– Insignificantes -dijo Wimsey con un movimiento de mano-. Igual que el obispo de Roma. Pero pongámonos a trabajar, Blundell.
– Es lo que voy a hacer. Aunque no creo que salgan del país, de eso podemos estar seguros.
– Sí. Dentro de dos semanas habrán vuelto, pero entonces será demasiado tarde. ¿Cuándo cree que llegará Jim Thoday? ¿A final de mes? Asegúrese de que no les da esquinazo. Tengo una idea que quizá nos pueda servir.
– ¿Cree que es nuestro hombre?
– Para serle sincero, no lo sé. Espero que no. Prefiero que sea Cranton.
– Pobre Cranton -comentó el comisario con perseverancia-. Yo prefiero que no. No me gusta ver que un perfecto ladrón de joyas se desvía de su camino, por decirlo de alguna manera. La verdad, es muy desconcertante. Además, está enfermo. Pero bueno, ya veremos. Ahora mismo me ocupo de lo del tal Cobbleigh a ver qué descubro.
– De acuerdo. Creo que, después de todo, llamaré al arzobispo. Nunca se sabe.
«Está chiflado -se dijo el comisario-. O me está tomando el pelo. Una de dos».
Lord Peter Wimsey se comunicó con el arzobispo y, al parecer, quedó satisfecho con el resultado. También le escribió a Hilary Thorpe para ponerla al corriente del descubrimiento de las esmeraldas. «Así que ya ve, su ojo de detective fue muy provechoso. Supongo que el tío Edward estará muy contento», le decía. En su respuesta, Hilary le informó de que la vieja señora Wilbraham se había quedado el collar y les había devuelto el dinero, aunque sin disculparse ni nada. Lord Peter rondaba por la vicaría como un alma en pena. El comisario había ido a Londres detrás de los Thoday. El jueves, de repente, empezaron a sucederse los acontecimientos.
Telegrama del commissaire Rozier al comisario Blundell:
Suzanne Legros no reconoce Cobbleigh identifica foto en sobre sellado como su marido identificación delante alcalde quiere que haga algo más.
Telegrama del comisario Blundell a lord Peter Wimsey:
Suzanne Legros no conoce Cobbleigh identifica hombre foto sellada imposible seguir pista Thoday en Londres.
Telegrama del comisario Blundell al commissaire Rozier:
Por favor devolver papeles inmediatamente detenga Legros a la espera de más información.
Telegrama de lord Peter Wimsey al comisario Blundell:
Seguro que a estas alturas ya sabe de qué se trata mire todos registros iglesias.
Telegrama del comisario Blundell a lord Peter Wimsey:
Párroco St Andrews Bloomsbury dice pidieron oficiar matrimonio entre William Thoday Mary Deacon ambos de esa parroquia era Deacon.
Telegrama de lord Peter Wimsey al comisario Blundell:
Claro detener Cranton inmediatamente.
Telegrama del comisario Blundell a lord Peter Wimsey:
De acuerdo pero por qué Cranton Thodays localizados y detenidos para interrogatorio.
Telegrama de lord Peter Wimsey al comisario Blundell:
Detener Cranton antes nos vemos en Londres.
Después de enviar el último telegrama, lord Peter llamó a Bunter y le dijo que preparara las maletas; luego pidió una entrevista en privado con el señor Venables, de la que ambos salieron afligidos y preocupados.
– Creo que será mejor que me vaya -dijo Wimsey-. Ojalá no me hubiera metido en todo esto. Algunas cosas es mejor no removerlas, ¿no cree? Siento simpatía por la parte perjudicada y no me gusta. Ya sé que no hay mal que por bien no venga, pero es que este mal me está haciendo sentir muy incómodo.
– Mi querido amigo -le contestó el párroco-, no nos incumbe a nosotros preocuparnos demasiado por el mañana. Lo mejor es guiarse por la verdad y dejar las consecuencias en manos de Dios. El ve lo que nosotros no podemos, porque lo sabe todo.
– Y, además, nunca tiene que discutir con nadie sus fuentes, como diría Sherlock Holmes, ¿no es cierto? Bueno, padre, supongo que tiene razón. Posiblemente quiero ser demasiado listo. Siempre me pasa lo mismo. Siento mucho haber provocado una situación tan violenta. Ahora me gustaría marcharme. Tengo esta cosa aprensiva tan moderna que me impide ver sufrir a la gente. Muchas gracias por todo, de verdad. Adiós.
