Se había dado a entender que lord Peter Wimsey asistiría a la reunión del claustro para aportar ciertos datos. Harriet había recibido una breve nota, muy del estilo de Peter, que decía: «Enhorabuena por no haberte muerto todavía. Me he llevado el collar para que le pongan mi nombre». Ya había echado en falta el collar, y con lo que le había contado la señorita Hillyard, revivió una imagen de Peter junto a su cama, entre la noche y el amanecer, en silencio y dándole vueltas a la correa entre las manos.
Llevaba toda la mañana deseando verlo, pero Peter llegó en el último momento, de modo que su encuentro tuvo lugar en la sala del profesorado, a la vista de todas las allí presentes. Peter había salido de Londres sin siquiera cambiarse de traje, y por encima de la tela oscura su cabeza parecía una acuarela, o más bien una aguada. Presentó sus respetos a la rectora y a las profesoras y a continuación se acerco a Harriet y la tomó de la mano.
– A ver, ¿qué tal estás?
– Dadas las circunstancias, no demasiado mal.
– Qué bien.
Peter sonrió y fue a sentarse al lado de la rectora. Harriet se sentó discretamente al otro lado de la mesa, junto a la decana. Todo lo que aún seguía vivo en Peter, Harriet lo tenía en la palma de la mano, como una manzana madura. La doctora Baring le había pedido que comenzara, y eso estaba haciendo él, con la voz impersonal del secretario que lee las actas de una reunión de empresa. Tenía varios papeles ante él, entre otros, según observó Harriet, su informe, que debía de haberse llevado el lunes por la mañana, pero empezó a hablar sin consultar ni una sola nota, dirigiéndose a un jarrón lleno de caléndulas que había en la mesa enfrente de él.
– No considero necesario que perdamos el tiempo revisando todos los detalles de esta situación, que es sumamente confusa. En primer lugar, expondré los puntos más destacados tal y como se me explicaron cuando vine a Oxford el pasado domingo, con el fin de mostrarles la base sobre la que construí mi teoría. A continuación formularé dicha teoría y aduciré las pruebas que espero y creo que considerarán concluyentes. He de decir que prácticamente todos los datos necesarios para el establecimiento de mi teoría están contenidos en el valiosísimo resumen que preparó la señorita Vane y que me entregó a mi llegada. El resto de las pruebas son simplemente lo que la policía denomina trabajo de rutina.
Esto sí que es adaptar tu estilo a tus oyentes, pensó Harriet. Miró a su alrededor. Los miembros del claustro guardaban un respetuoso silencio, como feligreses a punto de escuchar un sermón, pero notó la tensión nerviosa en el aire. No sabían qué iban a oír.
– Lo primero que sorprende a alguien de fuera es el hecho de que los incidentes comenzaran en las celebraciones de fin de curso. Yo diría que ese fue el primer error que cometió su autora. Por cierto; nos ahorrará tiempo y problemas si me refiero a dicha autora con el tradicional término de X. Si X hubiera esperado al comienzo del trimestre, se habría multiplicado el número de posibles sospechosas. Por consiguiente, me planteé qué incitaría a X a no esperar hasta un momento conveniente.
»No parece muy probable que ninguna de las alumnas que ya residían el college pudiera provocar la animosidad de X, porque los incidentes siguieron produciéndose en el siguiente trimestre, pero no durante las vacaciones de verano, de modo que me dediqué a averiguar qué personas habían llegado en la fiesta de fin de curso y residían aquí el bimestre siguiente. Solo una cumplía tales requisitos, y era la señorita De Vine.
La sala se alborotó, como un maizal cuando sopla el viento.
– Las dos primeras pruebas cayeron en manos de la señorita Vane. Una de ellas, que equivalía a una acusación de asesinato, la encontró en una manga de su toga y, quizá por una coincidencia, podría ir dirigida a ella, pero es posible que la señorita Martin recuerde que había dejado la toga de la señorita Vane en la sala del profesorado junto a la de la señorita De Vine. Yo creo que X, confundiendo «H.D.Vane» con «H. De Vine», puso la nota en la toga que no debía. Por supuesto, no puedo probarlo, pero la posibilidad da que pensar. El error, si fue tal, desvió la atención del objeto central de la campaña desde el principio.
