Dorothy Sayers - Los secretos de Oxford

Здесь есть возможность читать онлайн «Dorothy Sayers - Los secretos de Oxford» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los secretos de Oxford: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los secretos de Oxford»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando Harriet Vane regresa a la Universidad de Oxford, encuentra a los profesores y alumnos de su college nerviosos por los extraños mensajes de un lunático. Con la ayuda de lord Peter Wimsey, Harriet empieza una investigación para desenmascarar al autor de las amenazas.
Una novela de misterio, e incluso de terror, Los secretos de Oxford es también una obra sobre el papel de las mujeres en la sociedad contemporánea, una reflexión sobre la educación y una historia de amor entre dos mentes privilegiadas.
Una de las mejores novelas de misterio del siglo XX y la obra maestra de Sayers, precursora de Patricia Highsmith, Iris Murdoch o A.S. Byatt.

Los secretos de Oxford — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los secretos de Oxford», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tras unas fuertes pisadas en el corredor, llamaron a la puerta, y Padgett entró casi antes de que le dijeran que pasara. Había restos de polvo de carbón en su ropa, si bien saltaba a la vista que se había lavado apresuradamente la cara y las manos.

– Perdone, señora rectora, señorita -dijo-. Aquí tiene, comandante. Estaba en el fondo del montón de carbón. He tenido que removerlo todo.

Dejó una llave grande sobre la mesa.

– ¿Ha intentado abrir la carbonera?

– Sí, señor, pero no hacía falta. Aquí está la etiqueta que le puse ¿Ve? «Carbonera.»

– Es muy fácil encerrarte y esconder la llave. Gracias, Padgett.

– Un momento, Padgett -dijo la directora-. Quiero ver a Annie Wilson. ¿Podría ir a buscarla y traerla aquí, por favor?

– Será mejor que no -dijo Wimsey en tono más bajo.

– Por supuesto que sí -replicó la decana con acritud-. Ha presentado usted una acusación en público contra esa desgraciada mujer, y es justo que se le dé la oportunidad de defenderse. Tráigala inmediatamente, Padgett.

Peter hizo un elocuente gesto de resignación cuando salió Padgett.

– Creo que es muy necesario que se aclare este asunto por completo, e inmediatamente -dijo la administradora.

– ¿De verdad le parece acertado, rectora? -pregunto la decana.

– En este college no se acusa a nadie sin permitirle que se explique -replicó la rectora-. Sus argumentos parecen muy convincentes., lord Peter, pero las pruebas pueden estar sujetas a otra interpretación. No cabe duda de que Annie Wilson es Charlotte Ann Robinson, pero de ahí no se deduce que sea la autora de las fechorías. Reconozco que las apariencias están en su contra, pero puede haber habido falsificaciones o coincidencias. Por ejemplo, la llave: podrían haberla puesto en la carbonera en cualquier momento durante los últimos tres días.

– He bajado a ver a Jukes… -empezaba a decir Peter cuando la llegada de Annie lo interrumpió.

Pulcra y apagada como siempre, se aproximó a la directora.

– Padgett me ha dicho que deseaba verme, señora. -Después su mirada recayó sobre el periódico abierto sobre la mesa y aspiró aire con un largo silbido, mientras recorría la habitación con unos ojos que parecían los de un animal acorralado.

– Señora Robinson – dijo Peter con tranquilidad-, podemos comprender cómo llegó a sentirse agraviada, quizá justificadamente, por la persona responsable de la trágica muerte de su esposo, pero ¿cómo pudo usted consentir que sus hijas la ayudaran a preparar esas terribles notas? ¿No comprendía que si ocurría algo podrían haberlas citado como testigos ante un tribunal?

– No, claro que no -replicó Annie con presteza-. Ellas no sabían nada. Solo me ayudaban a recortar las letras. ¿Cree usted que dejaría que sufrieran? ¡Dios mío! No pueden hacer eso… no pueden… ¡Qué brutos son ustedes! Antes me mataría.

– Annie, ¿hemos de entender que admite ser la responsable de todos estos abominables incidentes? -dijo la doctora Baring-. La he llamado para que limpie su nombre de ciertas sospechas que…

– ¡Que limpie mi nombre! Ni falta que me hace, hipócritas engreídos… Atrévanse a llevarme ante un tribunal, que me voy a reír en su cara. ¿Qué harían mientras le cuento al juez que esa mujer mató a mi marido?

– La noticias me ha impresionado terriblemente -dijo la señorita De Vine-. No sabía nada hasta hace un momento, pero no tuve elección. No pude prever las consecuencias, y aunque hubiera podido…

– No le habría importado. Usted lo mató y no le importó. Usted lo asesinó. ¿Qué le había hecho él? ¿Qué daño le había hecho a nadie? Lo único que quería era vivir y ser feliz. Usted le quito el pan de la boca y nos dejó en la miseria a mis hijas y a mí. ¿Qué podía importarle a usted? Usted no tenía hijos. Usted no tenía un hombre al que cuidar. Lo sé todo de usted. Tuvo un hombre en una ocasión y lo dejó plantado porque era demasiada molestia cuidar de él, pero ¿no podía haber dejado a mi hombre en paz? Dijo una mentira sobre alguien que llevaba muerto y enterrado cientos de años, y eso no le afectaba a nadie. ¿Era más importante un trozo de papel sucio que nuestras vidas y nuestra felicidad? Usted lo destrozó y lo mató… para nada. ¿Usted cree que ese es trabajo para una mujer?