Antes de marcharse de Fenchurch St Paul fue al cementerio y se quedó allí de pie. La tumba de la víctima desconocida seguía sin lápida y oscura entre la hierba, pero la tumba de sir Henry y lady Thorpe estaba cubierta de tepes verdes. No muy lejos de allí había un nicho muy antiguo; Hezekiah Lavender estaba sentado encima de la losa y limpiaba cuidadosamente las letras de la inscripción. Wimsey se le acercó y le dio la mano.
– Limpiando al viejo Samuel para el verano -dijo Hezekiah- ¡Ah! Llevo limpiando al viejo Samuel diez años. Siempre le digo al párroco que me entierre junto a Samuel, para que todos vean lo bien que lo cuidé todos estos años. Y me ha dado su palabra. Aunque ya no escriben poesías tan bonitas como ésta.
Colocó un dedo en la inscripción, que decía así:
Aquí yace el cuerpo de Samuel Snell
Que durante cincuenta años tocó la campana tenor.
A través de los cambios en esta carrera mortal
Siempre supo cuál era su sitio y lo mantuvo
Hasta que llegó la muerte, que todo lo cambia
Para llevárselo con ella y tenerlo en la gloria.
Su polea está rota, su cuerda está floja
Su badajo mudo y su metal silencioso,
Y aun cuando la gran llamada lo reclame
Lo hará con notas afinadas.
MDCXCVIII
Murió a los 76 años
– Parece que tocar a Sastre es una ocupación muy sana -dijo Wimsey-. Los que lo hacen viven muchos años, ¿no?
– ¡Ah! -dijo Hezekiah-. Es cierto, joven, es cierto. Al menos son fieles y no se enfadan. Las campanas saben quién toca. Es maravilloso cómo lo entienden. No pueden soportar a los hombres malvados. Se quedan quietas y esperan para derrocarlos. Pero Sastre Paul no podrá decir que no me he portado bien con ella y ella también se ha portado bien conmigo. Sea honrado con las campanas, sígalas y ellas estarán a su lado hasta que la muerte lo llame. Si actúa así, no tiene nada que temer.
– Oh, de acuerdo -dijo Wimsey, algo avergonzado.
Se despidió de Hezekiah y entró en la iglesia pisando con cuidado porque tenía miedo de despertar a algo de su profundo sueño. El abad Thomas estaba inmóvil en su tumba; los querubines, con los ojos y la boca abiertos, estaban absortos en su eterna contemplación; Wimsey notaba sobre su cabeza la paciente vigilancia de las campanas.
Nobby entra despacio y sale deprisa
Es una situación terrorífica. Lo enterraron dos ángeles… en Vallombrosa por la noche; yo lo vi, desde detrás de las flores de loto y la cicuta.
Wylder's Hand
J. Sheridan Lefanu
El señor Cranton estaba en un hospital como huésped de su majestad el Rey, y tenía mucho mejor aspecto que la última vez que lo habían visto. No se sorprendió cuando lo acusaron del asesinato de Geoffrey Deacon, aproximadamente doce años después de la supuesta muerte de ese caballero.
– ¡De acuerdo! -dijo Cranton-. Suponía que insistirían en eso, aunque en el fondo esperaba que no. No fui yo y quiero que me tomen declaración. Siéntense. Esta habitación no es lo que yo escogería para un caballero pero, al parecer, es lo mejor que su majestad puede ofrecerme. Me han dicho que en la cárcel son más bonitas. Inglaterra, con todos tus defectos, todavía te quiero. ¿Por dónde quieren que empiece?
– Empiece por el principio -dijo Wimsey-, siga hasta que llegue al final y entonces pare. ¿Puedo ofrecerle un cigarro, Charles?
– Está bien, milord y… no. No diré caballeros. En cierto modo va en contra de mis principios. Agentes, si les gusta, pero no caballeros. Está bien, milord y agentes. No es necesario que les diga que estoy muy enfermo. Ya les aseguré que jamás tuve en las manos el collar, ¿no es cierto? Y ya ven que tenía razón. Ahora lo que ustedes quieren saber es cuándo me enteré de que Deacon no estaba muerto. Pues muy sencillo: me escribió una carta. Debía ser alrededor del pasado mes de julio. Primero se la envió a un viejo amigo, que se la dio a alguien para que me la hiciera llegar… da igual quién sea.
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