– ¿Desde dónde se envió el telegrama?
– Desde Londres. Desde una oficina de Correos cerca de Liverpool Street. Aproximadamente a la hora en que el tren que Jim cogió en Dykesey llegó a la ciudad. Al parecer, se encontró mal por el camino.
– Quizá su hermano le contagió la gripe.
– Quizá. Aun así, el día siguiente estaba perfectamente, y eso sí que es raro, ¿no cree? Tuvo mucho tiempo para ir a Londres y volver. No habría tenido que ir hasta Dykesey, claro, pero podría haber hecho la mitad del camino en coche o moto o cualquier cosa.
Wimsey silbó.
– Usted cree que era el cómplice de Will en todo esto. Sí, ya veo. Will es el cómplice de Legros para encontrar las esmeraldas, ¿no es eso? Entonces se pone enfermo y no puede hacer el trabajo, así que lo arregla con su hermano Jim para que lo sustituya. Luego Jim se encuentra con Legros, lo mata, lo entierra y huye con las esmeraldas a Hong Kong. Bueno, eso explicaría una cosa: por qué esas malditas piedras no han salido al mercado europeo. No le costaría demasiado colocarlas en Oriente. Pero, comisario, ¿cómo pudo Will Thoday ponerse en contacto con Legros? Cuando mezclábamos a Cranton en todo esto, todo era más sencillo, porque uno de sus amigos de Londres podría haber elaborado la documentación falsa de Legros. Pero no logro imaginarme a Thoday fabricando documentación falsa para Legros y entrándolo en el país. ¿Cómo podría un tipo como él saber moverse en ese mundo?
El señor Blundell agitó la cabeza.
– Pero están las doscientas libras -dijo.
– Sí, pero eso fue después del viaje de Legros.
– Y cuando mataron a Legros devolvieron el dinero al banco.
– ¿De verdad?
– Sí, claro. Estuve charlando con Thoday. No tuvo ninguna objeción en hablar de eso. Dijo que se le había ocurrido comprar un trozo de tierra y volver a trabajar su propio terreno, pero que, después de la enfermedad, desistió al pensar que durante un tiempo no podría trabajar porque estaría demasiado débil. Me dio permiso para revisar su cuenta bancaria. Todo estaba en orden; no había ningún movimiento extraño excepto las doscientas libras que retiró el 31 de diciembre, dinero que devolvió en enero tan pronto como se curó. Además, lo de la tierra también es verdad. Estaba pensando en comprar un trozo de terreno. El pago tenía que ser en billetes de una libra…
El comisario se calló y de repente se agachó junto a una gran lápida que había detrás de ellos. Se oyó un grito y una pequeña refriega. Entonces el señor Blundell se levantó con cara de pocos amigos agarrando con la mano al Loco Peake por el cuello del abrigo.
– Venga, lárgate -dijo el comisario, empujándolo suavemente-. Te meterás en un lío, amigo, si te escondes detrás de las lápidas del cementerio y escuchas las conversaciones privadas. ¿De acuerdo?
– ¡Ah! No tiene por qué ahogar a nadie. No tiene por qué ahogar al pobre Loco. Si supiera lo que el Loco sabe…
– ¿Qué sabes?
Los ojos del Loco Peake se iluminaron.
– Lo he visto, al número nueve; lo he visto hablando con Will en la iglesia. Pero sastre era demasiado para él. Lo vi con la cuerda, lo colgó y también les colgará a ustedes. El Loco lo sabe. El Loco no se ha pasado todos estos años revoloteando por la iglesia para nada.
– ¿Quién estaba hablando con Will en la iglesia?
– ¡Él! -contestó el Loco, señalando con la cabeza la tumba de los Thorpe-. El que encontraron allí. El de la barba negra. Hay nueve en el campanario y uno en la tumba. Suman nueve. Usted piensa que el Loco no sabe contar, pero sí que sabe. Mientras suena el carrillón, no lo cogerán. ¡No, señor!
– Oye -dijo Wimsey-. Eres un tipo muy listo, Loco. ¿Cuándo viste al hombre de la barba hablando con Will Thoday? A ver si puedes contar eso.
El Loco Peake le sonrió.