– Desgraciadamente, era mi trabajo -contestó la señorita De Vine.

– ¿Y por qué tiene que meterse en un trabajo así? El trabajo de una mujer consiste en cuidar de su marido y sus hijos. Ojalá la hubiera matado yo a usted. Ojalá pudiera matarlas a todas. Ojalá pudiera reducir a cenizas este sitio y todos los sitios como este… donde enseñan a las mujeres a quitarles el trabajo a los hombres, a robarles y a matarlos.

Se volvió hacia la rectora.

– ¿No saben lo que hacer? Las he oído quejarse del desempleo… pero son ustedes, son las mujeres como ustedes las que les quitan el trabajo a los hombres y les destrozan el corazón y la vida. No me extraña que no puedan tener un hombre a su lado y que detesten a las mujeres que sí pueden. Que Dios libre a los hombres de caer en sus manos, eso es lo que yo digo. Serían capaces de matar a sus marido, si es que los tuvieran, por un libro viejo o un trozo de papel… Yo quería a mi marido, y ustedes lo destrozaron. Aunque hubiera sido un ladrón o un asesino, yo habría seguido queriéndolo y lo habría defendido. Él no quería robar ese viejo papel… solo lo guardó. No suponía nada para nadie. No habría ayudado a ningún hombre, mujer o niño en el mundo… no le habría servido de nada ni a un gato, pero ustedes lo mataron por eso.

Peter se había levantado y estaba detrás de la señorita De Vine, con la mano en su muñeca. Ella movió la cabeza. Inflexible, implacable, pensó Harriet; eso no le alteraría el pulso lo más mínimo. El resto del claustro parecía simplemente atónito.

– ¡No, claro! -exclamó Annie, reflejando los pensamientos de Harriet-. Ella no siente nada. Ninguna siente nada. Son todas iguales… unas sinvergüenzas. Lo único que les importa es su pellejo y su asquerosa reputación. Las he asustado a todas, ¿eh? ¡Dios! ¡Lo que me he reído al ver cómo se miraban! Ni siquiera se fiaban las unas de las otras. No son capaces de ponerse de acuerdo en nada, salvo en odiar a las mujeres decentes y a sus hombres. Ojalá les hubiera cortado el cuello a todas, pero les habría hecho un favor. Lo que querría es verlas muertas de hambre, como nosotros. Querría verlas a todas arrastradas por el barro. Las querría ver… que se burlaran de ustedes, que las degradaran, como hicieron con nosotros. Les vendría bien aprender a fregar suelos para ganarse la vida, como he hecho yo, y a usar las manos para algo, y a llamar «señora» a un hatajo de guarras… Pero por lo menos les metí el miedo en el cuerpo. Ni siquiera han sido capaces de averiguar quién hacía todo eso… para eso les sirven sus maravillosas cabezas. En sus libros no hay nada sobre la vida, el matrimonio y los hijos, ¿verdad?, nada sobre las personas desesperadas, el amor, el odio, nada que sea humano. Son todas unas ignorantes, unas estúpidas y unas inútiles. Son una pandilla de imbéciles, incapaces de hacer nada solas. Incluso ustedes, viejas brujas, han tenido que buscar a un hombre para que les hiciera el trabajo.

»Usted lo trajo aquí. -Se inclinó sobre Harriet con ojos furibundos, como si hubiera querido abalanzarse sobre ella y despedazarla-. Y usted es la más hipócrita y asquerosa de todas. Sé quién es usted. Tuvo un amante una vez, y murió. Lo mandó a paseo por que era usted demasiado orgullosa para casarse con él. Usted era su querida y le chupó la sangre, y no lo valoraba lo suficiente como para dejar que hiciera de usted una mujer honrada. Se murió por que usted no lo cuidó. Supongo que usted diría que lo quería, pero no sabe qué significa el amor. Significa estar con tu hombre a las duras y a las maduras y pasar penalidades, pero usted usa a los hombres y los tira cuando ha acabado con ellos. Acuden a usted como moscas a la miel, y se caen y mueren. ¿Qué piensa hacer con ese de ahí? Lo busca cuando lo necesita para que le haga el trabajo sucio, y cuando haya acabado con él lo echará a patadas, porque no quiere cocinarle ni arreglarle la ropa ni darle hijos como una mujer decente. Va a usarlo, como una herramienta más, para machacarme a mí. Le gustaría verme en prisión y a mis hijas en un asilo, porque no tiene agallas para hacer el trabajo que le corresponde en el mundo. Todas ustedes juntas no tienen lo que hay que tener para que un hombre se fije en ustedes. Y usted…

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los secretos de Oxford»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los secretos de Oxford» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los secretos de Oxford»

Обсуждение, отзывы о книге «Los secretos de Oxford» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x