisis. Tendría que haber una explicación-. Tiene razón, profesor Bian.

– Los relatos se escribieron durante dinastías diferentes, y los escritores procedían de orígenes sociales diferentes…

– Entonces, se refiere a un sentimiento subyacente que está presente a lo largo de diferentes dinastías, fueran o no conscientes de ello esos escritores.

– Si prefiere verlo así… Un sentimiento muy arraigado en la cultura china, por lo que su proyecto puede que no sea fácil.

– Pensaré en ello. Muchísimas gracias, profesor Bian.

La sugerencia del profesor le pareció muy interesante. Nada más colgar, lo primero que le vino a la mente fue el confucianismo, la ideología predominante en China durante dos mil años, una ideología apenas cuestionada hasta principios del siglo XX.

Sin embargo, Confucio no dijo nada sobre el amor romántico, por lo que Chen podía recordar.

Pese a ello, aún se sentía alterado, como si estuviera a punto de hacer un descubrimiento importante. Había pedido prestados varios cánones confucianos que todavía no había tenido tiempo de leer. Ahora podría extraer una conclusión para su trabajo. Comenzaban a ocurrírsele varias ideas cuando el teléfono volvió a sonar. Era el director Zhong.

– Llevo toda la mañana buscándolo, inspector jefe Chen.

– Lo siento, me había olvidado de encender el móvil -se disculpó-. ¿Alguna novedad en el caso del complejo residencial?

– La fecha del juicio se ha adelantado y ahora se celebrará dentro de unas dos semanas. La decisión viene de Pekín.

– ¿Por qué tantas prisas?

– Cuanto más larga es la noche mayor es el número de pesadillas. Nadie quiere que el caso se alargue. Peng recibirá su castigo de todos modos, así que ¿por qué retrasarlo? La gente verá que las autoridades del Partido se ponen de su parte.

– Eso está bien -comentó Chen. Pero, una vez más, la política dictaba el resultado de un juicio-. Entonces no tenemos que seguir preocupándonos.

– Bueno, Jia ha estado presionando mucho. Sostiene que Peng no es el único culpable en este escándalo. ¿Qué le pasa a ese abogado? Puede que Peng conozca a algunos miembros del Gobierno municipal, pero el hecho de que los conozca no significa necesariamente que sean corruptos. ¿Ha averiguado algo sobre él?

– Nada importante -respondió Chen. Si bien era cierto que había estado demasiado ocupado con sus propios asuntos como para ponerse a investigar a fondo, también lo era que nadie le había contado nada relevante sobre Jia-. Pero continuaré investigando.

Cuando colgó el teléfono, Chen ya había perdido el hilo de su trabajo de literatura. Se tomó otra taza de café, pero no le sirvió de mucho.

Lanzó una mirada al reloj de pared y comenzó a marearse.

16

Chen se despertó muy temprano con un terrible dolor de cabeza.

Se hizo una cafetera de café bien fuerte y se bebió dos tazas de un trago para desayunar. Su dolor de cabeza no mejoró.

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