– El Loco puede contar lo que sea -dijo con gran satisfacción empezando a contar con los dedos-. ¡Ah! Fue el lunes por la noche, exacto. Cené cerdo frío con judías, eso me gusta, el cerdo frío con judías. ¡Ah! Parson había dicho una oración sobre el agradecimiento. «Dad las gracias por la Navidad», dijo. Hubo asado de ave, el día de Navidad, y pollo hervido con verduras el domingo, y dad las gracias, eso es lo que dijo Parson. Así que el Loco se escabulló en mitad de la noche para dar las gracias, otra vez. Para dar las gracias como Dios manda, uno tiene que ir a la iglesia, ¿no es cierto? Y la puerta estaba abierta. Entonces el Loco entró sin hacer ruido. Se veía una luz en la sacristía. El Loco tenía miedo. En la sacristía hay cosas colgando. ¡Ah! Así que el Loco se escondió detrás del Abad Thomas, luego entró Will Thoday y el Loco los oyó hablar en la sacristía. «El dinero», dijo Will. El dinero corrompe a las personas. Entonces Will Thoday gritó, sacó una cuerda del arcón y… ¡ah!, el Loco tiene miedo. No quiere oír hablar de colgados. El Loco no quiere ver a nadie colgado. El Loco se va corriendo. Desde fuera, mira por la ventana y ve al hombre de la barba tumbado en el suelo y a Will encima de él con la cuerda. ¡Dios mío! ¡Dios mío! Al Loco no le gustan las cuerdas. El Loco tiene pesadillas con las cuerdas. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… y este nueve. El Loco lo ha visto colgado ahí, ¡Oh!
– Creo que lo has soñado -le contestó el comisario-. Que yo sepa, no han colgado a nadie.
– Yo lo he visto -insistió el Loco-. Fue horrible. Pero presten atención. Sólo ha sido uno más de los sueños del pobre Loco -dijo, y su cara cambió de expresión-. Déjeme ir, señor. Tengo que ir a echar de comer a los cerdos.
– ¡Por todos los santos! -exclamó el comisario Blundell-. Y ¿qué se supone que debemos hacer con esa información?
Wimsey agitó la cabeza.
– Creo que vio algo porque si no, ¿cómo podría saber que en el arcón faltaba una cuerda? Sin embargo, de lo de colgar, nada de nada. Está obsesionado con eso. Tiene el complejo del ahorcado, o como quiera que lo llamen. A ese hombre no lo colgaron. ¿De qué lunes por la noche cree que habla?
– El 6 de enero no puede ser. Lo enterraron el 4, por lo que hemos podido deducir. Y tampoco creo que fuera el 30 de diciembre, porque Legros llegó el 1 de enero, si el hombre que usted vio era Legros. Además, con lo del cerdo hervido, no sé si se refiere al domingo o al lunes.
– Yo sí -dijo Wimsey-, El domingo comió cerdo hervido con verduras y Parson le dijo que debía dar las gracias y así lo hizo. Y el lunes comió el cerdo frío con judías, posiblemente enlatadas, si no me equivoco mucho respecto a la mujer de campo moderna, y sintió la necesidad de volver a dar las gracias. Así que regresó a la iglesia para hacerlo en el lugar correcto. Sería de noche, si dice que la luz de la sacristía estaba encendida.
– Ya. El Loco vive con una tía; es buena mujer aunque no demasiado estricta. Él siempre se escapa por la noche. Esta gente son muy astutos. Entonces, ¿de qué noche hablaba?
– Del día siguiente a que Parson dijera el sermón de agradecimiento -respondió Wimsey-. Gracias por Navidad. Pudo ser el 30 de diciembre. ¿Por qué no? No sabemos si Legros llegó antes del 1 de enero. Ese día llegó Cranton.
– Pero yo pensaba que ya habíamos dejado a Cranton fuera de juego y que, en su lugar, habíamos puesto a Will Thoday -replicó el comisario.
– Entonces, ¿a quién me encontré yo en el puente?
– Debió de ser Legros.
– Es posible, aunque sigo pensando que fue Cranton, o su hermano gemelo. Pero, si me hubiera encontrado con Legros el 1 de enero, entonces Will Thoday no podría haberlo colgado el 30 de diciembre. Y, en cualquier caso, no lo colgaron. Además -añadió Wimsey con aire triunfal-, todavía no sabemos de qué murió.
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