– ¿Y Deacon era el…?
– Deacon era el mayordomo. Llevaba con ellos seis años y estaba casado con Mary Russell, el ama de llaves, que ahora está casada con Will Thoday, el de la campana número dos que usted ha tocado hoy porque él está muy grave con todo esto de la gripe.
– ¡Oh! -exclamó Wimsey-. Entonces, Deacon está muerto, ¿verdad? Ya lo entiendo.
– Exacto, milord. Era lo que le estaba diciendo. Verá, sucedió así: la señora Wilbraham se despertó por la noche y vio a un hombre junto a la ventana de su habitación. Ella empezó a gritar y el tipo saltó al jardín y se escondió entre los arbustos. Ella seguía gritando, cada vez más fuerte, y tocó la campana, de modo que todo el mundo que estaba en la casa acudió allí a ver qué había pasado. Llegaron sir Charles y otros caballeros que se habían quedado en la casa, y uno de ellos tenía una pistola. Cuando bajaron la escalera, vieron a Deacon con el abrigo puesto y unos vaqueros que salía corriendo por la puerta trasera y al lacayo en pijama. El chófer, que dormía encima del garaje, también llegó corriendo porque lo primero que sir Charles hizo fue pulsar el timbre que tenían para avisar al jardinero. El jardinero acudió corriendo a la llamada, y yo también, porque en aquella época era su ayudante, y nunca le he dejado desde entonces, a pesar de que su posición social se vio repercutida, porque entre la guerra y tener que pagarle el collar a la señora Wilbraham.
– ¿Pagarle el collar?
– Sí, milord. Eso tuvo que hacer y, aunque nadie consideró responsable de lo ocurrido a sir Charles, él tenía un peso en la conciencia y quiso pagarle a la señora Wilbraham lo que costaba el collar, aunque no entiendo que alguien que se considere una señora pudiera aceptar el dinero. Pero, como iba diciendo, todos salimos fuera y uno de los hombres vio a alguien corriendo por el jardín y el señor Stanley le disparó y le dio, como supimos más tarde, pero él saltó el muro y se fue con otro tipo que lo estaba esperando fuera con un coche. Y, en medio de todo este revuelo, aparecen la señora Wilbraham y su doncella diciendo que el collar había desaparecido.
– ¿Y no cogieron a ese hombre?
– Al principio, no, milord. El chófer cogió el coche y los persiguió, pero para cuando lo había puesto en marcha, ellos ya estaban muy lejos. Escaparon por la carretera que hay junto a la iglesia, y nadie supo si se habían ido por Fenchurch St Peter o por el banco, o incluso hasta podrían haberse ido por Dykesey y Walea o por Walbeach, o por el dique de los diez metros hacia Leamholt o hacia Holport. Así que el chófer acudió a la policía para que los agentes bloqueasen las carreteras de Fenchurch St Peter. La policía más cercana estaba en Leamholt y, en aquella época, no tenían coche propio en la comisaría, de modo que sir Charles dijo que ir con el coche hasta allí sería más rápido que llamarlos y esperar a que llegaran.
– ¡Ah! -interrumpió la señora Venables, asomándose por la puerta del garaje-. Joe le está explicando la historia del robo de los Thorpe. El la conoce mucho mejor que yo. Lord Peter, ¿no tiene mucho frío aquí?
Wimsey le contestó que estaba bien, le agradeció el interés y le comentó que esperaba que el párroco no estuviera demasiado cansado por el esfuerzo.
– No lo aparenta -dijo la señora Venables-, pero está disgustado, claro. Se quedará a comer, ¿verdad? No es ninguna molestia. ¿Le va bien pastel de pastor? ¿Seguro? Hoy el carnicero no trabaja, pero siempre puede comerse un trozo de jamón.
Se marchó y Joe Hinkins pasó una gamuza delicadamente por uno de los faros.
– Continúe -le pidió Wimsey.
