No obstante, más que cualquier otra cuestión, lo que consumía a Fawcett eran las visiones de Z, que, en pleno horror de la guerra, no hacía sino adquirir mayor luminosidad: un lugar refulgente al parecer inmune a la podredumbre de la civilización occidental. O, como dijo a Conan Doyle, algo de «El mundo perdido» realmente existía. 31A decir de todos, Fawcett pensaba en Z cuando disparaba obuses, cuando era objetivo del fuego enemigo en las trincheras, cuando enterraba a los muertos. En un artículo publicado en el Washington Post en 1934, un soldado de la unidad de Fawcett recordó cómo «muchas veces, en Francia, cuando el comandante "marcaba el paso" entre asaltos y ataques, hablaba de sus exploraciones y de sus aventuras en las selvas de Sudamérica, de las lluvias torrenciales y de la maraña de hierba y maleza que se enzarzaba con enredaderas y ramas colgantes, y de la quietud profunda e ininterrumpida del interior». 32Un oficial de su brigada escribió en una carta que Fawcett ya estaba «lleno de ciudades ocultas y tesoros […] que tenía previsto ir a buscar». 33
Fawcett envió un aluvión de cartas a Costin y a Manley, que también estaban luchando en el frente occidental, intentando asegurarse sus servicios en el futuro. Y solició financiación a la RGS.
«Como comprenderá, en estos momentos nos resulta un poco incómodo efectuar una promesa en firme con respecto a lo que podría hacerse tras la guerra -respondió Keltie a una de sus solicitudes-. Si, al menos, pudiera esperar…» 34
«Me hago viejo y, me atrevería a decir, me estoy volviendo impaciente con los meses y los años perdidos», 1' se quejaba
Percy Harrison Fawcett fue considerado «el último de los exploradores individualistas», aquellos que se aventuraban a internarse en zonas sin cartografiar con poco más que un machete, una brújula y una determinación casi divina. Esta es una fotografía de 1911, el año de su cuarta gran expedición al Amazonas.
A los dieciocho años, Fawcett se graduó en la Royal Military Academy de Gran Bretaña, donde aprendió a ser «un líder natural tic los hombres […] audaz».
Sandhurst Collection, Royal Military Academy Sandhurst
A los dieciocho años, Fawcett se graduó en la Royal Military Academy de Gran Bretaña, donde aprendió a ser «un líder natural de los hombres […] audaz».
Sandhurst Collection, Royal Military Academy Kandharst
E. A. Reeves, el conservador cartográfico de la Royal Geographical Society fue el encargado de convertir a Fawcett en un caballero explorador.
Durante siglos, los europeos concibieron el Amazonas como un paisaje mítico donde los indígenas podían tener la cabeza en el centro del pecho, tal como refleja esta ilustración del siglo XVI. Cortesía de la Hispanic Society of America (Nueva York)
El legendario reino de El Dorado según una ilustración del siglo XVI impresa en Alemania.
Cortesía de la Hispanic Society of America (Nueva York)
(Arriba) Un miembro de la expedición de 1919-1920 del doctor Rice pone en funcionamiento un equipo de radiotelegrafía -precursor de la radio- que permitía a la expedición recibir mensajes del mundo exterior.
Cortesía de la Royal Geographical Society
(Derecha) La expedición del doctor Rice de 1924-1925 incorporaba un anclado que revolucionaría la exploración: el avión.
(Arriba) Brian, el hijo menor de Fawcett, estudió a fondo los diarios de su padre e ilustró sus aventuras con algunos dibujos. Los que, como este, se publicaron en A través de la selva amazónica en 1953 y contribuyeron a alimentar aún más la leyenda de Fawcett.
Henry Costin, ayudante de Fawcett durante muchos años, posa en 1914 con una tribu amazónica que nunca antes había visto a un hombre blanco.
El aclamado biólogo James Murray fue miembro de la Expedición Antártica Británica de Shackleton, y tiempo después acompañó a Fawcett en un terrible viaje al Amazonas.
Un indígena del río Xingu pesca con arco y flecha en 1937. Muchos científicos creían que el Amazonas no podía proveer suficiente alimento para sustentar a una civilización extensa y compleja.
Jack, el hijo mayor de Fawcett, que soñaba con ser una estrella de cine, acompañó a su padre en su letal búsqueda de Z.
«Fuertes como caballos y muy entusiastas»: Jack Fawcett y su mejor amigo, Raleigh Rimell, en la expedición de 1925.
Cortesía de la Royal Geographical Society
Percy Fawcett con Raleigh Rimell y un guía poco antes de que la expedición desapareciera.
Cortesía de la Royal Geographical Society
«Nunca rae había sentido tan bien», escribió Jack
Fawcett a su madre durante la fatídica expedición.
En 1928, e1 comandante George M. Dyott organizó la primera gran expedición para rescatar a Fawcett.
Читать дальше