El tono desapasionado de la voz de Peter no se alteró lo más mínimo al exponer aquella vieja ignominia para a renglón seguido relegarla al olvido, pero la mano que había sujetado la de Harriet se tensó unos segundos y después se relajó. Harriet contempló aquella mano mientras se movía entre los papeles.
– La segunda nota, que por casualidad recogió la señorita Vane en el patio, fue destruida, como la anterior, pero por la descripción, deduzco que era un dibujo similar a este. -Desprendió un papel del clip y se lo dio a la rectora-. Representa un castigo infligido por una figura femenina desnuda a otra asexuada, vestida con ropajes académicos. Esta parece ser la clave simbólica de la situación. En el trimestre de otoño aparecen más dibujos parecidos, junto con el ahorcamiento de un personaje académico, tema que se repite en el incidente de la muñeca colgada que se encontró más adelante en la capilla. También se enviaron notas de carácter vagamente obsceno y amenazador que no nos detendremos a considerar. Quizá la más importante e interesante sea el mensaje dirigido, según creo, a la señorita Hillyard: «Ningún hombre está a salvo con mujeres como usted», y el otro, enviado a la señorita Flaxman, en el que le exigen que deje en paz al prometido de otra alumna. Ambas notas insinuaban que el motivo de agravio de X eran celos sexuales normales y corrientes, insinuación que, en mi opinión, es completamente errónea y contribuyó a oscurecer el asunto de una forma extraordinaria.
»A continuación, y pasando por alto el incidente de la quema de togas en el patio, llegamos a la cuestión del manuscrito de la señorita Lydgate, mucho más grave. No creo que sea una coincidencia que las partes más dañadas y las destruidas por completo fueran aquellas en las que la señorita Lydgate rebatía las conclusiones de otros eruditos, hombres todos ellos. Si no me equivoco, vemos que X es una persona que sabe leer y que, hasta cierto punto, es capaz de comprender un trabajo académico. Junto a este atropello podemos colocar la mutilación de la novela. La búsqueda en el punto exacto en el que el autor defiende, o parece defender en ese momento, la doctrina de que la lealtad a la verdad abstracta debe prevalecer sobre toda consideración personal, y también la quema del libro de la señorita Burton, en el que ataca la doctrina nazi según la cual el lugar de la mujer en el Estado debe limitarse a las tareas de «femeninas» de Kinder, Kirche, Kuche .
»Aparte de estas agresiones personales contra individuos, tenemos el incidente de la hoguera y las esporádicas manifestaciones obscenas de las paredes. Cuando llegamos a los destrozos de la biblioteca, vemos una agresión generalizada de una forma más espectacular, y empieza ponerse claramente de manifiesto el objeto de la campaña. El resentimiento de X pasa de una sola persona a todo el college, y la intención consiste en provocar un escándalo que desacredite la institución como tal.
Al llegar aquí, el orador apartó por primera vez la mirada del jarrón de caléndulas, la paseó lentamente por la mesa y la fijó en el atento rostro de la directora.
– Permítanme que les diga, aquí y ahora, que lo único que ha frustrado la agresión definitiva ha sido la excepcional solidaridad y el espíritu público de que ha hecho gala el college en su totalidad. Creo que ese era el último obstáculo que esperaba encontrarse X en una comunidad de mujeres. Nada sino la gran lealtad del claustro hacia el college y el respeto de las alumnas por el claustro se ha interpuesto entre ustedes y una publicidad sumamente desagradable. Es una osadía por mi parte decirles lo que ustedes saben mejor que yo, pero lo digo no solo por mi propia satisfacción, sino porque esta clase de lealtad constituye al tiempo la excusa psicológica para las agresiones y la única defensa posible contra ellas.
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