– Bien, milord, pues la policía llegó y estuvieron buscando durante un buen rato entre las flores alguna huella, con lo que nos echaron a perder todos los tulipanes. Al final localizaron el coche y detuvieron al tipo herido de bala en la pierna. Era un famoso ladrón de joyas de Londres. Sin embargo, la policía dijo que sospechaba que alguien de la casa estaba implicado en el robo, porque resultó que el tipo que había salido por la ventana no era el ladrón de Londres, y al final descubrieron que el cómplice de la casa había sido este Deacon. Al parecer, el ladrón de Londres le había estado siguiendo la pista al collar, había localizado a Deacon y lo había convencido para que entrara en la habitación, lo robara y se lo lanzara por la ventana. La policía estaba bastante segura de las pistas, creo que encontraron huellas o algo así, y arrestaron a Deacon. Lo recuerdo perfectamente porque lo detuvieron un domingo por la mañana, cuando salíamos de la iglesia, y les costó muchísimo reducirlo; casi mata a un agente. El robo se produjo el jueves por la noche y tardaron tres días en descubrirlo.
– Ya. Y Deacon, ¿cómo sabía dónde estaba el collar?
– Bueno ése es otro tema, milord. Resultó que la doncella de la señora Wilbraham le había comentado algo a Mary Russell, la mujer de Deacon, quien, sin ninguna mala intención, se lo dijo a su marido. También detuvieron a las dos mujeres. Esto sentó muy mal en el pueblo, porque Mary era una chica muy decente y respetable, y su padre era un hombre muy respetado. Por esta zona no hay una familia más honesta y buena que los Russell. Ese tal Deacon no era de por aquí, había nacido en Kent. Sir Charles lo trajo de Londres. Sin embargo, no tenía ninguna posibilidad de salvarlo porque el ladrón de Londres, que dijo que se llamaba Cranton, uno de sus múltiples nombres falsos, descubrió el pastel y delató a Deacon.
– ¡Desgraciado!
– ¡Ah! Pero ¿sabe qué? Dijo que Deacon se había burlado de él y, si lo que dijo era cierto, sí que lo había hecho. Cranton dijo que Deacon sólo le había dado el joyero vacío y que se había guardado el collar para él. Fue a buscar a Deacon al muelle, se pelearon a brazo torcido y dijo que había intentado estrangularlo. Lógicamente, Deacon juró que todo aquello era una sarta de mentiras. Su versión fue que él había oído un ruido, que había ido a ver qué pasaba y que, cuando la señora Wilbraham lo vio en su habitación, estaba a punto de salir por la ventana para perseguir a Cranton. No podía negar que había estado en la habitación, porque había huellas suyas. Sin embargo, lo tenía todo en su contra porque, en un principio, había explicado una historia distinta. Había dicho que había salido por la puerta trasera porque había oído a alguien en el jardín. Mary apoyó esta teoría y, de hecho, es cierto que el pestillo de la puerta trasera estaba abierto cuando el lacayo entró. El abogado de Cranton afirmó que él lo había descorrido antes para dejarse un camino de entrada en la casa por si tenía que salir por la ventana. Sin embargo, en cuanto al collar, jamás pudieron aclarar quién se lo había llevado, porque no lo encontraron. Jamás supieron si se lo llevó Cranton y le dio miedo deshacerse de él o si lo tenía Deacon escondido en algún sitio, eso nadie lo sabe. Nunca ha aparecido, ni el dinero que Cranton dijo que le había dado a Deacon, aunque registraron su casa de arriba abajo buscando las dos cosas. Y al final acabaron absolviendo a las dos mujeres, pues dijeron que no habían aportado ningún dato clave, y enviaron a Deacon y a Cranton una buena temporada a la cárcel. El viejo Russell, que no podía quedarse en el pueblo después de lo que había pasado, vendió el negocio y se fue con Mary. Pero cuando Deacon murió…
– ¿Cómo murió?
– Bueno, se escapó de la cárcel después de matar a un celador. No era una buena pieza, ese Deacon. Esto pasó en 1918. Sin embargo, no tuvo demasiada suerte, porque cayó en una cantera por el camino de Maidstone y, dos años más tarde, encontraron el cuerpo, y todavía llevaba la ropa de la cárcel. Cuando se enteró de la noticia, el joven William Thoday, que siempre había estado enamorado de Mary, fue a buscarla, se casó con ella y la trajo otra vez al pueblo. Aquí nunca nadie ha tenido nada en contra de Mary. Esto fue hace diez años, y ahora tienen dos hijas preciosas y les va de' maravilla. En cuanto a Cranton, cuando cumplió su condena y salió de la cárcel, se volvió a meter en líos y lo volvieron a encerrar, pero ahora ha vuelto a salir, que yo sepa, y Jack Priest, el policía de Fenchurch St Peter, dice que no le extrañaría que se volviera a oír hablar del collar, pero no so. Puede que Cranton sepa dónde está, o no.
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